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LOS NOMBRES DE DIOS - Parte 7: Yahweh-Sabaoth, Dr. Stephen Jones

 




La primera aparición de Yahweh-Sabaoth, “El Señor de los ejércitos”, se da en el contexto del nacimiento de Samuel (1º Samuel 1: 3, 11). A primera vista, parece ser la revelación de la madre de Samuel, Ana. Sin embargo, los libros de Samuel fueron escritos muchos años después por el mismo Samuel, por lo que es probable que el profeta recibiera esta revelación y que quisiera decirnos que su ministerio, y el de David, a quien ungió como rey de Israel, estaba dominado por Yahweh-Sabaoth.

Sabaoth es la forma plural de saba, “lo que avanza, hueste, una masa de personas organizadas para la guerra, el ejército”. La palabra también se usa para describir una hueste de ángeles o las estrellas del cielo. En particular, describe al Dios de Israel en su calidad de General al frente de sus tropas, para proteger o hacer cumplir los juicios de la Corte Divina sobre las naciones que no cumplen.

Entonces encontramos que Yahweh-Sabaoth caracterizó en gran medida el reinado de David, el hombre de guerra, quien sometió a las naciones vecinas y le dio a Israel total independencia y dominio en la región. Yahweh-Sabaoth fue mencionado solo una vez en relación con el rey Saúl, cuando “Yahweh de los ejércitos” le ordenó ejecutar juicio sobre los amalecitas (1º Samuel 15: 2). Él falló, por supuesto, resultando en que recibió la palabra de que “Yahweh te ha desechado para que no seas rey sobre Israel (1º Samuel 15: 26).

El fracaso de Saúl contrasta con la victoria de David sobre Goliat en 1º Samuel 17: 45,

45 Entonces dijo David al filisteo: “Tú vienes a mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado”.

¿Dónde aprendió David acerca del Señor de los ejércitos? Hay pocas dudas de que Samuel le había revelado ese nombre a David unos diez años antes, cuando el profeta le ungió para reemplazar a Saúl en 1º Samuel 16: 12. Aunque las Escrituras dicen muy poco acerca de esta unción, me parece que David fue ungido en el nombre de Yahweh-Sabaoth para ejecutar juicio, que Saúl no había hecho, sobre las naciones. Así leemos en 1º Crónicas 11: 9,

9 David se hizo cada vez más grande, porque el Señor de los ejércitos estaba con él.

Parece que el Señor de los ejércitos era el nombre dominante que se manifestaba en el llamamiento de David.



Guerra espiritual

Antes de Samuel, los sacerdotes aarónicos en la época de Moisés tenían la responsabilidad de ganar la batalla en la guerra espiritual, antes de que el ejército de Israel peleara la guerra físicamente. Así leemos en Números 4: 2-3,

2 Haz un censo de los hijos de Coat de entre los hijos de Leví, por sus familias, por sus casas paternas, 3 desde los treinta años arriba hasta los cincuenta años, todos los que entran en el servicio [saba, “ejército”] para hacer el trabajo en la tienda de reunión.

Esto se repite en Números 4: 23 con respecto a los hijos de Gersón que debían “ejecutar el servicio”, o saba. En las Leyes de la Guerra, leemos cómo los sacerdotes debían hablar al pueblo para animarlo antes del día de la batalla, diciendo: “No seáis pusilánimes. No temáis, ni os asustéis, ni tembléis delante de ellos, porque Yahweh vuestro Dios es el que va con vosotros, para pelear por vosotros contra vuestros enemigos para salvaros” (Deuteronomio 20: 3-4). El nombre de Yahweh-Sabaoth todavía les era desconocido, pero esto lo describe perfectamente.

Es importante ganar batallas en los cielos a través de la guerra espiritual antes de pelear batallas en la Tierra. Aquellos que entienden y creen que la batalla ya ha sido ganada pueden entrar en la guerra sin temor a perder o morir. Muchos años después, Samuel y David entendieron esto y, con su revelación de Yahweh-Sabaoth, pudieron ganar sus batallas. Asimismo, David pudo escapar cuando Saúl trató de matarlo.



Silo y el Arca

La oración de Ana por un hijo fue ofrecida a Dios en Silo (1º Samuel 1: 3), donde se había colocado el Arca en los días de Josué (Josué 18: 1). El Arca misma había estado asociada con el ejército de Israel incluso en los días de Moisés. Leemos en Números 10: 35,

35 Entonces sucedió que cuando el arca partió, Moisés dijo: “¡Levántate, oh Señor!, y sean esparcidos tus enemigos, y huyan de tu presencia los que te aborrecen”.

Yahweh-Sabaoth no se menciona por nombre, pero está claro que su presencia estaba en la gloria sobre el arca y sobre los querubines. Cuán a menudo experimentamos a Dios mucho antes de que Él se revele por su nombre.

Cuando Dios hizo juicio sobre la casa de Elí, habían llevado el Arca consigo a la batalla contra los filisteos (1º Samuel 4: 4). El pasaje habla de “el arca del pacto del Señor de los ejércitos que está sentado sobre los querubines”. Sin duda citaron las palabras de Moisés de Números 10: 35, orando, “que los que te aborrecen huyan de tu presencia”.

En su ceguera, asumieron que los filisteos eran los que odiaban a Dios. Pero pronto descubrieron que los que odiaban a Dios eran los mismos israelitas. Por lo tanto, cuando Israel huyó ante los filisteos, su oración fue respondida de una manera que los sorprendió.

El Arca nunca volvió a Silo, porque la corrupción de la casa de Eli había traído una maldición sobre ese lugar. Cuando la gloria se va, no regresa sino que se traslada a otro sitio para una mayor manifestación de su presencia. Cuando los filisteos devolvieron el Arca, fue llevada a Quiriat-jearim durante los siguientes 20 años (1º Samuel 7: 1-2), que era una ciudad gabaonita.

Más tarde, probablemente fue llevada a Nob, una ciudad sacerdotal, donde David y sus hombres comieron el pan consagrado del tabernáculo (1º Samuel 21: 1-4). Sin embargo, la ubicación final del Arca fue en Baala de Judá, desde donde David trasladó el Arca a Jerusalén. Si hubo otros lugares donde el Arca descansó durante ese tiempo, no se nos dice acerca de ellos, aparte de cuando permaneció en la casa de Obed-edom durante tres meses (2º Samuel 6: 10) mientras David resolvía el problema al trasladar el Arca a Jerusalén.

Se dice que Obed-edom es un "gitita", es decir, era de la ciudad filistea de Gat y probablemente era parte de las fuerzas de seguridad de David. Menciono esto debido al paralelo con el tiempo anterior, cuando los filisteos tenían el Arca antes de devolverla a Israel. La diferencia obvia es que Obed-edom era un creyente, un filisteo convertido bajo el ministerio de David.



Jerusalén y el Arca

Cuando David llevó el Arca a Jerusalén, leemos en 2º Samuel 6: 1-2,

1 Volvió David a reunir a todos los escogidos de Israel, treinta mil. 2 Y David se levantó y fue con todo el pueblo que estaba con él a Baala de Judá, para hacer subir de arca de Dios que es invocada por el nombre, el mismo nombre del Señor de los ejércitos [Yahweh-Sabaoth]que está entronizado sobre los querubines.

David reunió a su ejército de 30.000, dirigido por el Señor de los ejércitos, para llevar el Arca a Jerusalén. David identificó específicamente al Dios del Arca como Yahweh-Sabaoth, el Dios de la guerra. Probablemente, también conocía a Yahweh-Nissi, “Yahweh mi estandarte”, que está asociado con la guerra, pero no usó ese nombre en sus hazañas. Asimismo, David ciertamente sabía que la presencia de Dios residía sobre los querubines, pero el nombre Yahweh-Shammah ("Yahweh está aquí") no se reveló hasta el tiempo de Ezequiel.

Luego, David escribió un salmo (canción) para conmemorar el día en que el Arca fue llevada a Jerusalén. El Salmo 24: 7-10 dice:

7 ¡Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos, oh puertas antiguas, para que entre el Rey de la gloria! 8 ¿Quién es este Rey de la gloria? El Señor fuerte y poderoso, el Señor poderoso en la batalla. 9 ¡Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y levantadlas, oh puertas antiguas, para que entre el Rey de la gloria! 10 ¿Quién es este Rey de la gloria? El Señor de los ejércitos [Yahweh-Sabaoth], Él es el Rey de la gloria.

La gloria de Dios residía sobre los querubines cuyas alas cubrían el Arca del pacto. La escena representa a un rey conquistador que regresa (o quizás conquista) una ciudad. Cuando un rey extranjero venía a sitiar una ciudad, por lo general ofrecía términos de paz si la ciudad capitulara y abriera las puertas para permitirle a él y a su ejército “entrar” sin pelear. Esta parece ser la imagen verbal que David estaba pintando en el Salmo 24.

Por lo tanto, el Rey que gobernaba Jerusalén era Yahweh-Sabaoth, porque leemos en el Salmo 48: 8,

8 Como hemos oído, así hemos visto en la ciudad del Señor de los ejércitos, en la ciudad de nuestro Dios; Dios la establecerá para siempre [olam, “indefinidamente”].

La ciudad de nuestro Dios” se llamó específicamente “la ciudad de Yahweh-Sabaoth” para llamar la atención sobre el hecho de que el Arca estaba allí y que el Rey de la gloria estaba entronizado sobre los querubines.


La gloria se va de Jerusalén

Aunque Yahweh-Sabaoth era el Rey de Jerusalén, el corazón del pueblo mismo tendía a volverse a sus propios caminos y deseos carnales. Sus rituales religiosos continuaron en gran medida sin cesar, pero después del gobierno del rey Ezequías, hasta la Ley misma se perdió. Finalmente, en los días del rey Josías, el sumo sacerdote Hilcías descubrió una copia (2º Reyes 22: 8) mientras se reparaba y restauraba el templo.

Isaías profetizó en tiempos de Ezequías, y vemos que estaba muy familiarizado con el nombre Yahweh-Sabaoth. Ya en ese momento, escribió sobre la condición sin Ley, tanto de Israel, como de Judá, por lo que en lugar de centrarse en la gloria de Jerusalén, denunció su condición pecaminosa. Incluso en los primeros años de su profecía, escribió en Isaías 1: 4,

4 ¡Ay, nación pecadora, pueblo cargado de iniquidad, descendencia de malhechores, hijos corruptos! Han abandonado al Señor, han despreciado al Santo de Israel, se han apartado de Él.

De nuevo, dice en Isaías 1: 9,

9 Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado algunos sobrevivientes, seríamos como Sodoma, seríamos como Gomorra.

Isaías 2: 12 dice: “Yahweh de los ejércitos tendrá un día de ajuste de cuentas”. Isaías 5: 24 continúa: “Porque desecharon la ley de Yahweh de los ejércitos, y menospreciaron la palabra del Santo de Israel”.

En su visión del Yahweh-Sabaoth, leemos en Isaías 6: 3: “Santo, Santo, Santo es el Señor de los ejércitos, toda la tierra está llena de su gloria”. Sin embargo, el profeta se lamentaba: “Vivo en medio de un pueblo de labios inmundos” (Isaías 6: 5). No obstante, el profeta previó el día en que la gloria de Yahweh-Sabaoth no solo llenaría un templo local, sino que también llenaría toda la Tierra, según el juramento de Dios de Números 14: 21.

En otras palabras, así como David había traído al Rey de gloria a Jerusalén, así también el Rey de gloria llenaría toda la Tierra.

Un siglo después, Jeremías profetizó que la gloria de Dios se iría de Jerusalén, así como la gloria se había ido de Silo unos siglos antes (Jeremías 7: 12-14). Un profeta contemporáneo vio partir la gloria de Dios, moviéndose primero hacia el umbral de la casa (Ezequiel 10: 4) y luego deslizándose hacia el cercano Monte de los Olivos (Ezequiel 11: 23). No se dice nada más, pero el avistamiento final fue el lugar de donde ascendió Jesucristo en Hechos 1: 9, 12.

La gloria de Dios luego regresó diez días después en el día de Pentecostés (Hechos 2: 1, 2). Su gloria no llenó el templo cercano, por supuesto, porque ese lugar había sido abandonado como Silo y estaba bajo la “maldición” de Dios (Jeremías 25: 18). De hecho, fue por esta maldición que la gloria de Dios permaneció fuera de la ciudad en el Monte de los Olivos, esperando la venida de Cristo. Su gloria no llenó el segundo templo, aunque fue construido según las instrucciones de Dios.



La Gloria de la Nueva Jerusalén

Yahweh-Sabaoth viene a la Jerusalén celestial en los últimos días. La ciudad terrenal, llamada “Agar” en Gálatas 4: 25, sigue siendo la herencia de Ismael a través del Antiguo Pacto. La ciudad celestial, la que el mismo Abraham buscaba (Hebreos 11: 8-10, 16), es la herencia de los creyentes del Nuevo Pacto. Jesucristo, el Mediador del Nuevo Pacto, es el Rey de la Gloria que viene de una manera similar al tiempo en que el Rey de la Gloria entró en la Jerusalén terrenal, en el tiempo de David.

Nosotros, que vivimos en el tiempo de la Segunda Venida de Cristo, tenemos el privilegio de abrir las puertas de la ciudad para que entre el Rey de la Gloria. Desafortunadamente, muchos creyentes del Antiguo Pacto piensan que Cristo viene a la ciudad terrenal para honrar a Agar y empoderar a sus hijos (Ismael). Están reunidos a las puertas de la ciudad equivocada y, por lo tanto, se perderán este gran evento.

El Señor de los ejércitos ciertamente viene, pero su capital no será la Jerusalén terrenal sino la ciudad celestial “que tiene cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11: 10).



Orando al Señor de los Ejércitos

Los creyentes del Nuevo Pacto, quienes, como Abraham, buscan una ciudad celestial, están reunidos en el Monte Sión (Hebreos 12: 22 KJV), que está representado por el Monte Hermón (Deuteronomio 4: 48). Es el lugar donde Jesús se transfiguró y donde la voz del Cielo proclamó de Él que era “mi Hijo amado” (Mateo 17: 5).

Estamos involucrados en la Obra de Eliseo de preparar el camino para la Segunda Venida de Cristo como Rey de la Gloria. Es por eso que nos involucramos en la guerra espiritual, porque como un reino de sacerdotes, “entramos en el servicio [ejército] (Números 4: 3) y “realizamos el servicio” (Números 4: 23). Como tales, buscamos a Yahweh-Sabaoth, un nombre que el mismo Eliseo reconoció en 2º Reyes 3: 14 y nuevamente en 2º Reyes 19: 31 KJV,

31 Porque de Jerusalén saldrá un remanente, y del monte de Sión los que escapen; el celo del Señor de los ejércitos hará esto.

El “celo” de Dios, como hemos visto, indica su determinación de completar lo que ha comenzado, sin importar el tiempo que tarde. En esta profecía, el “remanente” es el remanente de gracia (Romanos 11: 5 KJV), que obtiene las promesas de Dios antes que los que están cegados. La profecía de Eliseo se basa en la revelación de su predecesor, Elías (1º Reyes 19: 18).

Por lo tanto, cuando oramos con respecto al establecimiento de la Jerusalén celestial, ya no en el monte Sion (Zion), sino en el monte Sión, los que preparamos el camino para su regreso glorioso apelamos a Yahweh-Sabaoth, el Rey de la Gloria; cuya presencia comenzará con el pueblo de la Jerusalén celestial y luego se extenderá por toda la Tierra.


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