Víctor Hafichuk |
NOTA DEL ADMINISTRADOR:
Con
mucho agrado hemos leído en la página THE PATH OF TRUTH (El Camino
de la Verdad, http://thepathoftruth.com/spanish/index.htm), la casi totalidad de los artículos en español, de los que nos
disponemos a publicar unos pocos, comenzando con este de hoy
“Recogiendo
a los Escogidos”,
que nos pareció de lo mejorcito. La página nos llegó a través de
nuestros amados hermanos colombianos de MENSAJE DE PAZ
(www.mensajedepaz.net),
a los que quedamos muy agradecidos por el descubrimiento de un grupo
más de santos, a los que creemos que el Señor ha escogido para ser
parte del remanente fiel que está en la sintonía espiritual de
Tabernáculos.
Es
una pena que, según nuestro entender, ustedes juzgarán, a veces se
eche de menos el otro de los lados de Dios, el de la gracia,
que siempre ha de aparecer junto al lado de la verdad. Decimos
esto porque hemos encontrado en algunos de los artículos un lenguaje
un tanto beligerante e incluso ofensivo o insultante, carente de
mansedumbre y humildad hacia los hermanos aún rezagados en el Atrio
de la Pascua o en el Lugar Santo de Pentecostés, por causas
diversas. También algunas veces hemos notado cierto sabor amargo
contra aquellos otros grupos con los que el autor tuvo sus
confrontaciones. EL FRUTO MADURO, CON SU COLOR Y BRILLO ES ATRAYENTE Y SU AROMA DULCE LO HACE APETECIBLE... EL FRUTO VERDE NO ES SUGESTIVO NI POR SU ASPECTO NI POR LA AUSENCIA DE AROMA Y SI SE PROBARA AGRIARÍA LA BOCA Y LO TIRARÍAMOS. Recordemos que cuando usamos la "espada" con violencia e importunidad, como Pedro, cortamos orejas, en lugar de abrirlas al susurro o silbo del Espíritu.
Hemos
de decir que hay algunas cosas que no compartimos, al menos hasta la
fecha, tales como la celebración externa del Shabat o que el
Bautismo en Agua ya no sea necesario. Del otro lado, nos ha parecido
genial su valiente posicionamiento bíblico, en cuanto a la
conveniente separación y distanciamiento con los familiares de la
carne, que los que aspiran a ser vencedores deben guardar (Hc. 7:3,
cita referente a Abram en el Antiguo Testamento, repetida en el
nuevo, que quiere decir exactamente lo que dice, y que deberemos
obedecer si queremos llegar a ser como Abraham). También nos ha gustado su posicionamiento de no participar en elecciones políticas, pues nuestro Reino no es de este mundo, y, de participar, estaríamos refrendando el sistema babilónico.
Por
lo anterior, recomendamos la lectura previa del artículo “La
Verdad sin Gracia se Convierte en Tropiezo”:
http://josemariaarmesto.blogspot.com.es/2015/05/la-verdad-sin-gracia-se-convierte-en.html.
Queden
ahora con este artículo maravilloso que no tiene tachas del tipo
advertido más arriba, con revelación clara y maravillosa de la hora
que estamos viviendo.
Resaltados y notas parentéticas no son del autor.
Resaltados y notas parentéticas no son del autor.
Reuniendo a los Escogidos
Este
es el tiempo. Es
el tiempo que los santos y los profetas han esperado, el tiempo que
el Cielo y la tierra han esperado, el tiempo que Dios y los ángeles
han esperado, el tiempo de la congregación de los
escogidos. Ahora es
el tiempo.
Este
tiempo nunca se ha dado antes. Nuestro Señor no sólo hablaba de la
Jerusalén terrenal cuando Él dijo: “¡Jerusalén, Jerusalén,
que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados!
¡Cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina junta sus
polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!” (Mateo 23:37). Él
les estaba hablando a los escogidos, los llamados y elegidos por
Dios, a ti y a mí y a todos los que son del Señor.
Todos
nosotros hemos sido esparcidos a los cuatro vientos.
Todos
hemos buscado nuestros propios caminos y hemos resistido al Señor
Jesucristo con uñas y dientes. Todos nosotros, a nuestra manera,
hemos acudido a nuestros propios inventos, buscando nuestros propios
placeres, pensando en nuestros propios pensamientos, haciendo lo que
ha parecido bien a nuestros ojos, presumiendo que adoramos al Señor
y que hacemos Su voluntad. “Todos
nosotros como ovejas nos descarriamos; cada cual se apartó por su
camino…” (Isaías
53:6).
Todos
nosotros hemos sido esparcidos a los cuatro vientos en nuestras
rebeliones e independientes caminos religiosos; hemos terminado, como
pródigos que somos,
con los cerdos y envidiándolos. Ahora es el tiempo de entrar en
razón,
no porque finalmente nos lo hayamos figurado, o porque hayamos
estudiado y leído y aprendido, o porque hayamos ganado alguna virtud
en nuestros sufrimientos y esfuerzos infructuosos, tampoco porque
hayamos ganado nada. No, simplemente es porque este es el Día del
Señor y Su obra.
“Entonces
aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre; y entonces
todas las tribus de la tierra harán duelo, y verán al Hijo del
Hombre que viene sobre las nubes del Cielo con poder y gran gloria. Y
Él enviará a Sus ángeles con una gran trompeta y reunirán
a Sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo de los Cielos
hasta el otro”.
(Mateo 24:30-31)
Hay
tres Fiestas solemnes
del Señor en el año –la Pascua, el Pentecostés, y los
Tabernáculos. Cada una de estas fiestas representa una realidad
interior que ocurre en el corazón del peregrino espiritual en
Cristo. La primera Fiesta, la Pascua, representa nuestra conversión
al Señor Jesucristo a través de la fe y
del arrepentimiento.
La segunda Fiesta, el Pentecostés, representa nuestro recibimiento
del Espíritu de Dios a
través de la fe, el principio de nuestra herencia, la primmicia
(primer pago) del Reino de Dios y de Dios Mismo. Esta Fiesta también
se conoce como la Fiesta de las Semanas, la Fiesta de las Cosechas, y
el Día de los Primeros Frutos.
A Él le ha
placido ahora darles el Reino a Sus escogidos.
El
Día de los Primeros Frutos llega a su final. Durante los dos mil
años que han pasado, los hombres han enseñado que Dios andaba
buscando y tratando de salvar a todo mundo. Efectivamente, ellos han
implicado que Él ha estado haciendo un trabajo lastimeramente pobre
con eso, porque los hombres todos han sido tan malos e incorregibles
que se rehúsan a ser salvos, y que Dios no los ha podido salvar de
sus malvadas actitudes. La verdad es que Él solamente estaba
recogiendo las primicias para Sí mismo, y Él ha hecho un
trabajo perfecto. Él tiene a cada uno de los que Él se propuso
tener.
Él
sabía quiénes eran ellos, dónde estaban, cuándo Él los iba a
traer y cómo, así como lo hizo con Saulo de Tarso. En realidad Él
ha sido lo suficientemente grande, sabio y amoroso para hacerlo. ¿No
es eso algo? Ahora, ¡éste es un Dios digno de alabanza y honor y
gloria! Nada ha podido resistirse a Su voluntad –¡nada! Tal vez
tú, como un esclavo del pecado, pienses que tienes un libre
albedrío, pero Su voluntad es aun más libre. Él siempre ha hecho
como a Él le ha placido.
Este
es el tiempo de los Tabernáculos. A Él le ha placido
ahora darles el Reino a Sus escogidos. Este es el día en que Él
está reuniendo a Sus escogidos desde los cuatro vientos del Cielo
(el reino espiritual en cuyo estado o lugar están todos los nacidos
del Espíritu).
Nosotros
debemos, a través de muchas tribulaciones, como almas confirmadas
por Dios, entrar en Su Reino, cada hombre en su momento. “Confirmando
el alma de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la
fe; y diciéndoles que es necesario que a través de muchas
tribulaciones entremos en el Reino de Dios”. (Hechos 14:22)
Su presencia
en nosotros es presentada al mundo por su bien y para gloria de
Él.
“Porque
así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán
vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo las primicias;
luego los que son de Cristo, en Su
venida [presencia,
parousia]”
(1 Corintios 15:22-23).
Un
diccionario define “parousia”
hermosamente como “la
presencia en algo de la idea según la cual fue formado”
–en otras palabras, ¡“Cristo
en vosotros, la esperanza de gloria”! Nosotros somos
formados a Su imagen, Su presencia en nosotros es presentada al mundo
para Su bien y para gloria de Él, de cuya gloria los santos
participan primero.
Romanos
8:19-23 RVG
Porque
el anhelo ardiente de las criaturas, espera la manifestación de los
hijos de Dios. Porque las criaturas fueron sujetadas a vanidad, no
voluntariamente, sino por causa de Aquél que las sujetó en
esperanza, porque las mismas criaturas serán libradas de la
servidumbre de corrupción, en la libertad gloriosa de los hijos de
Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y está en
dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también
nosotros que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también
gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, esto es,
la redención de nuestro cuerpo.
Nosotros
hemos tratado
de congregar, y nos hemos congregado, de acuerdo a nuestro
entendimiento, deseos, ambiciones y placeres, y hemos cosechado pesar
y tempestad. También hemos sido congregados,
creyendo que era Dios que nos congregaba, pero no era así.
Congregados por los hombres, fuimos engañados, abusados y heridos.
En el congregar y ser congregados, nos volvimos amargados y
desilusionados.
Todos hemos
tenido motivos falsos y egoístas, nuestros ídolos.
Esto no
significa que el Señor no nos hablara o usara aquí y allá; no
significa que Él no haya estado con nosotros, determinando nuestra
corrección, disciplina, purga, instrucción y desarrollo. Él ha
estado con nosotros, y nosotros hemos sido juzgados.
“Porque
es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero
comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no
obedecen al evangelio de Dios?”
(1 Pedro 4:17 RVG)
Les
echamos la culpa a otros, culpamos tanto a las personas como a las
circunstancias, y sí, culpamos a Dios. “Dios”, protestamos,
“hemos tratado de servirte, de testificar de Ti a otros, de ganar
almas, de sanar y liberar, ¡y ésta es la recompensa que obtenemos!”
Pero cada uno de nosotros “es el hombre”, como
valientemente Natán se lo declaró a David (2 Samuel 12:7), sea en
el congregar o el ser congregados. Todos hemos tenido motivos
falsos y egoístas, nuestros ídolos; queríamos ser alabados,
acariciados, apreciados, reconocidos, aceptados y libres de nuestra
legítima responsabilidad, la cual hemos depositado en los hombres…
por precio, muchas veces uno muy alto.
La
culpa, si es que hay que culpar a alguien, solamente es nuestra. Si
alguna vez nos hemos culpado
a nosotros mismos, no ha sido en un justo juicio. Pero nada
nos ocurre nunca a menos que lo necesitemos o lo merezcamos.
Dios
reina sobre todas las cosas; tanto el engañador como los engañados
son Suyos. Él crea tanto la luz como las tinieblas, el bien y el mal
(Isaías 45:7), y hace todas las cosas según el consejo de Su propia
voluntad (Efesios 1:11). Solamente por Él se sustentan todas las
cosas (Colosenses 1:17); ni un gorrión cae a tierra sin el Padre
(Mateo 10:29-31).
Alcemos
nuestras cabezas porque ésta es la hora de nuestra redención.
Es
Dios quien envía la espada y el hambre y la pestilencia y las
bestias salvajes (Ezequiel 5:17; Jeremías 11:22; 14:12; 18:21;
24:10; 27:8; 29:17,18; 44:13,27; Ezequiel 5:16, 17; 14:21); es Dios
quien levanta las naciones y las hace caer, poniendo reyes, aun de
entre los más bajos de los hombres, según lo que Él considere
apropiado (Jeremías 51:1). Es Dios Quien reina Supremo en todas
partes del universo (Isaías 45:5-7); todo el oro y la plata son
Suyos y el ganado en los millares de colinas, y las colinas donde
crece la grama que Él viste (Salmo 50:10; Mateo 6:30).
Dejemos
de culpar a otros, a nuestras circunstancias, a
Dios, y no nos culpemos a nosotros mismos para siempre. En lugar
de bajar nuestras cabezas en desesperación y vergüenza, crujiendo
los dientes contra nuestro prójimo y mostrando nuestros puños
contra el Cielo y contra Dios en nuestros caminos, palabras y
pensamientos, perdonémonos los unos a los otros. Levantemos nuestras
cabezas porque ésta es la hora de nuestra redención, santos
hermanos y hermanas de nuestro Hermano Mayor, Jesucristo. Nuestra
redención ha llegado. Fíjese, no estoy diciendo que el tiempo
viene “pronto”, como tantos otros lo dicen con una fe fingida.
No, este es el tiempo; ésta es la congregación; el Señor está
aquí, ahora. Que sus ojos y oídos sean abiertos; que sus
temores sean disipados y sus lágrimas sean enjugadas.
Es el tiempo
de poner nuestras vidas por los hermanos, negándonos a nosotros
mismos.
Sí,
en el mundo tenemos tribulación (Juan 16:33); sí, todos los que
viven piadosamente en Jesucristo sufren persecución (2 Timoteo
3:12); sí, debemos tomar
la cruz y sufrir la pérdida de todas las cosas, aun de nuestras
propias vidas (Mateo
10:38-39); sí, debemos hacer guerra (Efesios 6:13-18); y sí, los de
nuestra propia casa son nuestros enemigos (Mateo 10:36). Pero la
entrada en la tercera y última Fiesta, ese estado que la humanidad
ha vivido anhelando todos estos milenios, hace que el precio pagado
valga la pena mucho más aun.
Es el tiempo de poner nuestras vidas por los hermanos, negándonos a
nosotros mismos. Este es
el tiempo en que ya no más viviremos para nosotros mismos.
Aunque
ha habido muchas cosechas a través de la historia del hombre, aún
no se ha dado la cosecha de la cual estoy hablando.
Es una reunión interna
primero, una forjada
solamente por Dios. El hombre ya no puede lograr esta reunión al
igual que no puede atrapar al viento con sus puños. Este
es el “rapto” del que muchos hablan y esperan, aunque no es como
se lo han imaginado. La
Voz del Señor como
una trompeta habla y dice, “Vengan aquí”. Es
la trompeta final.
La
primera porción de la última gran Fiesta de los Tabernáculos es la
Fiesta de las Trompetas,
que tenía lugar el primer día del séptimo mes. El sonido de
la trompeta tenía muchos propósitos –llamados a asamblea,
anuncios, advertencias de peligro, y llamados a la guerra. Ahora la
trompeta está sonando para todas estas causas al mismo tiempo.
La trompeta
suena la proclamación de libertad y de completa restauración.
“Y
en el último día, el gran día de la Fiesta, Jesús puesto en pie,
exclamó en alta voz, diciendo: Si alguno tiene sed, que venga a Mí
y beba. El que cree en Mí, como ha dicho la Escritura: ‘De lo más
profundo de su ser brotarán ríos de agua viva.’ (Pero Él decía
esto del Espíritu, que los que habían creído en Él habían de
recibir; porque el Espíritu no había sido dado todavía, pues Jesús
aún no había sido glorificado)”.
(Juan 7:37-39 LBLA)
La
trompeta nos llama a que nos reunamos en y con Él; anuncia
Su presencia;
suena la alarma y llamado para prepararse, porque grande y terrible
es este día, como ningún otro antes o después; y nos llama a la
guerra. El
Señor es un Varón de guerra, guiando a Su ejército en caballos
blancos para destruir al enemigo y juzgar a los impíos,
como lo profetizó Enoc, para tomar
la tierra por
fin y hacerla Su tierra otra vez.
Es
el sonido de la proclamación de libertad y de completa restauración,
porque la segunda porción de la tercera y última Fiesta
deTabernáculos es el Día de la Expiación cuando todos los
pecados son cancelados; este es el Día del Jubileo –el
décimo día del séptimo mes.
Hasta
este día, los santos han sido reunidos al Señor
en parte. Al convertirnos, venimos a una nueva vida, participando
con otros que han experimentado lo mismo. Fuimos reunidos en parte
otra vez cuando pasamos a recibir Su Espíritu. Fue otra dimensión
donde nos reunimos con otros que habían ido delante de nosotros.
En esta
tercera Fiesta, se responde y se cumple la oración del Señor en
Juan 17 estando en la tierra.
Pero
ahora
es la reunión de las reuniones
con Él para poner fin a todas las reuniones porque llegamos a
ser uno con
el Señor
y
uno los unos con los otros en Él.
En este último gran Día, llegamos a ser un espíritu, un corazón,
un alma, una mente y una carne, hueso de hueso, sangre de sangre,
espíritu de espíritu, uno en el Cuerpo de Cristo. En esta tercera
Fiesta, se responde y se cumple la oración del Señor en Juan 17
estando en la tierra: “Para
que todos sean uno; como Tú, oh Padre, en Mí, y Yo en Ti, que
también ellos sean uno en Nosotros; para
que el mundo crea que Tú Me enviaste”.
¿Quién
puede decir que los cristianos han tenido esta bendita unidad hasta
ahora? Esta manera de congregación nunca se ha dado, ni siquiera
entre dos personas. Por ejemplo, donde dice que las almas de David y
Jonatán estaban estrechamente unidas (1 Samuel 18:1), note que David
se fue por su camino y Jonatán por el suyo. Eventualmente David
sucedió en el trono al padre de Jonatán, mientras que Jonatán
pereció en el campo de batalla con su padre (lea Compromiso).
Desde Adán y
Eva, nunca ha existido el orden puro entre esposo y esposa.
Aun en
la iglesia primitiva, la cual estaba en alegría, de un solo corazón
y una sola alma, no fueron congregados en la forma que ahora está
sobre nosotros. Fueron congregados en parte, como lo fueron los
corintios, los gálatas y las siete iglesias de Asia que aun les
faltaba vencer. Leemos que había grandes pecados y divisiones entre
ellos.
Ninguna
pareja, ni
siquiera los esposos y esposas creyentes, han experimentado esta
unidad. Desde Adán y Eva, nunca ha existido el orden puro entre
esposo y esposa. Las
esposas han gobernado siempre.
No hay un matrimonio sobre la faz de la tierra donde el esposo haya
sido la cabeza de la casa y la esposa se haya sometido a ese esposo,
cada uno en verdadera santidad y piedad, como las Escrituras declaran
que debe ser.
Seamos
honestos y olvidemos nuestras fantasías, los autoengaños y los
deseos de dar otra apariencia de lo que somos. Como
el alma ha regido sobre el espíritu
a través de la historia humana, así la
mujer ha regido sobre el hombre.
Los hombres han tratado de tomar su lugar correcto como cabeza de la
casa, y las mujeres han tratado de someterse a sus esposos. Ellos lo
han hecho de manera
externa. Lo han
intentado sinceramente y sinceramente han fracasado, envueltos por
ese hombre de pecado que está dentro de nosotros, el primer Adán,
el contaminador, el alma rebelde que se opone al espíritu.
La
congregación se da con la victoria hasta el final; es la venida
del Señor.
Yo
no conozco una relación marital donde el hombre sea quien lleva los
pantalones en la familia –ni una. He visto a las mujeres
dominar, sea abiertamente o tras bambalinas, en alta voz o en
silencio, agresivamente o mansamente, conscientemente o de otra
forma, de manera obvia o no tan obvia. Por lo menos, no ha habido
armonía perfecta. Este ha sido el fruto, ley y maldición de la
caída del hombre hasta ahora.
La
congregación de Dios se trata de ser dados vuelta al
revés a través de la santificación (siendo apartados como lo era
el cabrío expiatorio en el décimo día del séptimo mes), el
espíritu poniendo su vida por el alma, el alma tomando su lugar
correcto en sumisión al espíritu, el espíritu asumiendo el
liderazgo sobre el alma.
Este
es el tiempo en que los varones aparecen delante de Dios la tercera
vez; es el momento de vencer hasta el final y entrar en reposo; es la
venida del Señor.
¿Unidad y
perfecta armonía? Nunca hemos conocido esas cosas… pero ahora
las conoceremos.
Se
trata del jubileo. Se trata de la redención del hombre de
pecado, de la restauración del primer Adán por la obediencia
sacrificial de Cristo morando dentro de nosotros. Este es el día en
que Dios es todo en todos:
“Porque
todas las cosas sujetó debajo de sus pies. Pero cuando dice: Todas
las cosas son sujetadas a Él, claramente se exceptúa a Aquél que
sujetó a Él todas las cosas. Y cuando todas las cosas le estén
sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará a Aquél que
sujetó a Él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos”.
(1 Corintios 15:27-28 RVG)
¿Unidad
y armonía perfecta? Nunca hemos conocido esas cosas a la perfección…
pero las conoceremos ahora. Empezamos una nueva era.
Yo
estoy tocando la
trompeta con la porción que da el “aviso para prepararse”
ahora. La
reunión viene como una dispersión.
Así es como funciona con el Señor, Quien no piensa ni actúa como
nosotros. “Eres
Tú el que nos divide como madera y nos echas al fuego”. –estas
son palabras que Él me dio al describir Su obra entre nosotros.
Como una estructura del juego de Lego, Él nos separa a todos unos de
otros y nos vuelve a juntar otra vez en una nueva relación. Así
como entramos por la cruz en las primeras dos Fiestas, si
verdaderamente entramos, y no como ladrones y salteadores entrando
por otro camino, así debemos entrar
en la tercera Fiesta por la cruz.
En ese sentido, las fiestas son todas iguales.
Todas
las Fiestas son fiestas solemnes y sólo se participa de ellas
mediante la cruz. Pero durante esta Fiesta final, el alma era
afligida a través del ayuno. Durante esta Fiesta, el macho cabrío
era enviado al desierto. Solamente durante esta Fiesta, el Sumo
Sacerdote entraba en el Lugar Santísimo, la tercera parte del
Tabernáculo de Dios. Todo esto ocurría en el Día de la Expiación,
el segundo día y la porción central de la Fiesta de los
Tabernáculos, el día más solemne del año.
Ahora se paga
el precio supremo y el príncipe de este mundo es juzgado
completamente.
Fue
difícil entrar en la Pascua, apartarte de tus pecados, dioses,
doctrinas e ideas anteriores, familia y amigos, deseos de la carne y
la amistad con el mundo, rendirte al Señorío del Señor Jesús.
También,
al venir a recibir el Espíritu de Dios en la segunda Fiesta, la
Fiesta del Pentecostés, fue difícil dejar a tus hermanos, tus
nuevas amistades que habías encontrado, y algunas de las nuevas
doctrinas e ideas. Fue como que si un territorio que se había
conquistado de repente se perdiera, como si estabas descendiendo al
valle, pero en el espíritu sabías que estabas escalando a una
montaña más alta. En la carne, fue doloroso; en el espíritu,
emocionante. Pero tenías que escoger; tenías que dejar; tenías que
sufrir; tenías que pagar el precio.
Ahora
una vez más tienes que pagar el precio, sólo que esta
vez el precio es en un
nuevo plano que requiere
el todo. Ahora se
paga el precio supremo y el príncipe de este mundo es juzgado
completamente. Es ahora que el hombre de pecado será destruido,
el que te ha atormentado en toda tu vida espiritual, para que nunca
más te atormente. Este es el día de la victoria, el día de la
corona y del trono, el día de vencer.
Este
tiempo final no sólo es asunto de apartarse del pecado, de hacer más
obras, de dar, o de amar al prójimo como lo entendemos, de vivir una
buena vida, generosa, moralmente recta y santa. No, este es el
tiempo para poner la vida, de una vez por todas.
Reposarás y
te regocijarás en el Señor, sabiendo que Él es Todo en todos.
Es
la última y absoluta rendición de la voluntad, la realidad de,
“Hágase Tu voluntad y no la mía”.
Dios
arreglará las circunstancias, los detalles de la
obediencia específica; Él lo hará todo, y cuando Él termine,
tú descansarás y te regocijarás en el Señor, sabiendo que Él es
Todo en todos, que Él ha orquestado todo para esta hora, cada
detalle de tu peregrinaje espiritual. Sabrás que Él es Soberano,
siempre lo ha sido y siempre lo será. Y tú estarás preparado para
proclamar todo esto con poder, convicción y gozo.
Yo tuve
una visión del Cielo. Cada uno allí estaba crucificado a sí mismo,
pero vivo para los demás, todos ellos. ¡Qué belleza! ¡Qué gozo,
paz, satisfacción, amor, reposo, agradecimiento y gloria! La unidad
y armonía de la gente era perfecta en Él. Yo veía estas cosas
escritas en sus rostros.
¿Sabías
tú que esto existe en la tierra? La Esposa desciende a la tierra.
Si
lo entregamos todo, lo
recibimos todo –mucho
más de lo que hubiéramos imaginado obtener. Si tan solo uno
de nosotros busca lo suyo, todo el cuerpo está enfermo. El que no se
arrepiente debe ser expulsado –“un poco de levadura leuda toda
la masa” (1Corintios 5:6). Todos hemos querido recibir, ser
servidos, respetados, honrados y tener provisión… para obtener.
¡Qué frustrante y destructivo!
Ponemos
nuestras vidas a la disposición, para servir al Señor y a Su
pueblo.
La
gloria de plenitud en el Señor nos ha sido retenida a todos, y
nosotros la hemos rechazado sin tenerla, porque hemos
buscado nuestras propias
agendas. Buscando
obtener el Cielo por nuestra cuenta, más bien obtuvimos el infierno.
Yo
he sentido una preparación, una inflamación, una
manifestación de algo que está dentro, una compasión, un creciente
deseo de reunir a los que están en dolor, perdidos, desconsolados,
sin hogar, enfermos, desnudos, hambrientos, sedientos, solitarios,
confundidos y temerosos en una familia donde haya amor y consuelo
genuino de los unos a los otros. La gente sobre quienes está esa
atracción del Señor anda buscando ese refugio de reposo. Es a
éstos a quienes debemos abrirles nuestros brazos sin buscar ninguna
forma de ganancia para nosotros mismos.
Al dar,
recibiremos más de lo que el corazón podría desear. Esto es amor.
Yo no digo que hagamos estas cosas en todas partes, a todo mundo,
siempre, sin discreción, o por la Ley, sino que según seamos
guiados y nos dé el Señor. Como lo declaran las Escrituras, “Si
alguno no quiere trabajar, que no coma” (2 Tesalonicenses
3:10). Lo que estoy diciendo es que pongamos a la disposición
nuestras vidas, no para nosotros mismos, sino para servir al Señor y
a Su pueblo a quienes Él ahora está reuniendo. Esto no es una serie
de reglas o actos, sino una motivación interior, la cual solamente
Dios puede dar a los que Él toma.
Que venga el
pueblo que busca a Dios sin reservas ni condiciones.
La
rodilla ya no se llamará a sí misma el cuerpo, sino que servirá al
cuerpo. Eso es amor.
Hay
muchos que buscan una “iglesia hogar”, un lugar al cual
pertenecer. Estos no son necesariamente los que el Señor está
atrayendo. Son muchos los que están inconformes, los orgullosos, los
amargados, los rebeldes, quienes desean identificarse con un grupo
–buscando obtener, no servir, esperando ganar y no dar nada,
excepto lo que les deje algún tipo de recompensa.
Que los
rebeldes moren en soledad; que los avaros se queden sin nada; que los
haraganes no coman; que los orgullosos reinen en sus vacíos
dominios; que los sociables se aíslen del pueblo de Dios. Como está
escrito, “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es
sucio, ensúciese todavía; y el que es justo, sea justo todavía; y
el que es santo, santifíquese todavía”. (Apocalipsis 22:11).
Que
venga el pueblo que busca a Dios sin reservas ni condiciones, sin
otro propósito más que el de hacer Su voluntad, no importa cuán
contraria sea a sus propios deseos. Que vengan al hogar después de
tanto tiempo de vivir como desadaptados en el mundo y en Babilonia.
El Día del
Señor es grande para los rectos y terrible para los impíos.
Que
ellos regresen para ser restaurados y para reconstruir las ruinas
antiguas, no de acuerdo a las inútiles formas de los hombres, sino
de acuerdo al magnificente poder de Dios, Quien junta a Sus ovejas en
Su rebaño, proveyéndoles de toda cosa buena. Habrá un solo rebaño
y Un Pastor.
Este
es el tiempo. Tengan cuidado y dense por advertidos. El
Día del Señor es un día grande y a la vez terrible,
grande para los rectos y terrible para los impíos, grande
para los que sirven a Cristo y terrible para los que se sirven a sí
mismos, grande para el Hijo de Dios y terrible para el hombre de
pecado.
Es el
Día de Juicio y de Ajuste de Cuentas, pero también es el Día de
las Promesas y la Reconciliación el día que los escritores, santos
y profetas han anticipado. Es el día por el cual nosotros y toda la
creación hemos estado gimiendo.
Tú no
experimentarás más dolor del que tendrás en este día, pero habrá
valido bien la pena. No será como lo esperaban. Será peor, y será
mejor. Y eso no importa. Este es el tiempo.
¿No es el
tiempo de entrar en tu eterno reposo y ganancia para el Señor y
para otros?
¿No
estás cansado de luchar? ¿No estás agotado con una vida de perro,
peleando con otros perros por los desperdicios? ¿No estás agotado
con tanto trabajo y pleitos y oposición? ¿No estás cansado de
juegos y de adivinar, de correr y de esconderte del Señor, de los
demás, de ti mismo? ¿Por qué vivir para muerte cuando puedes
morir para vida?
¿Ganarás
o te beneficiarás a tu manera? ¿Alguna vez lo has logrado de
verdad? Enfréntate a ti mimo y sé honesto. ¿No
es tiempo de que entres en tu reposo eterno y de ganancia para el
Señor y para los demás? ¿No
es tiempo de remplazar tu yugo y carga por el Suyo? Descubre que Su
yugo es fácil y ligera Su carga.
No
se trata de los “hombres
de Dios”, de la doctrina, del conocimiento, de la comunión o del
Cielo y la tierra que están “en el más allá”, sino de Dios y
tú y de lo que está aquí. El Cielo no queda allá yendo de aquí,
sino aquí viniendo de allá. “Hágase
Tu voluntad en la tierra así como en el Cielo”.
Si
reconocemos la verdad, confesaremos que todo
comienza con nosotros, no con nuestro prójimo.
El primer convertido de cada quien debe ser él mismo. Es
tiempo que ya no seamos más dos naciones en guerra por dentro, como
sucedió con los gemelos de Rebeca (Génesis 25:21-26), sino de ser
un hombre nuevo, como los profetas han declarado que seríamos. Es
tiempo que nuestra guerra termine.
“Sálvanos,
oh Señor Dios nuestro, y recógenos de entre las naciones...”
Efesios
2:14-16 LBLA
Porque
Él mismo es nuestra paz, quien de ambos pueblos hizo uno,
derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en Su
carne la enemistad, la ley de los mandamientos expresados en
ordenanzas, para crear en Sí mismo de los dos un nuevo hombre,
estableciendo así la paz, y para reconciliar con Dios a los
dos en un cuerpo por medio de la cruz, habiendo dado muerte en ella
a la enemistad.
“Sálvanos,
oh Señor, Dios nuestro, y recógenos de entre las naciones, para dar
gracias a Tu Santo nombre, y para gloriarnos en Tu alabanza. Bendito
sea el Señor, Dios de Israel, desde la eternidad y hasta la
eternidad. Y todo el pueblo diga: Amén. ¡Aleluya!” (Salmo
146:47-48).
Sofonías
3:13-20
El
remanente de Israel no hará injusticia ni dirá mentira, ni se
hallará en su boca lengua engañosa, porque ellos se alimentarán y
reposarán sin que nadie los atemorice. Canta jubilosa, hija de
Sion. Lanza gritos de alegría, Israel. Alégrate y regocíjate de
todo corazón, hija de Jerusalén. El Señor ha retirado sus
juicios contra ti, ha expulsado a tus enemigos. El Rey de Israel, el
Señor, está en medio de ti; ya no temerás mal alguno. Aquel
día le dirán a Jerusalén: No temas, Sion; no desfallezcan tus
manos. El Señor tu Dios está en medio de ti, guerrero
victorioso; se gozará en ti con alegría, en su amor guardará
silencio, se regocijará por ti con cantos de júbilo. Reuniré
a los que se afligen por las fiestas señaladas, tuyos son, oh Sion,
el oprobio del destierro es una carga para ellos. He aquí, en
aquel tiempo me ocuparé de todos tus opresores; salvaré a la coja y
recogeré a la desterrada, y convertiré su vergüenza en alabanza y
renombre en toda la tierra. En aquel tiempo os traeré, en aquel
tiempo os reuniré; ciertamente, os daré renombre y alabanza entre
todos los pueblos de la tierra, cuando yo haga volver a vuestros
cautivos ante vuestros ojos, dice el Señor.
“…a Él
se congregarán los pueblos.”
Si
yo te hablo vida a ti, si el Señor te da testimonio de
las cosas que te digo, entonces tú, sin vacilaciones, buscarás las
Escrituras, no sólo las que yo presento aquí, sino otras también.
En verdad, si yo hablo por el Señor, todas las Escrituras darán
testimonio de lo que estoy diciendo. Espero que tú recibas
entendimiento de lo que dicen los siguientes pasajes, tú verás que,
hasta este día, esos nunca se han cumplido en ninguna parte en
ningún tiempo:
Deuteronomio
30; Salmo 50:1-6; Salmo 126, 147; Isaías 43:1-44:11: Isaías 54 y
56:1-8; Jeremías 23:1-8; 31:1-14; 32:36-44; Ezequiel 11:16-21;
20:33-44; 34:11-31; 37:21-28
“No
será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies,
hasta que venga Silo; y a Él se congregarán los pueblos”.
(Génesis 49:10).
“Que
en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, había de reunir
todas las cosas en Cristo, así las que están en el cielo, como las
que están en la tierra, aun en Él. En quien también obtuvimos
herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito de Aquél
que hace todas las cosas según el consejo de Su voluntad; para que
seamos para alabanza de Su gloria, nosotros quienes primero confiamos
en Cristo”.
(Efesios 1:10-12).
“El
Espíritu y la esposa dicen: ‘Ven.’ Y el que oye, diga: ‘Ven.’
Y el que tiene sed, venga; y el que desee, que tome gratuitamente del
agua de la vida”.
(Apocalipsis 22:17 NBLH)
¿Es
éste tu tiempo? El que tiene oídos, oiga lo que el Espíritu dice.
Víctor
Hafichuk
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Todos
nosotros hemos sido esparcidos a los cuatro vientos.
|
A Él le ha
placido ahora darles el Reino a Sus escogidos.
|
Su presencia
en nosotros es presentada al mundo por su bien y para gloria de
Él.
|
Porque
el anhelo ardiente de las criaturas, espera la manifestación de los
hijos de Dios. Porque las criaturas fueron sujetadas a vanidad, no
voluntariamente, sino por causa de Aquél que las sujetó en
esperanza, porque las mismas criaturas serán libradas de la
servidumbre de corrupción, en la libertad gloriosa de los hijos de
Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y está en
dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también
nosotros que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también
gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, esto es,
la redención de nuestro cuerpo.
Todos hemos
tenido motivos falsos y egoístas, nuestros ídolos.
|
Alcemos
nuestras cabezas porque ésta es la hora de nuestra redención.
|
Es el tiempo
de poner nuestras vidas por los hermanos, negándonos a nosotros
mismos.
|
La trompeta
suena la proclamación de libertad y de completa restauración.
|
En esta
tercera Fiesta, se responde y se cumple la oración del Señor en
Juan 17 estando en la tierra.
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Desde Adán y
Eva, nunca ha existido el orden puro entre esposo y esposa.
|
La
congregación se da con la victoria hasta el final; es la venida
del Señor.
|
¿Unidad y
perfecta armonía? Nunca hemos conocido esas cosas… pero ahora
las conoceremos.
|
Ahora se paga
el precio supremo y el príncipe de este mundo es juzgado
completamente.
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Reposarás y
te regocijarás en el Señor, sabiendo que Él es Todo en todos.
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Ponemos
nuestras vidas a la disposición, para servir al Señor y a Su
pueblo.
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Que venga el
pueblo que busca a Dios sin reservas ni condiciones.
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El Día del
Señor es grande para los rectos y terrible para los impíos.
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¿No es el
tiempo de entrar en tu eterno reposo y ganancia para el Señor y
para otros?
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“Sálvanos,
oh Señor Dios nuestro, y recógenos de entre las naciones...”
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Porque
Él mismo es nuestra paz, quien de ambos pueblos hizo uno,
derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en Su
carne la enemistad, la ley de los mandamientos expresados en
ordenanzas, para crear en Sí mismo de los dos un nuevo hombre,
estableciendo así la paz, y para reconciliar con Dios a los
dos en un cuerpo por medio de la cruz, habiendo dado muerte en ella
a la enemistad.
“…a Él
se congregarán los pueblos.”
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