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PROSPERIDAD Y SALUD vs CRISTIANISMO PRIMITIVO (David W. Bercot, "Cuando el Cristianismo era Nuevo")



Capítulo 9
La prosperidad:
¿ Una bendición o una trampa ?

El pastor de la iglesia más grande del mundo, el Dr. Paul
Yonggi Cho, hace poco escribió un libro sobre el tema de la
prosperidad del cristiano. Le dio este título a su libro (traducido al
español): La salvación, la salud, y la prosperidad. Después de
escribir sobre el hecho de que somos ciudadanos del cielo,
prosiguió a decir: “Ya que somos reyes, ¿no debemos de tener la
majestad, la honra y los bienes materiales propios de los reyes?
Esta es nuestra herencia natural. Es un patrimonio que podemos
reclamar por medio de sólo presentar la documentación necesaria.
Estos son tesoros que podemos reclamar tanto como pudiéramos
sacar dinero de un banco en el cual una gran cantidad de dinero
hubiera sido depositado en nuestra cuenta. Si uno pretende ser un
rey, pero vive en pobreza y enfermo y desesperado, ¿cómo podrá
la gente creer su pretensión?”1
El evangelio “de salud y prosperidad” ha llegado a ser
sumamente popular en las iglesias de hoy. Muchas de las iglesias
que están creciendo más en el mundo hoy son las iglesias que
predican este “evangelio”. Algunos de los predicadores de
prosperidad construyen su teología entera alrededor de un
versículo en 3 Juan: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en
todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3
Juan 2).
¿Qué quería decir Juan al escribir estas palabras? ¿Quería decir
que deseaba que los cristianos todos prosperaran materialmente y
que tuvieran salud? ¿Les estaba prometiendo que Dios siempre les
daría las riquezas y la salud?
Antes de interpretar a la ligera las palabras de Juan, ¿por qué
no ha tomado el tiempo alguien para consultar los escritos de
Policarpo, el compañero íntimo de Juan? Si los predicadores de la
prosperidad hubieran investigado los escritos de este compañero
de Juan, hubieran encontrado una advertencia apremiante contra la
búsqueda de la prosperidad material. No hubieran encontrado ni
una palabra de apoyo para su evangelio de “salud y prosperidad”.
En verdad, los cristianos primitivos testifican que los mismos
apóstoles vivieron en la pobreza, no en la prosperidad material.
Los cristianos primitivos no consideraron que la riqueza fuera
una bendición de Dios. Al contrario, la consideraron como una
trampa que fácilmente pudiera costarles la vida eterna. Se basaron
en pasajes bíblicos como los siguientes:
· “Raíz de todos los males es el amor al dinero” (1
Timoteo 6.10).
· “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos
con lo que tenéis ahora” (Hebreos 13.5).
· “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y
el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan;
sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni
el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni
hurtan. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará
también vuestro corazón” (Mateo 6.19-21).
· “Ninguno puede servir a dos señores; porque o
aborrecerá a uno y amará al otro, o estimará al uno y
menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a
las riquezas” (Mateo 6.24).
Al final de este capítulo doy otras Escrituras que sirvieron de
base para sus creencias acerca de la prosperidad.
Los peligros de la prosperidad
Dando aplicación a los versículos que cité arriba, Hermes
escribió: “Estos son los que tienen fe verdadera, pero también
tienen las riquezas de este mundo. Venida la tribulación, niegan al
Señor a causa de sus riquezas y sus negocios... Por eso, los que
son ricos en este mundo no pueden ser útiles al Señor a menos que
primero sus riquezas sean disminuidas. Aprende esto primero de tu
propio caso. Cuando tú eras rico, eras inútil. Pero ahora eres útil y
preparado para la vida.”2 Por eso amonestó: “Guárdate de meterte
mucho en el negocio y evitarás el pecado. Aquellos que se ocupan
con muchos negocios también cometen muchos pecados; se
distraen por sus negocios en vez de servir al Señor.”3
Clemente advirtió que “la riqueza puede, sin la ayuda de nada,
corromper al alma de aquellos que la poseen y extraviarlos del
camino de la salvación.” El describió la riqueza como “un peso de
que debemos despojarnos, el cual debemos echar de nosotros
como una enfermedad peligrosa y fatal.”4
Cipriano, hombre rico antes de convertirse, dio todos sus
bienes a los pobres cuando se hizo cristiano. Después advirtió a los
miembros de su congregación: “Un amor ciego a las posesiones ha
engañado a muchos. ¿Cómo podrán los ricos estar preparados, o
dispuestos, a partir de esta tierra [en la persecución] cuando sus
riquezas los encadenan aquí? . . . Por eso, el Señor, el Maestro de
lo bueno, les advierte de antemano, diciendo: ‘Si quieres ser
perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás
tesoro en el cielo; y ven y sígueme’ [Mateo 19.21]. El que no
tuviera nada en este mundo no sería vencido por el mundo.
Seguiría al Señor, sin cadenas, libre, como hicieron los apóstoles...
Pero ¿cómo podrán seguir a Cristo cuando la cadena de la riqueza
los estorba? … Ellos creen que poseen, pero en realidad son ellos
una posesión. No son los señores de su riqueza, sino los esclavos
de ella.”5
Utilizando el ejemplo de Jesús sobre el camino ancho y el
camino angosto, Lactancio advirtió contra aquellos que hacían
promesas de riqueza y prosperidad:
“Satanás, habiendo inventado las religiones falsas, vuelve a los
hombres del camino al cielo y los guía en el de la destrucción. Este
camino parece plano y espacioso, lleno de los deleites de las flores
y los frutos. Satanás coloca todas estas cosas en el camino, las
cosas estimadas como buenas en este mundo: la riqueza, la honra,
la diversión, el placer, y todas las demás seducciones. Pero
escondidos entre estas cosas vemos también la injusticia, la
crueldad, el orgullo, la lascivia, las contenciones, la ignorancia, las
mentiras, la necedad y otros vicios. El fin de este camino es lo
siguiente: Cuando hayan avanzado tanto que no pueden volver, el
camino se desaparece junto con todos sus deleites. Esto sucede sin
advertencia de manera que nadie puede prever el engaño del
camino antes de caer en el abismo...
“Por contraste, el camino al cielo parece muy dificultoso y
montañoso, lleno de espinos y cubierto de piedras dentadas. Por
eso, todos los que andan en él tienen que usar mucho cuidado para
guardarse de no caer. En este camino Dios ha colocado la justicia,
la abnegación, la paciencia, la fe, la pureza, el dominio propio, la
paz, el conocimiento, la verdad, la sabiduría, y otras virtudes más.
Pero estas virtudes van acompañadas de la pobreza, la humildad,
los trabajos, los sufrimientos y muchas penas y pruebas. Porque el
que tiene una esperanza para el porvenir, el que ha escogido las
cosas mejores, será privado de los bienes terrenales. Por llevar él
poco equipo y estar libre de las distracciones, él puede vencer las
dificultades en el camino. Porque es imposible que el rico
encuentre este camino, o que persevere en él, ya que se ha rodeado
de las ostentaciones reales, o se ha cargado de las riquezas.”6
(Mateo 7.13-14; 19.23-24).
Pero los cristianos primitivos no sólo hablaron de la pobreza,
en verdad eran pobres. Y los romanos se burlaron de ellos por eso
mismo. Por ejemplo, un romano reprochó a los cristianos,
diciendo: “Vea, muchos de ustedes—en verdad, según ustedes
mismos dicen, la mayoría de ustedes—están en necesidad,
soportando frío y hambre, y trabajando en trabajos agotadores.
Pero su dios lo permite.”7 Admitiendo lo cierto de esta acusación,
el licenciado Félix respondió, diciendo: “Que dicen que muchos de
nosotros somos pobres, no es desgracia, sino gloria. De la manera
que nuestra mente se afloja por la riqueza, también se fortalece por
la pobreza. Mas, ¿quien es pobre si nada desea? ¿si no codicia lo
que tienen otros? ¿si es rico para con Dios? Al contrario, el pobre
es aquel que desea más, aunque tenga mucho.”8
Los romanos se extrañaban tanto de este mensaje de los
cristianos contra el materialismo que ridiculizaban al cristianismo.
Un crítico romano llamado Celso se mofó de los cristianos,
diciendo: “¿Cómo pudo Dios ordenar [a los judíos] por medio de
Moisés que aumentaran riqueza, que gobernaran, que llenaran la
tierra, que pusieran a la espada a sus enemigos de todos los
siglos...cuando a la vez, su Hijo, el hombre de Nazaret, dio
órdenes muy contrarias a éstas? Este afirmó que el que ama el
poder, las riquezas y la honra no puede venir al Padre. [Enseñó]
que no deben preocuparse por su comida más que las aves; que no
deben molestarse por el vestir más que los lirios.”9
Tal vez alguien dijera que esos cristianos vivían en la pobreza
sólo porque tanto despreciaban la riqueza que Dios les quería dar
que la regalaban. Pero ¿cómo puede un hombre dar más de lo que
Dios da? Si la riqueza fuera de Dios, el cristiano no la perdería si
obedeciera la palabra de Dios y la compartiera con los pobres.
¡Qué contraste entre el mensaje de ellos y él de nosotros!
Ahora hagamos el contraste entre lo que enseñaban los
cristianos primitivos y lo que se enseña en muchas iglesias hoy.
Por ejemplo, Kenneth Hagin, un maestro y escritor cristiano muy
conocido en los Estados Unidos hoy, afirma haber tenido este
diálogo con Dios:
“El Señor siguió diciendo: ‘Y tú, Satanás, ¡cuida tus manos de
tocar el dinero mío!’ Porque es Satanás el que estorba para que
usted no lo tenga; no soy yo.
“‘Reclámalo porque está aquí sobre la tierra y Satanás se ha
apoderado del dinero, porque él es el dios de este siglo. Di: “Yo
reclamo…”, nombrando lo que tú quieras o necesites.’
“Algunos van a disputar: ‘Bien, yo puedo creer que Dios
proveerá para nuestras necesidades, pero me parece bastante raro
cuando usted me dice que ¡él va a darme todo lo que desee!’ Eso
mismo dije yo al Señor: ‘Sí, Dios, puedo creer que tú deseas suplir
lo que necesitamos. Pero ¿suplirás todos nuestros deseos?’
“El me contestó: ‘Tú pretendes ser muy rigorista en atender a
mis palabras. En el Salmo 23 que tú tantas veces citas, dice:
“Jehová es mi pastor, NADA me faltará”.’
“Dice en Salmo 34: ‘Los leoncillos necesitan, y tienen hambre;
pero los que buscan a Jehová NO TENDRÁN FALTA de ningún
bien.’ (v. 10).
“Reclama lo que necesites o desees. Di: ‘Satanás, cuida tus
manos de tocar mi dinero’. Luego, di: ‘Vayan, espíritus
ministradores, y traíganme el dinero’.”10
Otra vez, en los primeros siglos, los herejes, no los cristianos,
enseñaban esa teología de prosperidad. Por ejemplo, uno de los
herejes más infames del tercer siglo, Pablo de Samosata, enseñaba
y practicaba un mensaje de prosperidad. Unos ancianos cristianos
contemporáneos decían esto de él: “Anteriormente él era pobre y
desamparado. No heredó nada de su padre. No ganó nada por una
empresa o un negocio. Pero ahora posee gran riqueza por medio de
sus engaños y hechos vergonzosos… El ha hecho ricos [también a
sus seguidores]. Por este motivo, los que desean la riqueza le aman
y le admiran.”11
¿Disfrutaron los cristianos de mejor salud?
En cuanto al “evangelio de salud”, la historia, tanto la cristiana
como la secular, nos enseña que los cristianos no disfrutaron de
mejor salud que los mundanos a su alrededor. Las cartas escritas
por los cristianos dan testimonio de que ellos padecieron de las
mismas enfermedades y calamidades de que padecieron los demás.
Los cristianos primitivos creyeron en la sanidad divina, pero
sus testimonios acerca de los milagros de sanidad confirman que
tales sanidades las administraban a los incrédulos como señal para
éstos. Normalmente no las recibían ellos mismos como si fuera
una bendición prometida por Dios.
Cipriano escribió de la desilusión de algunos cristianos cuando
padecieron de alguna enfermedad: “Les molesta a algunos que el
poder de la enfermedad nos ataque a nosotros de la misma manera
que ataca a los paganos. [Es] como si el cristiano creyera en
disfrutar de los placeres de este mundo y escapar de las
enfermedades, en lugar de soportar las adversidades aquí y esperar
los goces venideros. Mientras permanezcamos sobre la tierra,
pasaremos por las mismas tribulaciones que los demás de la raza
humana, aunque vivamos separados de ellos en espíritu… Así
como cuando la tierra se hace estéril y no hay cosecha, el hambre
no hace acepción de personas. Cuando un ejército enemigo captura
una ciudad, todos son llevados cautivos sin distinción. Cuando las
bellas nubes no dan su agua, la sequía afecta a todos por parejo…
Padecemos de enfermedades de los ojos, de fiebre, y de debilidad
del cuerpo, en la misma manera que los demás.”12
Los cristianos primitivos no tenían una religión que prometía la
prosperidad material ni una salud superior en esta vida. Pero sí
creían en el poder de Dios. Como ya hemos visto en los capítulos
anteriores, su fe en el poder de Dios y su protección sobresale ante
la fe de los cristianos de hoy en día.
Habiendo dicho esto, sus diferencias con nosotros no descansan
con este tema de la prosperidad. Difieren con nosotros en varios
puntos morales a los cuales hacemos frente hoy.
Aquí doy otros pasajes que los cristianos primitivos usaban
como base de sus enseñanzas sobre la riqueza material: “Aún te
falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y
tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme” (Lucas 18.22). “Porque
es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar
un rico en el reino de Dios” (Lucas 18.25). “Porque todo lo que
hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y
la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo” (1
Juan 2.16). “Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de
Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la
vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado” (2 Timoteo
2.3-4). “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni
pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas sino
en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que
las disfrutemos” (1 Timoteo 6.17). “Así que, teniendo sustento y
abrigo, estemos contentos con esto” (1 Timoteo 6.8). “¡Vamos
ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán.
Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas
de polilla. Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho
testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes
como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros”
(Santiago 5.1-3). “Porque es necesario que el obispo sea
irreprensible…no codicioso de ganancias deshonestas…no avaro”
(1 Timoteo 3.2-3).

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