.... En el Antiguo Testamento, o sea en la edad de las sombras, eran necesarios los sacrificios, las fiestas, y la observancia del sábado. Pero ahora estamos en la era de realidad. Nuestro sacrificio no es un cordero ni un macho cabrío, sino Cristo, la realidad de todos los sacrificios del Antiguo Testamento. Del mismo modo, nuestro reposo no es un día específico, sino Cristo. Debido a que Cristo, la realidad, está presente, se han acabado todas las sombras. Puesto que el mandamiento acerca de guardar el sábado es un mandamiento ritual, y no un mandamiento moral, no tenemos la obligación de guardarlo hoy en día...
ESTUDIO-VIDA DE MATEO
MENSAJE DIECIOCHO
LA PROMULGACIÓN
DE LA CONSTITUCIÓN DEL REINO
(6)
En
este mensaje tengo la carga de compartir algo adicional con respecto a la ley. Los creyentes han debatido mucho
acerca de la ley, principalmente porque han recibido muy poca luz de la Biblia
al respecto. Según la economía del Antiguo Testamento, la relación que
Dios tenía con Su pueblo era basada en la ley, o sea, conforme al principio de
la ley. Pero en la
economía del Nuevo Testamento, Dios no se relaciona hoy con Su pueblo según la ley, sino según la fe. Así que, la ley era el principio sobre el cual
Dios se relacionaba con Su pueblo en el Antiguo Testamento, mientras que la fe
es el principio sobre el cual Él se relaciona con nosotros en el Nuevo
Testamento. Conforme a la
economía antiguotestamentaria, era necesario guardar la ley para ser aceptable
ante Dios. Pero en la actualidad ser aceptable a Dios tiene que ver con la fe.
El principio de la ley ha sido abolido, pero los
mandamientos de la ley no. No debemos concluir que los
mandamientos de la ley, tales como honrar a los padres o no robar, fueron
abolidos solamente porque el principio sí lo fue. Los mandamientos
de la ley, en lugar de ser abolidos, fueron elevados. Aunque nuestro
contacto con Dios no se basa en el principio de la ley, es menester que
nosotros observemos los mandamientos elevados de la ley.
NO ES NECESARIO GUARDAR EL SÁBADO
Al
llegar a este punto los adventistas del
séptimo día dirían: “Sí, debemos guardar todos los mandamientos de la ley.
Uno de estos mandamientos es guardar el sábado. Basándonos en lo que usted dijo
acerca de no abolir los mandamientos de la ley, nosotros le decimos que debemos
guardar el sábado”. Aunque los
mandamientos de Dios no fueron abolidos, uno de estos mandamientos, la ley acerca de guardar el sábado, no está
relacionado con la moralidad. Más bien, es una ley ritual. Un rito es
una formalidad, una sombra, que
ya no necesitamos observar en la actualidad. Por ejemplo, no es necesario
ofrecer los sacrificios de animales, ¿verdad? Asimismo, ya no necesitamos guardar
el sábado. En el Antiguo Testamento, o sea en la edad de las sombras, eran
necesarios los sacrificios, las fiestas, y la observancia del sábado. Pero ahora estamos en la era de
realidad. Nuestro sacrificio no es un
cordero ni un macho cabrío, sino Cristo, la realidad de todos los sacrificios
del Antiguo Testamento. Del mismo modo, nuestro reposo no es un día específico,
sino Cristo. Debido a que Cristo, la realidad, está presente, se han
acabado todas las sombras. Puesto que el mandamiento acerca de guardar el
sábado es un mandamiento ritual, y
no un mandamiento moral, no tenemos
la obligación de guardarlo hoy en día. Este mandamiento no está
relacionado con la moralidad, sino con la sombra, la formalidad, la cual ya
pasó.
EL PRINCIPIO DE LA LEY
El
principio de la ley debe dejar una impresión profunda en nosotros. La manera en
que Dios se relaciona con Su pueblo siempre depende de cierto principio. Por
ejemplo, Dios se relacionó con Abraham basándose en Su promesa. No le dio a
Abraham los mandamientos de la ley, sino sólo le dio la promesa. Por lo tanto,
Dios hizo con Abraham conforme a Su promesa. La promesa que Dios hizo a Abraham llegó a
ser el principio según el cual Dios se relacionó con él. Más tarde, Dios dio la
ley a los hijos de Israel por medio de Moisés. La ley dada en el monte Sinaí llegó a ser el principio sobre el
cual Dios se relacionó con los hijos de Israel. De esta manera la ley vino a
ser el principio sobre el cual Dios se relacionó con Su pueblo en el Antiguo
Testamento. Ahora en el Nuevo Testamento Dios se relaciona con los creyentes
según la fe, y no según la ley.
Este punto se desarrolla en los libros de Romanos y Gálatas. Si usted lee estos
libros, verá que Dios trata con los creyentes en Cristo no según la ley, sino
según la fe. En los tiempos antiguotestamentarios, Dios aceptó a la gente
conforme a la ley. Si alguien quería que Dios lo aceptara, tenía que satisfacer
los requisitos de la ley. Pero ahora Dios nos acepta, no según la ley, sino
según nuestra fe en Cristo, o sea, si hemos creído en Él o no. Por lo tanto, el
hecho de que Dios nos acepte se basa en la fe.
LOS MANDAMIENTOS DE LA LEY
NO FUERON ABOLIDOS SINO ELEVADOS
LOS MANDAMIENTOS DE LA LEY
NO FUERON ABOLIDOS SINO ELEVADOS
El
hecho de que Dios ya no trate con nosotros los creyentes conforme al principio
de la ley, no significa que los mandamientos de la ley antigua fueron abolidos.
Por ejemplo, los primeros dos mandamientos de la ley antigua tenían que ver con
que no tengamos otros dioses ni hagamos imágenes. Decir que el principio de la
ley fue abolido no significa que sus mandamientos fueron abolidos. Por el
contrario, según el Nuevo Testamento, estos mandamientos son recalcados,
fortalecidos y elevados. En
el Antiguo Testamento se nos dice que no debemos hacer una imagen material, pero en el Nuevo Testamento, se nos dice que la codicia es una forma de idolatría
(Col. 3:5). La avaricia es un ídolo. Con esto vemos la elevación del
mandamiento referente a la idolatría. Sí, el principio de la ley fue abolido,
pero no los mandamientos de la ley. El mandamiento acerca de honrar a nuestros
padres nunca fue abolido. En el Nuevo Testamento este mandamiento se repite, y
es fortalecido y elevado. En estos días debemos honrar a nuestros padres mucho
más que lo hicieron anteriormente los hijos de Israel.
Hemos
visto que el Señor Jesús también elevó los mandamientos acerca del asesinato y
del adulterio. Debido a que los mandamientos del Antiguo Testamento referente
al asesinato y al adulterio no eran adecuados, el Señor los complementó. El
antiguo mandamiento en cuanto al asesinato no abarcó el odio y el enojo. Así
que, el Señor complementó la ley antigua acerca del asesinato diciendo que
cualquiera que se enoje con su hermano será reo de juicio. También complementó
el mandamiento referente al adulterio diciendo que cualquiera que mire a una
mujer lujuriosamente ha cometido adulterio en su corazón. Con estos ejemplos
vemos que las leyes morales nunca fueron abolidas; más bien, fueron elevadas. Los diez mandamientos han sido repetidos y elevados en el Nuevo
Testamento excepto el cuarto mandamiento, el de guardar el sábado. Este mandamiento se ha
terminado porque no está relacionado con la moralidad. Al contrario, es un
mandamiento ritual.
UN NIVEL MÁS ALTO DE LA MORALIDAD
Ahora
llegamos a la verdadera carga de este mensaje. Sí, en el Nuevo Testamento la salvación
se basa en el principio de la fe; no tiene nada que ver con la ley. Todos fuimos salvos por la fe, y
no por guardar la ley. Pero después de ser salvos, debemos vivir según una
norma más alta que la de la ley antigua. Nunca debemos pensar que tenemos plena
libertad para ser indisciplinados, descuidados, o aun inmorales sólo porque
nuestra salvación no se basa en la ley. El hecho de que Dios no se
relacione con nosotros conforme al principio de la ley, no debe servirnos como
base para pensar que no es necesario prestar atención a los mandamientos de la
ley. Todos los que creen esto han sido embotados por lo que se enseña en cierta
parte del cristianismo de hoy. Debemos ser sobrios. Repito, después de haber
sido salvos, necesitamos vivir según una norma más elevada que la de la ley
antigua. Nuestra norma tiene que ser más alta que los requisitos de la ley. La
ley requiere que no asesinemos a nadie, pero ni siquiera debemos enojarnos con
otros. Aun si decimos a nuestro hermano: “Raca”, una expresión de menosprecio,
o: “Moreh”, una palabra de condenación que significa rebelde, estaremos en
peligro de juicio. Aunque
no matemos a nuestro hermano, si tan sólo le llamamos necio o rebelde, nos
encontraremos en serios problemas.
LOS PROBLEMAS DEL MAL GENIO
LOS PROBLEMAS DEL MAL GENIO
En Mateo 5 el Señor Jesús habló del
asesinato y del adulterio. El asesinato tiene que ver con nuestro mal genio, y el adulterio con nuestra lujuria. Nuestro mal genio y nuestra
lujuria constantemente nos perjudican y perturban.
Si fuéramos piedras, no nos molestarían estas dos cosas. Por mucho que uno
moleste, insulte u ofenda a una piedra, ella nunca reaccionará, porque no tiene
genio. Además, una piedra no tiene concupiscencia. Por lo tanto, nunca es
tentada por la lujuria. Pero a diario nuestro mal genio o nuestra
concupiscencia nos perturban. ¡Cuán fácil es que nos irritemos o que seamos ofendidos! Es
posible que algunos de nosotros seamos ofendidos al menos diez veces al día.
Tal vez usted sea ofendido por su cónyuge, por sus hijos, por sus vecinos o por
sus parientes políticos. Aun es posible que sus zapatos, la estufa o la tetera
le ofendan. Conozco a algunas hermanas que han sido ofendidas por sus cocinas;
parece que su enojo nunca se podrá agotar. Otros tienen problemas con la lujuria.
Por eso, señalé en uno de los mensajes de estudio-vida de Génesis, que nadie debe estar solo con un
miembro del sexo opuesto por algún período de tiempo. Si lo hace, será tentado
por su feroz lujuria.
Uno debe vencer su mal genio y sus concupiscencias si quiere vivir según una norma de
moralidad más elevada que la de la ley antigua. Puede ser que
usted diga que esto no es fácil de hacer. Es cierto, no es fácil. Es
por eso que necesitamos a Cristo. Es por eso que necesitamos otra vida.
¡Cuánto necesitamos permanecer con Cristo! Tenemos que hacer contacto con Él no
sólo día tras día, sino hora tras hora. Debido al mal genio y a la concupiscencia que están en
nuestro interior, necesitamos permanecer en una comunión continua con Él. Debemos reconocer que no somos ni
madera ni piedra. Si fuéramos madera o piedra, no tendríamos nada por lo cual
preocuparnos en lo tocante al enojo y a los deseos carnales. Pero, puesto que
somos seres vivientes, tenemos estas dos cosas en nuestro ser. ¿Acaso no tiene
usted tanto el mal genio como la lujuria en su interior? En cualquier momento
es posible tropezar por causa del mal genio o ser tentados por la lujuria.
¡Estemos alerta! Vigilemos y oremos con respecto a estos dos “demonios”,
nuestro mal genio y nuestra lujuria. Después de ser salvos conforme al
principio de la fe, necesitamos
llevar una vida más elevada, una vida con la norma moral más alta. Esta vida,
con su norma superior, es la que vence nuestro mal genio y nuestra
concupiscencia.
UNA ADVERTENCIA CON RESPECTO AL
JUICIO DE LOS CREYENTES
Semana
tras semana muchos son embotados por las enseñanzas del cristianismo, las
cuales ni advierten a los cristianos ni les dicen la verdad. Pocos reciben la
advertencia de que el enojo y el menosprecio o condenación a otros les causará
muchos problemas, así como la entrega a sus lujurias. Aun por menospreciar en
algo a nuestro hermano, seremos reos de juicio (5:22). Esto no significa que
pereceremos. No, una persona salva nunca perecerá, y nadie que está perdido
tendrá los requisitos para presentarse ante el tribunal de Cristo. Sólo los que han sido salvos
según el principio de la fe, estarán capacitados para estar allí. Pero no
pensemos que es imposible que usted tenga un problema ante el tribunal de
Cristo. Tal vez diga al Señor: “Nunca robé un banco ni asesiné a nadie”. Pero
el mero acto de perder la paciencia podría traerle a usted condenación.
En Mateo 5:22 el juicio de los creyentes en
el tribunal de Cristo se describe con tres
clases de juicio según la historia del pueblo judío: el juicio en la puerta de la ciudad, el juicio ante el sanedrín y el juicio de la Gehena de fuego. Estos tres niveles de juicio se refieren a
un solo juicio: el del tribunal de Cristo. Nosotros los
cristianos, quienes hemos sido salvos conforme al principio de la fe, no
seremos juzgados en el trono blanco mencionado en Apocalipsis 20. Al contrario,
seremos juzgados en el tribunal de Cristo mil años antes del juicio en el trono
blanco. El juicio que se ejecuta en el gran trono blanco será para los incrédulos
y tendrá que ver con su perdición eterna. Pero el juicio ejecutado en el tribunal de Cristo será para los
creyentes y tratará sobre si recibirán un galardón
o un castigo.
Aunque
muchos de ustedes estuvieron en el cristianismo por muchos años, probablemente
nunca oyeron un mensaje tan serio. ¿Acaso oyó usted un sermón en el cual se le
dijo que, aunque usted es salvo por la fe mediante la gracia, es necesario que
viva conforme a una norma moral más elevada que la que se requiere bajo la ley
antigua? ¿Acaso le dijeron
a usted que debe vivir una vida en la que nunca se enoje ni mire a una mujer
para codiciarla? La ley superior, la del
reino de los cielos, no sólo toca los actos
externos, sino también los motivos
internos. ¡Cuán alta es la norma de esta ley! La advertencia dada por el Señor con
respecto a la norma de esta ley es seria. Incluso habla de ser echado en la Gehena de fuego. Vuelvo a decir que esto no significa que los creyentes
perecerán. El pobre cristianismo sólo dice a los hombres que van a
ir a los cielos o al infierno. Pero la Biblia afirma claramente que después de
haber sido salvos conforme al principio de la fe, debemos cumplir todos los
requisitos de la nueva ley. La
ley ya no es el principio según el cual somos salvos, pero sí es la norma de
moralidad que debemos satisfacer. El principio de la ley fue abolido, pero la
moralidad que los mandamientos de la ley requieren permanece y ha sido elevada.
No debemos pensar que no es necesario ocuparnos de la moralidad porque no somos
salvos por la ley. Este es un concepto completamente erróneo. El punto crítico
de la promulgación del Señor con respecto a la ley es que no necesitamos
guardar la ley para poder ser salvos, pero sí es necesario que mantengamos una
norma de moralidad mucha más elevada que la norma de la ley antigua después de
ser salvos por la fe.
OBLIGADOS A PERMANECER CON CRISTO
Después
de escuchar todo esto, es posible que usted diga que no puede cumplir con ello.
Es bueno decir que no podemos hacerlo, porque es necesario que Cristo entre en
nosotros. Aquel que plenamente satisfizo la ley y que murió por nosotros ha
entrado en nosotros en resurrección para ser nuestra vida. La advertencia que
el Señor da en Mateo 5 debe obligarnos a permanecer con Cristo. Debemos vivir diariamente con
temor y temblor. Debemos decir: “Tengo que quedarme muy cerca al Cristo
resucitado. Debo ser uno con Él. Necesito confiar en Él y depender de Él.
Debido a que la norma de moralidad del reino de los cielos es demasiado alta
para que yo la satisfaga, tengo que permanecer con el Señor. Tan sólo por enojarme con mi
hermano, podría quemarme en el fuego”. ¡Cuán serio es esto!
Cuando algunos maestros cristianos oigan esto, tal vez
dirán: “Es herético enseñar que los salvos se quemarán en el fuego”. Vuelva a
leer Mateo 5. Las palabras de este capítulo no fueron dirigidas a los
incrédulos, sino a los discípulos, los salvos, los hijos de Dios. Si ellos no
refrenan su enojo, serán echados en la Gehena de fuego.
Quizás algunos dirían:
“Esta es la Gehena de fuego y no el lago de fuego”. No discutamos acerca de
cuál fuego es, porque aun el fuego más pequeño puede causarnos mucho
sufrimiento. Cada domingo, muchísimos cristianos se llenan de las
enseñanzas azucaradas. Nunca han oído la palabra de cordura hallada en Mateo 5.
Agradecemos al Señor por Su misericordia y Su gracia y por la fe que nos dio
mediante la cual somos salvos. ¡Cuán maravilloso es ser salvo por la fe! Pero como personas salvas,
debemos escuchar lo seria que es la palabra de advertencia Incluso el enojo
para con nuestro hermano puede llevarnos a ser quemados en la Gehena de fuego.
El pensamiento de ser quemado por fuego se halla tanto en 1
Corintios 3 como en Hebreos 6. En 1 Corintios 3:15 dice: “Si la obra de alguno es consumida, él
sufrirá pérdida, pero él mismo
será salvo, aunque así como pasado por
fuego”. Aunque éste será salvo, lo será
pasado por fuego. Hebreos 6:7
y 8 dicen: “Porque la tierra que bebe
la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a
aquellos para los cuales es labrada, participa de la bendición de Dios; pero la
que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada”. En estos versículos los
creyentes son comparados con la tierra, la cual tiene la capacidad de producir
hierba aprobada por Dios o espinos y
abrojos que serán quemados. ¡Cuán terrible sería pasar por tal fuego! Más
aún, en Apocalipsis 2:11 el Señor
dijo: “El que venza, no sufrirá ningún daño de la segunda
muerte”. Con esta
palabra se da a entender que los cristianos
derrotados sufrirán daño de la segunda muerte, el lago de fuego (Ap. 20:15).
Sufrir daño de la segunda muerte equivale a ser tocado por el lago de fuego.
Ciertamente ninguno de nosotros quiere que el lago de fuego le toque.
EL CASTIGO LIMITADO A LA DISPENSACIÓN
La
idea de que los creyentes sean juzgados y posiblemente sufran daño por el fuego
no es compartido por el calvinismo
ni por el arminianismo. Según el calvinismo, una vez que seamos salvos, así seremos para siempre, y
no habrá ningún otro problema. En cierto sentido esto está correcto, pues una
vez que somos salvos, lo somos eternamente. Sin embargo, no debemos decir que
no habrá otros problemas. Existe la posibilidad de ser quemados en el fuego. Según el arminianismo, algunos pueden
ser salvos por la mañana y perder su salvación en la noche. Su salvación
sube y baja como un ascensor. Ni el calvinismo ni el
arminianismo concuerdan con la palabra pura de la Biblia. La Biblia revela que
somos salvos por la eternidad; pero después de ser salvos, necesitamos vencer
toda cosa pecaminosa.
Si no, recibiremos disciplina, castigo. Si usted no se arrepiente confesando su
pecado, sino que se queda en el adulterio, en la era venidera será echado en el
fuego y quemado, no como perdición eterna, sino como un castigo limitado a la dispensación.
HUIR DE NUESTRO MAL GENIO
HUIR DE NUESTRO MAL GENIO
La
edad en que vivimos es una edad de fornicación y de adulterio. Todos los países
están llenos de inmoralidad. Muchísimos han sido embotados por el “ajo” y han
perdido su capacidad para sentir lo pecaminoso que es. ¡Que esto nos haga
sobrios! Tenemos que apartarnos y guardarnos de esta tendencia. Nada ofende más
a Dios que la fornicación, la cual perjudica al hombre que Él creó a Su imagen.
Todos debemos huir de nuestro mal genio y de nuestra lujuria. ¡Huya de su mal
genio! ¡Huya de su lujuria! No es cosa insignificante que nos enojemos o que
nos entreguemos a la lujuria. Entregarnos a estas cosas podría hacer que seamos
quemados. Así que, necesitamos prestar atención a esta palabra de cordura, la
cual nos obligará a estar cerca de Cristo. Necesitamos orar: “Señor, tengo el
mal genio y la lujuria dentro de mí. Pero, Señor, te doy las gracias porque Tú
estás en mi espíritu. Señor,
no quiero permanecer en mi lujuria
física, ni en mi enojo psicológico.
Quiero permanecer en mi espíritu
junto a Ti, querido Señor Jesús”. Aquí tenemos nuestra salvación, nuestro rescate, nuestra
santidad: día y noche tenemos que
permanecer con el Señor Jesús en nuestro espíritu, acudiendo a Él, haciendo
contacto con Él y confiando en Él.
El
mal genio, un problema para todos los cristianos, es como una ardilla
terrestre: está escondido, es sutil y prevaleciente. Todos debemos estar alerta
al respecto. La lujuria también es un gran problema. Siento decir que aun entre
los santos ha habido varios casos de fornicación. ¡Qué vergüenza es ésta! Entre los santos nada es más
vergonzoso que la fornicación o el adulterio. Esto perjudica a las
personas que Dios creó, daña la vida de iglesia y también el testimonio de la
iglesia. El apóstol Pablo nos advirtió una y otra vez que ningún fornicario
tendrá parte en el reino de Dios (1 Co. 6:9-10; Gá. 5:19-21; Ef. 5:5). Los creyentes que cometen
adulterio o fornicación están acabados con respecto al reino de los cielos.
El pueblo del reino debe tener el nivel más alto de justicia. No se enoje ni mire a una mujer
para codiciarla. ¡Tenga cuidado! Necesita considerar estos asuntos con toda
seriedad y terminar con su raíz.
Esta palabra no es una amenaza, sino una advertencia que nos obliga a
permanecer cerca de Cristo.
Gracias
al Señor porque tenemos el Evangelio de Mateo así como el Evangelio de Juan. Necesitamos confiar en la vida
revelada en el Evangelio de Juan. ¡Aleluya, tenemos esta vida! Es la
vida de resurrección, la vida vencedora. Cristo ya venció y ahora, en resurrección, Él vive en
nosotros. Esta es la vida por la cual satisfacemos los requisitos más altos del
reino de los cielos.
ANDAR CONFORME AL ESPIRITU
Debemos
entender muy claramente el hecho de que en realidad no estamos guardando la
ley. Por el contrario, estamos andando conforme al espíritu. Romanos 8:4 dice que cuando
andamos conforme al espíritu, espontáneamente
satisfacemos todos los justos requisitos de la ley. No intentamos guardar la
ley, porque cuanto más tratamos de guardarla, más la quebrantamos. Este hecho
se revela plenamente en Romanos 7 donde lo hallamos registrado. Hoy en
día no estamos bajo la ley ni estamos obligados a guardarla. Estamos libres de
la ley y ahora andamos conforme al espíritu. Dentro del espíritu está el Rey,
Cristo, quien es nuestra vida de resurrección. Al andar nosotros conforme al
espíritu, cumplimos con los requisitos de la ley superior.
Creo
que ahora tenemos un concepto claro acerca de la ley. Podemos decir a otros que
el principio de la ley ya pasó, pero los mandamientos de la ley permanecen y
han sido elevados. Aunque nosotros no somos capaces de satisfacer la norma de
estos requisitos, tenemos la vida de resurrección en nuestro espíritu. Por lo
tanto, no es necesario que guardemos la ley en el sentido de esforzarnos por
hacerlo, sino que andemos conforme al espíritu. Cuando andamos conforme al
espíritu, espontáneamente satisfacemos todos los requisitos de la ley y tenemos
la norma de moralidad más alta. Este es el testimonio de Jesús, el testimonio
de la iglesia. Esta es la vida adecuada de iglesia, la realidad del reino de
los cielos.
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