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(FFI) SU LLAMAMIENTO CELESTIAL, Dr. Stephen Jones





NÚMERO 413                                          3 ENERO 2023

Su llamaiento celestial


Hebreos 3: 1 dice,
1 Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad a Jesús, el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra confesión.
¿Quiénes son estos “participantes de un llamamiento celestial”? El contexto muestra que ellos son los hijos de Dios, los que son parte de su Casa. El autor nos dice que Cristo es “considerado digno de mayor gloria que Moisés” (Heb. 3: 3). Aunque “Moisés fue fiel en toda su casa como siervo” (Heb. 3: 5), “Cristo fue fiel como un Hijo sobre su casa” (Heb. 3: 6).


Moisés y Cristo

Moisés fue un gran hombre, pero fue un siervo, mientras que Cristo vino como el Hijo de Dios. Israel fue redimido de Egipto como el cuerpo de Moisés; hemos sido redimidos del poder del pecado como el cuerpo de Cristo. Moisés fue un tipo de Cristo; Jesús era el Cristo.

Por eso, así como Cristo tuvo un llamamiento celestial, así también nosotros somos “participantes de un llamamiento celestial”. Rom. 8: 17,
17 y si hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo, si en verdad sufrimos con él para que también seamos glorificados con él.
Participar de su llamado incluye compartir sus sufrimientos, ya que estamos llamados a ser "crucificados con Cristo" (Gal. 2: 20) para compartir también su gloria. Profundizando, esto significa que nuestro "viejo yo" (identidad carnal) debe ser "crucificado con Él" (Rom. 6: 6) para que nuestro "nuevo yo" pueda resucitar de entre los muertos como una nueva creación con un nuevo Padre (Nota del traductor: la Biblia no dice que debe ser crucificado, sino que ya fue crucificado; sin embargo esa crucifixión objetiva debemos apropiarnosla de manera subjetiva en nuestra experiencia. Así lo dice S. Jones más abajo: "El requisito es considerar que el viejo yo está muerto").

Dios tiene muchos siervos, pero muchos menos hijos. Aquellos que son creyentes del Viejo Pacto, incluso si alcanzan la gloria dada al propio Moisés, son solo siervos de Dios. Sin embargo, incluso el menor de los hijos es mayor que Moisés, porque forma parte del Cuerpo y de la Familia de Cristo, el Hijo de Dios.

Entonces, ¿cómo mejoramos nuestra relación con Dios para pasar de ser siervo a ser hijo y miembro de la familia?


El Santo Llamado

Pablo nos dice en 2ª Tim. 1:8-9,
8 … únete a mí en las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios, 9 quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús desde toda la eternidad.
No necesitamos ser crucificados físicamente, ni siquiera morir físicamente, para obtener este “llamamiento santo”. Jesús ya hizo esto por nosotros. Incluso los siervos pueden ser crucificados sin ser hijos de Dios. Pablo nunca le pidió a nadie que fuera a la cruz. El requisito es considerar que el viejo yo está muerto. Este es un acto legal que se registra en la Corte Divina, de que ya no pretendemos ser hijos de Adán o Israel sino hijos del mismo Dios.

Como los sacerdotes aarónicos de la antigüedad, entonces somos apartados, o separados, o santificados, teniendo un llamamiento que es distinto del resto del pueblo (israelitas). Un llamamiento santo significa que algunos son apartados para hacer una obra específica que a otros no se les permite hacer.

Recuerde que el rey Saúl hizo el sacrificio él mismo cuando no estaba llamado ni calificado para hacerlo (1ª Sam. 13: 8-9). Cuando Samuel mismo apareció (llegando tarde), le dijo a Saúl en 1º Sam. 13: 13-4,
13 Neciamente has obrado; no has guardado el mandamiento de Yahweh tu Dios, que él te mandó; porque ahora Yahweh hubiera establecido tu reino sobre Israel para siempre [olam, “indefinidamente”]. 14 Pero ahora vuestro reino no durará . El Señor se ha buscado un hombre conforme a su corazón...
Saúl no fue llamado para hacer el sacrificio. Su desobediencia lo descalificó incluso para tener una dinastía duradera. Así también, los obispos romanos, que afirmaban ser los sumos sacerdotes y los gobernantes del mundo, estaban descalificados para tener una dinastía duradera, por así decirlo.

Los “Saúl-es” del mundo serán reemplazados por los “David-es” que representan a los Vencedores que son los que tienen este llamado santo. En términos más generales, los hijos del Nuevo Pacto reemplazarán a los siervos del Antiguo Pacto que no han crucificado el antiguo yo adámico y no han podido cambiar su identidad al nuevo yo.

Tenga en cuenta que en 2ª Tim. 1: 9 (citado anteriormente) que Dios “nos llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y su gracia”. En otras palabras, es un llamado del Nuevo Pacto que se basa en la voluntad de Dios y no en la voluntad (y obras) de los hombres.

No somos engendrados por “la voluntad del hombre”, sino por la voluntad de Dios (Juan 1: 13). La voluntad de Dios lo inicia; nuestra voluntad simplemente responde a su voluntad. La respuesta es evidencia de que Dios ha hablado la Palabra y que alguien la ha escuchado. Si alguien afirma ser engendrado por Dios como uno de sus hijos, que examine el fundamento de esa afirmación para ver quién inició ese engendramiento.


Gracia soberana

Muchos definen la gracia en términos de Dios ayudando a nuestra carne a cumplir su voto del Antiguo Pacto. Esa definición pasa por alto el punto principal de la gracia en sí misma al vincularla con el voto del Antiguo Pacto de uno. Dios es, por lo tanto, un ayudante más que un Originador. El Antiguo Pacto es el voto del hombre a Dios; el Nuevo Pacto es el voto de Dios al hombre. Pero el Nuevo Pacto no es la promesa de Dios para ayudar a nuestra carne a tomar las decisiones correctas. Es la promesa de Dios hacer que suceda, para asegurar que seremos salvos antes del fin de los tiempos. Él toma la responsabilidad de nosotros.

La gracia es un acto soberano de Dios (Rom. 11: 6). Cualquier otra cosa es obra del hombre por su propia voluntad. Las obras del hombre tienen su lugar, pero no hasta que Dios haya hecho su obra de gracia. Así que el Remanente de Gracia es un grupo descrito en Rom. 11: 4,
4 … Me he reservado siete mil hombres que no han doblado la rodilla ante Baal.
Este Remanente de Gracia fue “guardado” por Dios. La redacción no nos dice que decidieron ser parte del Remanente de Gracia sino que Dios los escogió y los mantuvo como el Remanente.

Ahora muchos podrían estar asustados o confundidos por esto. Si Dios es el que elige, ¿cómo podemos saber realmente si somos o no parte de ese Remanente? ¿Dónde está la confirmación de nuestro estado? ¿Cómo podemos saber nuestro estado? No pretendo poner en duda su condición de hijo, sino confirmarlo de la misma manera que lo hizo Pablo con los creyentes en Corinto. Leemos en 1ª Cor. 1: 2-3,
2 a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados [hagiazo] en Cristo Jesús, llamados a ser santos [kletos, “por invitación”] con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro: 3 Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Aunque estos “llamados a der santos” necesitaban alguna corrección—que era el propósito de la carta de Pablo—su estatus no estaba en duda. Entendieron que eran creyentes del Nuevo Pacto por invitación (kletos), lo cual era un acto de Dios. Por lo tanto, fueron “santificados” (hagiazo) y apartados (hechos santos) y consagrados a una vocación particular.

De la misma manera, escribo esta FFI como una carta para usted, no para poner en duda su llamado, sino para que pueda reconocer que cree en el evangelio del Nuevo Pacto que he estado enseñando. Este evangelio es la “buena nueva” que ha adoptado y creído. La Palabra de Dios es la semilla inmortal e incorruptible, que lo ha impregnado por los oídos, engendrando en usted una nueva creación.

1ª Pedro 1: 23-25 ​​dice (modificando la NASB),
23 porque no sois engendrados de semilla corruptible, sino de incorruptible, es decir, por la palabra viva y duradera de Dios. 24 Porque: “Toda carne es como hierba, y todo su esplendor como flor de hierba. La hierba se seca y la flor se cae, 25 pero la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que os ha sido predicada.
La semilla carnal de nuestros padres solo puede producir carne perecedera que, como la hierba y las flores, es mortal y temporal. Sin embargo, cuando la “semilla” es la palabra del Señor, “permanece para siempre”, porque engendra hijos inmortales que son incorruptibles.

Ese nuevo hijo es inmortal, y cuando reclamamos ser ese hijo inmortal e incorruptible, nos despojamos de nuestra identidad carnal como hijos de nuestros antepasados, ​​para obtener una herencia más gloriosa en la familia de Dios.

Saber que su salvación no depende de su propia voluntad o de sus propias obras o de sus propias promesas a Dios, debería ser de gran consuelo para aquellos que se preocupan de que sus imperfecciones se interpongan en el camino de su salvación.

Creo que es seguro decir que Elías era parte del Remanente. Es poco probable que Dios lo hubiera excluido de los 7.000 de su día. Sin embargo, Santiago 5: 17 nos dice que “Elías era un hombre de naturaleza semejante a la nuestra”. De hecho, al final, Elías huyó de Jezabel (1ª Reyes 19: 3), terminando virtualmente su ministerio en la Tierra.

Fue mientras Elías estaba sentado en la cueva del Monte Sinaí que Dios le reveló la existencia del Remanente de Gracia (1º Reyes 19: 18). ¿Su desánimo o su queja lo descalificaron? No lo creo.

Juan el Bautista vino “en el espíritu y el poder de Elías” (Lucas 1: 17). Él también expresó algunas dudas en Lucas 7: 19,
19 Juan llamó a dos de sus discípulos y los envió al Señor, diciendo: "¿Eres tú el esperado, o buscamos a otro?"
Jesús no lo condenó ni lo castigó, pero les dijo a los discípulos de Juan que “hagan saber a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres que se les predique el evangelio” (Lucas 7: 22).

Jesús le dijo a la gente que Juan era “más que un profeta” y que “no hay nadie más grande que Juan” (Lucas 7: 28).

Somos del mismo Remanente, no porque seamos perfectos, sino porque hemos sido engendrados de lo Alto mediante la semilla de la Palabra, el evangelio en el que hemos creído. Dios ha abierto nuestros oídos para escuchar y creer el Nuevo Pacto que Cristo ha hecho por su propia promesa, juramento o voto.


Dos identidades en conflicto

Aquellos que son honestos seguramente reconocerán que nuestro antiguo yo continuamente está destituido de la gloria de Dios. Aunque esto es una preocupación para nosotros, no es un factor en nuestra salvación o en nuestro estatus como hijos de Dios. ¿Por qué? Porque el viejo yo que peca ya no es el verdadero yo. Por lo tanto, Pablo escribe en Rom. 7:16-17,
16 Pero si yo [el viejo hombre] hago precisamente lo que yo [el nuevo hombre] no quiero hacer, estoy de acuerdo con la ley, y confieso que la ley es buena. 17 Ahora pues, ya no soy yo [el nuevo yo] el que lo hace, sino el pecado que mora en mí.
Pablo habla de los dos "yoes" en Rom. 7: 14-25, pero pocos parecen comprender lo que Pablo está diciendo. Esencialmente, dice que solías ser solo un "yo", con una identidad, es decir, un asiento de conciencia que es "usted". Pero luego escuchó la Palabra de Dios y recibió su simiente por la cual fue engendrada una nueva criatura.

A partir de ese momento, tuvo una crisis de identidad hasta que decidió cual de los “yoes” era su verdadero yo. Ya no era el viejo hombre, que se consideraba muerto y sepultado por el bautismo. Cambió tu identidad al nuevo yo que tiene un Padre diferente.

Entonces, dice Pablo, cuando observa a su viejo yo pecando, puede decir (con Pablo), “ya ​​no soy yo el que lo hace”. Esto no significa que debamos permitir que el viejo hombre “continúe en el pecado para que la gracia abunde” (Rom. 6: 1). La Ley fue hecha “para los inicuos y rebeldes, para los impíos y pecadores”, lo que describe perfectamente el viejo yo que traza su genealogía hasta el primer pecador: Adán.

El propósito de la Ley es refrenar a los pecadores. El viejo yo no está de acuerdo con la Ley y trata de apartarla, para que ya no tenga ninguna restricción. Pablo, en cambio, dice de su nuevo yo: “Estoy de acuerdo con la ley, confesando que la ley es buena” (Rom. 7: 16).

Cualquiera que afirme que la Ley es mala o que debe ser abolida está hablando como el viejo hombre, no como el nuevo hombre. Por lo tanto, Pablo escribe en Rom. 7: 22,
22 Porque con gozo concuerdo con la ley de Dios en el hombre interior [es decir, el nuevo yo].
Concluye en Rom. 7: 25,
25 … Así que, por un lado, yo mismo con mi mente [espiritual] sirvo a la ley de Dios, pero por otro lado, con mi carne [la mente carnal del antiguo yo] la ley del pecado [es decir, la anarquía].
El viejo yo no está de acuerdo con la Ley de Dios, porque recibe órdenes del Rey Pecado. El viejo yo está de acuerdo con la Ley del Pecado, que afirma que el pecado es bueno. Pero el nuevo yo no está de acuerdo y se pone del lado de la Ley de Dios, diciéndole al viejo yo que ha hecho mal cuando peca.

Este es el conflicto principal que acosa a todos los verdaderos creyentes. Por esta razón, es vital que sepamos quiénes somos en Cristo. Al identificarnos con Él en su muerte y resurrección, cambiamos nuestra identidad al “yo” recién engendrado en Cristo y, por lo tanto, también nos identificamos con Él en su justicia.

Nuestro llamado celestial, entonces, es vivir nuestras vidas de acuerdo con este nuevo yo, que es un hijo de Dios. Hay muchas opiniones diferentes que se enseñan en los círculos cristianos. Algunos dicen que tienes que hablar una fórmula particular o usar ciertas palabras o hacer esto o aquello para ser un verdadero creyente. He estudiado todas sus afirmaciones, todas las cuales tienen al menos una pizca de verdad. Sin embargo, he encontrado que realmente se trata de un cambio de identidad, que Pablo discute en Romanos 7.


El Testigo de la Gematría

Anteriormente, cité 2ª Tim. 1: 9 donde Pablo dice que Dios “nos llamó con llamamiento santo”. Hasta ahora, nos hemos centrado en el hecho de que Dios es quien nos ha llamado. No nos llamamos a nosotros mismos; simplemente respondimos a ese llamado por fe, creyendo (junto con Abraham) que Él es capaz de cumplir sus promesas.

La guematría (o valor numérico) de la frase klesei hagia, “llamamiento santo” es 288. Esto es, por supuesto, 2 x 144, que lo conecta con “los elegidos” o “escogidos” (Rom. 11: 7).

Tanto el 144 como el 288 son números bíblicos muy importantes, integrados en el texto mismo del Antiguo Testamento hebreo y del Nuevo Testamento griego.

En Génesis 1: 2, “el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”. Este es el primer movimiento registrado del Espíritu. La palabra hebrea traducida como “movía” es rachaph, que tiene una guematria de 288. Por lo tanto, nuestro “llamamiento santo” (288) es posible gracias a un movimiento (288) del Espíritu y una doble unción sobre aquellos que son escogidos (2x144).

En Apocalipsis 21: 9, un ángel le mostró a Juan “la novia, la esposa del Cordero”. Esta frase tiene una gematría de 2880 (10 x 288). La Novia de Cristo tiene un llamamiento santo, porque en el matrimonio una esposa es apartada de todos los demás para disfrutar de una posición que nadie más puede ocupar.

Los beneficios de su llamamiento santo incluyen “el gozo de tu Señor” (Mat. 25: 21 KJV), que también tiene una guematría de 2880. Pablo escribió a la Iglesia de Tesalónica en 1ª Tesalonicenses. 2: 19-20,
19 Porque ¿quién es nuestra esperanza, nuestro gozo, nuestra corona de júbilo? ¿No eres tú también, en la presencia de nuestro Señor Jesús en su venida? 20 porque tú eres nuestra gloria y gozo.
Esto describe a una Iglesia gozosa que está segura, sabiendo que ella fue escogida y llamada como coheredera de su herencia para ejercer autoridad hasta que todas las cosas hayan sido puestas bajo sus pies.

Una de las mejores ilustraciones de este llamamiento santo como “la novia, la esposa del Cordero”, está en la historia de Rebeca, quien estuvo dispuesta a ir con Eliezer a una tierra extranjera para casarse con Isaac, un hombre que ella nunca conoció. Isaac era un tipo de Cristo, y en esta historia, Eliezer era un tipo del Espíritu Santo que fue enviado para preparar una Novia para Cristo.

Eliezer es la forma hebrea del nombre griego Lázaro, que tiene una gematría de 144. Eli significa “mi Dios” y ezer significa “el que ayuda”. Su nombre significa “Mi Dios ayuda”.

Así que Jesús dijo en Juan 14: 26 (NASB),
26 Pero el Ayudador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que os he dicho.
Juan 14: 26 KJV dice "Consolador", en lugar de Ayidador. Sin embargo, de cualquier manera, la palabra describe al Espíritu Santo, así como el papel de Eliezer en encontrar una novia para Isaac. Sin duda, Eliezer le enseñó a Rebeca “todas las cosas” acerca de Isaac en el viaje a casa.

Eliezer no estaba seguro de que el elegido de Dios estaría dispuesto a seguirlo de regreso a la tierra de Canaán (Gén. 24: 5), pero Abraham le dijo que un ángel iría delante de él para preparar el camino (Gén. 24: 7).

Cuando Eliezer llegó a Harán, oró para que la mujer adecuada respondiera a su pedido de agua, ¡y también le diera agua a sus 10 camellos para beber! (Gén. 24: 14). Leemos que Rebeca respondió en consecuencia (Gén. 24: 18-20).

Luego leemos en Génesis 24: 22,
22 Cuando los camellos terminaron de beber, el hombre tomó un anillo de oro que pesaba medio siclo y dos brazaletes para sus muñecas que pesaban diez siclos de oro.
Éstos se los dio a Rebeca incluso antes de preguntarle su nombre y familia. El punto, sin embargo, es que Eliezer le dio “dos brazaletes para sus muñecas”. La palabra hebrea traducida “brazaletes” es de tsamid, que tiene una gematría de 144. Él le dio dos (2 x 144 = 288).

Al regresar a Canaán, Isaac “tomó a Rebeca, y ella fue su mujer, y la amó; así fue consolado Isaac después de la muerte de su madre” (Gén. 24: 67). Esta hermosa historia de matrimonio muestra cómo Cristo encontró una Novia a través de la obra del Espíritu Santo, el “Consolador”.


El Reino de David

En Apocalipsis 7: 4 vemos el sellamiento de los 144.000, los protegidos divinamente. En la antigüedad, un general solía poner una marca en la frente de aquellos que salían ilesos de la batalla. Vemos esto también en Ezequiel 9: 4, donde Dios sella a unos pocos en Jerusalén para protegerlos del tiempo de angustia de Jacob. Este es un tema masculino (es decir, militar).

En Apocalipsis 14: 1-4 vemos otras 144.000, esta vez “vírgenes” que no se contaminan de entre (meta) las mujeres. No son solteras, porque el matrimonio no las contamina. La palabra griega meta significa “junto” en el sentido de cercanía. En otras palabras, significa entre las mujeres. Estas siguen al Cordero y cantan el Cántico Nuevo. Es un tema femenino.

Juntos, forman 288.000, o quizás 144.000 parejas, cada una con sus distintos llamamientos como hombres y mujeres. Los hombres y las mujeres ya no estarán incompletos, porque cuando funcionen en unidad como “una sola carne” (Gén. 2: 24) ellos cumplirán su llamado celestial que fue establecido en el Jardín.

Estos Vencedores fueron prefigurados en el Reino de David. David tenía 288 en su coro para cantar el cántico nuevo en su día (1º Crónicas 25: 7). También tenía 288.000 en su ejército, con 24.000 de cada tribu sirviendo un mes del año (1º Crónicas 27: 1).





2 comentarios:

  1. Me gusta mucho esta acotación. YaHWeH lo bendiga

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