Necesitas tomar tiempo para volverte a Dios. No ores sólo cuando hayas dispuesto tiempo para hacerlo. Cuanto más ocupado estés tanto más debes practicar volverte a Dios. Si esperas a que llegue el momento oportuno, no hay duda que acabarás pasando poco tiempo con Dios.
Intenta venir ante Dios tanto por la mañana como por la tarde. Ora durante todas tus faenas tanto como puedas. En tu caso no puedes apartarte demasiado del vacuo parloteo del mundo. Aprende a robar este tiempo a pequeños ratos, y hallarás en estos momentos la parte más preciosa del día.
¡No necesitas mucho tiempo para decirle a Dios que le amas! Eleva tu corazón a Él. Adórale en lo íntimo de tu espíritu. Ofrécele lo que haces y lo que sufres. Cuéntale a Dios las cosas más importantes que te ocurren; dile lo que más te llama la atención cuando lees la Biblia.
Aférrate a tu más querido Amigo; vive en Él con confianza inquebrantable; habla con Él desde un corazón lleno de amor. A medida que aprendas a dirigir tu espíritu sin pausa hacia la amorosa presencia de Dios dentro de ti, te verás a ti mismo fortalecido para hacer lo que se requiere de ti. Aquí está el Reino de Dios resucitando por dentro.
Estos tiempos de retiro interior son la única solución a tu temperamento irascible, naturaleza crítica, e impaciencia. Volverte a Dios te ayudará, pero vas a necesitar hacerlo con frecuencia. A medida que Dios te atraiga a Sí Mismo, síguele con completa confianza. Ámale como a ti te gustaría ser amado. ¿Suena esto un tanto extravagante? No es darle demasiado. Según te vaya Él mostrando nuevas formas de amarle, hazlo así.
Habla y actúa sin demasiada preparación y auto-examen. Fija tus ojos en Dios y sentirás menos la necesidad de agradar a otros. La maravilla es que podrías acabar satisfaciéndoles mucho más.
EXTIENDE TU MANO HACIA ÉL
Intenta, sin llegar a forzarte a ti misma, volverte a Dios y tocarle tan a menudo como te sea posible. Incluso cuando quieras tocar al Señor y estés distraída, es importante que sigas trayéndote ante Él. No esperes a un momento de perfecta quietud cuando puedas encerrarte en tu habitación y estar sola. Sabes cuán difícil es encontrar un momento como ese. En el instante en que te sientas atraída hacia Dios es el momento de volverte a Él. Sencillamente extiende tu mano hacia Él con un corazón lleno de amor y confianza. Hazlo cuando conduzcas o te vistas o te arregles el pelo. Vuélvete a Él mientras estés comiendo u otros estén hablando. Cuando la conversación se haga aburrida, durante una reunión de negocios, por ejemplo, puedes encontrar unos breves instantes para tener comunión con tu Padre en vez de secarte por tanta charla innecesaria.
Sé fiel con tus tiempos de oración tanto si hallas o no algún consuelo en ellos. Utiliza el tiempo del día cuando estés poco atareada. Ocupa cada instante libre con Dios. Incluso cuando estés haciendo costura puedes estar al tanto de la presencia de Dios. Es más difícil estar al tanto de Su presencia cuando estás entrometida en una conversación, pero puedes aprender a sentirle dentro de ti, cuidando tus palabras, y reprimiendo todo brote de orgullo, odio, y amor propio. Haz tu trabajo con constancia y bien hecho. Sé paciente contigo misma.
Algo que también deberías recordar es observar tus acciones y retenerte si ves que estás a punto de hacer algo incorrecto. Si haces algo mal, carga con la humillación de tu error. Pero intenta rendirte de inmediato al aviso que el Espíritu Santo te está dando por dentro. Las faltas que se cometen por precipitarse, o a causa de la debilidad humana, no son nada comparadas con cerrar el oído a la voz interna del Espíritu Santo.
Y si cometes un pecado, date cuenta que enfadarse y compadecerse de uno mismo no hará ningún bien. Levántate y sigue sin dejar que tu orgullo saque las plumas. Admite que estabas equivocada, pide el perdón, luego sigue adelante. Irritarse con uno mismo no es precisamente levantarse y seguir adelante en paz. No te enfades tanto por tus errores.
Normalmente lo que ofreces a Dios no es lo que Él quiere. Por lo general Él quiere lo que tú temes darle. Es Isaac, el buen amado, lo que Él quiere que entregues. Él anda detrás de lo que se sitúa entre tú y Él. No descansará, y tú tampoco, añadiría yo, hasta que le hayas dado todo. Si quieres prosperar y disfrutar la bendición de Dios, no retengas nada de Él. Gran consuelo, libertad, y fuerza prevalecen cuando nada se interpone entre tú y Dios.
(Por gentileza de E. Josué Zambrano Tapias)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Agradecemos cualquier comentario respetuoso y lo agradecemos aún más si no son anónimos. Los comentarios anónimos no serán respondidos.