“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios…. Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:1,14).
¿Cuánto de la Palabra se hizo carne? ¡Todo! “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Colosenses 2:9). Así que, ¿Cómo podemos vivir de toda palabra que sale de su boca? ¿Tomamos libreta y lápiz, anotamos cada mandamiento de Jesús, y luego nos disciplinarnos para abordar cada uno hasta que dominemos todos ellos? ¡Amado, incluso después de todos estos años de predicar, todavía no sé todos los mandamientos preciosos del Señor!
Como yo lo veo, hay sólo una manera de agradar al Señor: Presenta tu cuerpo a Él, es decir, sal del camino y deja que Jesús viva Su vida en ti. Pablo dijo: “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20). No se refería a una vida espiritual mística que se vive dentro de los confines de la mente. ¡No! Pablo continúa en el mismo versículo: “lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios.”
Dios nos está guiando a esa buena tierra llena de leche, miel, aceite y vino: las bendiciones espirituales en Cristo para las que Dios nos ha estado preparando. Cuando tengamos un cuerpo totalmente muerto, crucificado, humillado y dependiente, Cristo lo posee y vive Su vida en nosotros y a través de nosotros. Dios no trabaja a través de la carne, ¡ni siquiera “buena” carne! ¡Trabaja sólo a través de su Hijo Jesús!
Pablo era un “buen” hombre, santo, impecable y que guardaba los mandamientos de Dios. Pero a esa “bondad” Pablo tuvo que morir diariamente, para que así Cristo pudiera hacer Su obra y vivir su vida en él. Para Pablo la clave era: “No yo, sino Cristo”, un diario quitarse a Pablo y vestirse de Cristo. Sin embargo, muchos de nosotros no queremos vivir a Jesús, sólo queremos vestirnos de Él cuando es conveniente, ¡ponerlo y sacarlo como un traje de vestir!
Vivir a Cristo no es complicado. En primer lugar, debes desear Su vida con todas tus fuerzas. Luego debes salir del camino y rendir todo a Él, confiando en que Él te posea por completo. Por último, debes creer que cuanto más te vacíes de ti mismo, ¡tanto más te llenará de Él!
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