1. Tratar de ganar el favor de Dios. Nunca podremos
ganar la aceptación de Dios; Jesús hizo eso por nosotros. Él nos
dio un regalo gratuito de gracia. En algún momento, te diste cuenta
de que necesitabas esa gracia, que nunca podrías ganar tu camino al
cielo. Te diste cuenta de que obedecer las reglas nunca ganaría esa
gracia, y que sólo la cruz podría pagar esa deuda. Así que
aceptaste esa gracia, y estabas maravillado por lo generoso que es
Dios. Pero ahora que eres salvo, puedes tener la tentación de
empezar a vivir por reglas una vez más. Si el diablo no puede
impedirte que busques y sigas a Dios, entonces él va a tratar de
desviarte haciéndote religioso. Religioso sin una relación
viva, fresca e íntima con Dios. Sí, hay principios celestiales como
la siembra y la cosecha (Gal 5). Pero no hay una sola regla que
puedas obedecer que te haga aceptable a los ojos de Dios. Todo se
trata de la gracia, un regalo dado libremente de Él a ti. Deja de
tratar de ganarlo, y simplemente acéptalo. Si comienzas a sentir que
no estás tan cerca de Dios como quieres estar, estarás tentado a
hacer algunas cosas buenas y piadosas como medio de acercamiento.
Cuidado. Anda, haz cosas buenas y piadosas. Pero entiende esto:
Encontramos a Dios en una relación de intimidad con Él, no en
las obras. Él no corre a reunirse con nosotros porque obedecemos
bien las reglas. Nuestro Padre corre para tenernos en Sus brazos
porque se deleita mirando el amor que le tenemos y cómo confiamos
plenamente en Él. Obedecer las reglas nunca será una compensación
por el pecado en nuestra vida, sólo la muerte de Jesús puede hacer
eso. Corre hacia la gracia.
2. Pensar que se trata de ti. Lo primero que
hicieron Adán y Eva, después de pecar, fue mirarse a sí mismos;
llegaron a estar desesperadamente centrados en sí mismos. Tenemos
esta misma enfermedad hoy. Pasamos gran parte de nuestra vida
obsesionados pensando acerca de cuán grandes o cuán podridos somos.
Ambas perspectivas nos llevan a una trampa mortal. La única salida
es fijar los ojos en Jesús, y en Aquel que es puro y verdadero.
Realmente todo se trata de Él, no de nosotros.
3. Cortar tu suministro de alimento espiritual. A
medida que nos acercamos a Dios, Él se acercará a nosotros. Si
dejas de acercarte a Dios, serás robado. Si eres sabio, vas a hacer
lo que sea necesario para encontrar y mantener una intimidad
cotidiana y consistente con el Señor. Protege esta comunión como
protegerías tus tanques de aire mientras buceas, es así de vital
es. No creas la sutil mentira de que puedes andar un día o dos “sin
llenar el tanque”, si permaneces en este estado, muy pronto
perderás tu hambre y no tendrás ningún deseo de renovar esa
comunión.
4. Permitir que se filtre el orgullo. En la
sociedad, el orgullo es una buena palabra. Desde el punto de vista de
Dios, el orgullo es la exaltación propia, y abre la puerta a toda
clase de engaños y cegueras espirituales. "El orgullo precede a
la caída". El orgullo es lo que hizo caer a Lucifer, y el
orgullo es lo que el diablo intenta utilizar contra todo creyente. La
humildad es una necesidad si quieres crecer en el Señor, porque
"Dios da gracia a los humildes, pero resiste a los soberbios".
¿Quieres verte inundado de la gracia de Dios? Practica la verdadera
humildad; ve a los demás como igualmente importantes y competentes que tú mismo. Cuando comiences a detectar actitudes orgullosas
infiltrando tu mente, ¡haz un alto! Lo último que quieres, es tener
a Dios "resistiéndote". La humildad es a tu alma, lo que
las lluvias son al cultivo, sin ella, difícilmente crecerás. Jesús
declaró que todo el que se enaltece será humillado, y el que se
humilla será enaltecido. ¿Quieres ser exaltado y enaltecido? Deja
que Dios lo haga. Si te precipitas y lo haces por ti mismo, tendrás
una caída. El orgullo es un enemigo mortal que quiere separarte del
amor de Dios, ¡huye de orgullo! Se rápido en admitir tus faltas.
Hay poder en la confesión de tus pecados a los demás (1 Juan).
Serás tentado a mostrarte como santo y moral, al tiempo que ocultas
la verdadera naturaleza de tu corazón; ¡no caigas en la trampa! ¡Si
ocultas lo que hay en tu corazón, solo conseguirás mantenerlo ahí!
¡Pero si lo traes a la luz, serás libre! (Ver el relato de "Dos
hombres que subieron al templo a orar" Lc. 18:10-14).
5. Basarte, confiar o apoyarte en tus
sentimientos. No puedes confiar en tus sentimientos. Puedes
atravesar una etapa de luna de miel con Dios, y tus sentimientos
pueden rebosar por un tiempo. Sin embargo, puede venir un tiempo
cuando Dios te llama a buscarlo y confiar en Él cuando los
sentimientos no están ahí. Él quiere ser el Señor de tu vida, y
eso significa destronar a los otros señores, ¡entre ellos los
sentimientos! Llega un tiempo cuando nada en ti siente que Dios está
de tu lado. Entonces tendrás que elegir en qué vas a creer: en tus
sentimientos o en Su Palabra. Si buscas a Dios aún con más fuerza o
empeño en estos tiempos de sequía, y pones tu confianza en lo que
Él dice sobre ti, sobrepasarás esta temporada con una fe más
profunda que nadie te podrá robar.
6. Criticismo. Nuestra forma de pensar y hablar de
los demás determina la cantidad de gracia que hemos recibido y
aceptado de Dios. ¿Quieres mucha gracia, o poca? La Escritura dice
que Dios da Su gracia a los humildes, pero resiste a los soberbios. Y
la crítica se basa en el orgullo, que es la noción de que los demás
están equivocados, mientras nosotros no. Pablo advirtió a la gente
sobre tener cuidado de que: “Mirad bien, no sea que alguno deje de
alcanzar (pierda de vista) la gracia de Dios; que brotando alguna
raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados”
(Hebreos 12:15). Cuando dejamos que la amargura y la crítica echan
raíces en nuestro corazón, literalmente, puede contaminarnos a
nosotros y los que nos rodean, envenenando el corazón en el que
Jesús quiere vivamos. En Mateo 7, Jesús explicó uno de los
principios más poderosos del universo: "no juzguéis, para que
no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis
juzgados, y con la medida con que medís, os será medido”. Si mido
los defectos de mi hermano con un depósito de 300 litros, estoy
dando al cielo un depósito de 300 litros para medir mis pecados. Si
mido los pecados de mi hermano a través del filtro de la limpieza de
la gracia y de la misericordia, entonces el cielo ve mis pecados a
través de ese mismo filtro. O, como algunos lo han puesto: al
apuntar con un dedo a otro, hay otros cuatro dedos apuntando hacia
mí.
7. Gruñir y quejarse. Dios nos ama profundamente, y
hace todo lo posible para mostrarnos Su amor. Su mayor prueba fue
enviar a su Hijo a morir en la cruz por nosotros. Sin embargo, habrá
ocasiones en que Dios nos permite pasar por tiempos de sequía o
dificultad. ¡Estos nos sirven para refinarnos, y los necesitamos!
Nuestra naturaleza humana no se lleva bien con las dificultades. Es
fácil empezar a resentirse con Dios cuando las cosas no salen como
queremos. Esta es la prueba del señorío. ¿Quién está realmente a
cargo de nuestras vidas? Eso depende de nosotros, Dios nos ha dado
libre albedrío, y Él respeta eso, no nos lo quita. ¿Vamos a
rendirnos a Él y a confiar en Él, incluso cuando parece que Él nos
está llevando por algunos callejones oscuros? ¿O vamos a sentarnos
en el asiento de atrás del auto, y a decirle continuamente cómo
debe conducir las circunstancias de nuestra vida? Si gruñimos y nos
quejamos, andaremos en círculos hasta que consigamos hacerlo bien.
No sabremos cuán preciosa es la confianza y la obediencia hasta que
lleguemos a la eternidad. Porque Dios nos ama, Él está trabajando
diligentemente para producir la confianza y la obediencia en
nosotros. Si caemos rendidos ante Él y lo seguimos, vamos a recibir
riquezas espirituales que no nos serán quitadas.
8. Conformarnos con menos. ¿Cuánto anhelas más
de Dios en tu vida? "Él es galardonador de los que le buscan".
Dios responde al hambriento. Si llegas a un punto en el que estas
satisfecho, Dios no te presionará a ir más lejos con Él. Él
respeta tu voluntad. Jesús dice: "He aquí, yo estoy a la
puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él,
y cenaré con él, y él conmigo". Jesús no irrumpe por la
puerta de tu corazón, Él va a tocar suavemente. Si no quieres
atender a su llamado, no lo haces. El hambre espiritual es crucial.
"Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque
ellos serán saciados". Si tienes hambre, serás saciado. Si no
tienes hambre, no serás saciado. Y aquí hay un secreto bien
guardado sobre el hambre: si permaneces alrededor de gente que no
tienen hambre de más por Dios, será muy difícil para ti mantener
esa hambre. Del mismo modo, si permaneces alrededor de la gente que
está desesperada por más de Él, te contagiarán esa hambre. El
hambre, y la falta de hambre, son contagiosas. No te conformes con
ser un cristiano a medias, ¡no hay gozo en ello!
9. La inmoralidad y el pecado oculto. Jesús
pagó el precio por nuestros pecados. Punto final. Caso cerrado.
Pero, ¿qué sucede si pecamos otra vez? ¿El caso se puede reabrir?
En cuanto a la salvación no. Pero está claro que nuestra relación
con Dios es afectada cuando estamos dispuestos o tenemos complacencia
en abrir la puerta y permitir que el pecado entre en nuestras vidas.
Lo primero que se perdió cuando Adán pecó fue la intimidad con
Dios, y esto sigue siendo verdad hoy en día. Si comienzas a tolerar
el pecado y a racionalizar que no es tan malo, comenzarás a ver a
Dios con una luz mucho menos gloriosa. Muy pronto, comenzamos a verlo
como un amo duro y frío, y nos olvidamos de que Él nos ama. El
consentir el pecado en nuestras vidas, cambia y distorsiona nuestra
perspectiva de Dios. "Limpio te mostrarás para con el limpio, y
severo serás para con el perverso". (Salmo 18:26) ¿Quieres
seguir viendo a Dios en Su verdadera naturaleza amorosa,
impresionante, asombrosa y gloriosa? Mantén el pecado fuera de tu
vida, y sigue aferrándote a Su bendita gracia para transformarte a
Su semejanza.
10. Andar fuera de tu llamamiento. Hay muchas
grandes causas que puedes realizar en tu vida. Pero no estás llamado
a realizar todas ellas. Sólo se te llama a hacer lo que Dios ha
dispuesto para ti. Cuidado con las buenas causas que Dios no te ha
llamado a hacer. Dedicarte a ellas, te hará perder el propósito de
Dios en tu vida. Incluso Jesús no respondió a todas las necesidades
humanas, en cambio, Él sólo hizo lo que su Padre le inspiró a
hacer. Juan 5:19 “Respondió entonces Jesús, y les dijo: De
cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo,
sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace,
también lo hace el Hijo igualmente”.
¿Cuál de estas trampas es tu debilidad? El enemigo
presiona y ataca en donde eres más vulnerable, hasta que pueda hacer
un punto de entrada en tu vida. Pídale a Dios que te muestre dónde
tienes que hacer retroceder al enemigo. ¡Él lo hará!
Traducción: Claudia Juárez Garbalena
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