La Verdad Tiene Dos Alas
La verdad es como los pájaros; no puede volar con una sola ala. Y sin embargo nosotros estamos tratando de levantar vuelo moviendo furiosamente una sola ala y manteniendo la otra fuera de la vista.
Creo que fue el doctor G. Campbell Morgan quien dijo que la verdad completa no descansa solamente en un "así está escrito", sino en un "así está escrito y así también está escrito". El segundo texto debe ser puesto al lado del primero para hallar el balance entre los dos y encontrar la simetría de la verdad, de la misma manera que el pájaro debe mover sus dos alas a compás, para poder levantar y seguir vuelo.
Mucho de las divisiones doctrinales entre las iglesias se debe al hecho de esa necia y terca obcecación que tienen algunos de ver solo un lado de la verdad. Los que así hacen se aferran a su texto favorito, y se niegan tercamente a reconocer la validez que tiene el otro. Este error ya es un mal entre las iglesias, pero se puede tomar en tragedia cuando entra en el corazón de los creyentes individuales y afecta su vida devocional.
La falta de balance en la vida cristiana se debe a excesivo énfasis en algunos textos favoritos, con un correspondiente muy poco énfasis en los otros textos que los balancean. Porque no solo la negación plena anula una verdad; el darle relativamente poco énfasis a la larga hará igual daño. Y esto nos pone a nosotros en la extraña posición de mantener una verdad teóricamente mientras la desdeñamos en la práctica. Dejar sin uso una verdad es lo mismo que dejar sin uso un músculo: no sirve.
Hay veces en que nuestra dogmática insistencia en decir "así está escrito", y nuestra negación de oír "pero también está escrito así" nos convierte en herejes, siendo nuestra herejía una de esas que no despierta oposición entre los teólogos. Un ejemplo de esto es la enseñanza que corre por ahí y que tiene que ver con la confesión de pecados. Dice esta enseñanza que Cristo murió por nuestros pecados, no solo por los que hemos cometido sino por los que cometeremos en el resto de nuestra vida. Cuando aceptamos a Cristo recibimos el beneficio de todo lo que hizo por nosotros en Su muerte y resurrección. En Cristo todos nuestros pecados presentes han sido perdonados de antemano. Por lo tanto no es necesaria la confesión de ellos. En Cristo ya están todos perdonados.
Por supuesto, esto está completamente equivocado. Y la cosa es peor porque es medio verdad. Es cierto que Cristo murió por todos nuestros pecados, pero no es cierto que porque Cristo murió por todos nuestros pecados nosotros no debemos confesar que hemos pecado, cuando lo hemos hecho. Esta conclusión no se sigue de la premisa anterior.
Está escrito que Cristo murió por nuestros pecados, pero también está escrito que "si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados" (1 Juan 1:9). Estos dos textos están escritos con respecto a la misma compañía de personas, es decir los cristianos. ¡No debemos forzar al primer texto a invalidar el segundo! Ambos son ciertos, y uno complementa el otro. El significado de ellos es que siendo que Cristo murió por nuestros pecados, si los confesamos, seremos perdonados de ellos. Enseñar de otra manera es pretender volar con una sola ala.
Otro ejemplo: hay quienes dicen que es malo orar dos veces por la misma cosa. La razón que dan es que si hemos orado con verdadera fe, entonces hemos recibido la respuesta con un solo pedido. Orar por segunda vez seria dudar de Dios o de nuestra fe; pero, no debe haber segunda oración.
En esta enseñanza hay tres cosas malas. Una es que ignora una cantidad de pasajes bíblicos; la segunda es que rara vez funciona en la práctica, aun para las almas más santas; y la tercera es que, si persiste, le roba al hombre de oración dos de sus armas más poderosas en su lucha contra el demonio y la carne: la intercesión y la petición.
Se puede decir con toda seguridad que el verdadero intercesor nunca es un hombre de una sola oración, ni nunca el intercesor victorioso gana su victoria con la primera y única oración. Si David hubiera sido partidario de esta enseñanza de la sola oración hubiera reducido sus salmos a un tercio de los que escribió. Elías no hubiera orado siete veces por lluvia (e, incidentalmente, tampoco hubiera habido lluvia); nuestro Señor no hubiera orado tres veces "diciendo las mismas palabras"; ni Pablo hubiera "rogado al Señor tres veces" para que se le quitara la espina de la carne. De hecho, si esta enseñanza fuera cierta, mucho de la Biblia tendría que ser 'reescrito, porque la Biblia habla mucho acerca de la oración constante, continua y persistente.
Una cosa que yace oculta en esta enseñanza mencionada es un inconsciente orgullo espiritual. El cristiano que rehúsa confesar sus pecados sobre la base de que ya están perdonados, se está colocando a sí mismo por encima del profeta y salmista, y de todos los santos que nos han dejado un testimonio sincero de sí, desde el apóstol Pablo hasta nuestros días. Ellos no escondieron sus pecados detrás de un silogismo, sino que los confesaron pública, sincera y claramente. Quizá sea por ello que estos hombres fueron grandes almas, y los que traen esta enseñanza son almas muy pequeñas.
Y no es necesario mas que contemplar la presumida sonrisa de superioridad del cristiano de la una-oración-y-no-más para darse cuenta que hay una enorme cantidad de orgullo detrás de ella. Mientras algunos cristianos agonizan en oración, luchando con Dios, ellos se sientan en humilde orgullo esperando la respuesta. Ellos no necesitan orar mucho; para ellos una sola oración basta. El diablo no tiene ningún temor de tales cristianos. Ya les ha ganado la batalla, y su técnica ha sido una falsa lógica.
Usemos ambas alas. Así iremos siempre adelante.
A.W. Tozer
Por gentileza de Pilar Medrano
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