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Autor: Dr. Stephen E. Jones
https://godskingdom.org/blog/2025/09/zephaniah-prophet-of-divine-protection-part-10-results-of-divine-judgment/
Llegará el día, dice Dios, en que los labios purificados les permitirán invocar el nombre del Señor (es decir, Jesucristo) con corazón sincero, para que sean salvos. Sofonías 3: 11-13 dice:
11 En aquel día no os avergonzaréis de ninguna de vuestras obras con que os habéis rebelado contra Mí; porque entonces quitaré de en medio de vosotros a vuestros orgullosos y exultantes, y nunca más seréis altivos en mi santo monte. 12 Pero dejaré en medio de vosotros un pueblo humilde y modesto, que se refugiará en el nombre del Señor. 13 El remanente de Israel no hará maldad ni dirá mentiras, ni se hallará lengua engañosa en sus bocas; porque serán apacentados y se acostarán sin que nadie los haga temblar.
Esto no significa que el pueblo será desvergonzado en medio de su rebelión contra Cristo. Significa que su corazón se volverá y sus labios dirán la verdad. Dios “removerá” a sus líderes orgullosos que les han mentido, ya sea quitándolos de puestos de poder o con la muerte misma.
El contexto muestra que ésta es una promesa para las naciones, así como para Judá e Israel. Ésta aún no se ha cumplido, excepto a través del pequeño Remanente de Gracia, que ha llevado la promesa durante miles de años. Esta promesa se extiende también al «remanente de Israel», que incluye a las «tribus perdidas» deportadas a Asiria un siglo antes de que Sofonías profetizara.
En los días de Elías, el Remanente de Gracia incluía tan sólo a 7.000 hombres (familias) de Israel y probablemente también de Judá (1º Reyes 19: 18). Con la ratificación del Nuevo Pacto mediante la muerte y resurrección de Cristo, el evangelio se extendió a otras naciones, aumentando considerablemente el número de este Remanente de Gracia. Todo creyente en Cristo fue llamado a formar parte de este Remanente, y en los primeros tiempos se suponía que todo creyente lleno del Espíritu estaría apasionado por el Señor. Sin embargo, con el paso de los años, el Espíritu pareció menguar, sus dones fueron mal utilizados, descuidados o descartados por completo, y la corrupción se apoderó de la Iglesia. Por lo tanto, surgió un Remanente más pequeño dentro de la Iglesia en general, similar a lo que vemos en el antiguo Israel. Así, se desarrolló una distinción entre la Iglesia y el Remanente Vencedor, similar a lo que había ocurrido anteriormente en «la iglesia en el desierto» (Hechos 7: 38).
El fin del juicio
Sofonías 3: 14, 15 dice:
14 ¡Grita de alegría, hija de Sion! ¡Grita de triunfo, Israel! ¡Regocíjate y exulta con todo tu corazón, hija de Jerusalén! 15 El Señor ha retirado sus juicios contra ti, ha aniquilado a tus enemigos. ¡El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti! Ya no temerás a tus enemigos.
El juicio divino no termina hasta que se produce el arrepentimiento. En este caso, se debe a que los líderes orgullosos y mentirosos han sido destituidos, los labios del pueblo han sido purificados y han invocado el nombre del Señor Jesucristo. Este estándar es el mismo para todas las naciones, porque Dios es imparcial. Como dice Pablo en Romanos 3: 22: «No hay distinción».
Hijas proféticas
Sofonías se refiere a la «hija de Sion» y a la «hija de Jerusalén», que son términos proféticos para un tiempo futuro. Bajo el Antiguo Pacto, Jerusalén era la ciudad terrenal, y Sion su sede de gobierno. Bajo el Nuevo Pacto, la ciudad perdurable es la que Dios mismo ha edificado, es decir, la Jerusalén celestial, y su sede de gobierno es el Monte Sión [Monte Hermón], el monte donde Jesús se transfiguró y fue declarado «mi Hijo amado» (Mateo 17: 5). Sión es donde los verdaderos creyentes se reúnen en apoyo y acuerdo con Jesucristo para ser llamados Hijos de Dios (Hebreos 12: 22 KJV). Así se cumple también Génesis 49:10.
10 No será quitado el cetro de Judá, ni la vara de gobernante de entre sus pies, hasta que venga Silo, y a Él se congregarán los pueblos.
Aquí es donde el Cetro y, por extensión, la sede de gobierno se transfieren de Judá a José en la Segunda Venida de Cristo, cuando Cristo viene como el poseedor de la Primogenitura de José.
Por grandioso que sea esto, un mayor cumplimiento de la profecía de Sofonías llegará al final de la Edad de Tabernáculos, cuando todos los muertos sean convocados ante el Trono Blanco para juicio. Allí toda rodilla se doblará y toda lengua confesará a Cristo, no sólo los que estén vivos en ese momento, sino también todos los que hayan fallecido de generaciones anteriores.
En ese momento, el resto de los creyentes —aquellos que no resucitaron en la Primera Resurrección— recibirán vida (inmortalidad), como dijo Jesús en Juan 5: 28, 29. Quienes habían sido incrédulos permanecerán bajo la autoridad de los Vencedores durante la Edad del Juicio, la Edad venidera, siendo finalmente liberados en el Jubileo de la Creación, cuando todos deberán regresar a su herencia perdida sólo por gracia. La limitación del juicio en el Jubileo, por decreto divino, es una característica de la gracia.
Sólo entonces se cumplirá íntegramente la profecía de Sofonías, porque entonces no sólo el Remanente Vencedor, ni sólo la Iglesia, sino la Creación misma recibirá lo que anhela. Romanos 8: 19-21 dice:
19 Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. 20 Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en la esperanza, 21 de que la creación misma será también libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
Entonces, también se cumplirá la promesa del Nuevo Pacto, que dice: «Todos me conocerán, desde el más pequeño hasta el más grande» (Jeremías 31: 34). Dios no salvará a nadie sin el arrepentimiento y la invocación del nombre del Señor, pero Dios, mediante el juicio, hará que se arrepientan por el poder de su voluntad soberana, para que puedan ser salvos.
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