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CONOCIENDO A CRISTO EN LA COMUNIÓN DE SUS PADECIMIENTOS, Daniel del Vecchio

Octubre de 2014



Muy queridos hermanos,
San Pablo, hasta el final de su vida, deseó conocer más íntimamente a Cristo:
“A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos.” (Filipenses 3:10)
Pablo pidió en oración conocer a Cristo en el poder de su resurrección, es decir, en el poder que nos hace más que vencedores, aun estando en la carne. Ése es el poder para vencer al mundo, la carne y al diablo. San Pablo quería vivir una vida victoriosa de resurrección del hombre viejo, mientras vivía en la carne.
El Espíritu Santo resucitó a Jesús y ese mismo Espíritu que resucitó a Jesús es el que mora en nosotros. El que resucitó a Cristo vivificará también nuestros cuerpos mortales. Así que, ya no somos deudores a la carne para seguir los dictámenes de nuestra naturaleza pecaminosa, sino que tenemos el potencial para vivir victoriosos sobre la carne, el mundo y el diablo. 
“Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.” (Romanos 8:11)

CONOCIÉNDOLE EN LA COMUNIÓN DE SUS PADECIMIENTOS
Pablo también expresó su deseo de conocer a Cristo en la comunión de sus padecimientos. Dijo que llevaba las marcas de los azotes y las lapidaciones en su cuerpo y que éstas eran las señales de que él pertenecía a Jesús. No vaciló ante este sufrimiento ni retrocedió al enfrentarse con la cruz, sino que aceptó las persecuciones y las pruebas como parte del evangelio. Él pudo ver el propósito de Dios en sus sufrimientos y decidió gloriarse en ellos para que el poder de Cristo reposara sobre él.
“Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.
Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” (2ª Corintios 12:9-10) 
El que sufre con Cristo reinará con Él. En lo natural no queremos sufrir. Deseamos evitar todo lo que es desagradable y doloroso. Sin embargo, no podemos conocer al Señor a menos que estemos dispuestos a sufrir con y por Él.
Lo que padecemos por Cristo, sin intentar salirnos de su voluntad o evitar la cruz, nos humilla y nos perfecciona. El que deja la cruz, deja el camino. Los discípulos se gozaron de ser tenidos por dignos de sufrir por causa de Cristo. Nosotros también debemos sufrir penalidades como buenos soldados de Jesucristo, sabiendo que la tribulación produce paciencia; la paciencia, prueba, y la prueba, esperanza y la esperanza no avergüenza.
Por último, Pablo deseó ser semejante al Señor en su muerte. Cristo, como Cordero delante de sus trasquiladores, enmudeció y no abrió su boca. San Pedro lo explicó muy bien cuando dijo:
“Quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente.” (1ª Pedro 2:23)
Cristo, ante de sus enemigos, oró al Padre rogando que les perdonase. No guardó amargura ni odio en contra de aquellos que le torturaban.
Ese espíritu de los mártires es lo que San Pablo quiso tener. Ser conformado a Cristo en su muerte y tener una vida tan llena del Dios que pudiera enfrentarse al martirio sin temor. Aunque no lo había alcanzado en su plenitud, dijo que proseguía a esa meta de ser conformado a la imagen de Cristo. Nos lanzó un reto cuando afirmó que todos los que se consideran maduros debemos tener este mismo sentir.
“Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios.” (Filipenses 3:15) 
Los que Dios elije para grandeza pasan por muchas aflicciones, no por sus pecados, sino para su crecimiento espiritual.
Job era un hombre recto, íntegro y piadoso pero fue destinado a sufrir. Él fue el pionero que descubriría territorios espirituales no conocidos hasta entonces. Su libro es de lo más antiguos en la Biblia y puso un fundamento para otros santos que vendrían detrás. Sufrir aparentes injusticias como él hizo, sin rebelarse contra Dios y manteniendo en todo momento su integridad, es un comportamiento ejemplar.
Las terribles pérdidas, el sentimiento de abandono, ser malinterpretado e incomprendido, el reproche de sus amigos, la desesperación de su esposa... todas estas circunstancias sumadas, supusieron una fuerte prueba para Job.
Su esposa se rindió a la amargura y le dijo: “¿Aun mantienes tu integridad? ¿Por qué no maldices a Dios y te mueres? Ésa era la intención y el plan de Satanás. No puedes elegir la manera que tu fe será probada, pero sí puedes estar seguro de que para alcanzar niveles de autoridad hay que pasar por pruebas.
Quiero imitar la fe de los héroes de la fe, quienes, a pesar de sufrimiento, la aflicción y los tiempos de sequía espiritual, pudieron decir como Job:
"Mas él conoce mi camino; Me probará, y saldré como oro. Mis pies han seguido sus pisadas; guardé su camino, y no me aparté." (Job 23:10-11)
¿A qué vamos a oler tras pasar el horno de aflicción? ¿Será a resentimiento, amarguras, lástima propia, incredulidad y enojo? ¿O vamos a oler al perfume de la gracia de Dios? Su gracia nos protege de ser consumidos en la prueba. Aunque duela, no nos causará daño para la eternidad.
Dios no pretende consumirnos, sino refinar el oro de nuestra fe, pues la fe no probada es como oro no refinado, de poco valor.
"Antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos;
en pureza, en ciencia, en longanimidad, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero, en palabra de verdad, en poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a siniestra;
por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos;
como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo."(2ª Corintios 6:4-10)
"Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte." (2ª Corintios 12:10)
San Pablo pudo regocijarse en las debilidades, los insultos, las carencias, las persecuciones y las dificultades que sufrió por Cristo porque aprendió: "cuando soy débil, entonces soy fuerte".
No he llegado a este punto, ni tampoco tengo mucho deseo de compartir esta lista de aflicciones con San Pablo, pero a pesar de todo, deseo mantener mi fe e integridad y sobre todo la humildad. Aunque no entienda a veces el camino, sigo creyendo en el amor de Dios y que su voluntad es buena, agradable y perfecta.
Se conoce a Cristo cuando brilla el sol y cuando se oscurece, cuando hay calma y cuando hay tempestad. Se conoce a Cristo en la enfermedad y en la salud, en la prosperidad y en la escasez. Según la medida en que conozcamos a Cristo, así seremos como Él. Cristo en nosotros será evidente a todos los que nos conocen y serán atraídos a Él como el imán atrae al hierro.

CONCLUSIÓN
¡Señor ayúdame a sobrevivir las pruebas de fe sin que me consuman e incluso salir de ellas sin el olor a fuego! El olor al fuego se puede interpretar como amargura secreta (el olor no se ve, pero se huele). Señor Ayúdame a considerar las pruebas como algo más precioso que el oro.
Ayúdame a considerar lo que padezco como partícipe de los sufrimientos de Cristo por su Iglesia. Los tres hebreos sobrevivieron el horno de fuego porque decidieron no negar su fe o a su Dios y rehusaron inclinarse ante el ídolo que erigió Nabucodonosor. Si te inclinas, te quemarás al final. Antes de que llegue la prueba, declara tu fe, tu posición, tu lealtad a Cristo. No esperes que estés metido en el fuego para decidir de quien eres y a quien sirves.
Concluyo con estas palabras del apóstol Pablo. El apóstol Pablo tuvo un encuentro con Jesús cuando aún era Saulo de Tarso, el perseguidor de la Iglesia. Pero durante toda su vida lo fue conociendo como su Señor y fiel Consolador, el cual le consolaba en todas sus aflicciones y le ungía con gozo aun en sus prisiones.
"Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día."(2ª Timoteo 1:12)

En el amor de Cristo,
Daniel

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