ADMINISTRADOR:
Este libro es la mejor guía sobre el crecimiento espiritual que puede ser encontrado, según nuestro punto de vista. Una ayuda para el crecimiento y la autoevaluación de nuestro grado de madurez.
Les dejamos con este capítulo sobre el trato del YO.
CAPÍTULO DIEZ
TRATAR CON EL YO
Ahora llegamos al
asunto de tratar con el YO. Esta experiencia está muy relacionada
con el trato con la carne; es una experiencia muy importante en la
Etapa de la Cruz.
Si deseamos tratar
con el YO, necesitamos primero definir lo que es el YO. Hay muchos
términos espirituales que usamos a menudo, pero cuando queremos
saber sus significados verdaderos, es difícil explicarlos. Tal es el
caso del YO. Muy a menudo escuchamos a la gente hablar acerca del YO,
pero pocos lo pueden definir. ¿Qué es realmente el YO? El YO es
simplemente la vida del alma con el énfasis en los
pensamientos humanos y en las opiniones humanas. Podemos
descubrir esto en la Biblia, donde el YO es mencionado claramente.
Leamos primero Mateo
16:21-25: “Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus
discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de
los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas y ser
muerto, y resucitar al tercer día. Entonces Pedro, tomándole
aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de
ti, en ninguna manera esto te acontezca. Pero Él, volviéndose, dijo
a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo,
porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los
hombres. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá y todo el que
pierda su vida por causa de mí, la hallará”.
En este pasaje, el
Señor le mostró a Sus discípulos en el versículo 21 cómo El
debía sufrir, ser muerto y levantado otra vez. Todo lo que el Señor
dijo aquí es la voluntad de Dios, porque la cruz del Señor es la
voluntad de Dios ordenada en la eternidad. Pero en el versículo 22
Pedro tuvo una opinión, y se la expresó al Señor: “En
ninguna manera esto te acontezca”. Por lo tanto, en el
versículo 23 el Señor lo reprendió, diciendo que él no ponía la
mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. Las cosas
de Dios son la voluntad de Dios, o sea la cruz. Las cosas de los
hombres consisten en tener compasión de uno mismo y no recibir la
cruz. Lo que el Señor deseaba era la voluntad de Dios, pero lo que
le importaba a Pedro era el pensamiento humano. Por lo tanto, en
el versículo 24 el Señor pide a los discípulos que se nieguen a sí
mismos, que tomen la cruz y que lo sigan. Cuando comparamos esta
palabra con el versículo anterior, comprendemos que este YO que
el Señor nos pide que neguemos es el pensamiento humano. El
Señor les pide a los discípulos que nieguen y desechen el YO, lo
cual significa poner a un lado su propio pensar. Cuando el
Señor pidió a Sus discípulos que recibieran la cruz, esto
significaba que debían recibir la intención de Dios o la voluntad
de Dios. Por lo tanto, aquí el Señor les pedía a los discípulos
que hicieran a un lado su propio pensar y que recibieran la cruz, la
cual es la voluntad de Dios.
Por esto vemos que
el YO tiene mucho que ver con el pensamiento humano. Sin embargo, el
YO no es el pensamiento humano, y el pensamiento humano no es el YO
en sí mismo. Por tanto, en el versículo 25 el Señor pasa a decir
que todo el que quiera salvar su vida la perderá, y todo el que
pierda su vida por causa del Señor la hallará. La palabra “vida”
en el idioma original es “alma”, o “vida del alma”. La
negación del YO mencionado en el versículo anterior fue seguida
inmediatamente por perder de la vida del alma. Esto indica que el
YO que se menciona es la vida del alma de la cual se habla
inmediatamente después. La vida del alma es el mismo YO.
En este pasaje la
palabra del Señor sigue paso por paso. En el versículo 22 Pedro
insta al Señor a que tenga compasión de Sí mismo; en el versículo
23 el Señor señala que esto es el pensamiento humano o la opinión
humana; en el versículo 24 el Señor llevó esto hasta la raíz al
decir que esta opinión es el YO. Por lo tanto, necesitamos
desecharlo y negarlo. Entonces en el versículo 25 el Señor va hasta
la raíz del YO al mostrarnos que el mismo YO es la vida del alma.
Si se da muerte a la vida del alma, lo cual significa que el YO es
negado, no habrá más opiniones humanas. En este pasaje, el
versículo 23 habla de la opinión, el versículo 24 acerca
del YO, y el versículo 25 acerca de la vida del alma. Cada
versículo menciona un asunto, paso a paso, muy claramente.
Por consiguiente,
podemos encontrar aquí una definición para el yo: el YO,
en esencia, es la vida del alma, mientras que la expresión del YO es
la opinión. El YO, la vida del alma y la opinión son tres
aspectos de una misma cosa. Esto puede compararse con Cristo como
el mismo Dios, y la expresión de Cristo como el Espíritu Santo. Los
tres son uno. Dios encarnado y expresado es Cristo, mientras
que la vida del alma, expresada, es el YO. Cuando Cristo es
expresado ante los hombres y tocado por los hombres, Él es el
Espíritu Santo. De la misma manera, el YO es expresado ante los
hombres y tocado por los hombres en forma de opinión humana y del
punto de vista humano. De la misma forma que cuando tocamos el
Espíritu Santo, tocamos a Cristo; así cuando tocamos la opinión y
el punto de vista humano, tocamos tanto el YO como la vida del alma.
Leamos Juan 5:30:
“No puedo yo hacer nada por mí mismo: según oigo, así juzgo
... no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”.
En este versículo
aprendemos que el caso es el mismo con el Señor Jesús que con
nosotros en cuanto a expresar el YO en forma de opinión. Primero, el
Señor dijo aquí que Él, por Sí mismo, no puede hacer nada; luego
dijo que Él no busca Su propia voluntad. Hasta aquí vemos que “mí
mismo” y “mi propia voluntad” son idénticos. Que Él no
haga nada por Sí mismo significa que Él no busca Su propia
voluntad. En consecuencia, queda claro que el YO está centrado en
las ideas y las opiniones. El YO es expresado en la opinión, y
la opinión es la expresión del YO. Por ejemplo, si en cierta
reunión en que tenemos comunión en cuanto al servicio cierto
hermano expresa continuamente sus ideas y opiniones, no podemos decir
que eso sea el pecado, el mundo o la carne. Pero seguramente podemos
decir que es el YO, porque el YO se expresa en opiniones. Una
persona que está llena de ideas y opiniones está llena del YO y de
las expresiones del YO.
Ahora leamos Job
38:1-2: “Entonces respondió Yahweh a Job desde un torbellino, y
dijo: ¿Quién es este que oscurece el consejo con palabras sin
sabiduría?”
Job capítulos del
tres al treinta y siete son crónicas de palabras y opiniones
humanas. En estos treinta y cinco largos capítulos Job y sus tres
amigos, y más tarde Eliú, hablan, argumentan y expresan sus
opiniones continuamente. Por tanto, luego que ellos se habían
expresado completamente, Dios vino y los reprendió, diciendo:
“¿Quién es este que oscurece el consejo con palabras sin
sabiduría?” Después de que Job fue iluminado por Dios, dijo
en el 42:3-6: “¿Quién es el que oscurece el consejo sin
entendimiento? ... De oídas te había oído; mas ahora mis
ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y
ceniza”. Al principio Job habló palabras sin entendimiento y
expresó su propia opinión, pero al final se aborreció a sí mismo
y se arrepintió en polvo y ceniza. Por esto vemos que la opinión
de Job es su YO al cual él aborreció. Su opinión es la
expresión de su YO.
En toda la Biblia,
la persona que más habló fue Job. Dios le afligió con
circunstancias y también dispuso que el estuviera rodeado de sus
cuatro amigos. De esta manera todas las palabras que tenía en su
interior fueron sacadas a la luz. El tenía sus propias opiniones,
sus propias ideas, y no cedía al punto de vista de otros. El sentía
que no había hecho nada malo y que no había necesidad de tratar con
el pecado, el mundo, o la conciencia. Por lo tanto, él se
golpeaba el pecho, deseando razonar con el Justo. En verdad la
dificultad de Job no era el pecado, el mundo o la conciencia; su
dificultad era su YO. Su YO intacto era un problema que le impedía
conocer a Dios.
Muchos en la Iglesia
son como Job; tienen mucho que decir. En realidad, un pecador, o
alguien que ama el mundo, no habla mucho, porque está consciente de
sus errores y defectos. La conciencia de todos aquellos que hacen
mal está corrompida, y no pueden levantar la cabeza. Por tanto,
ellos no hablan mucho y son fáciles de ayudar y dirigir. Pero
aquellos que son del tipo de Job aparentemente no tienen vestigio de
pecado y tampoco aman al mundo; sin embargo, ellos son
extremadamente rectos en su propia justicia y siempre piensan que
están en lo correcto. Con respecto a la Iglesia y las
cosas de Dios, tienen muchas opiniones e ideas. Así que, todo el
día hablan acerca de esto o aquello, y aun hablan de cosas que no
saben. Este tipo de gente es la más difícil de ayudar y dirigir;
hace que otros se sientan incapaces de ayudarlos.
Una persona que está
llena del YO siempre trae muchas dificultades a la Iglesia. La razón
de tantas divisiones en el cristianismo hoy no es sólo lo pecaminoso
que es el hombre y su mundanalidad, sino mucho más el YO del hombre.
Mucha gente sirve al Señor ayudando a los hermanos y hermanas,
sin embargo ellos en realidad quieren que otros sigan sus ideas y
opiniones, sus puntos de vista y sus métodos. El resultado es
muchas divisiones en la iglesia hoy. Martín Lutero dijo que dentro
de él hay un papa más grande que el de Roma: él mismo. En la
Iglesia, si el YO no es roto, cada persona será un papa, y cada uno
vendrá a ser una división.
Además de Job en la
Biblia, Pedro es también un ejemplo de uno que está lleno
del YO. El YO de Pedro fue expresado a lo máximo porque él era
el que más hablaba y el que más opiniones tenía. En muchas
ocasiones en los Evangelios, Pedro habló y expresó sus opiniones.
No había ningún asunto con respecto al cual él no tuviera una
opinión o idea. Por lo tanto, cada vez que el Señor trataba con
él, El trataba con sus opiniones e ideas. La enseñanza de negar el
YO en Mateo 16 fue dada a causa de Pedro. En la noche que el Señor
Jesús fue traicionado, El dijo a Sus discípulos: “Todos
vosotros os escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está:
Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas”.
Cuando Pedro escuchó esto, su YO salió inmediatamente a relucir, y
dijo: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me
escandalizaré”. El resultado fue que él negó al Señor tres
veces y falló grandemente (Mt. 26:31-33, 69-75). Esto fue un
verdadero quebrantamiento y un trato para Pedro. Pero aún después
de tal trato, mientras los discípulos estaban reunidos después de
la resurrección del Señor, fue él quien otra vez hizo una
sugerencia, y dijo: “Voy a pescar” (Jn. 21:3). El era
uno que realmente se ceñía a sí mismo e iba a donde
quería (Jn. 21:18).
En el Nuevo
Testamento, hay todavía otra persona que representa el YO. Esta es
Marta. Cada vez que ella es mencionada en los Evangelios,
siempre está hablando y dando su opinión. Juan 11 describe
claramente sus características: muchas palabras y muchas
opiniones. Leemos ahí que su hermano Lázaro murió, y después
de cuatro días el Señor Jesús vino. Cuando ella vio al Señor,
lo culpó, diciendo: “Si hubieses estado aquí, no habría
muerto mi hermano”. Esta era su opinión. Entonces el Señor
dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta inmediatamente le
dijo: “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día
postrero”. Esta fue su explicación de las palabras del
Señor según su propia opinión. El Señor le replicó: “Yo
soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté
muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá
eternamente. ¿Crees esto?” Ella contestó diciendo: “Yo
he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios”. Lo que
ella contestó no fue lo que el Señor había preguntado; su
comprensión de lo que el Señor había dicho era realmente remota.
Después de que dijo esto, a ella no le importó si el Señor
había terminado de hablar con ella, regresó a su casa y llamó a su
hermana María secretamente, diciendo: “El Maestro está
aquí, y te llama”. Esto lo inventó ella misma y tomó la
decisión por el Señor. Luego, cuando llegaron a la tumba, y
Jesús pidió que quitaran la piedra, Marta ofreció su opinión
otra vez, diciendo: “Señor, hiede ya, porque es de cuatro
días”. Esta historia revela la opinión y el punto de vista de
Marta. Ella tenía muchas opiniones, lo cual indica que su YO era
muy fuerte.
En estas narraciones
relacionadas con las personas mencionadas, podemos ver claramente que
la expresión del YO se da en pensamientos y opiniones humanas. Por
lo tanto, una persona que esté llena de ideas y opiniones es una
persona que está llena del YO.
I. LA DIFERENCIACIÓN DE SIETE ASPECTOS
Ahora que hemos
visto claramente la definición del YO, necesitamos ver la diferencia
en siete aspectos relacionados: el viejo hombre, “MI”,
la vida del alma, la carne, el mal genio, el YO,
y la constitución natural. Si procuramos la experiencia de la
cruz, debemos conocer muy claramente la definición y diferenciación
de estos siete aspectos, porque éstos son los objetos del trato
de la cruz.
Demos primero una
definición simple de cada uno de estos siete aspectos:
El
viejo
hombre
se
refiere a nuestro propio ser, el hombre creado y caído.
“MÍ
o Ego”
es el título con que el viejo hombre se refiere a sí mismo. El
viejo hombre es “MÍ”
y “MÍ”
es el viejo hombre.
La
vida
del alma
es la vida del viejo hombre. La vida que posee el viejo hombre es la
vida del alma.
Estos tres
—el viejo hombre, el ego y la vida del alma— son una sola cosa.
El viejo hombre es el hombre de la vieja creación el cual está en
Adán; la vida del alma es la vida de este viejo hombre; y el ego es
el título que el viejo hombre se da a sí mismo.
La
carne
es el vivir del viejo hombre, o la vida del viejo hombre. Antes
de que nuestra vida del alma sea expresada, es simplemente el viejo
hombre, pero una vez que es expresada en el vivir, viene a ser la
carne.
El
mal
genio
es la disposición
natural del hombre,
refiriéndose especialmente
a
un temperamento áspero.
El
YO,
como hemos visto, es la vida del alma al expresarse en opiniones e
ideas humanas.
La
constitución
natural
es nuestra habilidad, capacidad e ingenio naturales.
Si
unimos estos siete aspectos, podremos establecer lo siguiente: Existe
el hombre creado caído, cuyo nombre es el viejo
hombre.
Se llama a sí mismo el ego.
La vida que hay en él es la vida
del alma,
la cual cuando se vive (se expresa) es la
carne.
En esta carne hay una parte que es mala, la irritabilidad y la ira de
lo que es llamado el mal
genio.
En la carne también hay una parte buena, la opinión e ideas de lo
que es llamado el
yo,
y la habilidad y capacidad de lo que es llamado la constitución
natural.
Estos
siete aspectos son el objeto del trato de la cruz. Sin embargo, estos
tratos difieren. En
toda la Biblia no encontramos ninguna referencia que diga que el
Señor ha puesto nuestra vida del alma, nuestra carne, nuestro mal
genio, nuestro yo, o nuestra constitución natural en la cruz*.
[*Nota:
En Gá 5:24, “... Han
crucificado la carne”
se refiere a nuestra aplicación de la cruz a través del Espíritu
Santo, no a que el Señor lo hace por nosotros. Hemos discutido este
asunto exhaustivamente en el capítulo previo, Tratar
con la carne].
Sólo podemos encontrar que nuestro viejo hombre ha sido crucificado
con el Señor en la cruz (Ro. 6:6). Lo
que el Señor ha crucificado y a lo que le ha puesto fin en la cruz
es nuestro viejo hombre.
Este es un hecho que el Señor ha realizado. Cuando vemos este hecho
y reconocemos que el Señor ha terminado con el viejo hombre en la
cruz, entonces podemos decir: “Con
Cristo estoy juntamente crucificado”
(Gá. 2:20; 6:14). Estas dos referencias confirman lo que el Señor
ha hecho por nosotros. Después de esta confirmación, necesitamos
experimentar
la cruz
en el trato con estos últimos cinco asuntos: la
vida del alma, nuestra carne, nuestro mal genio, nuestro yo y nuestra
constitución natural.
Por lo tanto,
toda la experiencia de la cruz descansa en los
tres pasos siguientes: primero, la crucifixión de
nuestro viejo hombre, lo cual es un acto objetivo consumado
por Cristo; segundo, cuando reconocemos y recibimos este
hecho, se convierte en “con Cristo estoy juntamente
crucificado”; tercero, cuando pasamos a experimentar
este hecho subjetivamente, hay cinco puntos diferentes, que se
deben a los aspectos diferentes del viejo hombre. Primero, el
viejo hombre tiene una vida del alma, la cual es expresada en la
carne, en el mal genio, en el yo y en la constitución natural.
Cuando aplicamos a nuestra experiencia la crucifixión de Cristo a
través del Espíritu Santo a la vida del alma, eso llega a ser el
trato con la vida del alma. Segundo, cuando aplicamos la
muerte de la cruz a cualquier cosa que vivimos en la vida del alma,
sea bueno o malo, eso llega a ser el trato con la carne.
Tercero, tratar con la carne también incluye tratar con el mal
genio. Cuarto, cuando aplicamos la muerte de la cruz a nuestras
opiniones e ideas, eso llega a ser el trato con el yo, o llevar la
cruz. Quinto, cuando aplicamos la muerte de la cruz a nuestras
acciones, nuestra capacidad, nuestra habilidad, nuestros métodos,
nuestra sabiduría y nuestro conocimiento, eso llega a ser el trato
con la constitución natural, o el quebrantamiento de la cruz.
II. TRATAR CON EL YO
¿Cómo se trata con
el YO? En otras palabras, ¿cómo debemos nosotros tratar con el YO?
Ya mencionamos anteriormente que la Biblia dice solamente que nuestro
viejo hombre ha sido crucificado con Cristo. La Biblia nunca dice
específicamente que nuestro YO ha sido crucificado juntamente con el
Señor. A pesar de eso, la manera de tratar con el YO es igualmente
la cruz, así como también la manera de tratar con la carne es la
cruz. Al considerar este asunto, lo dividiremos en el hecho
objetivo y la experiencia subjetiva.
A. El hecho objetivo
El hecho objetivo de
tratar con el YO, y de tratar con la carne, descansa en Cristo; es
decir, nuestro viejo hombre ha sido crucificado con Él. Esto se debe
a que el YO es parte de la expresión del viejo hombre. Para Dios, el
problema del viejo hombre ya ha sido resuelto; así que el problema
del YO, el cual pertenece al viejo hombre, también ha sido resuelto.
Por lo tanto, por el lado objetivo, el único hecho es que nuestro
viejo hombre ha sido crucificado; pero por el lado subjetivo, hay
más. Es como cuando cenamos pollo: lo que hemos matado es un
pollo, pero cuando lo servimos en la mesa, hay muchas partes
diferentes: la pechuga, los muslos, las alas, etc. Asimismo,
cuando el Señor fue crucificado, El resolvió el problema de nuestro
viejo hombre, pero así como el hombre tiene varias facetas, de la
misma manera hay varios aspectos de trato en nuestra experiencia. Un
aspecto es tratar con la carne, el mal genio, el yo y el
quebrantamiento de la constitución natural. Estas son nuestra
experiencia de la cruz.
B. La experiencia subjetiva
La experiencia
subjetiva al tratar con el YO, exactamente como al tratar con la
carne, se tiene por medio del Espíritu Santo. Si hemos visto
el hecho de que nuestro viejo hombre ha sido crucificado, entonces en
nuestro diario vivir, cada vez que descubrimos la expresión de
nuestras propias ideas u opiniones, debemos dejar que el Espíritu
Santo aplique la muerte de la cruz a estas ideas y opiniones para
darles muerte. Esta es nuestra experiencia subjetiva en
cuanto a tratar con el YO .
III. EL PROCESO DE TRATAR CON EL YO
A. Ver que el viejo hombre ha sido crucificado
El proceso de tratar
con el YO es muy parecido al de tratar con la carne. El primer
requisito es ver el hecho de que nuestro viejo hombre ha sido
crucificado. Esto significa que debemos recibir revelación de Dios
para poder ver que nuestro viejo hombre ha sido crucificado con
Cristo.
B. Ver que nuestras opiniones son
una de las expresiones del viejo hombre
El segundo requisito
es ver que un aspecto de la expresión del viejo hombre es
nuestras opiniones. El viejo hombre se expresa a sí mismo no sólo
en la carne, sino también en las opiniones, las cuales son el YO. Si
uno ve solamente que el viejo hombre ha sido crucificado, pero no
reconoce las maneras o formas en las cuales el viejo hombre es
expresado, no podrá tener la experiencia subjetiva. Por
consiguiente, el primer paso en nuestro trato subjetivo con el
YO es ver que nuestras opiniones son una de las
expresiones del viejo hombre.
C. Aplicar la crucifixión de Cristo a nuestras opiniones
Una vez que sabemos
que nuestro viejo hombre ha sido crucificado y terminado en Cristo y
una vez que nos damos cuenta de que las opiniones e ideas son la
expresión del viejo hombre, naturalmente no permitiremos que el
viejo hombre se exprese otra vez en opiniones. Por consiguiente,
aplicaremos la crucifixión de Cristo por medio del Espíritu
Santo a nuestras opiniones. Esta es nuestra experiencia subjetiva
al tratar con el YO. Esto es también a lo que el Señor se refiere
en Mateo 16 como la negación del YO y el llevar la cruz.
Hoy, en el
cristianismo caído, muchas verdades han sido entendidas mal. La
verdad en cuanto a llevar la cruz es un caso en particular. Mucha
gente entiende mal el hecho de llevar la cruz confundiéndolo con el
sufrimiento. Este es un concepto erróneo, un concepto que
hemos heredado del catolicismo romano.
Debemos darnos cuenta de que el énfasis de la cruz no es
el sufrimiento, sino la muerte. Cuando una persona va
a la cruz lo principal al ir allí no es sufrir, sino morir. Hoy día
cuando mencionamos fusilamiento, entendemos que eso significa muerte.
De la misma manera, en el tiempo del Señor Jesús, cada vez que se
mencionaba la cruz, lo que el hombre entendía con eso era muerte.
Por lo tanto, la cruz no es sólo un castigo doloroso, sino también
un castigo mortal. La cruz no causa meramente sufrimiento al hombre;
la cruz mata al hombre. De la misma manera, llevar la cruz no es un
asunto de sufrimiento, sino de ser muerto, no de estar sufriendo,
sino de estar en el lugar de muerte. Llevar la cruz no es llevar
el sufrimiento sino llevar la muerte; no es ponernos a sufrir sino
matarnos. Hay mucha diferencia entre estos dos significados.
Así que, llevar la
cruz no es nada más que una declaración de que en este universo la
muerte de la cruz es cumplida por Cristo. Cuando la Palabra de Dios
por el Espíritu Santo nos revela la cruz, la recibimos por fe,
aplicando así la muerte de la cruz a nosotros y sin alejarnos de
ésta. Esto es lo que significa llevar la cruz. En otras
palabras, llevar la cruz significa llevar la muerte de Cristo en
nosotros y dejar que la muerte de Cristo opere en nosotros
continuamente para matar nuestro YO.
Llevar la cruz es
diferente de la crucifixión. El hecho cumplido por Cristo en la
cruz es llamado la crucifixión, mientras que nuestra
experiencia diaria de la cruz es llamada llevar la cruz. Por
esto, el Señor experimentó la crucifixión, y nuestra
responsabilidad es llevar la cruz. La crucifixión en el Calvario
la sufrió el Señor una vez y para siempre, y cuando nosotros
recibimos lo que el Señor ha cumplido en la cruz, lo recibimos una
vez y para siempre. Pero cuando nosotros seguimos experimentando esta
cruz, la llevamos continuamente. No sólo la llevamos diariamente
y en todo tiempo, sino que también la llevamos dondequiera.
El Señor Jesús
primero llevó la cruz, y luego fue crucificado. Pero nosotros
somos crucificados primero y luego llevamos la cruz. El Señor
llevó la cruz toda Su vida. Había una cruz invisible que estaba
puesta sobre Él. La cruz estaba sobre Él en Su vivir y en Su obra.
Después Él llevó la cruz visible en el camino al Gólgota (Jn.
19:17), hasta que finalmente El fue clavado a esa cruz. El Señor no
sólo llevó la cruz y sobrellevó el sufrimiento, sino que Él
también sufrió la muerte. Aunque Él tomó sólo la forma de un
cuerpo pecador, sin la realidad de la carne, y aunque Él mismo es
santo, aún así, Él recibió la muerte de la cruz en Sí mismo y
permitió que ésta le diera muerte. Finalmente, en Su muerte en
el Gólgota, El hizo morir Su ser entero. Por lo tanto, en el
caso del Señor, El llevó primero la cruz y luego fue crucificado.
Después de llevar
la cruz y de ser crucificado, El resucitó. Desde entonces, con
respecto a Sí mismo Él fue libertado de la cruz; pero dentro de Su
vida, la cual pasó por la cruz, está el elemento mismo de la muerte
de cruz. Así que, después de Su resurrección, cuando Él entró en
nosotros como el Espíritu, El automáticamente trajo consigo la
crucifixión y el elemento de la muerte de cruz para que nosotros
pudiéramos participar de Su crucifixión.
Todo esto lo hizo el
Señor para nosotros, pero de nuestra parte necesitamos que el
Espíritu Santo abra nuestros ojos de manera que podamos ver
que la cruz de Cristo no sólo ha inmolado al Señor, sino que al
mismo tiempo nuestro viejo hombre ha sido crucificado y terminado
allí. Nosotros realmente hemos muerto con Cristo. Una vez que
recibimos, vemos, este hecho, el Espíritu Santo nos revelará
más que nuestras opiniones e ideas son la expresión del viejo
hombre. Ya que el Señor ha crucificado nuestro viejo hombre, ¿por
qué entonces yo dejo que el viejo hombre se exprese de esa manera?
En consecuencia, nos aplicaremos la muerte de la cruz a nosotros
mismos. Cada vez que descubramos que vamos a expresar nuestras
opiniones e ideas, inmediatamente nos negaremos a ellas y las
pondremos bajo la muerte de la cruz. Esto es llevar la cruz. Por lo
tanto, con respecto a nosotros la crucifixión es primero y luego
viene el llevar la cruz.
Aunque presentamos
este asunto de llevar la cruz y tratar con el YO en una forma simple,
con todo, creo que nos queda muy claro. Hace más de diez años,
cuando buscábamos al Señor, no teníamos claridad con respecto al
significado de la cruz, el llevar la cruz y tratar con el YO. En ese
tiempo estábamos realmente escudriñando. Alabamos al Señor porque
en estos años Él ha tenido misericordia de Su Iglesia y
continuamente nos ha mostrado Su luz para que podamos presentar en
detalle estos asuntos espirituales. Así que, los hijos del Señor
hoy, mientras tengan un corazón que busque, encontrarán mucho más
fácil conocer y experimentar todas estas lecciones.
IV. APLICAR LA EXPERIENCIA DE TRATAR CON EL YO
A. En la comunión del Espíritu Santo
La aplicación de la
experiencia de tratar con el YO se tiene primeramente en la comunión
del Espíritu Santo. Aunque nosotros entendemos la crucifixión del
viejo hombre y sabemos que las opiniones son la expresión del YO,
aún así, si no vivimos en la comunión del Espíritu Santo, esto no
es más que una doctrina vacía y no proporciona una experiencia
práctica. Si no vivimos en la comunión del Espíritu Santo y
seguimos esforzándonos todavía en tratar con el YO , tal ejercicio
es exactamente igual que los arduos esfuerzos que practican los
budistas, los hindúes y los chinos moralistas; no es una experiencia
espiritual. Sólo el Espíritu Santo es el Espíritu de verdad, de
realidad; por lo tanto, sólo cuando vivimos en la comunión del
Espíritu Santo nuestra visión es la visión verdadera, y nuestra
experiencia es la experiencia real. Así pues, si deseamos vivir
continuamente en la experiencia de tratar con el YO, el requisito
básico es vivir en la comunión del Espíritu Santo.
B. Dejar que el Espíritu Santo ponga en
vigencia la crucifixión de Cristo en nosotros
Si vivimos en la
comunión del Espíritu Santo y tocamos al Espíritu Santo, entonces
debemos permitir que el Espíritu Santo ponga en vigencia la
crucifixión de Cristo a todo nuestro vivir y nuestras acciones.
Este permiso es nuestra cooperación con el Espíritu Santo. Cuando
permitimos que el Espíritu Santo efectúe Su obra en nosotros, eso
significa que estamos cooperando con Él. En esta forma, por un lado
aplicamos la crucifixión de Cristo por medio del Espíritu Santo y
por otro, dejamos que el Espíritu Santo ponga en vigencia la
crucifixión de Cristo en nosotros. Por un lado esto es nuestra
obra, y por otro, es la obra del Espíritu Santo; es imposible
separar una de la otra en la comunión del Espíritu Santo. Ahora
estamos viviendo en Romanos 8, en la Ley del Espíritu de Vida;
estamos matando por medio del Espíritu Santo todas las expresiones
del viejo hombre.
Si uno que ama a
Dios tiene una voluntad dócil y está dispuesto a cooperar con el
Espíritu Santo, el Espíritu Santo lo introducirá más y más
profundamente en la cruz y matará su YO por completo.
V. LA RELACIÓN
ENTRE
SATANÁS Y LA OPINIÓN PROPIA
Hemos dicho
previamente que nuestras opiniones son una de las expresiones de
nuestro viejo hombre. Sin embargo, en la experiencia de nuestro trato
con el YO debemos prestar atención a un asunto adicional: la
relación entre el YO y Satanás. Muy pocas personas prestan
alguna atención a esta relación y rara vez alguien se da cuenta de
que Satanás tiene una posición definida en nuestro YO y en
nuestras opiniones. Por lo tanto, debemos dar algún énfasis a
este asunto.
Escondido en el YO
del hombre está Satanás. Satanás no sólo es el pecado que está
en nuestro cuerpo, sino que él también es la buena opinión de
nuestro YO. Cuando hablamos de pecado, muchas personas están
conscientes de su corrupción; por lo tanto, ellos aborrecen el
pecado y lo condenan. Pero cuando se hace mención de las opiniones,
muchas personas las consideran algo bueno. No solamente piensan
que su opinión es mejor que la de los demás, sino que aun piensan
que las opiniones mismas son esencialmente buenas. Ninguno de
nosotros aborrece sus propias opiniones; todos las amamos y las
consideramos como buenas y admirables. A pesar de esto, la Biblia
revela que no sólo el pecado es de Satanás, sino que aun las
opiniones, las cuales el hombre considera buenas, son también de
Satanás. La opinión de nuestra alma es tanto la
incorporación de Satanás como lo es el pecado en nuestro cuerpo.
Podemos decir que la “encarnación” de Satanás en nosotros
hace que él sea por un lado el pecado que está en nuestro cuerpo y
por otro, la opinión que está en nuestra alma.
Puesto que Satanás
tiene tal posición definida en nuestro cuerpo y alma, cuando él
viene a poseer, a ganar y a corromper al hombre, él trabaja en estas
dos partes de nuestro ser. Por un lado estimula la lujuria de los
miembros del cuerpo, y por otro suscita opiniones en la mente.
Además, cuando Satanás obra, obra en ambas partes al mismo tiempo.
Siempre que Satanás viene a tentar al hombre, primero hace que el
hombre tenga una opinión en su alma; y luego motiva al cuerpo a
pecar.
Esto se aplica a la
caída de la raza humana cuando Satanás tentó a Eva en el
principio. El vino primero a seducir su mente dándole una
sugerencia. En otras palabras, por sus hábiles preguntas hizo que la
mente de Eva se entretuviera con dudas, las que a su vez hicieron que
ella formulara opiniones. El Dr. Haldeman dijo que en el principio,
cuando la serpiente que estaba en el huerto preguntó: “¿Conque
Dios os ha dicho?”, tomó ella misma la forma de un signo de
interrogación, teniendo la cabeza levantada y el cuerpo encorvado.
Esto en verdad es significativo. Por lo tanto, si queremos conocer el
principio espiritual de la caída del hombre, debemos darnos cuenta
de que el primer paso de la caída fue que el hombre tuvo una
opinión, y que su opinión provino de Satanás.
Esta opinión de
Satanás injertada en el hombre fue la primera opinión de la raza
humana. Cuando el hombre fue creado en el principio, antes de ser
seducido por Satanás, él vivía de una manera muy simple delante de
Dios, sin dudas ni opiniones. La primera opinión que tuvo el hombre
provenía de la sugerencia que Satanás inyectó en la mente humana.
Por lo tanto, vemos que en el primer paso de Satanás para entrar en
el hombre no se valió del fruto del árbol de la ciencia del bien y
del mal, del cual el hombre participó al comer de él, sino de una
opinión transmitida al alma del hombre. Cuando el alma del hombre
fue estimulada y recibió la sugerencia de Satanás, su cuerpo la
siguió, y él comió del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal.
Debido a esto, hemos
dicho que la opinión y el pecado están siempre relacionados. Cuando
nuestra opinión es expresada, nueve de cada diez veces está
relacionada con el pecado, porque la opinión no viene de nuestro
YO, sino que emana del autor del pecado, el cual es Satanás. Satanás
se esconde dentro de la opinión y podemos decir que la opinión es
la incorporación de Satanás.
En Mateo 16:21-25
vemos claramente la relación entre la opinión propia y Satanás.
Cuando el Señor Jesús le mostró a Sus discípulos que El debía ir
a Jerusalén y morir, Pedro en aquel entonces tuvo su propia opinión,
y tomando al Señor le dijo: “Señor, ten compasión de ti; en
ninguna manera esto te acontezca”. Pero el Señor se volvió y
regañó a Pedro diciendo: “¡Quítate de delante de mí,
Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de
Dios, sino en las de los hombres”. El Señor aquí reprendió
a Pedro directamente como a Satanás, porque el Señor sabía que
Satanás estaba escondido detrás de esa opinión de Pedro.
Aunque la opinión de Pedro era motivada por su amor al Señor,
aunque era una excelente opinión y estaba en favor de los intereses
del Señor, aún así esta opinión era la incorporación misma de
Satanás. Usualmente pensamos que una mala opinión procede de
Satanás, pero a los ojos del Señor, sea ésta buena o mala,
siempre que sea una opinión, procede de Satanás. A los ojos de
Dios la mejor opinión que el hombre pueda tener sigue siendo la
incorporación de Satanás. Debemos estar conscientes de esto.
Hay otro lugar en la
Biblia en que se habla claramente de la relación entre Satanás y la
opinión propia. Efesios 2:2-3 dice: “En los cuales anduvisteis
en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al
príncipe de la potestad del aire, del espíritu que ahora opera en
los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros
nos conducíamos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne,
haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos ...”
Este pasaje nos muestra primeramente que todos los seres humanos
andan hoy de acuerdo con la obra del espíritu de Satanás dentro de
ellos. Luego nos muestra que el resultado de la obra de Satanás es
motivar a los hombres a vivir en la lujuria de su carne y a
conducirse en los deseos de su carne y de su mente, haciendo la
voluntad de la carne. Por un lado ellos satisfacen los deseos de la
concupiscencia de su carne, y por otro lado satisfacen los deseos de
su mente. Por lo tanto, la obra de Satanás dentro del hombre
tiene dos aspectos: lo que hace en la carne de los hombres y lo que
hace en la mente de los hombres. Cuando Satanás trabaja en nuestra
carne, esto resulta en la lujuria de nuestra carne, lo cual es el
pecado; cuando él trabaja en nuestra mente, el resultado es la
opinión, o sea el YO.
Un hermano testificó
una vez que siempre que se enfrentaba a una situación, y dentro de
él había una opinión que deseaba expresar, si no la expresaba
sentía mucha “comezón” por dentro. Esto es realmente cierto.
Este sentimiento de comezón es el deseo dentro de él. Siempre que
un adicto al opio es confrontado con el opio, siente comezón;
siempre que un jugador ve los dados o la baraja, siente comezón. De
la misma manera, cuando Satanás trabaja en la mente del hombre y le
da una opinión al hombre, este hombre siente comezón por dentro y
no puede contenerse sino que tiene que expresarla. Por lo tanto, así
como el pecado es el resultado de los deseos de la carne del hombre,
así también nuestra opinión es el resultado de los deseos de la
mente del hombre. Ambos son el resultado de la obra de Satanás
dentro del hombre.
Lamentamos decir que
en el pasado teníamos muy poco conocimiento con respecto a nuestra
propia opinión. Muy pocos condenan su opinión, y son aún menos los
que se dan cuenta de que su opinión es Satanás. Todo el mundo
considera muy alta su propia opinión, la valora y se siente muy
agradado al meditar en ella. Amamos a nuestros propios hijos, pero de
acuerdo a mi comprensión amamos nuestras propias opiniones mucho
más de lo que amamos a nuestros hijos. En nuestro sentir, las
opiniones son siempre la cosa más loable.
Necesitamos
profundamente pedirle al Señor que nos dé un viraje completo en
nuestro concepto a la luz de estas palabras. Debemos ver que si
el pecado es horrible, mucho más es nuestra opinión. Si
para resistir al enemigo necesitamos resistir el pecado, mucho más
necesitamos negarnos a nuestras opiniones. Necesitamos darle muerte a
todas nuestras opiniones por medio de la cruz. De esta manera,
nos negamos a nosotros mismos en una manera práctica, negamos
completamente el lugar de Satanás en nosotros, y derrotamos la
fortaleza de Satanás en nosotros.
VI. LA DIFERENCIA ENTRE TRATAR
CON EL YO Y SER MAGNÁNIMOS
El tratar con el YO
del que estamos hablando es totalmente diferente de la nobleza de la
que comúnmente se habla entre las personas mundanas. Nuestro trato
con el YO está basado en nuestra comprensión de que nuestra
opinión no es sólo la expresión del viejo hombre, sino también la
incorporación de Satanás. Por lo tanto, aplicamos la cruz a
nuestra opinión y por consiguiente le damos muerte. Una vez que
matamos nuestra opinión, nuestro YO también es tratado. Sin
embargo, éste no es el caso con aquellos que son magnánimos.
Las personas magnánimas, cuando se asocian con otras, nunca
causan problemas expresando sus opiniones. Ellos luchan por
mantener la paz con otros; de esta manera, en todo aparentan ser muy
corteses y nunca contenciosos. En todos los asuntos, sin embargo,
tienen sus propias opiniones e ideas. De acuerdo a su sentir, la
opinión de los demás no es tan buena como la de ellos. Pero si
otros no aceptan su opinión, ellos pueden restringirse de
expresarla; nunca forzarían a otros a aceptarla. Ellos aun
externamente irían al punto de acomodarse a la opinión de otros y
seguir la manera en que otros hacen las cosas. De esta forma no hay
discordia con otros. Por lo tanto, ellos actúan externamente de
una manera, e internamente de otra. Externamente ellos no insisten en
nada, pero internamente nunca abandonan su propia opinión; más bien
la guardan por siempre. Esto se llama ser magnánimo.
Ser magnánimos de
esta manera no es tratar con la opinión en lo absoluto ni tampoco
con el YO; por el contrario, promueve las opiniones. Una vez que la
opinión es alimentada, el YO es desarrollado porque el YO crece en
el terreno de la opinión. La opinión es el mejor fertilizante y un
vivero para el YO. Cuanto más opinión humana hay y cuanto más
lugar se le da y más se preserva, tanto más crece el YO. Por el
contrario, tratar con la opinión del hombre equivale darle muerte al
YO. El hombre no está dispuesto a poner a un lado su opinión porque
él no está dispuesto a negar su YO. A través de todas las
generaciones vemos personas cuyo YO es fuerte, a tal grado que
usted puede cortar sus cabezas, pero nunca puede hacer que abandonen
su opinión. De ahí que, tratar con la opinión y negar el YO
son asuntos muy difíciles.
Ser magnánimos,
repetimos no es tratar con el YO. La persona magnánima nunca condena
su propia idea u opinión. Tal persona siempre piensa que su propia
opinión es la más correcta y la mejor. La única razón por la que
no insiste en su propia opinión es que él es capaz de hacer
concesiones para otros y sobrellevar a otros. El tiene una mente
amplia, tiene una medida tan amplia como el mar. Sin embargo, este
tipo de persona se considera a sí misma como la más sabia y su
opinión, como la mejor. Cuando otros no aceptan su opinión, él las
sobrelleva y manifiesta su amplia mentalidad.
Estas personas
aparentemente son mansas, pero en verdad siempre se creen muy justas;
son aparentemente humildes, pero en realidad son las más arrogantes.
Están en total oscuridad y son las más ciegas. Se parecen a los
fariseos, justos y rectos en su propio concepto, a quienes el Señor
reprendió por estar en oscuridad y por su ceguera. Cuanto más
exitosa es una persona en ser magnánima, más ajena está a las
cosas espirituales. Nunca tiene la luz de Dios ni tampoco conoce la
intención de Dios. Carece de cualquier entendimiento espiritual;
todo su ser es como una pared de hierro y bronce. Aquel que es más
magnánimo, es más capaz de sobrellevar a otros, y aquel que es más
capaz de adaptarse a otros, es el más retrasado en crecimiento
espiritual. Este tipo de persona desarrolla su magnanimidad por
esfuerzo humano, por lo tanto, cuanto más magnánimo es, más fuerte
y corpulento es su YO. Una persona magnánima no abandona su YO;
más bien, acumula su YO, hasta que un día abrirá su boca y sacará
todas las opiniones reprimidas por dentro; entonces será exactamente
como Job. El piensa que es el padre de los huérfanos, los ojos
del ciego, los pies del cojo, que siempre ayuda a otros y que
sobrelleva a los demás. Esto prueba que su YO está totalmente
sellado, y que nunca ha menguado un poco.
Tratar con el YO es
un asunto absolutamente diferente. Ser magnánimos es esconder
su opinión, pero tratar con el YO es rechazar
su opinión. Ser magnánimos es tragarse su opinión
temporalmente, pero tratar con el YO es entregar su opinión al
quebrantamiento total que produce la cruz. Por lo tanto, aquel que
realmente haya aprendido la lección de tratar con el YO, tiene por
un lado una firme decisión en su espíritu, y por otro, debido a que
ha sido quebrantado, no parece tener ninguna opinión. Si Dios
obra a su manera, él dice amén; si Dios obra de otra manera, su
opinión no cuenta para nada. Debido a que ya el YO ha sido
quebrantado por la cruz, él no puede airarse ni tampoco puede ser
magnánimo, aunque lo desee. Algo dentro de él ha sido quebrantado.
De esta manera él puede tener luz. Por lo tanto, hemos visto que las
personas que son francas, opinadoras, y extravertidas son más
fácilmente libradas que aquellas llamadas “buenas personas”,
aquellas personas magnánimas que siempre sobrellevan a otros. Debido
a que su YO es expuesto, después que han sido quebrantados por la
cruz, son verdaderamente tratados; el resultado entonces es que ellos
no tienen ninguna opinión propia.
Por consiguiente,
nunca debemos tener el concepto de que tratar con el YO significa ser
magnánimos y así llegar a ser una persona bondadosa. Debemos
diferenciar claramente el asunto del tratar con el YO con el de ser
magnánimos. Por ejemplo, en la iglesia o en el hogar, una vez que
hemos descubierto que tenemos nuestras propias opiniones, no las
debemos dejar pasar ligeramente, sino que debemos tratar con ellas.
Ni tampoco debemos retirar nuestra opinión pasivamente y dejar el
asunto en el aire. La actitud de ser tolerantes proporcionará más
crecimiento a nuestra opinión. Debemos ver que ya hemos sido
crucificados con el Señor en la cruz; entonces siempre que la
opinión y el YO sean expresados, debemos aplicar el quebrantamiento
de la cruz por medio del poder del Espíritu Santo de dar muerte a la
opinión y al YO. Sólo cuando aplicamos repetidas veces esta muerte,
nuestro YO mengua gradualmente y la vida de Cristo crece gradualmente
dentro de nosotros.
VII. PALABRA DE CONCLUSIÓN
Entre los cristianos
hay muy pocos que tratan con el YO y con la opinión. En cuanto al
trato con la carne y al trato con el mal genio, todos aquellos que
han procurado las cosas espirituales han tenido alguna experiencia.
Sin embargo, muy pocos hermanos y hermanas están conscientes de que
el YO necesita ser tratado. Esto se debe a que nosotros no conocemos
el significado del YO, ni tampoco sabemos que tal opinión es la
expresión del YO o la incorporación del YO. Pero la razón mayor es
que pensamos que nuestras opiniones son buenas y loables, sin saber
que el YO está escondido en ellas. Hemos mencionado muchas veces que
en Mateo 16 la opinión de Pedro era digna de elogio ya que mostraba
su amor por el Señor, pero él no sabía que el YO y aún Satanás
mismo estaban escondidos detrás de ella. Sólo aquellos que han sido
iluminados por el Señor saben que la opinión del hombre es enemiga
de la voluntad de Dios y que también es contraria a la cruz. Cada
vez que nos importe la opinión del hombre, de seguro
descuidaremos la voluntad de Dios. Cada
vez que nos preocupen las cosas de los hombres, no
podremos cuidar de las cosas de Dios. Cada vez que nuestra
opinión sea fructífera, nuestro YO crecerá. La opinión es la
tierra fértil, y el y YO es plantado allí. Aquel que tenga más
opiniones tendrá el YO más robusto. Por lo tanto, cuando estamos
con algunos hermanos y hermanas jóvenes, necesitamos seguir este
principio y no dar lugar a sus opiniones. Dar lugar a las opiniones
significa darle al YO una tierra fértil para que crezca.
Cuando vemos lo
detestable que es el YO y estamos dispuestos a aprender la lección y
tratar con el YO en nuestro diario vivir, debemos estar alerta a una
cosa: nunca seguir el camino de la magnanimidad, la cual es
exactamente contraria a la meta de tratar con el YO.
Desafortunadamente, la mayoría de nosotros no tenemos claridad con
respecto a este aspecto de la verdad e inconscientemente caemos en el
error de ser magnánimos. Cada vez que estamos con otros, algunas
veces tenemos nuestra opinión; pero a fin de no contender con otros,
nos refrenamos de ofrecer nuestra opinión. De la misma manera, en
nuestros hogares muchas veces somos confrontados con muchas
situaciones que son incompatibles con nuestra opinión, sentimos que
no vale la pena decir nada; así que simplemente nos tragamos nuestra
opinión y nos quedamos callados. Hoy en muchas iglesias y hogares,
hay muchas situaciones como éstas. De acuerdo a los hombres, esta
condición es mucho mejor que la de contender. Sin embargo, de
acuerdo a la vida, este estado es mucho más difícil de ser tratado
que tratar con las contenciones. El contender
expone la corrupción del hombre, así que cuando el hombre es
alumbrado por el Espíritu Santo, él cae delante de Dios. Es
difícil que aquellas personas magnánimas que nunca contienden sean
iluminadas. Es difícil que sean tocadas por el Espíritu Santo o que
brille sobre ellas. Aquellos que siempre se tragan su opinión son
los que siempre buscan la luz del Señor para otros. En verdad ellos
mismos son los que más necesitan la luz. Aunque una persona
magnánima retira su opinión cuando es rechazada por otros, aún
así, se considera a sí misma muy justa y alaba su propia opinión
como la más alta. Continuamente vive en el YO, sin saber que el YO
es el más grande enemigo de Dios. Por lo tanto, la magnanimidad
no causa que seamos quebrantados, sino que, al contrario, hace que
nuestro YO crezca y se endurezca.
No es lo mismo con
el asunto de tratar con el YO. Al tratar con el YO debemos ver que
siempre que vivamos y crezcamos en nosotros mismos, Cristo no tendrá
manera de vivir ni de crecer. Ya que vivimos en nuestra opinión,
debemos condenarla por medio de hacerla morir, esto es, debemos hacer
morir el YO. Esta es la obra de la cruz, que da por resultado que
Cristo sea aumentado en nosotros. No estamos tomando el camino de
la magnanimidad, más bien estamos tomando el camino de hacer morir
el YO, y con eso permitimos que Cristo tenga un lugar para crecer y
ser formado en nosotros.
En cuanto a aplicar
la experiencia de la cruz, debemos darnos cuenta de que todo trato
con la carne y el YO es continuo y no de una vez por todas. Todos
los hechos objetivos en Cristo han sido realizados una vez
y para siempre; casi todas las experiencias subjetivas en
el Espíritu Santo son continuas. Nuestras
opiniones no pueden ser crucificadas todas de una vez; ni tampoco
podemos tratar con la carne de una vez. El agricultor quita la maleza
del campo; hoy la hierba es quitada, pero mañana crecerá otra vez,
y él la tiene que quitar otra vez. El nunca puede ejercer un
esfuerzo supremo para obtener una comodidad perpetua. De la misma
manera, hoy todavía estamos en la vieja creación, y el viejo hombre
no se puede refrenar de expresarse a sí mismo en varios aspectos.
Por lo tanto, cuando aplicamos el trato de la cruz mediante la
comunión en el Espíritu Santo, no es suficiente una sola
aplicación; debemos aplicarlo en la mañana, al mediodía y en la
noche. Cuando estas experiencias subjetivas llegan a ser maduras y
profundas, podemos aplicar una crucifixión completa y final, y un
trato severo a cierta expresión del viejo hombre, dándole fin. Sin
embargo, en el estado inicial de nuestra experiencia, debemos aplicar
el trato una y otra vez. Por consiguiente, cuando se habla del
trato subjetivo, el Señor dice que necesitamos llevar la cruz,
haciéndonos ver que no podemos salirnos de la cruz. Mientras se
encuentra cierto hermano en una reunión, puede tener una opinión;
él la condena y se contiene de hablar, pero después de la reunión,
en privado, él la emite. Esto no es llevar la cruz. No es que usted
lleve la cruz cuando usted tenga una opinión durante la reunión y
luego de la reunión usted pone a un lado la cruz. Nosotros siempre
debemos estar clavados en la cruz y siempre debemos llevar la cruz.
El significado de llevar la cruz es no apartarse de la cruz.
A través de todas
las generaciones todos aquellos que han experimentado la cruz, tales
como el Hermano Lawrence (Lorenzo) y Madame Guyón, han estado de
acuerdo en que el que lleva la cruz no puede separarse de la cruz. La
persona que lleva la cruz es uno con la cruz; no puede separarse de
la cruz. Cuando ve el hecho de la muerte por medio de la cruz, tal
persona recibe la marca de la muerte como un sello sobre sí, y desde
entonces aplica continuamente la muerte a su vida práctica. Esto se
llama llevar la cruz. Por lo tanto, la aceptación de la muerte de la
cruz no es algo que se hace una sola vez para siempre, sino que la
cruz se tiene que llevar diariamente.
Cuando el Señor
habló del asunto de tratar con el YO, El habló acerca de llevar la
cruz y no de la crucifixión. La crucifixión tiene dos significados.
Uno es ser clavado a la cruz; el otro es ser llevado a una
terminación. Muchos piensan que una vez que aceptamos la cruz,
nuestro YO es terminado y no hay más necesidad de llevar la cruz.
Sin embargo, el Señor habló de nuestra necesidad de llevar la cruz,
mostrándonos así que nuestro YO no es llevado a un fin al aceptar
simplemente la verdad de la cruz. Todavía tenemos que llevar la cruz
y no ser separados de ella. Cuando recibimos (vemos)
el hecho de que estamos crucificados, eso es crucifixión. Pero
cuando pasamos a experimentar la crucifixión,
eso es llevar la cruz.
Cuando el Señor
Jesús era un hombre que vivía en esta Tierra, El primero llevó la
cruz; El la llevó hasta que un día fue al Gólgota y fue clavado en
la cruz. A esto se le llama la crucifixión. Cuando el Señor fue
crucificado, El murió y se le dio fin. Cuando El murió, fue
separado de la cruz. Así también nosotros. De hecho, el Señor
nos crucificó juntamente con Él en la cruz, pero en la experiencia
no hemos muerto. Por lo tanto, necesitamos llevar la
cruz continuamente hasta que seamos arrebatados y transfigurados,
y en ese momento podremos ser separados de la cruz. En realidad,
no importa cuán espiritual sea un cristiano, él no puede ni por un
momento ser separado de la cruz. Cada vez que se separa de la
cruz, está viviendo en la carne y por su YO. Cuando aplicamos la
cruz por medio del Espíritu Santo de tal manera que tenemos la marca
de la cruz sobre nosotros continuamente, entonces llevamos la cruz.
Por consiguiente, tratar con el YO es una larga lección de
toda la vida. Durante toda nuestra vida debemos aplicar la
muerte de la cruz a nuestro YO y ser uno que se niega a sí mismo y
lleva la cruz.
Descargar PDF del libro: http://zoeradio.net/pdf/Experiencia%20de%20vida-La.pdf
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