29 de diciembre de 2017
1
Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto
con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palparon nuestras
manos, acerca de la Palabra de Vida; 2 (porque
la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os
anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y nos fue
manifestada); 3
lo
que hemos visto y oído, eso os anunciamos también; para que también
vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión
verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.
Juan dejó
en claro desde el principio que estaba hablando de cosas como un
testigo ocular en un tribunal de justicia. No estaba hablando de
cosas que había escuchado de otros, sino de lo que había visto con
sus ojos y tocado con sus manos.
En otras
palabras, Juan personalmente había visto y conocido a Jesucristo.
Por lo tanto, cualquier cosa que los demás pudieran decir acerca de
Él, lo que otros pudieran decir que había enseñado, sus
testimonios no tendrían peso si no estaban de acuerdo con el
testimonio de Juan. Aquellos que intentaron afirmar que Jesús enseñó
los principios del Gnosticismo, por ejemplo, eran simplemente falsos
y mentirosos testigos.
En
segundo lugar, Juan le dice a su audiencia que Jesucristo era de
carne y hueso como cualquier otro hombre. No solo podía ser "visto"
sino también "palpado". Aquellos que afirmaban que el
cuerpo de Jesús era solo una ilusión, en realidad no le conocían
como le conoció Juan. La filosofía griega, que afirmaba que un Dios
bueno nunca podría habitar en carne maligna, basaba su punto de
vista en la falsa
premisa
de que la materia era mala.
Además,
para Juan, esto era un problema de "confraternidad". Uno
debía creer en la verdad del testimonio de Juan para "tener
comunión con nosotros".
La supuesta fe en Cristo debe estar enraizada y arraigada en la
verdad. Si un griego, persa o cualquier otra persona deseara unirse a
la confraternidad de los verdaderos creyentes, debía abandonar la
noción de que la materia fue creada intrínsecamente malvada y
aceptar la verdad de que Jesucristo era el Verbo hecho carne. Esto es
inherente a creer que Él era y es el Hijo de Dios.
La
declaración inicial de Juan es consistente con su declaración
inicial en su evangelio, donde el apóstol equipara a Jesucristo con
la Palabra que existió desde el principio y era la misma Palabra por
la cual todas las cosas fueron creadas. Por lo tanto, cuando Génesis
1:3
dice: "Entonces
Dios dijo",
debemos entender que la palabra hablada era Jesucristo mismo.
Juan
1:4
dice además que "en
Él estaba la Vida",
es decir, la vida inmortal y todo lo que brota de esa Vida, incluida
la "luz", que es pura verdad. Juan nos dice que el universo
físico fue creado por el poder de la Vida y de la Luz que era
inherente a la Palabra, Jesucristo. La idea griega de que la materia
fue creada por el diablo ("demiurgo") es una mentira
fundamental que contamina toda filosofía construida sobre esa
premisa y evita que los hombres tengan una verdadera comunión con
Dios y con la Iglesia.
En
otras palabras, dice Juan, que uno crea en Génesis
1:1
es primordial. Uno debe tener fe en que Dios -y no el diablo- creó
los Cielos y la Tierra. Uno debe conocer el origen de la materia para
entender la posterior encarnación de la Palabra en carne humana. El
tema del origen
de la materia
es importante y fundamental para el verdadero cristianismo, porque es
la premisa sobre la cual se construye la encarnación de Jesucristo.
El
nacimiento virginal de Cristo, junto con el concepto de la
encarnación como Hijo de Dios, es también la premisa fundamental
para nuestra propia habilidad y autoridad para convertirnos en hijos
de Dios (Juan
1:12,13).
Si la encarnación de Jesús fue una mera ilusión, entonces no hay
razón para pensar que nosotros mismos podamos convertirnos en hijos
de Dios, ya que ambas se basan en la misma ley y el mismo proceso.
Por lo tanto, Juan estableció esta verdad fundamental desde el
principio, porque tenía la intención de construir sobre ella más
tarde en su enseñanza acerca de los hijos de Dios engendrados por el
Padre.
Hay un
fuerte grupo de gnósticos dentro de la iglesia católica romana hoy
en día, un grupo que se remonta al tiempo de las Cruzadas. Los
Caballeros Templarios, formados en 1099, se convirtieron a este
sistema de creencias después de encontrarse con ellas en el Medio
Oriente. Eventualmente, fueron reprimidos en 1307, pero estos
caballeros gnósticos simplemente pasaron a la clandestinidad. Con la
organización Templaria suprimida, los caballeros se unieron a otras
Órdenes y continuaron sus creencias y rituales en secreto.
Recientemente
se han sentido lo suficientemente seguros como para salir a la luz
pública. Su debut llegó con la publicación del libro de Dan's
Brown, El Código DaVinci, seguido de la película del mismo
nombre. Al mismo tiempo, Laurence Gardner comenzó a publicar sus
libros para explicar las premisas del cristianismo gnóstico. Hoy es
el principal portavoz de los gnósticos y del príncipe Miguel de
Albania, un Stewart que dice ser el verdadero heredero del trono de
Inglaterra.
Pero
también me he encontrado con bastantes maestros bíblicos hoy que
han absorbido la enseñanza gnóstica, ya sea que lo sepan o no.
Algunos de ellos basan su enseñanza en la idea de que la materia es
una "ilusión", pensando que su perspectiva es espiritual.
No es espiritual, sino gnóstica, y no hace nada para honrar a Aquel
que creó la materia. Todo lo que Dios creó tiene valor, y Dios ama
todo lo que Él creó. Afirmar que es solo una ilusión le deshonra y
degrada.
Porque
ahora estamos viendo la aparición de los gnósticos, que dicen que
el Gnosticismo es el verdadero heredero del título "cristianismo",
y porque (por extraño que parezca) esos gnósticos incluso reclaman
a Juan como su santo patrón, es importante que comprendamos los
escritos de Juan y cómo luchó contra la enseñanza gnóstica.
La
declaración inicial de Juan en su Primera Carta deja en claro que se
trata de una cuestión de confraternidad.
El
propósito de la carta de Juan era hacer que los hombres se
arrepintieran de sus ideas griegas y gnósticas sobre el origen de la
materia, para que "también
tengan comunión con nosotros"
(1
Juan 1:3).
Si tales hombres escuchan la Palabra de Vida y son engendrados por
esa Palabra, se convierten en hijos de Dios.
Más
adelante en la carta de Juan, él hablará más sobre esto.
Etiquetas: Serie enseñanzas
Categoría: Enseñanzas
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Agradecemos cualquier comentario respetuoso y lo agradecemos aún más si no son anónimos. Los comentarios anónimos no serán respondidos.