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AUNQUE TRADICIONALMENTE LAS MUJERES han
cumplido papeles de apoyo al servir a la iglesia
y encontrado su gozo más grande y sentido de logro
al ser esposas y madres, el movimiento feminista ha
influenciado con éxito a muchas mujeres para que
abandonen estos papeles. Desafortunadamente, este
movimiento se ha infiltrado aún en la iglesia, creando caos
y confusión con respecto al papel de las
mujeres tanto en el ministerio como en el hogar. Sólo
en la Escritura puede encontrarse el diseño de Dios
establecido para las mujeres.
El Antiguo Testamento y las Mujeres
En la descripción de la creación de Génesis 1, la
primera palabra de Dios acerca del tema de los hombres
y las mujeres es que fueron igualmente creados
a imagen de Dios (v. 27). Ninguno de los dos recibió
más de la imagen de Dios que el otro. Entonces la
Biblia comienza con la igualdad de los sexos. Como
personas, como seres espirituales delante de Dios, los
hombres y las mujeres son absolutamente iguales.
A pesar de esta igualdad, en Génesis 2 hay una
descripción más detallada de la creación de los dos
seres humanos que revela diferencias en sus
funciones
y responsabilidades dadas por Dios. Dios no creó al
hombre y a la mujer al mismo tiempo, sino que más
bien creó a Adán primero y más tarde a Eva con el
propósito específico de ser la ayudante
de Adán. Eva
era igual a Adán, pero a ella se le dio
el papel y deber
de someterse a él. Aunque la palabra “ayuda” lleva
connotaciones muy positivas—siendo usada de Dios
Mismo como la ayuda de Israel (Dt. 33:7; Sal.
33:20) —aún describe a alguien en una relación de
servicio a otro. La responsabilidad de las esposas de
someterse a sus maridos, entonces, era parte del plan
desde la creación, aún antes de la maldición. Los
primeros libros de la Biblia establecen tanto la igualdad
de los hombres y las mujeres como el papel de
apoyo de la esposa (vea Ex. 21:15, 17, 28-31; Nm.
5:19-20, 29; 6:2; 30:1-16).
Debido a que Adán y Eva desobedecieron el mandato de
Dios, hubieron ciertas consecuencias (Gn.
3:16-19). Para la mujer Dios pronunció una
maldición que incluía dolor multiplicado en el parto
y tensión en la relación de autoridad-sumisión de
marido y mujer. Génesis 3:16 dice que el “deseo” de
la mujer será para su marido pero él se “enseñoreará”
de ella. En Génesis 4:7 el autor usa la misma palabra
“deseo” para referirse a “control excesivo sobre.” De
esta manera, la maldición en Génesis 3:16 se refiere a
un nuevo deseo por parte de la mujer de ejercer control
sobre su marido—pero él de hecho opresivamente
dominará y ejercerá autoridad sobre ella. El
resultado de la caída en el matrimonio a lo largo de
la historia ha sido una lucha continua entre los
sexos —por un lado las mujeres buscan
controlar y
por otro lado, los hombres buscan
dominar.
A lo largo del Antiguo Testamento, las mujeres estaban
activas en la vida religiosa de Israel, pero generalmente
no eran líderes. Mujeres como Débora
(Jueces 4) fueron claramente la excepción y no la
regla. No hubo mujer con un ministerio profético
continuo. Ninguna mujer fue sacerdote.
Ninguna
reina jamás gobernó a Israel. Ninguna mujer escribió
un libro del Antiguo Testamento (o del Nuevo
Testamento). Isaías 3:12 indica que Dios permitió
que líderes débiles, fueran mujeres masculinas u
hombres afeminados, gobernaran como parte de Su
juicio sobre la nación pecadora.
Jesús y las Mujeres
En medio de las culturas griega, romana, y judía que
veían a las mujeres casi al nivel de posesiones, Jesús
mostró amor y respeto por las mujeres. Aunque los
rabinos judíos no enseñaban a mujeres y el Talmud
Judío decía que era mejor quemar el Torá que
enseñárselo a una mujer, Jesús nunca tomó la posición
de que las mujeres, por su naturaleza misma, no
podían entender la verdad espiritual o teológica. El no
sólo las incluyó en Sus audiencias sino que también
usó ilustraciones e imágenes que les serían familiares
(Mat. 13:33; 22:1-2; 24:41; Lucas 15:8-10) y
específicamente aplicó Su enseñanza a ellas (Mt.
10:34 en adelante). A la mujer samaritana en el pozo
(Juan 4), le reveló que Él era el Mesías y discutió con
ella temas tales como la vida eterna y la naturaleza de
la verdadera adoración. Él también le enseñó a María
y, cuando fue amonestado por Marta, señaló la
prioridad de aprender verdad espiritual aún sobre
responsabilidades “femeninas” tales como servir a
invitados en el hogar de uno (Lucas 10:38).
Aunque los hombres en el día de Jesús normalmente
no le permitían a las mujeres contar cambio en sus
manos por temor de contacto físico, Jesús tocó a
mujeres para sanarlas y permitió a mujeres que lo
tocaran a Él (Lucas 13:10 en adelante; Marcos 5:25
en adelante). Jesús llegó a permitirle a un pequeño
grupo de mujeres que viajara con Él y Sus discípulos
(Lucas 8:1-3), un suceso sin precedentes en ese
entonces. Después de Su resurrección, Jesús le
apareció primero a María Magdalena y la envió a
anunciar Su resurrección a los discípulos (Juan 20:1-
18), a pesar del hecho de que a las mujeres no se les
permitía ser testigos en las cortes Judías porque eran
consideradas mentirosas.
En el trato de Jesús a las mujeres, El elevó su
posición en la vida y les mostró compasión y respeto
de una manera que ellas nunca habían conocido.
Esto demostró su igualdad. No obstante, al mismo
tiempo, Jesús no exaltó a las mujeres a
un lugar de
liderazgo por encima de los hombres.
Las Epístolas y las Mujeres
En las Epístolas, los mismos dos principios existen
hombro a hombro —tanto igualdad como
sumisión
para las mujeres. Gálatas 3:28 apunta a la igualdad,
indicando que el camino de la salvación es el mismo
tanto para los hombres como para las mujeres y que
ellas son miembros que están al mismo nivel que los
hombres en el cuerpo de Cristo. No obstante, no
borra toda diferencia en responsabilidades para los
hombres y las mujeres, ya que este pasaje no cubre
todo aspecto del diseño de Dios para el hombre y la
mujer. Además, hay muchos otros pasajes que hacen
distinciones entre lo que Dios desea de los hombres
y lo que desea de las mujeres, especialmente dentro
de la familia y dentro de la iglesia.
La Familia
Mientras que el matrimonio cristiano debe incluir el
amor mutuo y la sumisión entre dos creyentes (Ef.
5:21), cuatro pasajes en el Nuevo Testamento claramente
le dan a las esposas la responsabilidad de
someterse a sus maridos (Ef. 5:22; Col. 3:18; Tito
2:5; 1 Pedro 3:1). Esta es la sumisión voluntaria de
uno igual a otro a partir de amor por Dios y un
deseo por seguir Su diseño como es revelado en Su
Palabra. Nunca es retratado como arrastrarse o de
ninguna manera disminuir la igualdad de la esposa.
En lugar de esto, el marido es llamado a amar a su
mujer sacrificialmente así como Cristo amó a la iglesia
(Ef. 5:25) y servir como el líder en una relación
de dos personas que están al mismo nivel.
Mientras que a los maridos y padres se les ha dado la
responsabilidad primordial del liderazgo
de sus hijos
(Ef. 6:4; Col. 3:21; 1 Ti. 3:4-5), las esposas y
madres son instadas a ser “cuidadosas de su casa”
(Tito 2:5), lo cual quiere decir administradoras
de la
casa. Su hogar y sus hijos deben ser
su prioridad, en
contraste al énfasis del mundo de hoy en carreras y
trabajos de tiempo completo para las mujeres y esto
fuera del hogar.
La Iglesia
Desde el principio de la Iglesia Cristiana, las mujeres
cumplieron un papel vital (Hechos 1:12-14; 9:36-
42; 16:13-15; 17:1-4, 10-12; 18:1-2, 18, 24-28;
Ro. 16; 1 Co. 16:19; 2 Ti. 1:5; 4:19), pero no fue
un papel de liderazgo. Todos los apóstoles fueron
hombres, su principal actividad misionera fue llevada a
cabo por hombres; la escritura del Nuevo
Testamento fue el trabajo de hombres; y el liderazgo en
las iglesias fue encomendado a hombres.
Aunque el Apóstol Pablo respetaba a las mujeres y
trabajaba hombro a hombro con ellas para la extensión
del evangelio (Ro. 16; Fil. 4:3), él no estableció
a ninguna mujer como anciano o pastor. En sus epístolas,
él instó a que los hombres fueran los líderes en
la iglesia y que las mujeres no debían
enseñar o
ejercer autoridad sobre los hombres (1 Ti. 2:12
Por lo tanto, aunque espiritualmente las mujeres
están al mismo nivel que los hombres y el ministerio
de las mujeres es esencial para el cuerpo de Cristo, las
mujeres están excluidas del liderazgo sobre los
hombres en la iglesia.
Los hombres y las mujeres están al mismo nivel
delante de Dios, ambos llevan la imagen de Dios
mismo. No obstante, sin hacer uno inferior al otro,
Dios llama tanto a los hombres como a las mujeres a
cumplir los papeles y responsabilidades específicamente
diseñados para ellos, un patrón que puede ser
visto aún en la Trinidad (1 Co. 11:3). Al cumplir los
papeles divinamente dados y enseñados en el Nuevo
Testamento, las mujeres son capaces de alcanzar su
potencial más alto porque están siguiendo el plan de
su propio Creador y Diseñador. Sólo en obediencia a
Él y Su diseño podrán las mujeres ser verdaderamente
capaces, en el sentido más amplio, de dar gloria a Dios.
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