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LOS NOMBRES DE DIOS - Parte 9: Yahweh-Shammah, Dr. Stephen Jones

 


https://godskingdom.org/blog/2023/04/the-names-of-god-part-9-jehovah-shammah

El último versículo de Ezequiel nos da el nombre Yahweh-Shammah, “El Señor está allí”. Después de escribir sobre las dimensiones de la Nueva Jerusalén, Ezequiel 48: 35 termina con esto:

35 La ciudad tendrá dieciocho mil codos alrededor; y el nombre de la ciudad desde aquel día será: El Señor está allí. [Yahweh-Shammah]

Aquellos que hayan leído la descripción de Ezequiel de la nueva (o renovada) Jerusalén en los días del profeta, probablemente la interpretaron de acuerdo con la revelación del Antiguo Pacto que prevalecía en ese momento. Por lo tanto, habrían visto esta descripción como una ciudad más grande, construida sobre las ruinas de la ciudad original que había sido destruida por los babilonios.

Nosotros, sin embargo, tenemos el beneficio de una perspectiva del Nuevo Pacto. En particular, tenemos la descripción de Juan de la Nueva Jerusalén en Apocalipsis 21, que no pretende ser tomada literalmente, porque es una ciudad celestial cuyas dimensiones son simbólicas.



Dos templos

También hay diferencias entre el templo de Salomón y el templo de Ezequiel. Ambos dan la medida del santuario de 10 x 20 codos, pero el templo de Salomón se medía “según el estándar [o medida] antiguo” (2ª Crónicas 3: 3), es decir, el codo ordinario de 19,8 pulgadas. El templo de Ezequiel, sin embargo, usaba el “codo largo” (Ezequiel 41: 8) que era un palmo más largo que el antiguo codo estándar (Ezequiel 43: 13). El codo largo medía 23,1 pulgadas.

El templo de Salomón medía 60 x 20 codos, por lo que su perímetro era de 160 codos, o 3168 pulgadas de largo (60 x 2 más 20 x 2). El número 3168 representa al Señor Jesucristo. La palabra “Señor” (kurios) tiene un valor numérico de 800; Jesús (Iesus) tiene un valor numérico de 888; y Cristo (christos) tiene un valor numérico de 1480. Si se suman, obtenemos 3168, el perímetro que define la dimensión del templo de Salomón. Su templo fue diseñado para manifestar al Señor Jesucristo.

No es probable que el mismo Salomón entendiera esto, porque probablemente no estaba familiarizado con el idioma griego, ni sabía que el evangelio en el futuro nos llegaría en griego. Pero Dios, quien reveló el “modelo” (plano) del templo a David (1ª Crónicas 28: 12 KJV), conocía el fin desde el principio.

El templo de Ezequiel fue medido por “un hombre cuyo aspecto era como el aspecto del bronce” (Ezequiel 40: 3). Usó “una caña de medir de seis codos” (Ezequiel 40: 5), que es una caña de seis codos de largo o siete codos del estándar antiguo. El Lugar Santo medía 40 x 20 codos (Ezequiel 41: 2), y el Lugar Santísimo tenía 20 x 20 codos. En otras palabras, el santuario de Ezequiel medía 60 x 20 codos, pero usando el codo largo, su perímetro de 160 codos medía 3.696 pulgadas. Era 528 pulgadas más largo que el perímetro del templo de Salomón.

La palabra hebrea maftayach significa “llave” y se usa para la Llave de David en Isaías 22: 22. Tiene un valor numérico de 528. Por lo tanto, la diferencia entre el templo de Salomón en la Jerusalén terrenal y el templo de Ezequiel en la Jerusalén celestial es la Llave de David. El número 528 también es una poderosa frecuencia de sanación, y quizás por eso la calle de la Jerusalén celestial contiene un árbol cuyas hojas son para la sanidad de las naciones (Apocalipsis 22: 2).

Se dice que el perímetro de la ciudad de Ezequiel es de 18.000 codos (Ezequiel 48: 35). Usando el codo largo de 23,9 pulgadas cada uno, serían 430.200 pulgadas. La medida del perímetro de la Nueva Jerusalén en Apocalipsis 21: 16 es de 12.000 estadios (un estadio es de alrededor de 202 yardas). Esto sería 87.264.000 pulgadas, que es casi 203 veces mayor que la ciudad de Ezequiel.

Afortunadamente, no tenemos que elegir en qué relato creer, porque ambos son símbolos de una ciudad espiritual. Tanto Pablo como Juan se refieren a la Nueva Jerusalén como una ciudad celestial. La ciudad de Ezequiel de 18.000 codos (de perímetro) enfatiza el número 18 (“opresión, servidumbre”), mientras que la ciudad de Juan la conecta con los elegidos que son sus gobernantes. La palabra griega eklogay (“elegido, escogido”) tiene un valor numérico de 144. Este es también el valor numérico de Lázaro, lo que apunta a los resucitados. Y, por supuesto, 144 es 12 x 12. Doce es el número bíblico de perfección gubernamental.

Por tanto, parece que la ciudad de Ezequiel, definida según su perímetro de 18.000 codos, parece señalar a la Jerusalén terrenal que está en esclavitud con sus hijos (Gálatas 4: 24 KJV), mientras que la ciudad de Juan es la Jerusalén celestial que “es libre (Gálatas 4: 26).



Dos ciudades

Hay dos ciudades que llevan el mismo nombre: Jerusalén. Los escritos del Antiguo Testamento no las distinguen, excepto que el nombre de la ciudad significa literalmente dos Jerusalén-es. El nombre hebreo Yerushalayim tiene la terminación dual “ayim”. El idioma hebreo tiene duales (ayim, "dos") y plurales (im, "tres o más").

Los antiguos rabinos discutieron esto y se preguntaban por qué Jerusalén era dual. Sin duda, Pablo habría participado en tales discusiones cuando era estudiante de Gamaliel. Más tarde llegó a la conclusión de que en verdad había dos ciudades, escribiendo en Gálatas 4: 25-26,

25 Ahora bien, esta Agar es el monte Sinaí en Arabia y corresponde a la actual Jerusalén, porque ella está en esclavitud con sus hijos. 26 Pero la Jerusalén de arriba es libre; ella es nuestra madre.

Los profetas del Antiguo Testamento, como dijimos antes, nunca intentan distinguir entre las dos ciudades. A veces Jerusalén significa la ciudad terrenal y otras veces es la ciudad celestial. Como regla general, cada vez que los profetas hablan de una Jerusalén imperfecta, pecadora o sin Ley, se refieren a la ciudad terrenal. Cuando hablan de Jerusalén en términos gloriosos, se refiere a la ciudad celestial.

Hablando de la Jerusalén terrenal, Ezequiel 24: 9 dice: “¡Ay de la ciudad sanguinaria!” Nahúm 3: 1 hace eco del mismo sentimiento, diciendo: “¡Ay de la ciudad sanguinaria, toda llena de mentira y saqueo!”.

Sin embargo, de la ciudad celestial, Zacarías 14: 11 dice: “La gente habitará en ella, y no habrá más maldición, porque Jerusalén habitará segura”. Isaías va más allá, vinculando a Jerusalén con los Cielos Nuevos y la Tierra Nueva, dando a entender que esta es también la Nueva Jerusalén. Isaías 65: 17-18 dice:

17 Porque he aquí, Yo creo nuevos cielos y una nueva tierra; y las cosas anteriores no serán recordadas ni vendrán a la mente. 18 Pero alégrense y regocíjense para siempre en lo que Yo creo; porque he aquí, Yo creo Jerusalén para regocijo y a su pueblo para alegría.

La Jerusalén terrenal había existido durante miles de años, pero Isaías vio una ciudad que estaba en proceso de creación o que se crearía en el futuro. Su ciudad fue revelada en la última mitad de Isaías, que fue la revelación del profeta de las cosas del Nuevo Pacto aún por venir. Entonces, está claro que el profeta estaba hablando de la Nueva Jerusalén y no de la ciudad vieja.

Por esta razón, también, cuando Juan describe la ciudad celestial, cita a Zacarías e Isaías, usando sus profecías acerca de “Jerusalén”. En otras palabras, Juan interpreta “Jerusalén” como las profecías del Antiguo Testamento sobre la “Nueva Jerusalén” (Apocalipsis 21: 2). Luego Pablo hace una clara distinción entre las dos ciudades en Gálatas 4: 24-25.

La cuestión es que el nombre de la ciudad, revelado en Ezequiel 48: 35 como Yahweh-Shammah, no es la ciudad vieja sino la nueva. La presencia de Dios ya no está en la Jerusalén terrenal, sino en la ciudad celestial, que Abraham buscaba como “extranjero” en Canaán (Hebreos 11: 9). Nosotros también, como familia de la fe abrahámica, también somos extranjeros en lo que se refiere a la ciudad vieja, “habiendo confesado que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra” (Hebreos 11: 13).



Orando a Yahweh-Shammah

Invocar el nombre de Yahweh-Shammah es apelar a ser reconocido como ciudadano de la Jerusalén celestial. En segundo lugar, podemos reclamar beneficios que vienen con nuestra ciudadanía. Ser ciudadano de la ciudad celestial es lo que nos hace “como Isaac… hijos de la promesa”. ¿Qué significa eso?

Pablo dice en Filipenses 3: 20-21,

20 Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo; 21 quien transformará el cuerpo de nuestra humilde condición en conformidad con el cuerpo de su gloria, por el ejercicio del poder que tiene incluso para sujetar todas las cosas a Sí mismo.

La ciudadanía en la ciudad llamada Yahweh-Shammah nos da la esperanza de ser transformados a la imagen de Cristo. En otras palabras, “Yahweh está allí”. Él está presente en esa Ciudad celestial que lleva su nombre. Por implicación, Él NO está presente en la Jerusalén terrenal, porque Él abandonó esa ciudad, así como partió en tiempos anteriores de Silo (Jeremías 7: 12-14).

Recuerde que Silo fue nombrada proféticamente, Icabod, “la gloria se ha ido” (1º Samuel 4: 21-22). Denota un pueblo donde la presencia de Dios se ha ido. Ya no está “allí”. Aquellos que consideran a Agar-Jerusalén como su “madre” espiritual pueden estar en peligro de ser “echados fuera” junto con su madre (Gálatas 4: 30).

Pero nosotros no somos los hijos de la Jerusalén terrenal. Somos hijos de la ciudad llamada proféticamente Yahweh-Shammah. Como hijos (ciudadanos) de esta ciudad, tenemos derecho a esperar la transformación a la imagen de su Rey.


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