Capítulo
8
EL
REINO MESIÁNICO
EN LA PERSPECTIVA PROFÉTICA
EN LA PERSPECTIVA PROFÉTICA
(1a
parte)
El hombre recibe el señorío y lo pierde
Después
que el Señor terminó toda la obra de la creación, dice la Biblia
que Dios creó al hombre. Dios necesitaba de alguien que representara
Su autoridad en Su creación. Después que Dios creó al hombre a Su
imagen, varón y hembra, dotados con suficiente poder y autoridad,
les dijo (Gé. 1:28): “Fructificad
y multiplicaos; llenad la tierra, sojuzgadla, y señoread (es
la palabra clave)
en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las
bestias que se mueven sobre la tierra”.
Esas eran las tres áreas sobre las cuales el hombre tenía dominio.
Dios le dio señorío al hombre sobre los aires, en las aguas y en la
tierra. Dios quería establecer su reino en el universo comenzando
por esta tierra, pero con la representación del hombre, una criatura
inteligente de su entera confianza.
Pero
el hombre le falla a Dios. Viene el drama del hombre y la serpiente
antigua, y el hombre le entrega este señorío a Satanás, el mismo
señorío que había recibido de Dios. Satanás incita al hombre a
independizarse de Dios; le asegura que si come del fruto prohibido
serían abiertos sus ojos y sería como Dios, sabiendo el bien y el
mal. El hombre cae voluntariamente en la trampa, y es despojado de
ese señorío. Queda, pues, siendo Satanás el príncipe de este
mundo, como lo dice Pablo en Efesios 2 y en 2 Corintios 4:4, que dice
que el diablo es el dios de este mundo, de este siglo. ¿Por qué?
Porque recibe el señorío de manos de quien había recibido el
señorío de parte de Dios, es decir, del hombre. De manera que el
hombre queda siendo esclavo del mismo Satanás. El apóstol Pablo lo
describe así: "1Y
él
(Cristo) os
dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y
pecados, 2en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la
corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del
aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,
3entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en
los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de
los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que
los demás"
(Ef. 2:1-3). De manera que el hombre se convirtió realmente en
esclavo del diablo.
Pero
cuando el pecado de Adán es descubierto, hay un juicio de parte de
Dios, y viene la maldición de la serpiente, la maldición de Eva y
la maldición de Adán y la expulsión del hombre del huerto hasta el
día que pudiera comer del árbol de la vida. Pero en medio de todo
esto se destaca la promesa de un poderoso Salvador y la lucha y
rivalidad históricas entre las dos simientes hasta que el dragón
fuese juzgado y vencido en la cruz de Cristo. Dios le dice a la
serpiente: "Y
pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu simiente y la
simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el
calcañar"
(Gé. 3:15). Satanás, pues, recibe un poder especial para gobernar
este mundo, y para ello cuenta con una sofisticada y poderosa
organización jerarquizada que opera en las tinieblas, integrada por
los ángeles caídos que arrastró el querubín Lucero después de su
rebelión. Satanás desarrolla así un reino llamado de la "potestad
de las tinieblas".
Israel en el Reino
Entonces
ese propósito de Dios de establecer su reino en la creación, tuvo
aquí en realidad un estorbo, pero con esto no se canceló, pues el
Señor ya tenía un plan, y empezó a moverse de tal manera de
restaurar las cosas para que su reino se estableciese plenamente en
un hombre en quien Él pudiera confiar; no en el hombre caído. El
hombre caído quedó descalificado en su esclavitud. Primeramente,
cuando ya las cosas se dieron, hubo una línea étnica, una raza en
la historia, que se acordaba de Dios, que le temía a Dios, por la
descendencia de Set, pues la descendencia de Caín se olvidó de
Dios; y en los tiempos de Noé ya la humanidad se había saturado de
maldad, sobre todo de ocultismo, un pecado que le duele a Dios
sobremanera, porque se le rechaza, y eso acarreó el juicio de Dios
por medio de un diluvio. Pero el hombre no quiere hacer lo bueno y se
olvida de Dios. La torre de Babel es una evidencia de que el hombre
no aprendió la lección del diluvio, volviendo a la práctica del
ocultismo, pues la torre de Babel, el primer zigurat de la historia
para la adoración ocultista, también es el primer monumento a la
auto-exaltación.
También de la descendencia de Noé, con el tiempo Dios escogió a un varón llamado Abraham, hijo de Taré de la descendencia de Sem, para ir conformando las cosas, para ir estableciendo los principios a fin de darle comienzo y desarrollo a los planes de Dios encaminados a establecer su reino sobre la tierra; y a partir del capítulo 12 de Génesis, Él lo llama de las tierras caldeas para hacer una nación de su simiente, una nación diferente por medio de la cual revelar su verdad y su justicia; y Dios establece a Abraham en la tierra escogida por Dios, llamada en ese tiempo Canaán, y le da descendencia. Nace Isaac, e Isaac engendra a Jacob, quien le daría el nombre a la nación, Israel, y quien a su vez engendra los doce padres de las tribus de Israel, y su descendencia se multiplica, y por circunstancias que conocemos se van a la tierra de Egipto y con el tiempo llegan a ser millones los hebreos, pero esclavizados, y después de cuatrocientos treinta años, de ese pueblo elige a un varón, a Moisés, para liberarlos, sacarlos y llevarlos por el desierto para prepararlos y revelárseles a fin de entregarles una tierra donde Él empezaría a establecer un modelo, un principio, una avanzada, un arquetipo realmente del reino de Dios sobre la tierra. Al final el reino abarcará toda la tierra, pero Dios empezaría por Israel, además de que de esa raza nacería la simiente de la mujer, el Rey mesiánico.
También de la descendencia de Noé, con el tiempo Dios escogió a un varón llamado Abraham, hijo de Taré de la descendencia de Sem, para ir conformando las cosas, para ir estableciendo los principios a fin de darle comienzo y desarrollo a los planes de Dios encaminados a establecer su reino sobre la tierra; y a partir del capítulo 12 de Génesis, Él lo llama de las tierras caldeas para hacer una nación de su simiente, una nación diferente por medio de la cual revelar su verdad y su justicia; y Dios establece a Abraham en la tierra escogida por Dios, llamada en ese tiempo Canaán, y le da descendencia. Nace Isaac, e Isaac engendra a Jacob, quien le daría el nombre a la nación, Israel, y quien a su vez engendra los doce padres de las tribus de Israel, y su descendencia se multiplica, y por circunstancias que conocemos se van a la tierra de Egipto y con el tiempo llegan a ser millones los hebreos, pero esclavizados, y después de cuatrocientos treinta años, de ese pueblo elige a un varón, a Moisés, para liberarlos, sacarlos y llevarlos por el desierto para prepararlos y revelárseles a fin de entregarles una tierra donde Él empezaría a establecer un modelo, un principio, una avanzada, un arquetipo realmente del reino de Dios sobre la tierra. Al final el reino abarcará toda la tierra, pero Dios empezaría por Israel, además de que de esa raza nacería la simiente de la mujer, el Rey mesiánico.
Y
fue así como después de 40 años de deambular por el desierto, para
suceder a Moisés, elige a un varón de la tribu de Efraín llamado
Josué, y con él en el liderazgo del pueblo entregarles la tierra y
establecer una teocracia. Ya se lo había dicho en Éxodo 19:6: "Y
vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa".
Dios quería que todo el pueblo fuese un pueblo sacerdotal, y un
reino a la vez; es decir, Él quería hacer de Israel una teocracia,
donde el verdadero Rey fuese Dios mismo. Esta nación fue creada por
Dios para Sí mismo, de manera que los israelitas, como nación,
fueron los primeros en ser librados de la potestad del reino de las
tinieblas, de la jurisdicción de Satanás, y en vez de un príncipe
espiritual satánico, como las demás naciones (cfr. Daniel
10:13,20), su príncipe espiritual que los guardaba fue el arcángel
Miguel (cfr. Daniel 10:21; 12:1). Pero a ellos les dio por pedir un
rey humano, como las demás naciones del mundo, en vez de seguir
siendo una teocracia pura. Entonces Dios se lo concedió en lo que se
llama la voluntad permisiva de Dios. Ese rey, Esaú, de la tribu de
Benjamín, falló, y entonces Dios
escogió a un rey conforme al corazón de Dios y estableció, de
cierta manera, la teocracia, pues aunque reinaba David, de la tribu
de Judá, él hacía la voluntad de Dios, representaba la autoridad
de Dios, representaba la realeza del Señor.
De todas maneras reinaron David, sus hijos y nietos, pero hacían la
voluntad de Dios. Ese era el deseo de Dios para un reino diferente
sobre la tierra. Una única nación donde realmente allí reinara
Dios y no Satanás. Pero no fue así siempre; y dice la Palabra que
al fin ellos fallaron. Y después de la muerte de Salomón el reino
se dividió. Diez tribus en el norte tuvieron su propio rey, a
Jeroboam iniciando la lista; y las dos tribus restantes, las de Judá
y Benjamín continuaron con Roboam, hijo de Salomón, el rey de la
línea de David. Lastimosamente ambos reinos le fallaron a Dios. Los
reyes del reino del norte todos fallaron y rechazaron a Dios; se
involucraron desde el principio en la idolatría para evitar que el
pueblo fuese a adorar a Jerusalén y se quedara allá; incluso
llegaron a cambiar a Dios por Baal. Y los reyes de Judá, la mayoría
se apartó de los principios de Dios para gobernar su nación.
Jeroboam se apartó del principio del Reino, para edificarse un reino
para sí mismo. Un principio del Reino es la unidad, y otro es que
hay que adorar donde Dios escoja que se le adore, y Jeroboam no lo
permitió. Claro que Roboam también tuvo su cuota de culpabilidad en
la división del reino; no representó bien el gobierno de Dios.
Entonces el Señor tuvo que tomar medidas correctivas y permitió que
sendas naciones impías y poderosas los acosaran, los sitiaran y se
los llevaran cautivos a tierras extranjeras. Como ellos empezaron a
fallarle a Dios, descuidando los principios y leyes del reino,
entonces tuvieron que ser llevados, cada reino por separado, cautivos
a sendas naciones extranjeras para que vivieran en carne propia la
realidad de lo diferente que es el Reino de Dios y los reinos del
mundo, gobernados por Satanás y sus huestes.
Los dos cautiverios
Sí,
hubo un tiempo en que había una nación que representaba el reino de
Dios, y cuando esa nación le falló a Dios, ya no se podía decir
que ahí reinaba Dios, pues muy pocos obedecían a Dios; sólo un
pequeño remanente se acordaba de Dios. Y hasta en el extranjero se
enteraron de esa triste realidad, ante la cual Dios determinó
levantar sendas naciones poderosas, crueles y presurosas para
castigar a los malhechores de Israel y de Judá. La primera gran
falla fue dividir el reino y empezar a ser regidos por egoístas
principios humanos alejados de la voluntad de Dios. Claro, sobrevino
la idolatría. La idolatría socaba los cimientos de la teocracia,
aun cuando ésta sea representativa; y mucho más en un reino
dividido.
En consecuencia hubo dos cautiverios: Primero, el cautiverio de Israel (las diez tribus del norte) por Asiria en 722 a. C., a causa del castigo recibido por su iniquidad. Esas tribus jamás regresaron; es probable que algunos individuos de Israel hayan regresado con el remanente de judíos (de las tribus meridionales) después del cautiverio babilónico. En verdad descendientes de las tribus norteñas han estado regresando a Palestina pero en el presente retorno de los hebreos a su antigua patria a partir de finales del siglo XIX, y sobre todo con los eventos del Holocausto en Alemania por parte de los nazis en la segunda guerra mundial, y la creación del moderno Estado de Israel en 1948.
El segundo cautiverio recayó sobre el reino del sur, Judá, quien fue sitiado, derrotado y llevado en cautiverio a Babilonia en 605 a. C., al mando del rey Nabucodonosor, durante setenta años, conforme la profecía de Jeremías;*(1) fueron sitiados, vencidos y llevados por causa de su idolatría. Cuando ese tiempo se cumplió, Dios preparó un pequeño remanente de los judíos para que regresaran, pues en su propia tierra debían de conformar el verdadero pueblo por medio del cual viniera el Salvador de los hombres, y verdadero rey que al final de los tiempos restableciera el trono de David, el reino de Dios sobre la tierra. El propósito de Dios con el retorno de ese remanente era que ellos se pusieran en las manos de Dios y comenzara un proceso para el restablecimiento del reino; tratando Dios de restablecer Su reino en Israel; pero ahora sería completamente distinto. Sería un rey en quien Dios podría confiar plenamente, y para ello sería necesario que naciera la simiente de la mujer, el Hijo de Dios encarnado, y muriera y resucitara, y ascendiera a la gloria, y enviara a su Espíritu, y se formara la Iglesia, y pasara el tiempo necesario para su glorioso retorno a la tierra a establecer Su Reino. De modo, pues, que con el retorno de un remanente no se iba a restaurar el reino inmediatamente; ellos seguirían bajo el dominio de los imperios mundiales que se sucederían en la historia.
*(1)
Cfr. Jeremías 27:19-20; 29:10
Grandes revelaciones en el libro de Daniel
El
caso, pues, es que a partir del cautiverio de Babilonia, Israel no
volvió a ser libre hasta su destrucción total por los ejércitos
del Imperio Romano, en el año 70 del primer siglo. Sucesivamente en
la historia, Israel estuvo bajo el yugo de las grandes potencias que
han dominado el mundo. Dios se lo reveló con lujo de detalles a un
profeta exiliado en Babilonia, un hombre temeroso de Dios que había
sido llevado con los primeros cautivos. La revelación está
contenida en los capítulos 2 y 7 del libro de Daniel. Aun cuando
ellos regresasen a su tierra, no serían del todo libres, pues Dios
no tenía la intención de poner en el trono a hombre común alguno,
sino a su propio Hijo. Veamos, pues, cómo Dios revela a este profeta
el curso total de la historia, hasta establecer Dios plenamente Su
reino en esta tierra, conforme Su propósito original antes de la
creación de Adán. Dios le dio toda la autoridad, autonomía y poder
a Adán, pero como Adán le falló, Él se propuso establecer a
alguien que no le fallara jamás. El rey que vendrá ya tiene toda la
potestad de parte de Dios.*(2)
*(2)
Cfr. Mateo 28:18
En los capítulos 2 y 7 del libro de Daniel hay una revelación bajo dos enfoques. Uno (capítulo 2) es hecho en parte a un rey pagano; digo en parte, porque Nabucodonosor no tuvo conocimiento del hecho hasta que el profeta de Dios se lo reveló. Tengamos en cuenta que al rey se le había olvidado el sueño, y el profeta lo desconocía; sólo lo supo después que Dios se lo reveló. De manera que la verdadera revelación de aquello se la hizo Dios al profeta. Y hay una segunda parte, un segundo punto de vista revelado directamente al profeta, que se encuentra en el capítulo 7. En el capítulo 2 la revelación comienza de acuerdo con el punto de vista del hombre. El hombre sólo ve la majestad que en torno de sí mismo se crea, la gloria que a sí mismo se da o le otorgan los demás; gloria efímera envuelta en vanagloria. Pero Dios ve la realidad intrínseca de las cosas; Dios ve lo bestial que es la gloria y el gobierno del del hombre. En el capítulo 2 vemos una imagen apoteósica; en el capítulo 7 Dios revela esos mismos imperios mundiales pero representados en una sucesión de bestias, como lo que realmente han sido.
El
rey Nabucodonosor recibe la revelación en un sueño, pero el sueño
se le olvida. Eso lo permite Dios a fin de que ningún mago especule
y le haga creer al rey una interpretación mentirosa y acomodada.
Este rey era un individuo muy centrado en sí mismo y en su gloria
terrena; él pensaba en la grandeza de Babilonia, en esos palacios y
jardines colgantes, en su poderoso ejército, en sus futuras
conquistas y dominios, etc. Él estaba preocupado por lo que sería
de todo eso, cuántos años estaría gobernando, quién vendría
después de él, y cómo acontecerían todas esas cosas. Él
ostentaba la corona de un imperio muy brillante. Me imagino que vivía
pensando en aquello día y noche. Es posible que al profeta Daniel
también le inquietara el futuro de su pueblo. Entonces Dios le dio
un sueño al rey revelándole el futuro, pero también al profeta.
Después de haber sido llamados y consultados todos los caldeos,
astrólogos, magos y videntes que rodean un poderoso gobernante
oriental, y ante la imposibilidad de éstos de adivinar e interpretar
el sueño del rey, iban a ser llevados a la muerte. Daniel solicitó
que no matasen a estos señores y que le dieran un tiempo a él para
mostrarle la interpretación al rey. Después de haber orado y
recibido la revelación de parte de Dios, Daniel se presentó delante
del rey, glorificando a Dios. Dice la Palabra de Dios en el libro del
profeta Daniel, capítulo 2:
"27Daniel
respondió delante del rey, diciendo: El misterio que el rey demanda,
ni sabios, ni astrólogos, ni magos ni adivinos lo pueden revelar al
rey. 28Pero hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios,
y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en
los postreros días. He aquí tu sueño, y las visiones que has
tenido en tu cama: 29Estando tú, oh rey, en tu cama, te vinieron
pensamientos por saber lo que había de ser en lo por venir; y el que
revela los misterios te mostró lo que ha de ser. 30Y a mí me ha
sido revelado este misterio, no porque en mí haya más sabiduría
que en todos los vivientes, sino para que se dé a conocer al rey la
interpretación, y para que entiendas los pensamientos de tu
corazón".
Los reinos terrenales y el curso de la historia
A
continuación el profeta Daniel continúa con la interpretación del
sueño de Nabucodonosor, diciéndole:
"31Tú,
oh rey, veías, y he aquí una gran imagen (porque a Nabucodonosor se
le había olvidado el sueño). Esta imagen, que era muy grande, y
cuya gloria era muy sublime, estaba en pie delante de ti, y su
aspecto era terrible. 32La cabeza de esta imagen era de oro fino; su
pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de bronce;
33sus piernas, de hierro; sus pies, en parte de hierro y en parte de
barro cocido. 34Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no
con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro
cocido, y los desmenuzó".
Dios
le muestra a Nabucodonosor cuatro grandes imperios que dominarían al
mundo civilizado hasta el fin de la historia, y se estableciera
definitivamente el reino de Dios sobre la tierra, cuyo glorioso Rey
está representando aquí por una piedra que caería del cielo, la
cual destruiría todo el reinado de Satanás sobre la tierra. La
piedra fue cortada no con mano. La cosas de Dios no se realizan por
iniciativa humana, por proyectos ideados por los hombres, y menos lo
relacionado con el establecimiento de Su Reino, por muy magníficos
que nos parezcan. Dios tiene un plan eterno, inconmovible y
verdadero; plan que aparece en la Palabra y que nos lo revela por Su
Espíritu. La Palabra de Dios no admite reformas humanas. Todo lo
escrito tendrá su cumplimiento. Todo está registrado en el libro
sagrado.
"35Entonces
fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce,
la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras del verano, y se
los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno (aquí
vemos que Dios desmenuza toda la gloria y los propósitos de los
hombres). Mas
la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte que llenó
toda la tierra".
Esa es la piedra angular de que habla Pedro. Dios es quien pone los reyes y los quita, y les da a los hombres autoridad para que reinen. El presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, acaba de ganar las elecciones para su segundo período debido a que Dios le dio esa autoridad. Es Dios quien le concede prolongar su mandato. Sigue diciendo Daniel al rey:
Esa es la piedra angular de que habla Pedro. Dios es quien pone los reyes y los quita, y les da a los hombres autoridad para que reinen. El presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, acaba de ganar las elecciones para su segundo período debido a que Dios le dio esa autoridad. Es Dios quien le concede prolongar su mandato. Sigue diciendo Daniel al rey:
"36Este
es el sueño; también la interpretación de él diremos en presencia
del rey. 37Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del cielo
te ha dado reino, poder, fuerza y majestad. 38Y dondequiera que
habitan hijos de hombres, bestias del campo y aves del cielo, él los
ha entregado en tu mano, y te ha dado el dominio sobre todo; tú eres
aquella cabeza de oro".
Babilonia. Israel se aparta de Dios hacia la idolatría; ya Dios no era tenido en cuenta allí, y Dios decide transferir el dominio de la tierra a las manos de los gentiles, y por causa del cautiverio, esa transferencia recayó en la persona de Nabucodonosor. Babilonia entonces vino a ser esa cabeza de oro. La Palabra de Dios revela que Babilonia fue el imperio más brillante y glorioso que ha existido en toda la historia de la civilización. No el más poderoso, pues a medida que fueron sucediéndose esos imperios mundiales, se iban degradando y perdiendo su brillo de gloria, pero paradójicamente en esa misma proporción iban ganando en fuerza y poder. En la gran estatua del sueño, después de la cabeza de oro (Babilonia) seguía el pecho y los brazos de plata, luego su vientre y sus muslos de bronce, sus piernas de hierro, y por último, sus pies de hierro y de barro cocido. Los materiales de esa estatua se iban degradando a medida que descendía a la tierra. Es algo que parece contradictorio, pero es la realidad. Los hombres, en la medida en que adquieren más fuerza y poder, más se degradan moralmente, y su corazón se desliza más hacia la corrupción y la crueldad.
"39Y
después de ti se levantará otro reino inferior al tuyo; y luego un
tercer reino de bronce, el cual dominará sobre toda la tierra".
Media
y Persia.
¿Qué poder mundial surgió después de Babilonia? Una coalición de
los medos y los persas (los dos brazos de la estatua unidos por el
pecho) se tomaron el poder mundial y derrotaron a Babilonia. Eran
menos brillantes pero más poderosos en fuerza. La plata tiene menos
valor y preciosura que el oro, pero es más fuerte.
Grecia.
Después se levantó un tercer gran imperio, Grecia, en manos de un
joven macedonio llamado Alejandro, más conocido en la historia como
Alejandro Magno, hijo de Filipos, rey de Macedonia, quien en el corto
lapso de diez años llegó a conquistar y dominar el mundo; y después
de su muerte su gran imperio fue dividido y prolongado por sus cuatro
grandes generales del estado mayor, extendiendo e implantando por el
mundo la cultura helenística, usada por Dios incluso para la
expansión del evangelio.
Imperio Romano. "40Y el cuarto reino será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todo".
A Babilonia le llegó el fin; lo mismo le sucedió a los medo-persas; a los griegos también les llegó el fin de su poderío por medio de la incursión de un cuarto reino muy poderoso pero extremadamente sanguinario, llamado Roma. Recuerden, hermanos, que el imperio romano está representado por las dos piernas de hierro de la estatua. Roma fue un imperio con dos capitales: Roma propiamente dicha, en la parte occidental, y Constantinopla en la parte oriental. Y hubo un prolongado tiempo en que fueron sus capitales simultáneamente. Esta circunstancia sirvió para su posterior debilitamiento. Ha sido el imperio más cruel y sanguinario de la historia.
"41Y
lo que viste de los pies y los dedos, en parte de barro cocido de
alfarero y en parte de hierro, será un reino dividido; mas habrá en
él algo de la fuerza del hierro, así como viste hierro mezclado con
barro cocido. 42Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro y
en parte de barro cocido, el reino será en parte fuerte, y en parte
frágil. 43Así como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán
por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con el otro,
como el hierro no se mezcla con el barro".
Imperio Romano resurgido
El
cuarto imperio, el romano, no existe ya en la historia. Roma, su
capital occidental, sucumbió en el año 476, en manos de Odoacro, un
jefe de los mercenarios germánicos de Italia, quien depuso al
emperador Rómulo Augústulo y envió a Constantinopla las insignias
imperiales. Constantinopla, su capital del ala oriental, fue
conquistada por los turcos en 1453, instaurando un régimen islámico.
Sin embargo el imperio romano ha continuado latente en estos siglos
en toda la civilización occidental; pero al final de los tiempos
ocurrirá un resurgimiento de este imperio, no con el poder y la
fuerza antigua, sino que termina en diez dedos que no son totalmente
de hierro, sino que tienen parte de ladrillo, para que se entienda
mejor; y el hierro jamás se mezcla con el ladrillo; jamás se
compactan; eso ocurre sólo en apariencia; en el momento en que
reciban un golpe contundente, cae el hierro por un lado y los pedazos
de ladrillo por el otro. De manera que son uniones aparentes, muy
débiles y frágiles.
Son
diez dedos.
El número diez representa la totalidad de las naciones surgidas de
las antiguas provincias del Imperio Romano, incluyendo las naciones
que fueron colonias de ultramar de esas metrópolis. Son las naciones
que al final de los tiempos le darán el trono al Anticristo, y que
en determinado momento estarán aparentemente unidas. Por ejemplo,
los países que conforman la Unión Europea aparentemente están
unidos por múltiples instituciones políticas y económicas, su
parlamento, su constitución, el euro, etc., pero siguen manteniendo
en sí mismos sus barreras, allí subyacen nacionalidades e intereses
que defienden por encima de los pactos multinacionales. Los ingleses,
los franceses, los alemanes, los españoles siempre defenderán lo
que son, incluyendo su cultura ancestral, aunque ahora vivan una
unión y alianza continental.
La Piedra lanzada por Dios
"44Y
en los días de estos reyes (cuando
estén gobernando al mundo estos reyes; esto no se ha dado aún en la
historia???) el
Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni
será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a
todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre, 45de la
manera que viste que del monte fue cortada una piedra, no con mano,
la cual desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro.
El gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo por
venir; y el sueño es verdadero, y fiel su interpretación".
Yo
creo que los romanos jamás pensaron que el imperio romano llegaría
a ser destruido, que sucumbiría; eso jamás. Pero el Rey que pondrá
Dios, nunca será destronado. Él vendrá a darle fin a la historia
de los grandes poderes mundiales humanos. Jesucristo desmenuzará y
consumará todos estos reinos y todas las naciones de la tierra
tendrán que someterse a Su autoridad y a Su Reino.
Al trasladarnos al capítulo 7 de Daniel, vemos el aspecto bajo el cual este profeta vio el curso los imperios en la historia de la humanidad. Ya hemos visto que los reinos del mundo son apoteósicos, tienen una aparente y efímera gloria, y la humanidad sueña con vivir esas grandezas. Pero la gloria de los grandes imperios y las realezas mundanas es sumamente aparente, pasajera y frágil. Dios es quien ve la realidad de las cosas, y Él es quien tiene en sus manos la continuación y el desarrollo de los asuntos según como Él lo trazado, por mucho que se crea lo contrario. Todo el plan de la economía de Dios ha de realizarse cumplidamente. Nada ha sido dejado al azar. El gobierno del Anticristo que vendrá (???), en lo terrenal podrá aparecer con mucha gloria y poder, pero será de poca duración. Dice en Apocalipsis que la gente lo adorará, lo admirará e irá tras él, y dirán: ¿Quién como la bestia? ¿Quién podrá luchar contra ella? ¡Miren qué gloria! ¿Cuándo se había visto algo semejante en toda la historia? *(3). Según la visión del apóstol Juan, se maravillará toda la tierra en pos de la bestia.
*(3)
Cfr. Apocalipsis 13:3-4.
Los imperios bestiales
Por
eso Dios ha revelado cómo ve Él los reinos del mundo; al profeta
Daniel y al apóstol Juan, en primer lugar. Daniel recibió una
revelación de esos cuatro imperios mundiales, Babilonia Persia,
Grecia y Roma, en las figuras de cuatro bestias, porque no han sido
otra cosa. Cada bestia revela exactamente las características y
cualidades del respectivo reino. La primera bestia, un león con alas
de águila, simbolizaba la grandeza del imperio babilónico; la
segunda bestia, un oso con un costado más alto que el otro, y en su
boca tres costillas entre sus dientes, simbolizaba la alianza
devoradora y sangrienta de los medos y los persas; la tercera bestia,
semejante a un leopardo con cuatro cabezas y cuatro alas de aves en
sus espaldas, simbolizaba el veloz dominio del mundo por parte de los
griegos; y la cuarta bestia, espantosa y terrible, que era como una
mezcla de las tres anteriores juntas, pero con diez cuernos,
simbolizaba el terrible imperio romano. Todos esos gobiernos han sido
bestiales y satánicos, pues Satanás, el príncipe del mundo y de la
potestad del aire, es el supremo titiritero que los manipula desde
los aires con su poderosa organización espiritual de las
tinieblas.*(4) Pero hay una explicación del sueño. Leamos al
profeta Daniel en el capítulo 7: "15Se
me turbó el espíritu a mí, Daniel, en medio de mi cuerpo, y las
visiones de mi cabeza me asombraron. 16Me acerqué a uno de los que
asistían, y le pregunté la verdad acerca de todo esto. Y me habló,
y me hizo conocer la interpretación de las cosas. 17Estas cuatro
grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra".
*(4)
Cfr. Daniel 10:12-13.
Hay que analizar por qué se centra la Palabra de Dios en estos cuatro grandes imperios. El Señor revela lo que no es conocido; por eso la revelación empieza en tiempos del profeta que la recibe. Antes de Babilonia había habido dos grandes imperios que alguna relación tuvieron con el pueblo de Dios: Egipto y Asiria. En Egipto el pueblo se había multiplicado, pero habían estado esclavizados; Asiria había invadido el reino del norte y se los había llevado en cautiverio. Ahora los cuatro grandes imperios a partir de Babilonia, todos sometieron a la tierra santa. Cuando el Señor nació en Belén, la tierra santa estaba sometida por la cuarta bestia, por Roma; y fue Roma quien dictó la sentencia y lo llevó a la cruz. Todos estos imperios han sido bestiales y satánicos; pero, ¿cuál será el fin de ellos cuando Satanás sea encerrado en el abismo? Dice Apocalipsis 20:1-3: "1Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. 2Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; 3y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo". Cuando el Señor regrese a la tierra y Satanás sea lanzado al abismo, inmediatamente toda la estructura de su poder caerá al piso, como vio Daniel que se desmoronó toda la imagen vista por Nabucodonosor. Aunque todos esos imperios mundiales hayan caído en la historia, todavía persiste la estructura de toda la imagen. El poder mundial que llevará al poder al anticristo aparecerá con algo de la brillantez del oro babilónico, tendrá mucho del poder destructor de los medos-persas, algo de la habilidad, destreza y ligereza de los griegos, y poseerá, sobre todo, el espíritu sanguinario y fiereza del imperio romano. Pero todo eso será consumido con la llegada gloriosa del Señor Jesucristo.
"18Después
recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino
hasta el siglo, eternamente y para siempre".
¿Quiénes
son los santos del Altísimo? La Iglesia; sobre todo los
vencedores.
Y el caso es que la Iglesia le está poniendo poca seriedad a este
asunto del Reino. Y según la Palabra de Dios, el Reino es
prioritario. "Mas
buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas
cosas os serán añadidas"
(Mt. 6:33). Nosotros tenemos una gran responsabilidad frente al reino
de Dios. Es una orden del Señor que nos preocupemos por el reino muy
por encima de todos nuestros intereses y necesidades particulares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Agradecemos cualquier comentario respetuoso y lo agradecemos aún más si no son anónimos. Los comentarios anónimos no serán respondidos.