Fecha de publicación: 03/12/2024
Tiempo estimado de lectura: 7 - 9 minutos
Autor: Dr. Stephen E. Jones
https://godskingdom.org/blog/2024/12/the-filet-mignon-of-the-word-part-15-the-laws-of-devotion/
Las Leyes de la Dedicación (consagración, devoción, devoto) tienen su raíz en la propiedad de Dios, porque aquello que se le dedica se convierte en su propiedad por Ley.
En un sentido general, todo lo que Dios creó le pertenece por derecho de Creación. Este derecho sustenta su soberanía. Sin embargo, después de crear todas las cosas, delegó autoridad a Adán y le un dio trabajo que hacer. Al hombre se le dio autoridad en la medida del trabajo que pusiera en cualquier proyecto. Así que Dios es dueño de lo que Él creó con trabajo, pero el hombre también es dueño de su propio trabajo, cuando toma lo que Dios creó y lo transforma en algo útil para él. Dios crea; el hombre le da forma.
Hay ocasiones en que el hombre puede desear darle a Dios algo que está bajo su autoridad. En tal caso, el hombre no tiene el deber legal de dárselo a Dios; es un acto voluntario de amor, que a menudo se hace para expresar agradecimiento por lo que Dios ha hecho por él. No se trata de un diezmo ni una ofrenda de primicias, ni rebuscos, porque esas cosas Dios ya las ha reclamado, y es deber del hombre respetar el derecho de propiedad de Dios.
Lo que le da a Dios voluntariamente se hace según las Leyes de la Dedicación. La palabra hebrea es cherem. La Ley básica de la dedicación se encuentra en Levítico 27: 28:
28 Sin embargo, todo lo que un hombre dedica [cherem, “consagra”] al Señor de todo lo que tiene, de hombres o animales o de los campos de su propiedad, no se venderá ni se rescatará. Todo lo consagrado [cherem] a anatema (destrucción) es santísimo para el Señor.
Cuando la tierra era “consagrada” a Dios, caía en una categoría especial de tierra en la que el donante no tenía derecho a redención, ni tampoco se le devolvería la tierra en el año del Jubileo. En mi opinión, cuando se complete la Edad final y todas las cosas estén bajo la administración de Jesucristo (1ª Cor. 15: 28), toda la Creación será consagrada a Dios. La autoridad de los hombres se desvanecerá en la insignificancia y la irrelevancia, porque actuarán plenamente como administradores de la propiedad de Dios.
Por supuesto, esta mayordomía en sí se llevará a cabo mediante la autoridad que Dios les dio, como estaba previsto cuando Dios delegó la autoridad en Génesis 1: 26. Sin embargo, como ya no habrá ningún abuso de autoridad y todos conocerán la voluntad de Dios, Dios no necesitará ordenar a los hombres que hagan lo que es correcto, porque la Ley (naturaleza) de Dios estará escrita en cada corazón. Esa es la promesa del Nuevo Pacto (Hebreos 8: 10, 11).
La Ley habla principalmente de tierras o ciudades (como Jericó) que pueden ser dedicadas a Dios, pero debido a que estamos hechos del polvo de la tierra (Génesis 2: 7), la misma Ley se aplica a nosotros. Pero en nuestro estado actual (desde el pecado de Adán), la mente carnal está en enemistad con Dios y, por lo tanto, se resiste a ser entregada a Dios y colocada bajo la autoridad divina. Por lo tanto, la Ley de la Dedicación requiere la muerte de la mente carnal, y cuando estamos verdaderamente dedicados a Dios, Él obra en nosotros para matar la carne.
Solamente muriendo con Él resucitaremos a una nueva vida (Rom. 6: 4). De hecho, ésta es la diferencia entre el creyente promedio y aquel que ha sido dedicado a Él. Aquellos que son devotos de Él parecen ser las personas más maltratadas de todas. Este maltrato se basa en el modelo de Jesucristo mismo, pues Jesús dijo a sus discípulos en Juan 15: 18, 19:
18 Si el mundo os odia, sabed que a Mí me ha odiado antes que a vosotros. 19 Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo… por eso el mundo os odia.
Lo que se dedica a Dios ya no pertenece a este mundo. Se ha producido una transferencia de propiedad para darnos la misma relación de amor que Jesús tenía con su Padre. Los que se dedican a Dios son los que “permanecen” en Él [los que obedecen y permanecen en obediencia] (Juan 15: 4).
Levítico 27: 28 nos dice que lo consagrado “no se venderá ni se rescatará”. En otras palabras, Dios lo posee de manera permanente. Así lo dice Jesús en Juan 10: 28, 29:
28 Y yo les daré vida eterna [aionian, vida durante la Edad del Reino], y no perecerán para siempre, ni nadie las arrebatará de mi mano. 29 Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
Éstos son los que fueron colocados bajo la propiedad directa de Dios, bajo su protección y autoridad. Así fue como Jesús aplicó la Ley de la Dedicación bajo el Nuevo Pacto, porque ninguna cosa consagrada, una vez entregada a Dios, podía ser “vendida o redimida” de la propiedad de Dios. Ese es el significado subyacente de la dedicación, tal como se usa el término en las Escrituras. En otras palabras, no están a la venta a ningún precio.
Cuando Josué conquistó Jericó, recibió instrucciones del Señor en Josué 6: 17-19:
17 La ciudad quedará bajo anatema [cherem, “consagrada”]; ella y todo lo que hay en ella pertenece al Señor… 18 Pero en cuanto a vosotros, solamente guardaos de las cosas bajo anatema [cherem], para que no las codiciéis y toméis algunas de las cosas bajo anatema [cherem], y hagáis anatema [cherem] el campamento de Israel y causéis problemas sobre él. 19 Pero toda la plata y el oro y los utensilios de bronce y de hierro son santos al Señor; entrarán en el tesoro del Señor.
Tomar lo que ha sido consagrado a Dios conlleva una devoción inversa, traducida aquí como “maldita”. Más adelante leemos cómo Acán tomó para sí algo de oro y plata y [un manto babilónico], y como resultado, él mismo fue proscrito (consagrado) y sufrió el mismo destino que la ciudad misma. Una devoción inversa implicaba destrucción bajo la maldición de Dios.
Bajo el Nuevo Pacto, cuando las cosas carnales son consagradas a Dios, Él destruye la carne que hay en ellas para consagrarlas como un vaso útil en la casa de Dios. La devoción es un proceso de muerte y resurrección por el cual Dios juzga y corrige al pecador para recuperar su propiedad. De esta manera, al final nada se pierde. Es el proceso global por el cual la humanidad será redimida.
Cuando Adán pecó, quedó bajo la maldición (juicio) de la Ley, entre las cuales estaba la Ley de la Devoción. Dios era dueño de Adán por derecho de Creación, pero al pecar, Adán esencialmente robó lo que Dios poseía y lo puso bajo su propio control. Así que se volvió mortal (quedó sujeto a una muerte lenta). Pero este no fue el final de la historia, sino sólo el comienzo. La historia termina con la resurrección, gracias a la Ley del Jubileo, donde se restauran todas las herencias, incluso la herencia de Dios.
La instrucción sobre Jericó nos da otro nivel de significado, ya que especifica el oro, la plata, el bronce y el hierro que pertenecen a Dios por derecho de Creación. Así, Hageo 2: 8 dice:
8 Mía es la plata y mío es el oro, dice Yahweh de los ejércitos.
También descubrimos en Daniel 2: 32, 33 que la sucesión babilónica de imperios (carnales) se equiparaba a los metales:
32 La cabeza de aquella estatua era de oro fino, su pecho y sus brazos de plata, su vientre y sus muslos de bronce, 33 sus piernas de hierro…
Por lo tanto, cuando nos involucramos en la guerra espiritual contra el Sistema de Misterio Babilonia en la década de 1990, tomamos nota de que los bienes debían ir al tesoro del Señor. Estos bienes estaban dedicados a Dios en la obra de edificar su Reino. En conjunto, estos metales también representan a los pueblos de Babilonia, Persia, Grecia y Roma, como se profetizó en Daniel 7.
La lección de Acán es muy relevante aquí, pues enterró el oro y la plata en la tierra debajo de su tienda (Josué 7: 21), como si quisiera decirle a Dios: “No puedes tener a esta gente, porque merecen morir y nunca más vivir”. Desafortunadamente, muchos cristianos han sido engañados y han adoptado la doctrina de Acán, según la cual Dios pierde la mayor parte de lo que Él crea y posee. Esto demuestra la importancia de comprender la Restauración de Todas las Cosas.
Babilonia, al igual que Jericó, es una ciudad consagrada a Dios. La ciudad, como institución, es un sistema de gobierno humano basado en las leyes (tradiciones) de los hombres. Esto está destinado a ser destruido, para que el pueblo de Babilonia pueda entrar en el tesoro del Señor. Por lo tanto, las Leyes de la Devoción deben considerarse no sólo en su aspecto destructivo, sino también en su aspecto constructivo, en la salvación del mundo por medio de la muerte y resurrección de Cristo. 1ª Juan 2: 1, 2 dice:
1 … Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo; 2 y Él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.
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