Mi
esposa, Gwen, tenía 34 años de edad la primera vez que le
encontraron cáncer. Estábamos devastados cuando recibimos la
noticia. Nos habíamos trasladado recién con nuestra familia a Nueva
York para iniciar un ministerio a las pandillas callejeras. Ahora,
mientras caminaba por las calles predicando a los miembros de las
pandillas y adictos, tenía que luchar contra las lágrimas de
angustia y temor. Pero el Señor continuamente me aseguraba, “Yo
soy fiel, David. No te abandonaré a ti ni a tus seres queridos”. Dios caminó conmigo a través de esta penosa experiencia de cáncer,
y con cada una que le ha seguido.
Sin
embargo, el Señor
no desea que experimentemos la victoria una sola vez.
Su meta no es que salgamos de una crisis diciendo: “Gracias, Dios,
que pude mantener mi fe a través de esto”. Si, pudiste haberlo
lograrlo a través de esa experiencia, pero, de la misma manera como
le ocurrió al victorioso Israel en el Mar Rojo, eventualmente
otra prueba vendrá, y esta puede ser una prueba totalmente
diferente.
Vivir
en el descanso de Dios es un estilo de vida.
Él desea que
seamos sostenidos por su paz y confianza en todas nuestras pruebas,
sabiendo que nuestro sumo sacerdote se compadece de nuestras
debilidades.
No entendamos mal:
No estoy hablando acerca de lograr cierto estado de éxtasis. Muchos
maestros de la Nueva Era sostienen que la única manera de soportar
las crisis futuras, es endurecer tu corazón ahora y neutralizar todo
tu amor. En breves palabras, si simplemente dejas de preocuparte por
la gente, no sufrirás dolor. De esta forma, creas un escudo contra
las calamidades de la vida.
Sin embargo, Dios nunca es glorificado cuando sus siervos se vuelven insensibles. Esto no es para nada el significado de Su descanso. Es acerca de aprender a confiar en que Él es fiel en sus promesas para nosotros en todas las cosas.
Sin embargo, Dios nunca es glorificado cuando sus siervos se vuelven insensibles. Esto no es para nada el significado de Su descanso. Es acerca de aprender a confiar en que Él es fiel en sus promesas para nosotros en todas las cosas.
Soy
padre de cuatro y abuelo de once, y puedo decir honestamente, que
nunca ha habido un momento en el que pueda hacerme a un lado y
observar a uno de mis hijos o nietos sufriendo, sin querer
involucrarme en su sufrimiento. En
tales tiempos, he hecho todo lo que ha estado en mi poder para
sanarlos y librarlos. Te pregunto, ¿Cuánto más nos ama nuestro
Padre celestial, que camina con nosotros en nuestras pruebas, y ansia
sanar nuestras heridas?
“Pues
si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros
hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará
buenas cosas a los que le pidan?”
(Mateo 7:11)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Agradecemos cualquier comentario respetuoso y lo agradecemos aún más si no son anónimos. Los comentarios anónimos no serán respondidos.