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EL UMBRAL DE LA OBEDIENCIA, Oswald Chambers




El Señor nunca insiste en nuestra obediencia. Nos dice enfáticamente lo que debemos hacer, pero nunca toma medidas para obligarnos a hacerlo. Debemos obedecerlo por la unidad del Espíritu con Él. Por esta razón, siempre que el Señor hablaba del discipulado empezaba con un “si”, queriendo decir: "No lo hagas, si no quieres".... "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo ...", Lucas 9:23. En otras palabras: "Para ser mi discípulo debes cederme tu derecho sobre ti mismo”. El Señor no está hablando de nuestra posición eterna, sino de serle útiles en esta vida, es decir, aquí y ahora. Por eso nos parece tan severo (ver Lucas 14:26). Nunca interpretes estas palabras separándolas de Aquel que las pronunció.

El Señor no me da reglas, pero su parámetro es muy claro. Si mi relación con Él es de amor, haré sin vacilar lo que me dice. Si titubeo, es porque amo a alguien a quien he puesto a competir con Él, es decir, yo mismo. Jesucristo  no me obligará a obedecerlo, pero lo debo hacer. Y tan pronto lo hago, cumplo mi propósito espiritual. Mi vida personal puede estar colmada de pequeños incidentes sin importancia, totalmente inadvertidos e insignificantes. Pero si obedezco a Jesucristo en las circunstancias aparentemente fortuitas, éstas se convertirán en pequeños orificios a través de los cuales veré el rostro de Dios. Y cuando me halle cara a cara con Él, descubriré que por mi obediencia miles fueron bendecidos. 

Cuando la redención divina llega hasta el umbral de la obediencia en un ser humano, siempre es productiva. Si obedezco a Jesucristo, la redención de Dios fluirá a través de mí hacia otras vidas, porque detrás de este acto de obediencia está la realidad del Dios Todopoderoso.

Estas palabras significan que cuando meto mis propias manos se rompe y derriba voluntariamente mi dependencia. También implican la entrega absoluta de mi vida a la supremacía del Señor Jesús, lo cual nadie puede hacer por mí. Yo mismo debo hacerlo. Dios puede dirigirme hasta ese punto 365 veces al año, pero no me obligará a hacerlo.

Gálatas 2:20 (Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí) significa romper la cáscara de mi independencia de Dios como individuo, la emancipación de mi mismo y mi naturaleza para unirme con Él, no siguiendo mis propias ideas, sino escogiendo la absoluta voluntad de Jesús. Una vez que estoy allí no hay posibilidad de equivocación. Muy pocos sabemos algo acerca de la lealtad a Cristo o entendemos el significado de las palabras: "Por mi causa" (Mateo 5:11, Bienaventurados seréis cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo). Eso es lo que hace fuerte a un creyente.

¿He sufrido ese quebrantamiento de mi independencia? Todo lo demás es un fraude religioso.

El único asunto que debes decidir es: ¿Me rendiré? ¿Me someteré a Jesucristo, sin poner ninguna clase de condiciones, venga como venga ese quebrantamiento? Mi comprensión personal sobre mí mismo debe ser quebrantada. Cuando alcanzo este umbral, la realidad de la identificación sobrenatural con Jesucristo ocurre de inmediato y el testimonio del Espíritu de Dios es inequívoco: con Cristo estoy juntamente crucificado.

La pasión del cristianismo surge porque deliberadamente renuncio a mis propios derechos y me vuelvo un esclavo de Jesucristo. Solo cuando lo hago, empiezo a ser un santo. La única razón de que existamos es que Dios pueda utilizar nuestras vidas. ¿Podrá Él usarnos o estamos mas interesados en nuestras ideas de lo que seremos en el futuro?

Oswald Chambers

(Por gentileza de E. Josué Zambrano)

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