El papel de las mujeres en la religión romana
El apóstol Pablo había escrito a los corintios: “Vuestras
mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido
hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice…
porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación” (1
Corintios 14.34-35). Y escribió a Timoteo: “La mujer aprenda en
silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar,
ni ejercer dominio sobre el hombre,
sino estar en silencio” (1 Timoteo 2.11-12).
En ningún otro punto se ataca a las Escrituras hoy en día tanto
como en su enseñanza acerca del papel de las mujeres en la
iglesia. A menudo se dice que los apóstoles y los cristianos
primitivos sencillamente reforzaban las actitudes culturales de su
época en cuanto al papel de las mujeres en la religión y en la
sociedad. Pero las mujeres romanas no se conocían por su carácter
sumiso. Un romano dijo: “Nosotros reinamos sobre el mundo,
pero nuestras mujeres reinan sobre nosotros.”
En las religiones romanas, las mujeres tenían los mismos
papeles que los hombres. Sumas sacerdotisas gobernaban en
muchos templos paganos. Félix, el licenciado cristiano, describió
la religión de los romanos de la siguiente manera: “Hay ciertos
lugares donde no puede entrar ningún hombre. En otros, no puede
entrar ninguna mujer. Es un delito para un esclavo presenciar
ciertas ceremonias religiosas. Unos templos son gobernados por
una mujer con un esposo. Otros templos son gobernados por una
mujer con muchos esposos.” De hecho, el personaje religioso
más prominente de las tierras mediterráneas de la antigüedad era el
que daba el oráculo de Delfos (hoy la ciudad de Castri). Y el
oráculo siempre lo daba una mujer.
Si el papel de la mujer fuera solamente una cuestión de cultura,
y no la enseñanza apostólica, esperaríamos ver que las mujeres
hicieran los mismos papeles tanto en la iglesia verdadera como en
los grupos heréticos. Pero no fue así. En la mayoría de los grupos
heréticos, se daba libertad a la mujer para oficiar y enseñar.
Tertuliano comentó así sobre el papel de las mujeres en tales
grupos: “Se atreven a enseñar, disputar, echar fuera demonios,
realizar sanidades, y tal vez aun bautizar”. En la secta herética
montanista, después de la muerte de su fundador, Montano, los
dos dirigentes más importantes ambos fueron mujeres: Maximilla
y Priscila. De hecho, la mayoría de las profecías y las nuevas
enseñanzas de esta secta surgieron de las mujeres.
Así que, el excluir a las mujeres de los papeles de enseñar y
oficiar en la iglesia definitivamente no era cuestión de seguir a la
cultura romana.
“Un momento”, usted pueda estar pensando. “Tal vez la iglesia
no seguía a la cultura romana en esta cuestión, pero claro que
seguía a la cultura judía.”
Es verdad que las mujeres se excluían del sacerdocio judío.
Pero recordemos que el sacerdocio judío no tenía origen en
ninguna cultura humana. Dios lo instituyó. Además, ya a los
mediados del segundo siglo, la gran mayoría de los cristianos eran
gentiles, y seguramente no seguían la cultura judía. No guardaban
el sábado como día de reposo. No practicaban la circuncisión. No
seguían las leyes judías sobre la dieta, ni sobre las fiestas
religiosas. No seguían ninguna costumbre judía a menos que
coincidiera específicamente con la enseñanza cristiana.
La iglesia primitiva sencillamente obedecía la enseñanza
apostólica acerca del papel de las mujeres en la iglesia, lo mismo
como obedecían a las demás enseñanzas apostólicas. Y por
supuesto, esto lo hacían contrario a la cultura romana.
No la seguían.
Las feministas y muchos teólogos de hoy proclaman que la
posición de la iglesia sobre el papel de las mujeres originaba en el
desprecio por las mujeres que tenían los apóstoles y los demás
líderes de la iglesia primitiva. Pero los escritos de la iglesia
primitiva no concuerdan con tal declaración. Por ejemplo, Félix
escribió: “Que sepan todos que los humanos todos nacen de igual
manera, con capacidad y habilidad para razonar y sentir, sin
preferencia a ningún sexo, edad, o dignidad.”
Clemente escribió: “Precisa que…entendamos que la virtud del
hombre y de la mujer es la misma. Porque si el Dios de ambos es
uno, el maestro de ambos también es uno. Una iglesia, una
abnegación, una modestia; su comida es una,
y el matrimonio un yugo parejo.
Pero volvamos a nosotros en la actualidad. ¿Por qué es tan
apremiante hoy esta cuestión sobre el papel de las mujeres en la
iglesia? ¿Será porque hemos hallado otros manuscritos de la Biblia
que niegan la enseñanza de la Biblia que usamos? ¿O será porque
nuestra cultura está diciendo que los papeles de las mujeres no
deben distinguirse de los de los hombres?
Otra vez, ¿quién no puede resistir la cultura de su día
—nosotros o los cristianos primitivos?
(Tomado del libro CUANDO EL CRISTIANISMO ERA NUEVO)
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