Cuando Pablo hablaba
del rostro de Moisés, se estaba refiriendo a la presencia divina
que se manifestaba en su cuerpo. En otras palabras, él está
hablando de la experiencia de Tabernáculos. En relación
con esta historia, Pablo se refiere al hecho de que Moisés velaba su
rostro al hablar con la gente, pero se quitaba el velo al hablar con
Dios. Un velo se utiliza para ocultar el rostro. En el Tabernáculo
de Moisés había tres velos que fueron utilizados para ocultar la
gloria del rostro (presencia) de Dios a las personas.
El velo de Pascua
separa el Atrio Exterior del Tabernáculo de Moisés del mundo.
El velo de
Pentecostés separa el Atrio Exterior del Lugar Santo.
El velo de
Tabernáculos separa el Lugar Santo del Lugar Santísimo donde
Dios está "sentado" sobre el Propiciatorio.
Uno tenía que pasar
a través de un velo para entrar en cada una de las tres secciones
del Tabernáculo de Moisés. En otras palabras, un hombre en pie
en la parte exterior no podía ver la gloria de Dios en el Lugar
Santísimo, porque tres velos se interponían entre él y Dios. Pablo
nos dice en 2ª Corintios 3: 16 que "cuando se conviertan al
Señor, el velo les será quitado". La mayoría de los
cristianos-simplifican esto, tratándolo como si hubiera un solo
velo. Dicen que una vez que el hombre es justificado por la fe (la
Pascua), que tiene un acceso completo y pleno al rostro de Dios. No
se dan cuenta que este es sólo el primero de los tres velos, y que
debemos ser transformados "de gloria en gloria" (v.
18).
Como hemos
demostrado anteriormente, estas tres secciones del Tabernáculo
también estuvieron representadas por los tres principales
incidentes históricos que Israel experimentó en su viaje desde
Egipto a la Tierra Prometida:
La experiencia
del Atrio que significa la justificación por la fe se
realizó en la Pascua, cuando Israel salió de Egipto.
Querían salir de Egipto con el fin de poder ofrecer sacrificios a
Dios y cruzar el Mar Rojo. Estas dos cosas significaban el Altar
de Bronce y el
Lavacro, que se situaban en el Atrio del Tabernáculo.
La experiencia
del Lugar Santo que significa la santificación por la
obediencia a la voz de Dios (la Ley) que se suponía llevarse a
cabo el día de Pentecostés, cuando Israel estuvo en el
Sinaí. Sin embargo, al negarse a escuchar su Voz, no pudieron
pasar ese segundo velo para una relación más cercana con Dios. La
Iglesia del Nuevo Testamento cruzó a través de este velo en el
segundo capítulo de los Hechos. Sin embargo, aun así, hay muchos
cristianos que se contentan con la justificación y saben poco o nada
de Pentecostés.
La experiencia
del Lugar Santísimo, que significa la glorificación del
cuerpo, era algo que ni siquiera la Iglesia del Nuevo Testamento
estaba dispuesta a experimentar en el libro de los Hechos. Queda para
nosotros hoy -en el tiempo señalado de la historia- para que un Cuerpo de creyentes entren en la Tierra Prometida, volviendo a la
herencia perdida en Adán. Los que han recibido esta visión
tienen esta esperanza de "la redención de nuestro cuerpo»
(Rom. 8: 23) por la cual ellos heredarán la Tierra. El resto
de los creyentes parecen tener como su esperanza el desprendimiento
del cuerpo físico y la entrada en el Cielo como seres puramente
espirituales.
Muchos en la Iglesia
de hoy creen que es suficiente contemplar la gloria de Dios a través
de uno o dos velos, y ellos se contentan con ser justificados o con
recibir las arras del Espíritu en Pentecostés. Si nuestra actitud
es como la de Israel en el desierto, entonces ¿somos mejor que ellos? Un
velo sigue estando sobre la faz de Cristo. Debemos escuchar las voces
de Caleb y Josué, ya que nos amonestan a ir más allá de
Pentecostés, hasta la promesa completa que Dios ha hecho.
El velo en el rostro
de Moisés no significaba ninguna ceguera parcial en Moisés. Moisés
fue un tipo de Cristo, quien ha velado su rostro a los hombres que
no están listos para verlo cara a cara. El velo, entonces, indica
la ceguera en Israel. Pablo dice en 2ª Cor. 3: 15 que "un velo
está puesto sobre sus corazones (sus
mentes estaban endurecidas)". Las personas se
negaron a escuchar su Voz en el Sinaí y se negaron a penetrar todos
los velos hasta la misma presencia de Dios. La gloria de Dios y su Verdad se mantuvieron encubiertas, porque el pueblo estuvo cegado
parcialmente durante la totalidad de sus días en el desierto. En
Deuteronomio 29: 4-5 Moisés al final de su peregrinación de 40
años dijo a Israel,
4 Sin embargo, hasta el día de hoy Yahweh no te ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír. 5 Y yo os he llevado cuarenta años por el desierto.
Esta Edad de "iglesia
en el desierto" (Hechos 7: 38), y este patrón se ha repetido
incluso en la Edad Pentecostal por espacio de 40 Jubileos. Aunque
muchos cristianos han roto (cruzado) a través del segundo velo de
Pentecostés, ninguno ha roto, de forma permanente, a través del
tercer velo de la Fiesta de Tabernáculos. Esto es simplemente
porque el tiempo histórico señalado aún no ha llegado. Así que todavía
estamos en un estado de ceguera parcial; incluso el mismo apóstol Pablo admitió esto en 1ª Corintios 13: 9-12, (Ver
nota 4)
9 Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; 10 pero cuando venga lo perfecto, lo incompleto se acabará… 12 Por ahora vemos por un espejo, veladamente, pero entonces veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero entonces conoceré como fui conocido.
Los discípulos en
el Aposento Alto en Hechos 2 habían cruzado a través del segundo
velo hacia la gloria deslumbrante de Pentecostés. Muchos otros han
hecho lo mismo desde entonces. Pero hay más gloria por venir al
otro lado del tercer velo, y esta es la "esperanza de
gloria" que les espera a los que van a estar delante de Dios
con el rostro descubierto y ser transformados a la misma gloria.
Moisés fue el primer y principal patrón de este encuentro cara a
cara con Dios. Éxodo 33: 11 dice,
11 Y Yahweh acostumbraba a hablar con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo.
Es importante tener
en cuenta que cualquiera puede orar a Dios, viviera en los días de
Moisés o de hoy. Incluso con sus rostros velados, a los hombres se
les permite orar a Dios a través de los velos. No es el derecho de
orar lo que está en cuestión aquí. Es una cuestión de cuánto uno
puede acercarse a Dios. ¿A través de qué cantidad de velos oramos
a Dios? ¿Cuán cerca de Dios está nuestro compañerismo y comunión
con Él? La común, pero errónea, respuesta es que todos los que son
salvos tienen acceso completo y total a Dios. Esta opinión se basa
en gran medida en Hebreos 4: 16,
16 Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.
El escritor
inspirado (para nosotros Pablo), sin embargo, no nos dice que en realidad todos los hombres entran libremente en el Lugar Santísimo al trono de la
gracia. Simplemente, nos insta a hacerlo. La pregunta es cómo
hacerlo.
No se puede pasar a
través del primer velo al Atrio Exterior sin entrar por la puerta,
la cual es Jesucristo.
Así mismo, no se
puede entrar en el Lugar Santo a menos que uno sea un sacerdote
calificado; esto no quiere decir que uno debe ser un sacerdote
ordenado o ministro para acceder al Lugar Santo; cualquier creyente
puede ser un sacerdote. Muchos sistemas Iglesia restringen a sus
miembros el acceso directo a Dios. Ellos les dicen a sus miembros de
que deben acercarse a Dios por medio de sus sacerdotes o ministros
ordenados. A menudo quitan al hombre común el derecho de escuchar la
voz de Dios por sí mismo (Pentecostés). En otras palabras, les
quitan el derecho al sacerdocio. Les dicen que Pentecostés no es una
experiencia para los hombres medios. Sólo los sacerdotes ordenados por
la Iglesia tienen derecho a escuchar a Dios y luego contar a sus
miembros lo que Dios les ha dicho. Al hacer esto, han vuelto a
caer en el mismo error que Israel en el desierto. Éxodo 20: 19 dice,
19 Y dijeron a Moisés: "Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos".
En la Edad de
Pentecostés todos los creyentes tienen el derecho del sacerdocio
para entrar en el Lugar Santo y escuchar la voz de Dios por sí
mismos. El sacerdocio ya no se limita a unos pocos, como en los
tiempos del Antiguo Testamento, cuando sólo los descendientes de
Aarón tuvieron acceso al Lugar Santo. Desde el día de Pentecostés, en Hechos 2, se insta a todos los creyentes a caminar más allá de
los velos hasta la presencia de Dios. Cuando la Edad de Tabernáculos llegue, el último velo podrá ser eliminado para
aquellos que sean lo suficientemente audaces de eliminar las
restricciones y trabas que muchas denominaciones de la Iglesia han
colocado sobre ellos. (Ver
nota 5)
Otros versículos,
entre ellos 2ª Corintios 3: 18 citados anteriormente, nos dicen que el
velo se ha eliminado debido a que estamos bajo el Nuevo Pacto. No
ponemos en duda la Palabra de la Escritura, sino nuestra comprensión
de la misma. La obra de Jesús en la cruz eliminó el primer velo
para la Iglesia, abriendo los ojos a una mayor comprensión de Él y su Carácter. Dos meses más tarde, en el día de Pentecostés, el
segundo velo fue retirado de los ojos de la Iglesia, y la Iglesia
entró en el Lugar Santo a un mayor nivel de comunión con Dios.
Desde entonces, la
Iglesia ha sido llamada a preparar sus corazones para experimentar la
plenitud de la presencia de Dios. El propósito de Pentecostés no es
acostumbrarse a la relativamente escasa luz de Pentecostés, sino que
nuestros ojos puedan estar preparados para la gran luz de Tabernáculos. Durante este tiempo, Dios ha permitido que unos
pocos entren -al menos temporalmente- más allá del tercer velo
hacia la presencia divina plena. Pero estas han sido las misiones de
exploración de la luz, diseñadas para abrirnos el apetito para la
plenitud de Dios. Mientras que algunos afirman haber entrado de
forma permanente a través del tercer velo hacia la plenitud del
Lugar Santísimo, es mi creencia que la Ley no lo permite. Al igual
que los sumos sacerdotes de la línea de Aarón (que entraban una vez al año), los hombres sólo
pueden pasar a través de este velo temporalmente en el tiempo cuando
Dios lo permita.
(EXTRACTO DEL LIBRO: Las Leyes de la Segunda Venida, cap. 5)
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