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Autor: Dr. Stephen E. Jones
https://godskingdom.org/blog/2025/01/laws-of-sonship-part-1/
Los que han sido engendrados por el Espíritu Santo, tanto varones como mujeres, tienen derecho a afirmar que son hijos de Dios. Espiritualmente hablando, ser hijo de Dios no es una cuestión de género, pues leemos en Gálatas 3: 26-28:
26 Porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. 27 Porque todos los que fuisteis bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. 28 Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús.
Jesús le dijo a Nicodemo en Juan 3: 3 (NASB):
3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo [griego: gennethe anothen, “ser engendrado de arriba”], no puede ver el reino de Dios.
El término “nacido de nuevo”, tal como lo traducen la NASB y la KJV, no es lo suficientemente preciso para nuestros propósitos. Debería traducirse “engendrado de arriba”, es decir, engendrado de Dios, el Padre, por medio del Espíritu Santo.
La palabra griega gennethe proviene de la raíz gennao. El Dr. Bullinger nos dice en sus notas sobre Mateo 1: 2:
“engendró. Gr. Gennao. Cuando se usa con respecto al padre, significa engendrar o procrear; y cuando se usa con respecto a la madre, significa traer al mundo”.
Los hombres engendran; las mujeres dan a luz. Por eso, en Mateo 1: 2, donde leemos que Abraham engendró a Isaac, es evidente que Abraham en realidad no dio a luz a Isaac. Abraham simplemente engendró a Isaac en el vientre de Sara, quien más tarde dio a luz a Isaac.
En Mateo 1: 20, el ángel del Señor se le apareció a José y le dijo que tomara a María como su esposa, aunque ella estaba embarazada y muchos pensaban que era adúltera. El ángel le explicó: “porque lo que en ella ha sido engendrado, del Espíritu Santo es”. La palabra griega traducida como “engendrado” es gennethen, de gennao. Es evidente que Jesús aún no había nacido en Belén. Vemos que la palabra se usa aquí para referirse a la concepción, en lugar de alumbramiento. El Espíritu Santo había actuado como el Padre para engendrar un embrión dentro de María.
¿Qué significa todo esto para nosotros? ¿Cómo se aplica esto a Juan 3: 3, donde Jesús le dijo a Nicodemo que tenía que “nacer de nuevo”? Esto demuestra que cuando el Espíritu de Dios mora en nosotros, somos engendrados de arriba. Técnicamente, todavía no hemos “nacido”. El término “nacer de nuevo” no es del todo exacto, porque implica que ahora hemos sido hechos completamente a la imagen de nuestro Padre. Pero el hecho es que un embrión todavía no ha tomado su forma completa. Todavía está siendo hecho y formado a la imagen de su padre y madre. La enseñanza de que los cristianos ahora han “nacido de nuevo” ha hecho que muchos piensen que ya han llegado a la meta final de la vida en la Tierra, y que hay poco más que hacer excepto esperar para ir al Cielo. Mientras tanto, el único propósito real que parece tener el cristiano en la Tierra es dar testimonio a los demás y apoyar a su iglesia con su presencia y con sus donaciones.
Uno de los principales objetivos de este libro es desafiar esa mentalidad y mostrar a las personas que deben progresar a través de las etapas de desarrollo reveladas por los días festivos de Israel para llegar al destino final.
La otra palabra usada en Juan 3: 3, que todavía no hemos explicado, es anothen, traducida otra vez, como “nacer de nuevo”. El Diccionario Expositivo de Vine dice que “significa desde arriba, o de nuevo”. Si Juan hubiera querido decir “de nuevo” o “en otro momento”, habría usado la palabra griega, deuteros, como lo hizo en Juan 9: 24.
24 Así que llamaron por segunda vez [deuteros] al hombre que había sido ciego yle dijeron: Da gloria a Dios; sabemos que este hombre es pecador.
Concluimos, entonces, que Juan 3: 3 instruyó a Nicodemo (y a nosotros) que debemos ser “engendrados de arriba”, en lugar de “nacer de nuevo”. Lo primero es lo primero. Primero debemos ser engendrados antes de poder nacer plenamente.
Hace muchos años, mientras estudiaba en la Universidad de Minnesota, me pidieron que me uniera a un grupo de estudiantes cristianos que se llamaban a sí mismos los Hijos Manifestados de Dios. Más tarde me enteré de que se trataba en realidad de una rama del nuevo Movimiento Carismático. Estas personas creían que eran “ahora” hijos de Dios y que estaban plenamente “manifestados” en el mundo. Me negué a unirme a ellos. Otros maestros de la Biblia los condenaron, incluidos los maestros de la Filiación. Pero en aquellos días yo todavía no conocía los problemas subyacentes, ya que era joven.
1ª Juan 3: 2 dice:
2 Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser. Sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal como Él es.
Juan nos dice que “ahora somos hijos de Dios”, pero también muestra que todavía no somos “lo que seremos”. Tal vez tenía en mente el hecho de que un embrión es un niño que todavía se está formando. En otras palabras, hay dos etapas principales de desarrollo, una después de la concepción y la otra después del nacimiento. La manifestación tiene que ver con hacerse visible (nacimiento). Afirmar ser hijos manifestados de Dios antes de ver la perfección en el nacimiento es inexacto, porque no distingue el proceso de filiación.
He conocido a algunos que afirman estar perfeccionados ahora, pero esta afirmación se basa en lo que ellos llaman fe, pero que yo llamo pensamiento positivo. No logran entender la diferencia entre la justicia imputada y la justicia real. Romanos 4 es la gran explicación de Pablo sobre la imputación (logizomai). Su gran ejemplo es el propio Abraham, a quien Dios le dio la promesa de un hijo. La promesa misma le imputó un hijo y lo convirtió en padre de muchas naciones, aunque no tenía hijos en absoluto.
Romanos 4: 17 KJV nos da la definición de imputación, diciéndonos que Dios “llama las cosas que no son, como si fuesen”. Cuando Abraham creyó en la promesa de Dios, le fue contada, acreditada, imputada (logizomai) por justicia (Romanos 4: 3). Imputar es un acto legal que asegura lo prometido, pero, no obstante, es algo que aún no se ha cumplido. Se requiere otro paso. Lo mismo sucede con el engendramiento y el nacimiento de un hijo.
La fe es conocer y creer la promesa de algo en el futuro. De esta manera, la fe contiene el elemento de la esperanza. Romanos 8: 23, 24 dice:
23 Y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, aguardando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. 24 Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque ¿quién espera lo que ve?
Nuevamente, 2ª Corintios 5: 7 dice:
7 Porque por fe andamos, no por vista.
En otras palabras, hasta que no veamos cumplida concretamente la promesa de Dios, “andamos por fe”. Nuestra fe no hace que suceda; es simplemente descansar en la creencia de que Dios hará que suceda. Tal vez nuestro mayor enemigo sea la impaciencia. Tendemos a pensar que las promesas de Dios deben cumplirse rápidamente, cuando, de hecho, pueden tardar muchos años. Veamos el ejemplo de Abraham, cuya promesa todavía se está desarrollando hasta el día de hoy.
Hay muchos que piensan que si la promesa no se cumple pronto es por falta de fe. Para apresurar la promesa, creen que deben cultivar su fe con el poder de su propia voluntad y esfuerzo. Pero ese esfuerzo propio sólo conduce a un pensamiento positivo, no a una fe verdadera. La fe descansa; el pensamiento positivo trabaja duro.
Juan 1: 11-13 dice:
11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. 12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
El derecho de filiación es para “los que creen en su nombre”. Creer es tener fe. La fe engendra “a Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1: 27). En esta metáfora bíblica, “Cristo en vosotros” es el embrión que ha sido engendrado por el Espíritu. Por lo tanto, “la esperanza de gloria” es la esperanza, o expectativa y gloria del parto. En este sentido, estamos embarazados de un hijo ungido, un “cristo”, por así decirlo, un hijo de Dios; no Jesucristo, el Hijo primogénito de Dios, sino tú, Cristo, un hijo de Dios, que es el hermano menor de Jesús.
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