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DESPOJARNOS DE TODO LO QUE HACE NUESTRO CAMINO MÁS DIFÍCIL, Tim Challies

 



La senda es angosta. El recorrido es largo. El camino es duro. Sin embargo, Dios nos ha llamado a cada uno de nosotros a correr la carrera de la vida cristiana. Cada uno de nuestros pasos en esta gran carrera lo damos en presencia de enemigos mortales, cada uno de nuestros pasos lo damos con la oposición del mundo, de la carne y del diablo. Los dardos de fuego del diablo siempre amenazan con hacernos daño, los anhelos malvados de nuestro corazón con distraernos, las tentaciones atractivas del mundo con persuadirnos a abandonar. Incluso mientras mantenemos nuestros ojos fijos en la recompensa, nos cansamos de correr, gemimos en medio de nuestro arduo trabajo. 

Si la vida ya es tan difícil, y el camino tan áspero, ¿por qué tan a menudo añadimos más peso a nuestros problemas? ¿Por qué, en lugar de despojarnos de todo peso, acumulamos más? ¿Por qué, en lugar de hacer que cada paso sea lo más ligero posible, hacemos que nuestros pasos sean más pesados? ¿Por qué ponemos nuevas cargas sobre nuestras espaldas? 

Hacemos que nuestro camino sea más difícil cuando nos entregamos al pecado. Todo pecado añade un peso, todo vicio es una carga pesada para nuestras almas. El pecado agobia la mente, nubla el juicio, aflige la conciencia. Nuestro llamado es a despojarnos de lo viejo y a vestirnos de lo nuevo, a rechazar todo lo que pertenece al viejo hombre y a abrazar todo lo que pertenece al nuevo hombre que se va renovando a la imagen de Jesucristo. Nuestro llamado es a despojarnos de todo pecado que, a no ser que lo erradiquemos, nos envuelve y obstaculiza nuestros pasos. Sólo así podremos correr con paciencia la carrera que tenemos por delante, sólo así podremos mantener el ritmo. Nuestros pasos se hacen más ligeros cuando nos arrepentimos de todo pecado, cuando desechamos toda transgresión, cuando eliminamos todo obstáculo. La santidad en nuestra vida aporta ligereza a nuestros pasos.  

Otra forma en la que hacemos que nuestro camino sea más difícil es cuando miramos hacia atrás en vez de mirar hacia adelante. Detrás de nosotros está nuestro viejo hombre y delante de nosotros nuestro nuevo hombre. Detrás de nosotros está la depravación y delante de nosotros está la santidad. Detrás de nosotros está nuestro amo malvado y delante de nosotros nuestro nuevo Padre amoroso. La esposa de Lot miró hacia su vida anterior y se convirtió en una estatua de sal; Orfa miró hacia su antiguo pueblo y se alejó del pueblo de Dios; Demas miró hacia atrás, a las tentaciones del mundo, y abandonó a Pablo. «Nadie, que después de poner la mano en el arado mira atrás, es apto para el reino de Dios», advirtió el Señor. 

El evangelio siempre dirige nuestra mirada hacia adelante. Rut siguió el llamado de Dios hasta la línea del Mesías; el hijo pródigo se arrepintió y corrió directo a los brazos de su padre; Pablo se olvidó de todos sus logros y siguió adelante hacia el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús; el autor de Hebreos meditó en la gran nube de testigos y miró a Jesús, el autor y consumador de su fe. La recompensa no está detrás ni a un costado, sino siempre adelante. 

Además, hacemos que nuestro camino sea más difícil cuando corremos solos en lugar de estar acompañados. "En todo tiempo ama el amigo, y el hermano nace para tiempo de angustia", el tipo de angustia que puede abrumarnos y amenazar con desviarnos. Un "cordel de tres hilos no se rompe fácilmente", y a veces necesitamos amigos que pongan nuestros brazos cansados sobre sus hombros y nos lleven por un tiempo. Cuando nuestros cuerpos están sacudidos por los sollozos y no sabemos si podemos dar un paso más, es entonces cuando necesitamos amigos que lloren con los que lloran, que lleven nuestras cargas por nosotros, que aligeren nuestro peso y que nos permitan seguir adelante. Cuando David estaba en su punto más bajo, fue entonces cuando Jonatán brilló con todo su esplendor al acercarse a él y fortalecer su alma en Dios. Esta carrera es demasiado larga, difícil y agotadora como para correrla solos.

Finalmente, hacemos que nuestro camino sea más difícil cuando entregamos nuestros corazones y mentes a aquello que es desalentador en lugar de alentador. Aunque estamos llamados a reflexionar cuidadosamente en todo lo que es verdadero, justo, puro, hermoso y honorable, nuestras mentes a menudo se enfocan en lo que es corrupto, malo, contaminado, repugnante y reprensible. En lugar de enfocarnos en lo que es excelente y digno de alabanza, nos enfocamos en lo que es malo y digno solamente de condenación. A menudo nos sentimos más atraídos por las malas noticias que por las buenas, por las evidencias de depravación, más que por las evidencias de gracia. ¿Por qué, entonces, deberíamos sorprendernos de que nuestros pies se vuelvan pesados y de que nuestro paso comience a flaquear? ¿Qué otra cosa podría pasar cuando llenamos nuestras mentes con todo lo que es horrible y abandonamos todo lo que es bueno, cuando elegimos meditar en nuestros corazones en aquellas cosas que son demasiado vergonzosas como para decirlas con nuestra boca? Cuidar mis ojos de lo que ven, cuidar mis oídos de lo que oyen, cuidar mis dedos lo que cliquean.  

Dios ha llamado a cada persona de su pueblo a correr una carrera, una carrera que para la gran mayoría de nosotros será más una maratón que una carrera corta de velocidad. Este no es un llamado insignificante, ni una tarea breve, ni un trabajo pequeño. 

Corremos mejor cuando corremos livianos, libres de las cargas del pecado, libres de las distracciones del pasado, libres de los peligros de la soledad, libres del peso del desaliento

Debemos correr aunque los enemigos nos rodeen y nos amenacen. Debemos correr aunque seamos bombardeados por el dolor, las pérdidas o el desaliento. Debemos correr aunque otros se rindan, abandonen y se alejen. Debemos correr aunque muchos procuren persuadirnos para que lo hagamos de una manera más suave, holgada y fácil. Debemos correr con perseverancia, correr para ganar el premio, correr hasta que hayamos terminado la carrera, correr hasta que hayamos recibido la corona de los Vencedores. 


Tim Challies

(Gentileza de Esdras Josué ZAMBRANO TAPIAS)

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