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Autor: Dr. Stephen E. Jones
https://godskingdom.org/blog/2023/07/the-bread-of-god/
Cuando Jesús alimentó a los 5000 en Juan 6, estaba realizando la cuarta de las ocho señales que Juan escogió para incluirlas en su evangelio. La explicación e interpretación de esta señal se da en la última mitad del capítulo (Juan 6: 26-65). Juan cita al mismo Jesús.
Dos clases de pan
Primero, Jesús dice en Juan 6: 27,
27 Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que dura para vida eterna, la cual el Hijo del hombre os dará, porque en Él ha puesto su sello el Padre, Dios.
La comida que comemos físicamente es perecedera, porque siempre se descompone, se pudre y vuelve al suelo. Pero el verdadero alimento espiritual es imperecedero y “dura para vida eterna”. Los discípulos parecían haberse dado cuenta hasta cierto punto, porque dijeron en Juan 6: 31:
31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto; como está escrito [en el Salmo 78: 24], “Pan del cielo les dio a comer”.
Jesús luego explica esto en Juan 6: 32-33,
32 Entonces Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo, que no es Moisés quien os ha dado el pan del cielo, sino que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. 33 Porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da vida al mundo.
El origen del pan marca la diferencia. El pan de la tierra alimenta el cuerpo, manteniéndolo vivo por un poco más de tiempo; el pan del cielo alimenta el espíritu y da “vida al mundo”. Con esto, Él se refería a la inmortalidad, la vida que no tiene fin. Es la vida de una calidad superior. La palabra “vida” en sí misma, entonces, tiene dos niveles de significado, y por esta razón, el Nuevo Testamento a menudo distingue los dos insertando la palabra aionian (“perdurable en el tiempo”) para describir esta forma de vida mayor.
Cuando Jesús partió el pan de cebada en Juan 6: 9, era del grano natural que se cultivaba en la tierra y tenía el poder de prolongar la vida de los hombres por un corto tiempo. Sin embargo, cuando Jesús “tomó los panes y dio gracias”, este pan natural adquirió un nuevo significado. Mateo 14: 19 dice: “Bendijo la comida”. La bendición de Cristo convirtió esta cebada natural en una señal celestial que representaba un alimento sobrenatural.
Comer pan natural es una rutina diaria. Debe repetirse para mantener la vida. De esta manera, es comparable a los sacrificios del Antiguo Pacto. Por el contrario, Jesús fue ofrecido sólo una vez, mostrando la eficacia del Sacrificio del Nuevo Pacto por el pecado. Así leemos en Hebreos 10: 11-12,
11 Todo sacerdote está de pie cada día ministrando y ofreciendo una y otra vez los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados, 12 pero Él, habiendo ofrecido un sólo sacrificio por los pecados para siempre, se sentó a la diestra de Dios.
Comer alimentos naturales, entonces, es comparable al principio del Antiguo Pacto de repetición diaria debido a su capacidad limitada para sustentar la vida. Así como los sacrificios de animales profetizaban de algo mayor que estaba por venir, así también los alimentos naturales, cuando son bendecidos, profetizan del mayor alimento del Espíritu, como vemos en Juan 6. Además, una vez que se hizo el Sacrificio final en la cruz, “ya no hay más ofrenda por el pecado” (Hebreos 10: 18). ¿Por qué? Porque el sacrificio de Cristo puso fin a toda repetición de sacrificios.
El autor de Hebreos señala que aquellos que permanecen bajo la jurisdicción del Antiguo Pacto ya no tienen sacrificio efectivo por el pecado. Si pecan y ofrecen un sacrificio animal, el único resultado es “una horrenda expectación de juicio, y la furia de un fuego que ha de devorar a los adversarios” (Hebreos 10: 27). En otras palabras, Dios ya no reconoce que el sacrificio de animales tenga ningún valor para perdonar el pecado, porque Dios los ha reemplazado con un Sacrificio final mejor. Desde la cruz, el perdón de los pecados sólo puede venir por medio de Cristo.
Comiendo los sacrificios
Se instruyó al pueblo a comer el Cordero Pascual (Éxodo 12: 9). También debían “comer panes sin levadura” (es decir, de cebada) durante siete días durante la fiesta de los Panes sin Levadura. Los sacerdotes debían comer las ofrendas de cereal (Levítico 6: 16), así como las ofrendas por el pecado (Levítico 6: 26).
Todos ésos sacrificios profetizaban de Cristo y son la base de la enseñanza de Cristo en Juan 6: 53 acerca de comer su carne para obtener la vida eónica. El principio subyacente es que somos lo que comemos. Más exactamente, nos convertimos en lo que comemos. Comer lo que es sacrificado (es decir, lo que es “santo”) invoca el Principio de Identificación, donde nos hacemos uno con lo que comemos.
Comer un sacrificio animal identifica a un hombre con el Antiguo Pacto, que “se está volviendo obsoleto” (Hebreos 8: 13). Pero comer del único Sacrificio verdadero nos identifica con el Nuevo Pacto y nos hace parte del Cuerpo de Cristo. Esto no necesita repetición, excepto a través de la Comunión, que es un ritual de “recuerdo” (1ª Corintios 11: 24). La comunión, aunque sea diaria, no nos hace parte del Cuerpo de Cristo. Nos convertimos en su Cuerpo al creer (“comer”) sus Palabras, y nuestro estado no necesita ser renovado a través de la Comunión. La comunión nos recuerda nuestro estado, así como nos recuerda lo que Cristo ya ha realizado de una vez por todas.
Belén, la Casa del Pan
En Juan 6: 48 Jesús dijo: “Yo soy el Pan de vida”. La palabra hebrea para “pan” es lehem. Belén es la Casa del Pan. El Plan Divino desde el principio era que Jesús naciera en Belén para proclamarlo como Pan de Dios y Pan de Vida. Además, creo que fue por eso que cuando nació, fue puesto “en un pesebre”. Un pesebre se llena de heno para alimentar a los animales. Jesús vino a ser pan para el mundo.
El Evangelio
“Comer” la carne de Cristo no debe tomarse literalmente. Jesús explicó el significado en Juan 6: 47-48,
47 De cierto, de cierto os digo: el que cree, tiene vida eterna. 48 Yo soy el pan de vida.
Entonces Jesús dijo en Juan 6: 54,
54 El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y Yo lo resucitaré en el último día.
Por lo tanto, vemos que “el que cree tiene vida eterna”, y “el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna”. Creer sus Palabras es comer su Carne. Esto no es canibalismo.
Este lenguaje metafórico está integrado en el idioma hebreo mismo, particularmente en la palabra basar, “evangelio/buenas nuevas, carne”. La palabra basar se traduce como “buenas nuevas” en Isaías 61: 1, “me ha ungido el Señor para traer buenas nuevas (basar) a los afligidos”. Esta palabra se traduce como “evangelio” en Lucas 4: 18. La misma palabra se traduce “carne” en Génesis 2: 23, “esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne”. Se podría decir que la mujer fue una “buena noticia” para Adán, y también era la personificación del evangelio de Cristo.
El punto es que el evangelio de Cristo se refiere específicamente a su enseñanza en Juan 6 acerca de comer su Carne, es decir, creer su Palabra. También se relaciona con Juan 1: 14, “el Verbo se hizo carne”. Se dice que Jesús es la Palabra, y la Palabra se hizo carne/evangelio en la Casa del Pan. Aquellos que creen que la Palabra/Evangelio reciben vida aioniana, vida en La Edad.
Comer su Carne es consumir (y asimilar) la Palabra que fue pronunciada “al principio” (Juan 1: 1). La primera Palabra fue “Sea la luz” (Génesis 1: 3). Entonces Juan 1: 4 dice,
4 En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
De nuevo, leemos acerca de Juan el Bautista (el testigo de Cristo) en Juan 1: 8,
8 Él [Juan] no era la Luz, pero vino a dar testimonio acerca de la Luz [Cristo]. 9 Allí estaba la Luz verdadera que, viniendo al mundo, ilumina a todo hombre.
Entonces, el orden es que la Luz era la Palabra hablada, y esta Luz es el equivalente de la Vida. Cristo es tanto la Luz como la Vida, y luego se hizo carne en Belén para presentar su Carne como alimento para el mundo, para aquellos que creen en su Palabra, el Evangelio de Cristo.
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