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PRIMERA DE JUAN, Cap. 1 / 2, Dr. Stephen Jones


30 de diciembre de 2017



En la introducción a la Primera Carta de Juan, él dice en 1 Juan 1:1, "lo que hemos visto [horao, mirar fijamente] con nuestros ojos", usando la palabra horao, "mirar". Continúa diciendo también, "lo que hemos contemplado [thaomai, "examinar de cerca]". Juan estaba enfatizando el hecho de que él era realmente un testigo ocular de Jesucristo, no simplemente había visto un atisbo de Él en una multitud. Había pasado mucho tiempo con Jesús, mientras que Simón el Mago, el creador del Gnosticismo, no había pasado nada de tiempo con Él. Por lo tanto, Juan es un testigo creíble, no como de Simón el Mago.

Hay otro ángulo en esto también. El examen cara a cara de Juan a Jesús cambió su vida en la forma en que Pablo habló en 2 Corintios 3:18:

18 Pero todos nosotros, con la cara descubierta contemplando [katoptrezo, "reflejando"] como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, así como por la acción del Señor Espíritu.

En otras palabras, somos transformados a la imagen de Cristo por encuentros cara a cara con Él, de modo que finalmente nos convertimos en una imagen especular de Él, reflejando Su gloria. Más tarde, en 1 Juan 4:12, el apóstol define la gloria de Dios en términos de manifestar amor, que es el carácter de Dios manifestado en Jesucristo. Simón el Mago nunca había tenido esta experiencia. Había mirado demasiado tiempo a los filósofos griegos y a los dualistas persas y, por lo tanto, basó sus ideas en la sabiduría de este mundo y no en la sabiduría de Dios.

La redacción en 1 Juan 1:1 sugiere que para ser un verdadero testigo de la verdad, uno no solo debe examinar a Jesús de cerca, sino que además de esto, otros deben ver evidencia de que Su gloria se refleja en su testimonio. Si el testigo permanece sin cambiar, no es probable que haya tenido un encuentro genuino con Jesús, ni debería darse credibilidad a su testimonio.


La base de la fraternidad (compañerismo, comunión)
Aquellos que reflejan la gloria de Jesús tienen algo en común, y esto es evidencia de que esas personas son parte de la misma confraternidad. La verdadera fraternidad no se basa en la cultura, la etnicidad o una membresía común en una organización religiosa. Es fácil hacerse miembro de algo o someterse a un solo líder religioso. Pero Juan no dice nada de ser cambiado por examinar de cerca a un líder religioso (como él mismo). Juan no era el Cristo, sino solo un testigo de Cristo. Señaló, no a sí mismo, sino a Jesús, como lo hizo Juan el Bautista antes que él (Juan 1:20,29,30,34).

La palabra griega koinonia se traduce como "comunión o compañerismo". La palabra tiene que ver con comunicación, comunidad y comunión. Algunas denominaciones hoy restringen la comunión a los miembros de su organización religiosa, que llaman la iglesia. Al excluir a los creyentes genuinos que han tenido encuentros cara a cara con Jesús, muestran que basan su compañerismo en la membresía y sumisión a líderes denominacionales, más que en su relación con Jesucristo mismo.

Esencialmente, no entienden el significado de la palabra iglesia, ya que la equiparan con una organización terrenal en lugar de con "la asamblea general y la iglesia de los primogénitos que están inscritos en el cielo" (Hebreos 12:23). Además, la base de la comunión ha cambiado de la gracia a través de la fe en Cristo a la creencia en largos credos que requieren mucho más que la simple fe.

Juan, sin embargo, expone la verdad acerca de la comunión de la siguiente manera:

1. Las condiciones de la comunión (1 Juan 1)
2. La conducta de la comunión (1 Juan 2)
3. Las características de la comunión (1 Juan 3)
4. Precauciones sobre la comunión (1 Juan 4)
5. La causa de la comunión (1 Juan 5)


Siete razones para la carta de Juan
La primera razón declarada para la carta de Juan se da en 1 Juan 1:4, que dice:

4 Os escribimos estas cosas para que vuestro gozo se complete.

Como veremos más adelante, la segunda razón de Juan para escribir esta carta se encuentra en 1 Juan 2:1,

1 Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis

Una tercera razón se encuentra en 1 Juan 2:12,

12 Os escribo, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por amor de su nombre.

Una cuarta razón se encuentra en el siguiente versículo, 1 Juan 2:13,

13 Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis a Aquel que ha sido desde el principio.

Una quinta razón se encuentra en 1 Juan 2:21, donde nos enteramos de la preocupación de Juan por los engañadores.

21 No os he escrito porque no sepáis la verdad, sino porque la sabéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad.

La séptima y última razón de la carta de Juan se encuentra en 1 Juan 5:13,

13 Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.

Estas siete pueden organizarse según un quiasma o paralelismo hebreo:

A Que nuestra alegría se complete
   B Para que no pequéis
      C porque vuestros pecados han sido perdonados
         D Porque Le conocéis
      C Porque sabéis la verdad
   B Para contrarrestar a los engañadores
A Para que sepáis que tenéis vida eterna

En tales quiasmas hebreos, A y A, B y B, C y C, son paralelos. La característica de el del medio (en este caso, D) es el clímax, el punto más importante que se está presentando.

Por lo tanto, vemos la conexión entre nuestro regreso al gozo completo (A) y el conocimiento que tenemos de la vida eterna (A). Es imposible tener tal gozo sin la seguridad de que tenemos vida eterna. Cuando los líderes religiosos hacen de la voluntad ("obras") del hombre la base de la vida eterna, en lugar de la voluntad ("gracia") de Dios, no es posible tener esa seguridad, porque todas las obras del hombre no alcanzan la gloria de Dios.

Del mismo modo, hay una conexión entre no pecar (B) y no ser engañado (B). El engaño, especialmente el autoengaño, hace que los hombres pequen. De esto se trata el antinomianismo, la anarquía, que muchos en la Iglesia enseñan hoy.

También hay una conexión entre que nuestros pecados sean perdonados (C) y saber la verdad acerca de la sangre de Jesús (C). Solo la sangre de Jesús nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:7).


Todos estos propósitos distintos alcanzan su culminación al conocerle (D), que es el pensamiento central que Juan nos presenta.

Etiquetas: Serie Enseñanza 
Categoría: Enseñanzas

Dr. Stephen Jones

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