23 de enero 2016
El
capítulo sexto del Apocalipsis se correlaciona con la sexta letra
del alfabeto hebreo, la vav,
que
es “un
conector”. Literalmente
significa un clavo
o clavija,
algo
que une a dos cosas. En
este caso, el quinto y sexto capítulos se clavan juntos (o se
unieron) por una vav.
Por
supuesto, el libro de Apocalipsis nos viene en griego, no en hebreo,
por lo que la primera palabra es kai,
"Y".
Pero como siempre, hay que pensar en hebreo, aunque el idioma sea
griego, porque el griego estaba siendo utilizado para expresar
patrones de pensamiento hebreo de Juan. En
otras palabras, la canción culminante de la Creación Reconciliada
al final del capítulo cinco se conecta por la vav al
siguiente capítulo, donde el Cordero abre el libro, y Juan ve el
desarrollo de los acontecimientos que conducen a este clímax.
De hecho,
lo que sigue en el resto del libro de Apocalipsis es una continuación
de la escena de la Corte Divina. El Cordero ha tomado el libro y
ahora se abre un paso a la vez para revelar los acontecimientos de la
historia registrada en este libro del destino de la Creación.
Apocalipsis
6: 1 dice:
1 Y
vi cuando el Cordero abrió uno de los siete sellos, y oí a uno de
los cuatro seres vivientes decir como con voz de trueno: "Ven".
El
texto dice literalmente: "Y vi
cuando abrió el Cordero uno de los siete sellos". En
otras palabras, cuando se rompió el primer sello, el libro no
hablaba palabras como tal, sino una imagen, un escenario surgió, y
Juan "vio". Además, uno de los cuatro seres vivientes
habló en alta voz, "una voz
de trueno", diciendo:
"Ven".
Las
cuatro tribus principales
Los
primeros
cuatro sellos
se distinguen por el hecho de que cada
sello es roto por uno de los cuatro seres vivientes. No
es sino hasta el quinto sello de Apocalipsis
6: 9 que
leemos, "Él
rompió el quinto sello". Es
decir, el quinto sello fue roto por el Cordero, en lugar de por uno
de los cuatro seres vivientes.
No
se nos dice por qué el cordero no tomó la iniciativa en romper
estos sellos. Después
de todo, el capítulo cinco dejó claro que sólo el Cordero era
digno de abrir el libro. Sin embargo, cuando llegó el momento
de romper los sellos y abrir el libro, nos encontramos con que el
inicio de esta tarea fue delegada a los cuatro animales que
representan la Creación,
o los cuatro lados del campamento de Israel, o incluso "los cuatro
rincones de la tierra"
(Isaías 11:12).
Ya hemos
mostrado cómo fueron representados los cuatro seres vivientes en las
banderas de las cuatro tribus principales de Israel. Ahora se
nos da una visión sobre la representación más amplia de cada una
de estas criaturas, junto con cada una de sus funciones espirituales
de la historia. Por lo tanto, al estudiar cada uno de los cuatro
caballos con sus respectivos sellos, debemos tener en cuenta que los
cuatro seres vivientes (hombre, león, águila, y toro) están
abriendo los sellos específicos que son relevantes para cada uno.
El
primer
sello
es roto por el
Hombre (Rubén),
y lo que se representa es un
hombre
en un caballo
blanco.
El
segundo
sello
es roto por el
León (Judá),
y vemos un
guerrero
sobre un caballo
rojo.
El
tercer
sello
es roto por el
Águila (Dan),
y vemos un
juez
en un caballo
negro,
que tiene en su mano la balanza de la justicia.
El
cuarto
sello
es roto por el Toro
(José / Efraín),
y vemos la
Muerte
montando un "caballo
amarillo o pálido"
(RV), o "un caballo ceniciento"
(NASB), o más literalmente, un caballo verde (chloros).
Cuando se
rompe cada sello, vemos tanto un problema como una solución, similar
a lo que vimos en los mensajes a las siete iglesias. Las
iglesias cada una tenía un problema que podría resolverse mediante
la adopción de atención al mensaje dado por cada uno de los siete
espíritus de Dios. Así también vemos aquí que las cuatro
partes de la Creación tienen un problema que se resuelve sólo
cuando entran en unidad y armonía al final de los tiempos. La
solución es que toda la Creación diga "amén" a Dios, en
lugar de resistirse a su destino tal como se revela en el Plan
divino.
Por lo
tanto, por ejemplo, el que está sentado sobre el caballo blanco
tiene un cumplimiento dual. Él es la "verdadera" y la
falsificación, porque representa ambas etapas de desarrollo en la
historia de la Creación. La falsificación era la condición
actual (en el tiempo de Juan), pero a medida que la historia se
desarrolla, la "verdadera" sale victoriosa al final.
Rubén,
el hombre cuyo nombre significa "He aquí,
un hijo", debe
representar adecuadamente a Cristo, el Hijo de Dios, pero el
carnal Rubén perdió la primogenitura por el pecado (1 Crónicas
5: 1). De
ninguna manera, sin embargo, niega esto la profecía de Cristo, que
es inherente a su nombre. De hecho, su historia retrata el
fracaso de la carne y el triunfo final del hombre espiritual. Sin
embargo, ambos papeles fueron representados en un solo hombre.
Judá,
el León, también representa a Cristo, que es llamado "el León
de la Tribu de Judá" (Apocalipsis
5: 5). Pero el carnal Judá también pecó, no sólo por su
infidelidad con Tamar (Génesis 38:26),
sino también en traicionar a José (Génesis 37:26, 27). Así
que él también retrata tanto el fracaso de la carne como el triunfo
final del León-hombre espiritual.
Dan,
el águila llevándose una serpiente, representa a Cristo, a quien se
le ha dado todo el juicio (Juan 5:26, 27). Pero
la tribu carnal de Dan fue particularmente idólatra y mundana, y en
tal condición no estaba calificada para juzgar al mundo con
justicia. Sin embargo, Jesucristo, que es el Dios de Israel, fue
representado como sacando a Israel de Egipto sobre alas de
águila (Éxodo 19: 4). Una
vez más, vemos el contraste entre la carne y el espíritu, junto con
el triunfo final de los danitas -los santos espirituales que han de
juzgar al mundo (1 Corintios
6: 2).
José,
el toro con dos cuernos (Efraín y Manasés), representa a Cristo
como la "rama
fructífera"
(Génesis 49:22),
o literalmente, el hijo
fructífero
(hebreo, ben). Sus
hijos, también, eran carnales, y cuando Jeroboam condujo a Israel a
la idolatría mediante la creación de los dos becerros de oro, uno
se colocó en el extremo norte de la ciudad de Dan, mientras que el
otro se colocó en Betel, una ciudad en Efraín (1 Reyes12:29). Por
esta razón, el profeta Oseas rebautizó a Betel, a la que llamó
Bet-aven (Oseas 10: 5). Así la cambió de Casa de
Dios a Casa de las Palabras Vacías, o Mentiras. Aun así, la
fecundidad de José se manifestará al final, cuando el cuarto ser
viviente diga "Amén" a Cristo y Su Plan para la Tierra.
A
lo largo del resto del libro de Apocalipsis, se debe entender que
Juan vio la serie de
acontecimientos históricos que traerían la Tierra del dominio de
los imperios bestia a la Restauración de Todas las Cosas. Por
lo tanto, hay una progresión de la revelación, aunque de ninguna
manera sea un libro completo de la historia. Cubre los aspectos
más destacados de la historia, las cosas que Dios considera que es
importante saber y entender para nosotros.
El
Primer Sello
Apocalipsis
6: 2 dice:
2 Y
miré, y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba tenía un
arco; y una corona [stephanos, "corona
de laurel"] le
fue dada; y salió venciendo, y para vencer.
Cada
uno de los
cuatro caballos
representados en Apocalipsis 6 se
correlacionan con
las
advertencias de Jesús en Mateo 24. De
esta manera, vemos los resultados de las falsificaciones carnales que
gobiernan la Tierra antes de que se ajuste al verdadero Plan de
Dios. En Mateo 24 Jesús habló sobre el templo carnal en
Jerusalén, diciendo a sus discípulos que "no
quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada".
(Mateo
24:2).
Los
discípulos le preguntaron aparte: "¿cuándo serán
estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin
del siglo?" (Mateo
24: 3). Entonces Jesús
les dio las señales que podían ver, y éstas se correlacionan con
los primeros cuatro sellos de Apocalipsis 6.
4 ...
Mirad que nadie os engañe. 5 Porque vendrán muchos en mi
nombre, diciendo: "Yo soy el Cristo", y engañarán a
muchos.
De
acuerdo con esta advertencia, el que está sentado sobre el caballo
blanco es la falsificación carnal del verdadero Cristo, el hombre de
carne que usurpa su lugar. En
el aspecto personal, se cumple por toda carne, o el "hombre
viejo" (Romanos 6:
6 RV), que
se levanta en contra del “hombre de la nueva creación· que es
nacido de Dios. En el lado histórico, se manifiesta la carne a
nivel colectivo (gubernamental) en el comportamiento de las naciones,
esto se ha visto en todas los imperios bestias. Cada nación
carnal tiene el corazón de una bestia, por que sus motivos se basan
en gran medida en los instintos de supervivencia, y hacer cumplir su
voluntad sobre las demás por las amenazas de violencia diseñadas
para provocar miedo.
En los días
de Juan el imperio bestia gobernante era Roma.
El
Gobierno Romano
El
jinete del caballo blanco no es Jesucristo. Los cuatro jinetes
del Apocalipsis 6 representan diferentes etapas de gobierno en
la historia de Roma. El
caballo
blanco
representa a Roma
en su apogeo de gloria,
que comenzó en el año 31 antes de Cristo, cuando derrotó a Egipto
en la batalla de Actium. Unos años más tarde, en el 27 aC, el
Senado romano confirió a Octaviano el título de Augusto
César. Roma, entonces dejó de ser una república y se
convirtió en un imperio gobernado por emperadores. En el momento en
que Jesús nació en 2 aC, el Imperio Romano había proclamado
su Pax Romana, el
tiempo de paz, prosperidad y seguridad sin precedentes. En
realidad comenzó a disolver algunas de sus legiones militares. Esta
edad de oro de Paz y Prosperidad había sido profetizada por
Virgilio, uno de los poetas romanos, e incluso los cristianos lo
honraron por parecer saber el tiempo del nacimiento de Jesús, el
Príncipe de Paz.
Los
emperadores romanos y los generales conquistadores montaban caballos
blancos en sus desfiles de victoria. Al jinete le era dada una
corona. La
palabra griega, Stephanos,
se refería a la corona de laurel de un conquistador, no a la diadema
de un rey. Esto
es lo que se le dio al que estaba sentado sobre el caballo blanco
de Apocalipsis
6: 2. La
gloria del poder de Roma se prolongó desde el 31 aC hasta 180 dC.
A finales
de la década de 1700, Gibbon escribió en su libro, La
Decadencia y Caída del Imperio Romano, pp. 41, 42,
"Durante un largo período de doscientos veinte años desde el establecimiento de este sistema ingenioso [27 aC] a la muerte de Cómodo [180 dC], los peligros inherentes a un gobierno militar fueron, en gran medida, suspendidos … Pero Nerón involucró a todo el imperio militar en su ruina. [Se suicidó en el año 68 dC] En el espacio de dieciocho meses cuatro príncipes [emperadores] perecieron por la espada; y el mundo romano se vio sacudido por la furia de los ejércitos contendientes. Exceptuando esta erupción corta, aunque violenta, de licencia militar, los dos siglos desde Augusto hasta Cómodo transcurrieron sin manchas de sangre civil y sin perturbaciones por revoluciones".
En
otras palabras, el imperio romano gozó de gran paz y prosperidad
durante más de 200 años, durante esta época del "caballo
blanco".
Etiquetas: serie de enseñanzas
Categoría: enseñanzas
El Dr. Stephen Jones
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