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SUICIDIO DE LA “IGLESIA SAÚL” DEL FIN DE LA ERA, José (Administrador)







30 de agosto de 2018


1º Samuel 15: 23

Porque como pecado de adivinación es la rebelión,

y como ídolos e idolatría la obstinación.

Por cuanto tú desechaste la palabra de Yahweh,

Él también te ha desechado para que no seas rey.


1º Samuel 16: 14

El Espíritu de Yahweh se apartó de Saúl,

y le atormentaba un espíritu malo de parte de Yahweh.


1º Samuel 28: 7

Entonces Saúl dijo a sus criados: Buscadme una mujer que tenga espíritu de adivinación, para que yo vaya a ella y por medio de ella pregunte. Y sus criados le respondieron: He aquí hay una mujer en ENDOR que tiene espíritu de adivinación.


1º Samuel 31: 4

Entonces tomó Saúl su propia espada y se echó sobre ella.



Hace unos meses que el Señor viene hablándonos, de muchas maneras, sobre cómo acabamos al final de nuestra etapa de Pentecostés: atados por el diablo y escuchando a espíritus engañadores.


Al final de esta etapa en el camino hacia la madurez, la levadura ha hecho su labor alcanzando su cenit, hinchando la carne hasta su máxima expresión y haciendo que nos abramos a los espíritus malignos. Esto es debido a la obstinación y a la rebelión de quienes, creyendo que están sirviendo a Dios, en realidad están luchando contra Él y se han vuelto sus enemigos.


La obstinación, terquedad, contumacia o como lo quieran llamar de Saúl no era para establecer la voluntad de Dios, sino la suya propia y está obstinación se convirtió en adivinación o hechicería. ¿Sabía que incluso nuestra oración por nuestros propios deseos o para que los demás hagan lo que nosotros pensamos que deben hacer, puede ser hechicería? Tal vez si les digo que eso es manipulación lo entiendan mejor: maquinar para tratar de imponer nuestra voluntad obstinada a los demás es una manipulación, es hechicería.


Ese peligroso nivel de hechicería nos sitúa al borde de algo mucho peor: la rebelión. Eso es ya una cuestión de ídolos e idolatría, ¡adorar al lado oscuro! Aquí nuestra contumacia ya nos ha llevado al punto en que hay un ídolo, al que amamos más que a Dios y ante tal ídolo nos postramos en adoración. A estas alturas Dios se nos habrá opuesto con firmeza de mil maneras y como a Balaam nos habrá salido al paso una y otra vez, cerrándonos el camino más y más (Números 22: 25). Nuestro pie habrá sido restregado contra el muro muchas veces y la fricción habrá levantado chispas incendiarias por doquier, que nos negamos a reconocer aunque causaron incendios allí por donde íbamos o estábamos. Aún así nos volvíamos a nuestra terca voluntad y plan propio de ordenación del mundo, de todos y de todo a nuestra imagen y semejanza; negándonos a descabalgar del asno de nuestra soberbia rebelión.


Saúl, tipo de la Iglesia de Pentecostés, acabó atormentado por espíritus malos. Ya desde la aparición de David en su corte, por quien debía tañer su arpa para calmar los espíritus atormentadores que acosaban a Saúl, que acabó visitando a la adivina de Endor y al fin dejándose caer sobre SU espada se suicidó. Sí, SU espada, pues no era la Espada de Dios. Era la propia interpretación carnal y equivocada de Saúl de la Palabra de Dios. Era la palabra “iluminada” bajo la lámpara de Satanás, no la lámpara del Espíritu Santo. La palabra leída a través de los oscuros lentes de la mente carnal que se sirve a sí misma y quiere imponer su voluntad, construir su propio reino y no el Reino de Dios.


Así acabó la vida de Saúl, así acabamos por no morir a la carne cruzando el Jordán y así acaba la desventurada, ciega, pobre y desnuda Iglesia Laodicense del Fin de la Era.


Miren hacia la cristiandad de hoy: catolicismo, luteranismo, metodismo, presbiterianismo, pentecostalismo, y muchos “ismos” más ¿No es esta cristiandad un gran árbol (reino) plagado de aves (demonios)?


Mateo 13: 32

el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera QUE VIENEN LAS AVES DEL CIELO Y HACEN NIDOS EN SUS RAMAS.


Muerto el perro se acabó la rabia, dice el adagio. Del otro lado del Jordán gradualmente recuperaremos nuestra cordura, pues los espíritus engañadores habrán perdido toda base en nosotros para sus operaciones y ya no podrán manejarnos suplantando al Espíritu Santo como antes lo hacían.


A diferencia de Saúl, nosotros mejor dejémonos caer sobre la buena espada de Dios, la espada del Jordán, que parte y separa la carne (alma) del espíritu. Esto es dejarnos caer sobre la Roca para ser quebrantados, dando muerte a Saúl, pero, ¡aleluya! permitiendo que comience el reinado de David. Suicidemos nuestra carnalidad entrando a ese Jordán, y mediante la renuncia definitiva a toda iniciativa carnal, a todas nuestras propias obras. Entremos al Reposo de Dios renunciando a todas nuestras brillantes preconcepciones, ideas e iniciativas propias y dejando que Dios sea Dios, nuestro Dios.


¿Qué espada de suicidio elegirá la “Iglesia de Saúl” del Fin de la Era? ¿La propia carnalidad o el Jordán?





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