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NO HABÍA REY EN ISRAEL - Parte 3, Ídolos del corazón, Dr. Stephen Jones




3 de julio de 2019


La segunda historia de Samuel en Jue. 17:7-13 es una continuación de la primera relacionada con la corrupción de los sacerdotes. Micaía el efraimita ordenó a su propio hijo como sacerdote de su familia, aunque ni él ni su hijo fueron llamados por Dios al sacerdocio. En aquellos días bajo el Antiguo Pacto, Dios había llamado a la tribu de Leví para que lo ministrara en el Tabernáculo en Silo, pero solo los hijos de Aarón eran sacerdotes llamados que podían entrar al Lugar Santo.

Micaía era de la tribu de Efraín, y Samuel estaba mostrando cómo hombres que no eran verdaderamente llamados por Dios estaban entrando al sacerdocio. Bajo el Nuevo Pacto de hoy, los únicos sacerdotes verdaderamente llamados son los de la Orden Melquisedec, porque se instituyó un cambio de sacerdocio cuando Jesús fue ordenado como el Sumo Sacerdote de esa orden (Heb. 7:11,12,13,14).

Así que, el problema hoy es que la gran mayoría de los sacerdotes y ministros de denominaciones hechas por el hombre no están calificados como sacerdotes de Melquisedec, sino que utilizan el oficio como una mera profesión. Como nos muestra la historia de Micaía, el hecho de que un hombre sea consagrado al sacerdocio no significa que Dios lo reconozca como sacerdote. De hecho, muchas denominaciones han hecho grandes esfuerzos para imitar el sacerdocio levítico que fue abolido en la Cruz, y muchos incluso enseñan que en la Segunda Venida de Cristo, ¡el sacerdocio levítico será revivido para ofrecer sacrificios de animales en un templo reconstruido en Jerusalén!

Esto nos muestra lo fácil que es que se manifieste el problema que se ve en Jueces 17:1-6, donde "cada hombre hacía lo que le parecía correcto ante sus propios ojos". La Iglesia de hoy no es inmune a esta corrupción y ceguera. Como en el caso de Micaía, ellos han creado un ídolo y lo han dedicado a Yahweh.


El levita de Belén
Samuel luego nos da otra ilustración, que se suma a esta imagen. Jueces 17:7-10 dice:

7 Había un joven de Belén en Judea, de la familia de Judá, que era levita; y él se alojaba allí. 8 Entonces el hombre salió de la ciudad, de Belén en Judá, para quedarse dondequiera que pudiera encontrar un lugar; y mientras hacía su viaje, llegó a la región montañosa de Efraín a la casa de Micaía. 9 Y Micaía le dijo: "¿De dónde vienes?" Y él le dijo: "soy un levita de Belén en Judá, y me voy a quedar donde sea que pueda encontrar un lugar. 10 Entonces Micaía le dijo: "Quédate conmigo y sé un padre y un sacerdote para mí, y te daré diez piezas de plata al año, el vestido y tu mantenimiento". Así entró el levita.

Aquí vemos a un levita de Belén que decidió tomar un trabajo como sacerdote. No se nos dice por qué se fue de Belén, pero aparentemente, vio su ministerio levítico allí como un trabajo sin futuro. El hecho de que él era de Belén nos proporciona otro enlace a la historia de Rut y Booz, y es probable que Samuel haya escuchado esta historia de Booz o de su hijo, Obed.

El hecho de que el hombre viniera de Belén (y probablemente naciera allí) sugiere que sirve como un tipo profético de falso sacerdote que debe contrastarse con Jesús, el verdadero Sumo Sacerdote, que también debía venir de Belén. Por lo tanto, esta historia es más que una ilustración de un sacerdocio corrupto. También profetiza sobre el sacerdocio corrupto en el primer siglo durante el ministerio de Jesús en la Tierra. En la época de los Jueces, la historia trataba de un levita que se ordenó ilegalmente como sacerdote, pero como profecía, era un contraste entre los dos sacerdocios: Leví y Melquisedec.


Llamamientos verdaderos
Las dos ilustraciones de Samuel retratan de diferentes maneras a los hombres que están siendo consagrados y que no fueron llamados por Dios para estar en el sacerdocio. Ese es el punto principal. El mismo Samuel era de la tribu de Efraín (1 Samuel 1:1), pero había sido consagrado a Dios de manera legal y en realidad funcionaba como el sumo sacerdote de la Orden de Melquisedec, como lo hizo Moisés en su día. Ese llamamiento fue luego transmitido al propio David (Salmo 110:4). Ambas órdenes sacerdotales existían una al lado de la otra, aunque la más antigua de las dos era la Orden de Melquisedec.

Samuel había crecido en el Tabernáculo en Silo y había observado a los corruptos hijos de Elí. Era muy consciente del problema de la corrupción sacerdotal. Silo era un pueblo sacerdotal en la tribu de Efraín. Así como Micaía ordenó a su hijo como sacerdote ilegítimo en Efraín, también Elí permitió que sus propios hijos corruptos continuaran como sacerdotes en Efraín.

Las historias de Samuel reúnen a las tres principales tribus de Israel: Efraín, Judá y Leví. Efraín era el titular del Derecho de Nacimiento (Primogenitura, en su componente del Mandato de Fructificación) (Gén. 48:14,15), mientras que a Judá se le dio el Cetro (Gén. 49:10) y a Leví, específicamente a Aarón, se le dio el Sacerdocio (Números 3:3,12). Estas tres tribus, entonces, representaban a todo Israel y la plenitud del llamado contenido en el Derecho de Nacimiento. Samuel muestra cómo se corrompió el sacerdocio en toda la nación, dondequiera que se encontraran los levitas.

Jueces 17:11-13 continúa la historia, diciendo:

11 El levita [de Belén] aceptó vivir con el hombre; y se hizo al joven como uno de sus hijos. 12 Entonces Micaía consagró al levita, y el joven se convirtió en su sacerdote y vivió en la casa de Micaía. 13 Entonces Micaía dijo: "Ahora sé que Yahweh me prosperará, ya que tengo a un levita como sacerdote".

La ironía aquí es que Micaía nuevamente creyó que Yahweh, el Dios de Israel, estaría complacido con sus acciones. Aparentemente, entendía la Ley lo suficientemente bien como para saber que su propio hijo, siendo un efraimita, no estaba calificado para ser sacerdote. Así que mejoró su denominación, hecha por el hombre, ordenando a un levita que no era descendiente de Aarón y que, por lo tanto, no tenía llamado de sacerdote. Sin embargo, pensó que Yahweh lo bendeciría por tener a "un levita como sacerdote". De esta manera, Samuel advertía a ellos, y a nosotros hoy, que el sacerdocio no se basa en el deseo de un hombre de ser sacerdote, sino en el llamado de Dios. Las ordenaciones de los hombres, basadas en la educación o la capacidad oratoria, no califican a un hombre para el sacerdocio. Se pueden dar beneficios económicos a los sacerdotes confesionales y pagar todos sus gastos de manutención, como lo hizo Micaía, pero eso no significa que sus sacerdotes sean verdaderamente llamados por Dios.

Las ordenaciones deben ser ceremonias donde los hombres dan testimonio del hecho de que Dios ha llamado a la persona, no una ceremonia donde esperamos que Dios sea testigo del llamado del hombre. El hecho de que los hombres ordenen a un sacerdote no significa que Dios lo haya llamado.

Una vez más, esta ilustración termina con la declaración de Jueces 18:1,

1 En aquellos días no había rey en Israel …

Luego llegamos a la siguiente historia que revela el progreso de la corrupción. Es la historia de una banda de danitas que se dispuso a encontrar una herencia, ya que no eran lo suficientemente fuertes como para quitarles su tierra asignada a los filisteos. Encontramos que fueron al norte y vinieron a la casa de Micaía. Por lo tanto, las dos primeras historias sientan las bases para el desastre que estaba a punto de desarrollarse.


Los danitas buscan una herencia alternativa
Jueces 18:1,2 dice:

1 En aquellos días no había rey en Israel; y en aquellos días, la tribu de los danitas buscaba una herencia para vivir, porque hasta ese día no se les había asignado herencia como posesión entre las tribus de Israel. 2 Así que los hijos de Dan enviaron de su tribu a cinco hombres de entre ellos, hombres valientes de Zora y Estaol, para espiar la tierra y explorarla; y ellos les dijeron: “Id a buscar la tierra”. Y llegaron a la región montañosa de Efraín, a la casa de Micaía, y se alojaron allí.

Los cinco "hombres valientes" eran de las pequeñas ciudades de Zora y Estaol, ubicadas en la cresta que dominaba la llanura donde vivían los filisteos. Zora era el lugar donde vivía la familia de Sansón (Jueces 13:2), y Estaol no estaba muy lejos. Bien podría ser que alguno de los ancestros de Sansón estuviera entre estos hombres valientes.

Se dirigieron al norte al territorio de Efraín y se acercaron a la casa de Micaía. Luego leemos en Jueces 18:3,4,

3 Cuando estuvieron cerca de la casa de Micaía, reconocieron la voz del joven levita, se hicieron a un lado y le dijeron: “¿Quién te trajo aquí? ¿Y qué haces en este lugar? ¿Y qué tienes aquí?" 4 Y él les dijo: "Así ha hecho Micaía conmigo, y él me ha contratado, y me he convertido en su sacerdote".

El levita era de Belén y pero danitas reconocieron su voz. Obviamente, debían conocerlo bien, aunque no se nos dice ningún detalle sobre su conexión. Tal vez se habían encontrado con el levita en las fiestas, cuando al reunirse en el Tabernáculo de Silo. Jueces 18:5,6 dice:

5 Y le dijeron: "Pregunta a Dios, por favor, para que sepamos si nuestro camino por el que vamos será próspero". 6 Y el sacerdote les dijo: "Id en paz; vuestro camino por el que vais tiene la aprobación de Yahweh".

Si estos cinco danitas hubieran conocido tan bien al levita, seguramente habrían sabido que no era un sacerdote legítimo según la Ley. Sin embargo, lo aceptaron como legítimo y le pidieron una Palabra de Dios. Ya estaban en camino, así que no le hicieron la pregunta más fundamental sobre si debían o no estar buscando una herencia alternativa. Solo querían saber si tendrían éxito o no. Por lo tanto, dentro del contexto de su pregunta, la respuesta que recibieron fue positiva.


Idolatría del corazón
Sabemos por la historia anterior que la casa de Micaía había establecido como dioses de la casa ídolos hechos de plata. Estos terafines eran utilizados de alguna manera para inquirir la Palabra del Señor, aunque de manera ilegal. Por lo tanto, esperaríamos que estos dioses los respondieran de acuerdo con los ídolos de su corazón, como dice Ezequiel 14:4.

La respuesta del levita suena extrañamente similar a otro incidente que ocurrió muchos años después, cuando Acab de Israel y Josafat de Judá preguntaron sobre si ir o no ir a la guerra con Siria. Los 400 profetas de Acab dijeron: "Sube ... y prospera" (1 Reyes 22:12). Entonces el profeta Micaías fue traído a petición de Josafat. Les dio la misma palabra que querían escuchar (1 Reyes 22:15), porque Dios les estaba respondiendo de acuerdo con los ídolos de su corazón.

Pero el rey instó a Micaías a decir la verdad (1 Reyes 22:16), por lo que les dijo toda la verdad. Dios estaba enviando un espíritu mentiroso a la boca de sus profetas para engañar a Acab para que fuera a la batalla, donde sería asesinado. Eso, por supuesto, es precisamente lo que ocurrió, pero nuestro punto es que este es un buen ejemplo de Dios engañando a los que preguntan con motivos incorrectos. Dios les dice lo que quieren escuchar, porque Él les hablará conforme a los ídolos de su corazón.

En otras palabras, cuando una persona consulta a Dios pero solo quiere que Dios bendiga sus propios deseos o creencias preconcebidas, Dios la dejará en su ignorancia y engaño. Si una persona realmente quiere saber la verdad, debe estar dispuesta y ser capaz de escuchar lo que es contrario a su propia voluntad y deseo. Esto no es tan fácil como suena. Puede tomar mucho tiempo preparar nuestros corazones para poder escuchar la verdad. El propósito principal de la oración no es decirle a Dios lo que queremos que Él bendiga, sino preparar nuestros propios corazones para buscar, su dirección y su verdad con todos nuestros corazones.

Esta es una verdad eterna que pocos han escuchado, porque casi nadie predica sobre Micaías en 1 Reyes 22 ni enseña la lección en Ezequiel 14. Más adelante, veremos cómo de nuevo la idolatría del corazón hizo que las personas volvieran a hacer las preguntas equivocadas. El resultado fue desastroso, ya que casi destruyó la tribu de Benjamín.


Category: Teachings
Blog Author: Dr. Stephen Jones

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