24/03/2017
8
Pero les digo a los solteros y a las viudas que es bueno para ellos
si se quedan como yo. 9 Pero si no tienen autocontrol, que se casen;
porque mejor es casarse que estarse quemando.
Aquí
el apóstol defiende el celibato como un estado honorable, pero nunca
dice a nadie que el matrimonio es menos honorable. Pablo no era un
asceta, como algunos lo eran en esos días, porque habló contra el
ascetismo o “auto-degradación” en Colosenses
2:18-23.
Algunos creían que para ser espiritual, uno tenía que negar todo
deseo sexual natural, y por ello trataban de destruir la naturaleza
humana misma. Esta no era la opinión de Pablo.
Dejó en
claro en el versículo 6 que su preferencia por el celibato y por
permanecer solo cuando se enviudó fue una preferencia personal, no
un mandato de Dios. El celibato no era ni siquiera un camino hacia
una mayor espiritualidad.
26
Tengo, pues, esto por bueno en
vista de la necesidad que apremia,
que le irá bien al hombre en quedarse como está.
Eran
tiempos de persecución, y la angustia pronto iba a ser peor, ya que
en la próxima década Roma iba a proscribir el cristianismo,
convirtiéndolo en una religión
ilícita.
Pablo menciona solamente la condición presente, pero no hay duda que
él ya tenía una premonición del futuro. Casarse en esos momentos
podría ser desgarrador. Roma pronto utilizaría la amenaza de matar
o torturar a su cónyuge como palanca para conseguir que una persona
renunciara a Cristo.
En
esas condiciones estresantes, Pablo dice: “le
irá bien al
hombre quedarse como está”.
Sin embargo, en circunstancias normales, el matrimonio era bueno como
una relación personal, además de ser necesario para traer la
próxima generación.
Al parecer,
hubo un desacuerdo en la iglesia de Corinto, AL que Pablo necesitaba
hacer frente. Algunos habían empujado la defensa de Pablo del
celibato para incluir a todos y atarlos con motivos espirituales.
Otros habían argumentado contra el celibato. Ambas posiciones eran
extremas, y Pablo trajo el equilibrio con esta enseñanza.
Divorcio
y Separación
Algunos
defensores de celibato pueden haber abogado por la ruptura de los
matrimonios. Pablo dice en 1
Corintios 7:10,11,
10
Sin embargo, para el matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la
mujer no debe dejar a su marido 11 (pero si le deja, quédese sin
casar [agamos],
o de lo contrario que se reconcilie con su marido), y que el marido
no abandone [aphiemi,
“aleje”]
su
esposa.
El tema en
cuestión era si las parejas casadas debían separarse con el fin de
lograr un mayor nivel de espiritualidad en su relación con Dios. No
sabemos si esto se había convertido en un problema en la iglesia, o
si Pablo estaba anticipando un posible problema en el futuro. Sin
embargo, él les dice que las parejas casadas no deben separarse,
porque eso rompería su voto matrimonial. Esto no era solo la opinión
de Pablo, sino una instrucción del Señor.
No
está claro si Pablo estaba hablando de divorcio o separación. El
verso en sí no menciona el divorcio (apoluo),
sino la separación (aphiemi).
Las versiones anteriores de la NASB traduce, “el
marido no debe enviar
a su esposa lejos”.
Sólo más tarde fue cambiado a esto por “el
marido no abandone
a su mujer”.
Pablo
no usó el término apoluo
(“divorcio”)
aquí, aunque los traductores NASB decidieron insertar su propia
opinión en el pasaje. Quizás estaban tratando de cambiar la Ley
Divina, prohibiendo el divorcio por completo, mientras que la ley de
Dios contempla el divorcio, siempre y cuando se haga sin injusticia.
Deuteronomio
24:1-4 KJV
permite el divorcio, pero especifica que un hombre debe dar a su
esposa una carta de divorcio por escrito, para que ella tenga una
prueba escrita de ello; de esta manera, puede volver a casarse sin
temor a que su ex marido pudiera demandarla a ella y a su segundo
marido por adulterio.
En
cuanto a las causas legales de divorcio, la Ley guarda silencio en
gran medida, excepto en el caso de una mujer-esclava que haya sido
privada de alimentos, ropa, y relaciones conyugales (Éxodo
21:10,11).
Tales causas, sin duda, se aplicarían también a un matrimonio con
una mujer-libre, dándole su causa legal para exigir un certificado
de divorcio.
Para
un estudio más largo, ver mi libro, La
Biblia Dice, Divorcio y Nuevo Matrimonio no es Adulterio
(en castellano:
http://josemariaarmesto.blogspot.com.es/2014/09/folleto-la-biblia-dice-divorcio-y-nuevo.html).
La
discusión de Pablo en 1
Corintios 7:10,11
fue en el contexto de las parejas casadas en la iglesia, que puede
haber pensado que el celibato
dentro del matrimonio
era una cosa pía que hacer, o un sacrificio aceptable a Dios. Pablo
refuta esta idea, dejando claro que esta instrucción era de Dios, y
no solamente su propia opinión o preferencia.
Podemos
extender este mandato más allá de la mera separación e incluir el
divorcio en sí, porque esto no iría más allá del espíritu de los
escritos de Pablo. El factor importante es entender el marco y el
contexto de la discusión de Pablo. No
es bueno para las parejas casadas abstenerse de las relaciones
sexuales, ya sea por separación informal o ya sea con un divorcio
formal.
El
caso de un cónyuge no creyente
Pablo
habla después acerca de los creyentes que están casados con
incrédulos, porque algunos pueden creer que el mandato de no unirse
en yugo desigual con los incrédulos (2
Corintios 6:14 KJV)
requiere que un creyente se separe de o divorcie del cónyuge infiel.
Tal prohibición, por supuesto, se aplica a la consideración de un
nuevo matrimonio, no después del ya efectuado. 1
Corintios 7:12,13
dice,
12
Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer
que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, que no la
despida. 13 Y si una mujer tiene marido incrédulo, y él consiente
en vivir con ella, que no abandone a su marido.
Pablo no
creía que tener un cónyuge no creyente constituyera causa de
divorcio. Sin embargo, tenga en cuenta que Pablo tuvo la precaución
de decir que esta era su opinión. Después de todo, puede haber
casos extremos en los que un cónyuge no creyente puede hacer cosas
que de hecho sean motivo de divorcio. Un golpeador de mujeres, por
ejemplo, difícilmente podría ser clasificado como un marido a
consentir vivir con ella. Porque insistir en que una esposa se quede
con un marido tal podría ser una sentencia de muerte sobre ella.
Además, se
han conocido maridos que fuerzan a sus mujeres a la prostitución, o
hacen otros actos inmorales e ilegales. Tales cosas a la verdad
pueden ser motivo de divorcio, y, de hecho, es por eso que Dios hizo
provisión para el divorcio en Su Ley. Él sabía que en el estado
corruptible en que la humanidad se encuentra, matrimonios tienen un
potencial grande para el mal, así como para el bien.
En esto
consiste la diferencia básica entre un matrimonio Antigua Alianza y
un matrimonio Nueva Alianza. El primero contiene una disposición
para el divorcio por necesidad; el segundo no encuentra ninguna
necesidad de divorcio, porque ambas partes escuchan a Dios y le
sirven y el uno al otro.
Sin
embargo, en la mayoría de los casos, un esposo no creyente ama a su
esposa creyente como mujer (y viceversa), y aparte de alguna
circunstancia extraordinaria, deben permanecer juntos. Aunque
la Ley permite el divorcio, tal cosa no debe hacerse a la ligera o
sin causa legítima. Si nos fijamos en el ejemplo de la unión de
Dios con Israel, especialmente representado en la historia de Oseas,
encontramos que Dios considera la idolatría como adulterio
espiritual, y que esto constituye causa de divorcio. Aún así, él
no la abandonó de inmediato, sino que fue muy paciente con ella
durante muchos siglos, soportando todo el dolor que los hombres y las
mujeres tienen de la experiencia en la Tierra en estos casos. Al
final, sin embargo, invocó su derecho al divorcio, basado en
Deuteronomio
24:1-4,
dando a Israel una carta de divorcio (Jeremías
3:8).
Del mismo modo, Oseas se divorció de Gomer (Oseas
2:2),
que era un tipo de Israel.
En
1
Corintios 7:12,
Pablo, de manera inversa, extiende el derecho de divorcio a las
esposas, así como a los maridos. Recomendando que la esposa creyente
no abandone a su marido, reconoce la posibilidad de hacerlo. Hay
algunos que piensan que las esposas no están autorizadas a
divorciarse de sus maridos, como si ellas no tuvieran derechos; pero
como ya hemos demostrado, incluso las esposas-esclavas tenían
derecho a apelar a la Ley si habían sido privadas de comida, ropa, y
derechos conyugales.
Del
mismo modo, Jesús mismo menciona este derecho en Marcos
10:11,12.
Pero ya que la NASB no parece reconocer la distinción entre
divorciar (apoluo)
y repudiar, o despedir (aphiemi),
vamos a citar de La Diaglotón Enfática, que dice:
11
Y les dice: “Cualquiera que despide [aphiemi]
a
su
esposa y se casa con otra, comete adulterio con ella. 12 Y si la que
despide [aphiemi]
su
marido, se casa con otro, comete adulterio.
El
contexto muestra que Jesús estaba comentando sobre la Ley de
Divorcio de Deuteronomio
24:1-4,
donde
era ilegal “despedir” a la esposa de uno sin antes darle un
certificado de divorcio, lo que se supone debe ocurrir antes de la
despedida, pero demasiado a menudo los hombres violaron la Ley al
despedir a su esposa sin un certificado de divorcio.
Esta
era una injusticia, porque se le impedía volver a casarse, ya que
ella estaba aún legalmente casada con el marido que la había
despedido. Por lo tanto, si se volvía a casar, adulteraba, y el que
se casó con ella también era culpable de adulterio.
En
ese contexto, Jesús asume que las esposas, también, podían
despedir a sus maridos sin documentos de divorcio. El
pecado no estaba en dar los papeles del divorcio, sino en despedir a
un cónyuge sin
esos
papeles.
Vemos,
entonces, que tanto Jesús como Pablo mencionan la posibilidad de que
una mujer tome acciones legales contra su marido. Eso, en sí mismo,
no es condenado. Es sólo cuando se hace de manera ilegal que Jesús
lo condena, y en el ejemplo de Pablo, una mujer creyente no debería
despedir a su marido incrédulo, al menos no en circunstancias
normales.
Etiquetas: Serie Enseñanza
Categoría: Enseñanzas
Dr. Stephen Jones
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