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(FFI) LA PROMESA DE DIOS (Final), Dr. Stephen Jones

 



NÚMERO 407                                                                   JUNIO 2022

La Promesa de Dios, Final

Para entender la promesa de Dios, tenemos que saber el significado de la gracia.

La palabra griega en el Nuevo Testamento es charis, que tiene un valor numérico de 911. Nuestro número de teléfono de emergencia en Estados Unidos es 911, por lo que se podría decir que una llamada al 911 es una llamada de gracia.

En un nivel profético, esto es lo que ocurrió el 11 de septiembre de 2001, que escribimos como 11/9. Fue la llamada de gracia de emergencia de Estados Unidos.

La palabra hebrea en el Antiguo Testamento es khane (o hen), que se define como “gracia, clemencia, favor, aceptación”. Se usa con Noé en Génesis 6: 8 , donde Noé halló gracia ante los ojos de Yahweh.

En un sentido judicial que involucra una disputa entre dos partes, el juez da gracia a una y condena a la otra. Entonces Noé fue hallado inocente, mientras que los demás fueron condenados a morir en el Diluvio.

Lo principal de la gracia es que es decisión del JuezCuando se presenta a Dios como el Juez, la gracia es su veredicto o su decisión, y el hombre no tiene la autoridad para decidir por sí mismo.

El Remanente de Gracia

Pablo habla del remanente de gracia en Rom. 11, que en los días de Elías eran 7.000. Pablo aplica este principio de gracia al remanente en su propio tiempo, diciendo en Rom. 11: 5-7,

5 De la misma manera, pues, también ha llegado a haber en el tiempo presente un remanente según la elección de la gracia de Dios. 6 Pero si es por gracia, ya no es la base de las obras; de otra manera, la gracia ya no es gracia. 7 ¿Qué entonces? Lo que Israel buscaba, no lo ha obtenido, pero los que fueron escogidos lo obtuvieron, y los demás fueron endurecidos [o “cegados”, KJV] .

La elección la hizo Dios. Cuando los hombres toman decisiones, no es cuestión de gracia, sino de obras. La gracia es por decisión soberana de Dios; las obras son las decisiones de los hombres y sus acciones posteriores.

Esto entra en la cuestión del "libre albedrío", que se dice que es el derecho del hombre a elegir o decidir su propio curso de acción. Cuando Dios escoge o “elige” un remanente en el cual obrar su plan en la Tierra, es por gracia. ¿Por qué? Porque no correspondió a los hombres decidir ser o no parte del Remanente de Gracia.

Los del Remanente de Gracia sin duda decidirán seguir a Jesús hasta el final, pero sus decisiones están predeterminadas por Dios, de lo contrario ya no es por gracia sino por obrasPor tanto, la decisión del hombre no es la causa sino la respuesta a la voluntad de Dios y a su decisiónAl igual que con Jacob y Esaú, Dios tomó su decisión antes de que nacieran los mellizos y antes de que pudieran tomar sus propias decisiones (Rom. 9: 11).

En ese pasaje, Pablo explica la promesa de Dios a Sara de que ella daría a luz un hijo que sería el heredero de Abraham. Luego, Pablo incluye la promesa de Dios a Rebeca, quien dio a luz a los mellizos, Jacob y Esaú. En ese caso, Jacob fue el elegido, mientras que Esaú fue rechazado. Yo amé a Jacob, pero aborrecí a Esaú (Rom. 9: 13).

Esta elección divina no se hizo sobre la base de que Dios sabía de antemano que Esaú resultaría malo. Tal punto de vista todavía basa la elección en las obras de los hombres. El punto central de la discusión de Pablo es separar la gracia de las obras.

La promesa

Pablo dice que nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa (Gálatas 4: 28). Así como Sara había recibido la promesa de Dios de que tendría un hijo, así también colectivamente somos los hijos de la promesa, la simiente de Abraham.

Esta promesa está en contraste directo con los no creyentes, que son hijos de la carne, aquellos que reclaman a Agar como su madre. Los hijos de la carne, dice Pablo, son aquellos que nacen naturalmente por voluntad de sus padres terrenales. Estos no son los hijos de la promesa, ni el Remanente de Gracia. Son hijos de la carne, de sus decisiones y de sus obras.

Los que desean vivir según el principio del "libre albedrío" muestran evidencia de ser hijos de la carneOtra evidencia es la creencia de que la Jerusalén terrenal es la “madre” profética de la Iglesia o del Reino. Aún más evidencia es cuando la Iglesia persigue al Remanente de Gracia, así como Ismael persiguió a Isaac (Gálatas 4: 29).

Los dos Pactos

Como hijos de la promesa, reclamamos a Sara como nuestra madre. Pablo dice en Gál. 4: 23 que Sara representa el Nuevo Pacto.

23 Mas el hijo de la esclava nació según la carne, y el hijo de la libre por la promesa. 24 Ahora bien, esta Agar es el monte Sinaí en Arabia [la herencia de Ismael] y corresponde a la actual Jerusalén, porque ella está en esclavitud con sus hijos. 25 Pero la Jerusalén de arriba es libre; ella es nuestra madre.

Así que la Jerusalén actual (es decir, la ciudad terrenal) contrasta con la Jerusalén de arriba (es decir, la ciudad celestial), y también se contrastan sus hijos.

Si somos hijos de la promesa, entonces debemos saber lo que significa nacer (o ser engendrados) por la promesa. La promesa de Dios (dada a Sara) tiene todo que ver con la gracia y el Nuevo Pacto. La gracia se extiende por decisión y elección del mismo Dios, y el Nuevo Pacto se funda igualmente en la promesa de Dios.

Tanto la gracia como la promesa están arraigadas en la soberanía de Dios. El Nuevo Pacto es la promesa de Dios para nosotros; el Viejo Pacto es la promesa del hombre a Dios. La fe abrahámica cree en la promesa de Dios; la fe del hombre cree en su propia promesa de seguir y obedecer a Dios. Rom. 4: 20-22 dice,

20 Sin embargo, en cuanto a la promesa de Dios, él [Abraham] no vaciló con incredulidad, sino que se fortaleció en la fe, dando gloria a Dios, 21 y estando completamente seguro de que lo que Dios había prometido, también era poderoso para hacerlo. 22 Por tanto, también a él le fue contado por justicia.

Pablo continúa diciéndonos que esto también fue escrito para nosotros que somos hijos de Abraham. En otras palabras, como hijos de la promesa, creemos en la promesa de Dios.

Nuestra fe no se basa en nuestras promesas a Dios, por bien intencionadas que sean, porque nuestras promesas están arraigadas en la obra y el poder de la carne. La carne siempre está destituida de la gloria de Dios.

Verdaderas o genuinas alabanzas

Aunque Moisés es visto como el profeta del Antiguo Pacto, esto es sólo parcialmente cierto. Moisés también profetizó sobre el Nuevo Pacto, y en su vida personal experimentó la gloria de Dios en su rostro, una gloria que viene solo a través del Nuevo Pacto.

Así también, Moisés habló de Dios circuncidando los corazones del pueblo y de sus descendientes (Deut. 10: 1630: 6). Esta es una manera de hablar del Nuevo Pacto, como Pablo nos dice en Rom. 2: 28-29,

28 Porque no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne. 29 Sino que es judío el que lo es en lo interior; la circuncisión es la del corazón, por el Espíritu, no por la letra; y su alabanza no viene de los hombres, sino de Dios.

Pablo probablemente recibió esta revelación por las palabras de Moisés. Judío (Judá) significa “alabanza”, y uno no puede verdaderamente alabar a Dios por medio de la circuncisión carnal. Muchos incrédulos han sido circuncidados en la carne sin agradar a Dios. Por lo tanto, los judíos carnales, que afirman ser de la tribu de Judá por la marca de la circuncisión carnal, no son judíos en absoluto. ¿Por qué? Porque su circuncisión carnal no es la circuncisión como Dios la ve.

Es sólo cuando el corazón es cambiado que Dios está complacido. La circuncisión del corazón es lo que da alabanza a Dios, y solo aquellos creyentes son verdaderos alabadores y reciben alabanza de Dios (Traductor: La alabanza genuina, no forzada, solo puede brotar de un corazón circuncidado que ha cruzado su Jordán; es decir, su velo almático-carnal ha sido rasgado)En otras palabras, sólo los que tienen el corazón circuncidado son de Judá, en lo que respecta a Dios.

El pacto de Éxodo

El Antiguo Pacto fue dado a Israel en Éxodo 19: 8,

8 Todo el pueblo respondió a una y dijo: “¡Todo lo que el Señor ha dicho, haremos!” Y Moisés trajo de vuelta las palabras del pueblo al Señor.

Era un pacto donde los hombres hacían una promesa a DiosSabemos, por supuesto, que pronto descubrieron que eran incapaces de guardar ese pacto. Estaba condenado al fracaso, porque fue hecho en el poder de la carneNo importa cuán sinceros fueran, les impuso una carga imposible.

En el primer Concilio en Jerusalén, Pedro declaró en Hechos 15: 10,

10 Ahora pues, ¿por qué tentáis a Dios poniendo sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?

El tema principal era sobre la circuncisión carnal, que era la señal del Antiguo PactoNo era difícil ser circuncidado; era, sin embargo, un yugo insoportable hacer de las promesas de los hombres la base de la propia salvación. Incluso con mucha oración y con la ayuda del Espíritu Santo, los hombres aún no pudieron cumplir sus promesas a Dios.

Esto se hizo evidente para la iglesia en el desierto (Hechos 7: 38 KJV). Siendo muy parecidos a nosotros, la mayoría de ellos eran sinceros. Oraron y le pidieron a Dios que los ayudara a cumplir su promesa del Antiguo Pacto. Pero esa no era la calidad de la fe necesaria para que Dios los acreditara con justicia.

Solo aquellos que recordaron la promesa del Nuevo Pacto a Abraham podrían haber orado una oración mejor: “Señor, creo en tu promesa. ¡Cumple tu promesa en mí! Ya no soy yo sino Cristo quien vive en mí. ¡Deja que Cristo viva su vida perfecta en mi cuerpo!”

Sin embargo, incluso después de 40 años, la mayoría de los israelitas fracasaron. O todavía tenían fe en su voto del Antiguo Pacto, o se desanimaron y dejaron de intentarlo por completo.

El Pacto de Deuteronomio

La mayoría de los cristianos conocen el Nuevo Pacto que Dios hizo con Abraham. Se centran en la naturaleza incondicional del pacto abrahámico pero no comprenden las implicaciones de la promesa de Dios. Pocos cristianos saben que la promesa de Dios significa que Dios es responsable de cumplir su promesa. Todavía tratan de incluir el “libre albedrío”, como si la promesa de Dios de alguna manera hiciera a los hombres responsables de cumplir su promesa.

Asimismo, pocos cristianos saben que Dios hizo un Segundo Pacto con Israel 40 años después del primeroDespués de 40 años de vagar por el desierto, Israel recibió un Segundo Pacto en las llanuras de Moab. Justo antes de que Moisés muriera, pronunció una serie de discursos que reafirmaron y resumieron la Ley. Luego en Deut. 29 reunió al pueblo para que pudiera recibir el Nuevo Pacto. Deut. 29: 1 comienza,

1 Estas son las palabras del pacto que mandó Yahweh a Moisés que hiciera con los hijos de Israel en la tierra de Moab, además del pacto que había hecho con ellos en Horeb.

Este Segundo Pacto debía basarse en la promesa de Dios, siguiendo el patrón de la promesa a AbrahamUna vez más, Dios hizo un juramento sin requerir que ninguna de las personas asumiera la responsabilidad de ese juramentoDeut. 29: 10-13 dice,

10 Hoy estáis todos vosotros delante de Yahweh vuestro Dios: vuestros jefes, vuestras tribus, vuestros ancianos y vuestros oficiales, todos los varones de Israel, 11 vuestros niños, vuestras mujeres, y el forastero que está en vuestros campamentos. … 12 para que podáis entrar en el pacto con el Señor vuestro Dios, y en el juramento que el Señor vuestro Dios hace hoy con vosotros, 13 a fin de estableceros hoy como su pueblo y para que Él sea vuestro Dios, tal como os lo dijo y como lo juró a vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob.

Primero, vemos que el juramento de Dios es el mismo que hizo a Abraham, Isaac y JacobEn otras palabras, el Pacto de Deuteronomio es una promesa del Nuevo Pacto que es lo mismo que vemos con Abraham, Isaac y JacobTodas estas son promesas del Nuevo Pacto, donde Dios se comprometió incondicionalmente a ser el Dios de todos y que todos fueran su pueblo.

Note que la provisión de este Segundo Pacto es la misma que la del Primer Pacto en Éxodo 19 Es hacernos su pueblo y ser nuestro Dios. La diferencia está en QUIÉN hace el voto, juramento o promesa. En Éxodo, el pueblo hizo su voto; en Deuteronomio, Dios hizo Su voto (“juramento”).

Es obvio que el hombre caído no puede cumplir sus votos lo suficientemente bien como para satisfacer a un Dios justo. Entonces, el pacto del Éxodo no podía hacernos su pueblo o asegurar que Él sería nuestro Dios. Para hacerlo se requería un Segundo Pacto, esta vez condicionado únicamente a la capacidad de Dios para cumplir su promesa.

La pregunta es esta: ¿Tenemos la fe para creer que Dios realmente podría salvar a toda la humanidad? La mayoría de la gente piensa que su santidad es un impedimento inamovible, y que Dios debe obrar bajo una fecha límite. Piensan que una vez que un hombre muere, Dios ya no puede hacer que se vuelva de sus malos caminos. Se dice que la muerte lo encierra en la incredulidad y el pecado, y hasta Dios mismo debe abandonarloLa Escritura no dice nada por el estilo. Esa opinión se basa principalmente en Heb. 9: 27,

27 Y por cuanto está establecido que los hombres mueran una sola vez, y después de esto viene el juicio.

Este versículo da el orden de los eventos: vida, muerte, juicio. No describe la naturaleza del juicio ni lo que realmente sucederá en el gran Trono Blanco. No hay indicación de que los pecadores que están siendo juzgados no puedan arrepentirse.

La revelación de Isaías del Nuevo Pacto

Isaías 45: 23-25 ​​registra otro voto que Dios hizo,

23 Por mí mismo he jurado, de mi boca ha salido palabra en justicia y no será revocada, que a mí se doblará toda rodilla, y toda lengua jurará lealtad24 Dirán de mí: 'Sólo en el Señor están la justicia y la fortaleza'. Los hombres vendrán a Él, y todos los que se enojaron contra Él serán avergonzados. 25 En el Señor será justificada y se gloriará toda la descendencia de Israel.

Pablo cita este pasaje en Fil. 2: 10-11, diciéndonos que toda rodilla se doblará, y que toda lengua confesará que Jesucristo es el SeñorNinguna de estas cosas ha ocurrido, al menos no universalmente. Éstas tendrán lugar en el gran Trono Blanco cuando todos sean convocados para el juicio (Apoc. 20: 11-12).

Este es el momento en que todos los que se enojaron contra Él serán avergonzadosEsto es cuando confesarán (literalmente, profesarán) que Jesucristo es el Señor para la gloria de Dios Padre. Tenga en cuenta que nadie puede decir: 'Jesús es el Señor', sino por el Espíritu Santo (1ª Cor. 12: 3). Por tanto, cuando toda rodilla se doble ante Cristo y toda lengua profese a Cristo, diciendo: Jesús es el Señor, será porque el Espíritu Santo los ha llevado a hacer esta profesión de fe.

Cuando era niño, me enseñaron que todas las rodillas se verán obligadas a doblarse y todas las lenguas se verán obligadas a admitir que se equivocaron, y luego todos serán arrojados a un pozo de tortura para siempre. Para apoyar eso, toman la palabra griega aionian y la traducen "para siempre" o "eterno". De hecho, significa “perteneciente a una era (eón)”. Es el equivalente griego de la palabra hebrea olam, que significa “escondido, desconocido o indefinido”(La raíz de la palabra es alam, "esconder".)

En otras palabras, "castigo eterno" se traduce mejor como "juicio durante una edad, un período de tiempo desconocido o indefinido"Una edad es de hecho un período indefinido de tiempo. El significado de esta palabra permite a Dios poner fin al juicio, que es el principio de la Ley del Jubileo.

Tanto Isaías como Pablo pintan un cuadro completamente diferente al que se enseña hoy en día en la mayoría de las iglesias. Su revelación se basa en las promesas, votos y juramentos del Nuevo Pacto que Dios hizo con el mundo entero.

La verdadera pregunta es esta: ¿tenemos fe en Dios? ¿Creemos que Él es realmente capaz de cumplir esas promesas? ¿Malinterpretaremos aionian y olam para hacer que Dios sea incapaz de cumplir su promesa?

El Alcance del Nuevo Pacto

El alcance completo del juramento de Dios se da en el versículo 14,

14 Ahora bien, no solo con vosotros hago este pacto y este juramento, 15 sino también con los que están aquí con nosotros hoy en la presencia del Señor nuestro Dios y con los que no están aquí con nosotros hoy.

En otras palabras, el juramento del Nuevo Pacto de Dios, que está condicionado únicamente a la capacidad de Dios para cumplirlo, se aplica universalmenteEs la garantía incondicional de Dios que Él establecerá a toda la humanidad como su pueblo y será su Dios. Si alguien se pierde, Dios es responsable por su fracaso.

Esto es comparable a la promesa de Dios a Abraham, haciéndolo padre de muchas naciones (Rom. 4: 17-18) y bendecir a todas las familias de la tierra (Gén. 12: 3).

Dios escogió a un hombre para bendecir a muchos. Asimismo, escogió al Remanente de Rracia para que fuera la simiente de Abraham que llevaría a cabo esta obra de bendecir la Tierra. Sin embargo, el propósito de llamar a unos pocos no es bendecir solo a unos pocos; es para bendecir a todas las familias de la Tierra.

La Bendición de Abrahán

Ser “elegido”, entonces, no se trata de la salvación de unos pocos a lo largo de la historia. Se trata de usar a unos pocos para lograr la salvación de todos (1ª Timoteo 4: 10). Bendecir se define en Hechos 3: 25-26,

25 A vosotros que sois hijos de los profetas y del pacto que Dios hizo con vuestros padres, diciendo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra . 26 Para ustedes primero, Dios resucitó a su Siervo y lo envió para bendecirlos y hacer que cada uno de ustedes se vuelva de sus malos caminos”.

La bendición de Abraham no es salvar a todos en sus pecados, sino convertirlos de sus malos caminos para que en verdad sean salvos. El propósito de Dios no es hacer a las personas pecadoras inmortales sino transformarlas a su imagen.

Esta promesa no es solo para Abraham o para Cristo; se da a los que están hoy aquí con nosotros en la presencia del Señor nuestro Dios y con los que no están hoy aquí con nosotrosLa mayoría de nosotros no estábamos presentes cuando Dios hizo su juramento a los israelitas y extranjeros reunidos. Pero de ninguna manera esto excluye a la gran mayoría de los hombres que han vivido y muerto sin haber oído nunca el nombre de Moisés o Israel o Yahveh o Jesús.

Si tenemos fe abrahámica, estaremos plenamente seguros de que lo que Dios había prometido, Él también podía cumplirlo (Rom. 4: 21). Tal fe es la base de nuestra justicia. No basamos nuestra justicia (nuestra posición correcta ante Dios) en nuestros propios votos a Dios sino en su promesa a nosotrosSi tenemos esta fe del Nuevo Pacto, es evidencia de que el Espíritu Santo nos ha llamado durante nuestra vida a ser parte del remanente de gracia que bendecirá a las naciones.




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