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Todo
aquel que es castrado, o su órgano masculino amputado, no entrará
en la asamblea de Yahweh [Kahal].
Bajo
el Antiguo Pacto, tal incapacidad física impedía a los hombres ser
parte de la Asamblea.
La asamblea o congregación, es la Kahal,
esta es la palabra hebrea que se traduce en el Nuevo Testamento por
la palabra griega ekklesia
“asamblea,
congregación o iglesia”.
Si
tomásemos esta ley, literalmente, o si Dios estuviera realmente tan
preocupado por el debilitamiento sexual, entonces podríamos insistir
en que tales hombres no pueden unirse a la Iglesia. De hecho, si los
hombres creen que la adhesión a la Iglesia es necesaria para la
salvación, pueden negar la salvación a todos los eunucos. Entonces,
¿cuál es la verdad acerca de esto?
Sentencia del Tribunal Supremo Celestial en Isaías
En
primer lugar, podemos conjeturar cómo los sacerdotes interpretaron
esta ley en los días de Isaías, el profeta escribe una palabra de
Dios bastante asombrosa para aclarar esta ley. Isaías
56:3-6,
3
No
hable el extranjero que se ha allegado a Yahweh diciendo: “Yahweh
ciertamente que me apartará de su pueblo”. Ni diga el eunuco:
“He aquí, yo soy un árbol seco”. 4 Porque así dice Yahweh, “a
los eunucos que guardan mis días de reposo, y escojan lo que yo
quiero, y se unan a mi pacto, 5 les daré en mi casa y en mis muros
un lugar, y un
nombre mejor que el de hijos e hijas;
y les daré un nombre eterno que no será cortado”.
Esto
debe ser considerado como un fallo del Tribunal Supremo Celestial
para aclarar la ley de Moisés. Los eunucos no podían reproducirse,
y por lo que se dijo de ellos que su nombre fue cortado; es decir, no
tendrían hijos para continuar con su familia o para heredar sus
bienes. Pero Isaías les honra con “un
nombre eterno que no será cortado”.
Esto parece una contradicción, pero hay que tener en cuenta que el
trabajo del profeta era interpretar y aplicar la Ley Divina según la
mente de Cristo.
Está
claro, entonces, que la Ley de Moisés estaba siendo mal interpretada
en el tiempo de Isaías. No se podía aplicarla literalmente, dice
Isaías. Entonces, ¿cómo debemos interpretarla? La clave está en
la declaración de Isaías en sí. La recompensa dada a un eunuco es
“un
nombre mejor
que el de hijos e hijas”.
¿Qué puede ser mejor ?
El
requisito para ser miembro de la “iglesia” en el Antiguo
Testamento era físico o carnal. La mayoría de las personas tenían
muy poca fe genuina en toda la historia de Israel, y sin embargo,
disfrutaron de membresía de la iglesia, siempre y cuando calificaran
físicamente y mantuvieran sus rituales. Nadie era “cortado
de entre su pueblo”
a menos que violara ciertas leyes de una manera tangible. Desde ese
punto de vista, la fe no era un requisito para ser miembro de la
iglesia. Sólo se requerían obras.
Por
supuesto, esto nunca fue la intención de Dios. Dios siempre ha
requerido la fe para ser miembro de la
“verdadera iglesia”, cuya lista de miembros es Libro de la Vida
del
Cordero
en
el Cielo
y no en la Tierra. Y así, un hombre castrado podría ser excluido de
la membresía de la iglesia en la Tierra, pero de ninguna manera
afecta esto a su situación en el Libro de la Vida del Cordero. Bajo
el Antiguo Pacto, un israelita castrado podría no tener hijos
físicos, pero aún podría estar entre los hijos de Dios, como Jesús
dijo en Juan
1:12,13,
12
Pero
a todos los que le recibieron, les dio potestad de ser hechos hijos
de Dios, a los que creen en su nombre, 13 que no son engendrados de
sangre (línea), ni de voluntad de carne, ni de la voluntad de varón,
sino de Dios.
Está
claro, entonces, que la propia capacidad de reproducir hijos no es
más que un tipo y sombra de la verdadera preocupación de que los
hijos de Dios han de reproducirse a la imagen de Cristo. Un eunuco
podría no tener hijos, pero tener la fe para dar a luz a “Cristo
en vosotros, la esperanza de gloria”
(Col.
1:27).
Isaías probablemente entendió esto, pero se vuelve muy claro bajo
la unción fresca de Pentecostés en el Nuevo Testamento.
El eunuco etíope
Uno
de los primero entre los ethnos
en
ser convertido a Cristo fue el eunuco etíope (Hechos
8:27).
Isaías había profetizado de él en Isaías
52:15,
el mismo pasaje que el eunuco estaba leyendo cuando Felipe fue
transportado de manera sobrenatural para explicarle la Palabra a él.
Hechos
8:32,33
dice que el eunuco estaba leyendo un pasaje de Isaías 53 sobre el
Siervo sufriente. Felipe le dijo que se trataba de una profecía
acerca de Jesucristo, que había sido el Cordero conducido a la
masacre.
Esa
sección se inició en Isaías
52:13.
Nuestras Biblias no dividen el capítulo en el lugar correcto. La
sección debe comenzar:
13
He
aquí que mi siervo será prosperado, será engrandecido y exaltado,
y será puesto muy en alto. 14
Así como se asombraron de ti muchos (de tal manera fue desfigurado
su aspecto que no parecía hombre, y su figura no era como la de los
hijos de los hombres), 15 así sorprenderá él a muchas naciones;
los reyes cerrarán ante él la boca, porque verán lo que nunca les
fue contado, y comprenderán lo que jamás habían oído.
Los
versículos 13 y 14 predicen el golpeo que Jesús recibió justo
antes de su crucifixión. Sin embargo, el versículo 15 dice también
que, como resultado, “Él
sorprenderá a muchas naciones”.
Esto comenzó con el Avivamiento Samaritano en Hechos 8, y también
con el eunuco etíope. Cuando el eunuco fue bautizado de acuerdo con
la Ley de Bautismos (Hebreos
6:2;
9:10-14),
cumplió Isaías
52:15,
lo que demuestra que Felipe le roció de acuerdo con la Ley en
Lev.14:7.
Del
mismo modo, tomen nota de que el eunuco necesitaba iluminación y
comprensión. Cuando Felipe le explicó las Escrituras al eunuco,
cumplió el versículo 15, que puede ser parafraseado leyéndose, “lo
que los maestros no les habían explicado, verán; y las
explicaciones que no habían oído antes, entenderán”.
¿Qué
fue exactamente lo que verían y entenderían? La respuesta se
encuentra anteriormente en el verso 13, “He
aquí, mi siervo será prosperado”.
El eunuco quería saber quién era el siervo. Nadie había sido capaz
de decirle la respuesta. Felipe le dijo que era Jesús, y él le
explicó los recientes acontecimientos de Su crucifixión,
resurrección y ascensión.
La
palabra hebrea para “siervo” que se utiliza aquí es ebed.
Tiene un valor numérico de 76, y la palabra se usa 800 veces en la
Escritura. El número 76
es el número bíblico de limpieza,
y por lo tanto está conectado a la idea del bautismo como un ritual
de limpieza. Los siervos de Dios son limpiados.
En
el Nuevo Testamento la palabra griega kurios
(“Señor”)
tiene un valor numérico de 800. Por lo tanto, oculto en las
matemáticas del texto en sí mismo está la clave para saber la
identidad de ese Siervo sufriente. Es el mismo Señor, que vino a la
Tierra y nació en Belén. Por lo tanto, un siervo de Dios se limpia
y se conoce a Jesucristo como el gran siervo.
Por
otra parte, Su nacimiento en el año 2 aC llegó 76 x 7 años después
del Edicto de Ciro en el 534 antes de Cristo, lo que permitió a los
judíos a regresar a su Tierra y reconstruir Jerusalén. Desde un
punto de vista profético, se tardaron 532 años (76 x 7) para
limpiar y preparar el camino para el nacimiento de Cristo después
que el gobierno de Judá había sido levantado de entre los muertos.
Escribí sobre esto al final del capítulo
8
en mi libro,Secretos
del Tiempo
(en castellano:
http://josemariaarmesto.blogspot.com.es/2015/10/libro-secretos-del-tiempo-traduccion.html).
El
eunuco etíope se destaca como uno entre las etnias
que
empezado a cumplir estas profecías de Isaías
52:15.
Sin embargo, también se convirtió en el beneficiario de las
profecías de Isaías
56:3-5,
porque su fe le llevó al lugar donde podría convertirse en uno de
los hijos de Dios, pues por la fe recibió un nombre que es mejor que
el de los hijos e hijas físicos.
Es
de interés señalar que
había sido un convertido al judaísmo hasta ese momento, a pesar de
que era un eunuco,
por
lo que incluso los líderes religiosos del templo sabían que no
debía a ser excluido de “la iglesia”. Tal vez creían que Deut.
23:1
aplicaba sólo a sacerdotes o al sumo sacerdote (Lev
21:20).
Aplicación del Nuevo Pacto
Como
creyentes del Nuevo Pacto en Cristo, ¿cómo consideraremos esta ley?
Vemos
estos requisitos físicos
como
tipos proféticos que revelan requisitos espirituales.
En este caso la
exigencia física habla de la idea de la
filiación.
Está ligada a la ley en Deut.
25:5-10,
que vamos a cubrir en detalle más adelante. En esa ley, si un hombre
muere sin hijos, su hermano mayor superviviente era llamado a
levantarle un hijo (el primogénito de la viuda) en el nombre de su
hermano muerto. Todos esos hijos eran sus hijos biológicos, pero
legalmente el primogénito pertenecería a su hermano muerto. Esta
ley constituye el telón de fondo para el libro de Rut.
Tal
era la práctica durante el Antiguo Pacto. Pero esa ley profetizaba
de algo más grande. Jesús
no se avergüenza de llamarnos hermanos (He.
2:11),
y murió sin hijos. Somos Sus hermanos, llamados a dar descendencia a
nuestro Hermano mayor, para que no pierda Su herencia en la Tierra.
La “semilla” que estamos levantando es santa para el Señor,
santificada, apartada para Él, porque ellos son los hijos de Dios.
Aunque somos los padres biológicos del Cristo cada uno de nosotros,
el “hijo de Dios” pertenece legalmente a Jesucristo, nuestro
hermano mayor.
Cuando
el Espíritu Santo descienda sobre nosotros (al igual que con María
en Mat.
1:18),
nos hacemos la madre, así como Dios es el Padre de “Cristo
en vosotros la esperanza de gloria”
(Col.
1:27).
Pablo habla de esto como un embarazo en Gal.
4:19,
anticipándose a la manifestación plena (nacimiento) de los hijos de
Dios.
Este
es el mensaje básico de la filiación
como se revela con mayor detalle en el Nuevo Testamento. La Ley de
Moisés, junto con los profetas, como Isaías, prefiguran esta verdad
de la filiación,
a pesar de que sus escritos es necesario aclararlos a través de la
inspiración dada en Pentecostés. Después de haber recibido el
Espíritu Santo, nuestros ojos están abiertos a las Leyes de la
Filiación, entre las que está Deut.
23:1.
Ahora
podemos ver que la intención de Dios era demostrar que si
un hombre no reproduce Cristo, no puede ser parte de la verdadera
Iglesia.
La verdadera Iglesia, o asamblea, se define en Heb.
12:22
y 23,
22
Pero
vosotros os habéis llegado al monte de Sión, a la ciudad del Dios
vivo, a la Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles, 23 a
la asamblea general e iglesia de los primogénitos que están
inscritos en los cielos, y a Dios, el juez de todos, y a los
espíritus de los justos hechos perfectos.
Si
estamos “inscritos
en los cielos”,
es porque el Espíritu de Dios ha engendrado a Cristo en nosotros, y
esa semilla santa está creciendo y madurando hasta el nacimiento
completo se lleva a cabo a través de la Fiesta de los Tabernáculos.
Somos engendrados
a través de la Pascua,
que madurados
o gestados
a través de Pentecostés,
y dados
a luz
a través de los Tabernáculos.
http://www.gods-kingdom-ministries.net/teachings/books/deuteronomy-the-second-law-speech-6/chapter-14-eunuchs-and-spiritual-sons/ |
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