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LA VERDAD SOBRE EL DIEZMO - David Dunlap


¿Qué hacemos con lo que Dios nos ha confiado para nuestro uso siendo esto de suma importancia para Él? El interés del Señor en nuestros recursos financieros está demostrado por el enorme peso de las referencias en las Escrituras. Uno de cada seis versos en Mateo, Marcos, y Lucas tienen que ver con el dinero. De las 38 parábolas en el Nuevo Testamento, 12 tienen que ver con el uso del dinero. Debemos tomar seriamente el plan de Dios con el dar en la Biblia, porque Dios lo toma en serio. Sin embargo, algunos han concluido que en vista de que la palabra “diezmo” aparece primero en Génesis, y a que éste es frecuentemente mencionado en el Antiguo Testamento, éste debe ser el plan de Dios para dar hoy. La palabra hebrea “maaser”, que es traducida “diezmo”, significa simplemente “una décima parte”. En el Nuevo Testamento la palabra griega “dekate”, significa también “una décima parte”. En ambas lenguas, esta palabra no es tomada del mundo religioso, sino más bien del mundo de las matemáticas o de las finanzas.

¿Qué enseña la Palabra de Dios acerca del “diezmo”? Muchos provenientes de la tradición reformada, se resisten a las distinciones dispensacionales, y subrayan que la práctica hebrea del diezmo es el método de Dios para dar para la iglesia. Un representante de esta tradición lo es el pastor reformado R.T. Kendall de Westminster Chapel de Londres, Inglaterra, quien escribe: “Yo creo que el diezmo debe ser predicado. No contribuimos a hacerle ningún favor a nuestro pueblo cuando no les decimos lo que es correcto y verdadero. El diezmo debe ser predicado.” (1). Sin embargo, una mirada más de cerca a las Escrituras nos revela un cuadro único y muy diferente. La Palabra de Dios expone la importancia dispensacional que requiere tanto dar como dar voluntariamente. Una perspectiva bíblica sana concerniente a estos dos aspectos del dar fortalecerá un apropiado entendimiento de la mayordomía bíblica. Un pensamiento bíblico claro es la barandilla cristiana para los muchos errores en la mayordomía. Jake Barnett, el autor de Wisdom and Wealth (Sabiduría y Riqueza), nos exhorta concerniente a uno de sus más grandes peligros, esto es, el legalismo. Él escribe: “Nuestro proclividad a enseñar el diezmo es justamente un aspecto de nuestra tendencia a preferir reglas a libertad. Pero el concepto del Nuevo Testamento del dar es tan hermoso que es difícil entender por qué recurrimos al legalismo. Parece que sentimos que Dios se equivocó en esta área, y tememos que nuestras iglesias padezcan dificultades financieras si seguimos el patrón bíblico.” (2)

¿Qué, pues, nos enseña el Antiguo Testamento acerca del diezmo? La Biblia no ordena el diezmo en el Génesis. Abel, Noé, Abraham, Jacob, y otros no se les ordena diezmar, sino que todo debe ser traído voluntariamente como ofrenda de gratitud al Señor. “Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas” (Gén. 4:3-4). Esta era una ofrenda voluntaria, no había un mandamiento para ofrendar, ni hay un mandamiento concerniente al porcentaje a dar, ni había requerimientos, cantidad, estipulaciones, y frecuencia concernientes a esta ofrenda. En Génesis 8:15-20, después que el diluvio hubo cesado, Noé inmediatamente planeó ofrecer un sacrificio ante el Señor. “Y edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar” (Génesis 8:20). Noé ofreció una ofrenda voluntaria, espontánea, libre, que brotaba de su corazón. De nuevo no hay medida, mandamiento o porcentaje requerido por Dios. Desde el principio de la historia bíblica, los sacrificios voluntarios parecen ser el patrón de dar para los hijos de Dios.

El requerimiento de dar y Abraham.
Sin embargo, el caso de Abraham en Génesis capítulo 14 es visto por algunos como una evidencia irrefutable para enseñar el diezmo en la iglesia hoy. Para muchos de la tradición reformada, Abraham es el mejor ejemplo para diezmar en la Biblia. El pastor reformado R. T. Kendall escribe: “Nosotros no podemos saber hasta que lleguemos al cielo quien fue el primero en dar el diezmo, pero aparentemente fue Abraham… Esto es sorprendente que Abraham, que fue el ejemplo de Pablo para la justificación por la fe, debe ser el principal ejemplo para diezmar en la Biblia.” (3) Escritores reformados arguyen que desde que Abraham diezmó, los cristianos están obligados a dar el diez por ciento de sus ingresos al Señor una vez por semana también. Sin embargo, tras un examen cuidadoso, debemos cuestionar, si Abraham es realmente un ejemplo del diezmador. “Cuando volvía de la derrota de Quedorlaomer y de los reyes que con él estaban, salió el rey de Sodoma a recibirlo…Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino…Y le dio Abraham los diezmos de todo” (Génesis 14:17-20). Esta es la primera mención de la palabra “diezmo” en la Biblia. En efecto, Abraham dio al menos el diez por ciento de los despojos a Melquisedec. Sin embargo, este acto de dar no le fue mandado por Dios, sino que fue una expresión de adoración sin restricción de Abraham para Dios. Cuando Abraham vio a este hombre, Melquisedec, como sacerdote de Dios, quiso expresar su agradecimiento a Dios por la victoria. En un acto sacrificial de adoración, Abraham dio diezmo al sacerdote del Más Alto Dios, el Rey de Salem. Pero hay una serie de puntos que debemos notar concernientes al diezmo de Abraham. Primeramente, Abraham, por lo que sabemos, no diezmó de sus propias riquezas, sino más bien sólo de los despojos de la batalla en el Valle del Rey (Génesis 14:17). Además, Abraham no diezmó de todos los despojos de la guerra, sino que más bien dio la décima parte de lo más valioso del botín. Hebreos capítulo 7 arroja más luz sobre este acto único de dar de Abraham. “…aún el patriarca Abraham dio diezmos del botín” (Hebreos 7:4b). La palabra griega usada aquí para referirse a “botín” es “akrothinion”, que significa “la parte superior de un montón, o lo mejor del botín”. W. E. Vine comentando esta palabra griega “akrothinion” escribe: “Primariamente la parte superior de un montón (akros, lo más alto, cumbre, y this, un montón), por lo tanto, ofrendar el primer fruto, y en la guerra escoger lo mejor del botín.” (4) Podría argumentarse con éxito que Abraham realmente no diezmó, sino que dio mucho más que el diezmo –él dio lo mejor, lo más escogido del botín de la batalla. Este incidente en la vida de Abraham parece ser único, y que nunca volvió a repetirse. Hasta donde la Escritura revela, Abraham sólo diezmó una vez en su vida de 160 años, y Abraham no le enseñó a Isaac a diezmar. Es sólo en la ley de Moisés que encontramos el mandamiento de diezmar ordenado al pueblo de Dios.
El propósito del diezmo.
La ley de Moisés estableció el propósito divino concerniente al diezmo. El diezmo reveló la manera de Dios proveer para las necesidades materiales de los levitas y de los pobres de Israel. Éste era una imposición compleja y detallada diseñada para dar ayuda y sostener a la clase sacerdotal, los pobres, los extranjeros y las viudas. Los levitas no tenían herencia en la tierra, por lo tanto las otras tribus daban para cubrir sus necesidades. El erudito en Antiguo Testamento R. E. O. White aclara el propósito del diezmo, comentando: “El diezmo representa un cargo sobre el producto o el trabajo exigido para el mantenimiento principalmente de las actividades religiosas.” (5) El Dr. Eugene Merrill, un ex profesoren Estudios Semíticos y en Antiguo Testamento en el Seminario Teológico de Dallas, se une a este punto de vista al expresar: “El diezmo era dado a los levitas como una fuente de ingresos y de compensación por su servicio en el tabernáculo.” Un examen atento del diezmo, revela que los israelitas no fueron requeridos a dar meramente el diez por ciento de sus ingresos, sino más bien, casi el doble o más de esta cantidad. Había tres componentes mayores del diezmo estatuido, y había leyes adicionales que requerían sus ingresos. Primeramente, había el diezmo para los levitas (Lev. 27:30-33; Núm. 18:21-24, 26-28) que destina el fruto, los ingresos y el ganado para el mantenimiento de los sacerdotes. Segundo, al entrar a la Tierra Prometida un segundo diezmo de todo lo producido debía ser llevado a Jerusalén, y si era mucha la distancia éste debía ser vendido, y el dinero traído (Deut. 12:6,7, 17,18; 14:22-27). Tercero, cada tercer año, llamado el “año del diezmo”, otra décima parte de todo lo producido debía ser apartado para el uso de los levitas que habitaban en el país, el pobre, los extranjeros, y las viudas (Deut. 14:28,29). Además, “cuando siegues la mies de tu tierra, no segarás hasta el último rincón de ella…para el pobre y para el extranjero lo dejarás.” (Lev. 19:9,10); y a los israelitas se le requería el pago de un impuesto al Templo de la tercera parte de un siclo para el pan de la proposición, compra de granos, y los sacrificios (Neh. 10:32,33); también a los judíos se les mandó a dejar descansar la tierra cada siete años y la tierra era dejada sin cultivar por un período de un año (Éx. 23:10,11); adicionalmente en el séptimo año se les mandó a perdonar las deudas de su prójimo israelita (Deut. 15:1,2). El total requerido para dar al fondo nacional religioso y las estructuras cívicas estaba cerca del 25-30% de todos los ingresos anuales de un israelita. El diezmo era un impuesto para la teocracia israelita en el Antiguo Testamento. Este sistema de impuesto fue instituido por Dios para el sostén del gobierno y de aquellos en necesidad dentro de la antigua sociedad teocrática. Hoy, no existe una sociedad teocrática; en su lugar están los gobiernos de las diferentes naciones, que ahora tienen leyes impositivas para proveer para las estructuras civiles y gubernamentales.
El Nuevo Testamento y el diezmo.
El Nuevo Testamento es extrañamente silencioso en lo concerniente al diezmo. La práctica del diezmo ni se ordena ni es enseñada por el Señor u otros de los escritores del Nuevo Testamento. Este hecho ha dado un mayor peso a la idea de que el diezmo está ligado al sistema mosaico y que era un medio visible para el sustento de los levitas, el pobre, y los extranjeros. Muchos de los principales eruditos han concluido, por lo tanto, que el diezmo no tiene que ver con los cristianos en la actualidad. El autor Wick Broomall escribe: “El silencio de los autores del Nuevo Testamento, particularmente Pablo, en lo concerniente a la presente validez del diezmo puede ser explicada sólo en el terreno de que la dispensación de la gracia no deja más lugar para la ley del diezmo que para la ley de la circuncisión.” (7) Sin embargo, Dios desea que demos y demos de gracia. Las necesidades financieras del pobre, de los que sirven a Cristo, y de las viudas, todavía deben ser nuestra preocupación. La generosidad debe distinguir sin duda a la iglesia neotestamentaria. G. Campbell Morgan, mientras tomaba en cuenta la perspectiva del Nuevo Testamento sobre el diezmo y el deseo de Dios, sabiamente aconseja a los creyentes que han cuestionado el papel del diezmo. Él escribe: “Yo personalmente no creo que el diezmo nos incumbe a nosotros. Éste era una provisión judía y llegó a su fin, junto con toda la ley ceremonial. Esto no significa que debemos ser descuidados acerca del dar…por esta razón, yo nunca he sido capaz de decirles a las gentes que si ellos quieren diezmar hay que dejarlos diezmar, sino que el diezmo no debe limitar sus ofrendas.” (8)
El propósito de dar voluntariamente.
Además del diezmo requerido, el israelita piadoso daba ofrendas “voluntarias” o “primicias”. El énfasis de esta ofrenda no era el porcentaje, sino la actitud del dador y la calidad de la ofrenda. Estas ofrendas eran primariamente para el sostén de la obra de Dios y para la adoración. “De aceite, de mosto y de trigo, todo lo más escogido, las primicias de ello, que presentarán a Jehová, para ti las he dado” (Núm. 18:12). Cuando llegaba el momento de dar para el tabernáculo o el templo, esto no era un diezmo, sino una ofrenda voluntaria como era el deseo del corazón de Dios. “Di a los hijos de Israel que tomen para mí ofrenda; de todo varón que la diere de su voluntad, de corazón, tomaréis mi ofrenda” (Ex. 25:2). Cuando se iba a construir el templo, nosotros vemos nuevamente el mismo principio: ofrendas voluntarias de adoradores de corazón dispuestos que es lo que Dios desea. “Y se alegró el pueblo por haber contribuido voluntariamente; porque de todo corazón ofrecieron a Jehová voluntariamente” (1 Crón. 29:9). La ofrenda voluntaria difiere del diezmo en muchos aspectos: el diezmo era un impuesto y una obligación, la ofrenda voluntaria era el desbordamiento de un corazón adorador; el diezmo era para el mantenimiento del sacerdocio, del pobre y de la viuda, mientras que la ofrenda voluntaria era para Dios mismo y Su obra; y por último, la ofrenda voluntaria no estaba restringida a porcentajes, sino que estaba limitada por la capacidad del dador.
El plan de Dios para dar hoy.
La generosidad se ha dicho es la gracia de los reyes. En el pasado sólo los reyes podían extender tal gracia, sin embargo, generosidad y un corazón dispuesto es el plan de Dios para dar hoy. Bajo la gracia Dios no pide a los cristianos que den meramente un diez por ciento de sus ingresos. Si un cristiano desea seguir el ejemplo de Israel, no se le requerirá que dé sólo un diez por ciento de sus ingresos, sino más bien el 25% de sus ingresos. El sistema israelita diezmo-impuesto no es el diseño de Dios para dar hoy. Sin embargo, Dios desea que los cristianos den generosamente para el pobre, el necesitado, y la obra de Dios. De hecho, muchos cristianos dan abundantemente y sacrificialmente para la obra de Dios; en algunos casos, bien por encima de la medida de Israel en el Antiguo Testamento. William MacDonald ha dicho correctamente: “…el cristiano debe dar con liberalidad. El diezmo era el mínimo que daba un israelita. El traía diezmos y ofrendas. Ningún cristiano debe contentarse con dar, bajo la gracia, lo que era el mínimo requerido bajo la ley.” (9) Hoy el principio de dar no es gravoso, complejo y rígido. No se necesita solicitar fondos, sino que deben ser suplidos voluntaria y generosamente por cristianos comprometidos. El cristiano es uno que da: regularmente, “cada primer día de la semana”; individualmente, “cada uno de vosotros”; proporcionalmente, “según (Dios lo) haya prosperado”; con liberalidad, “el que siembra generosamente, generosamente también segará”; y finalmente, con alegría, “Dios ama al dador alegre”. Hoy, nuestras ofrendas voluntarias, de corazones agradecidos, es el plan de Dios para promover la causa de Cristo y de Su iglesia. Quiera el Espíritu de Dios liberar nuestros corazones para darle a Él abundantemente.

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