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El Verdadero Espíritu De La Familia De Dios: Viviendo en la Iglesia Relacional* – Parte 3 Por Wayne Jacobsen La Vida del Cuerpo- Septiembre de 2000


Traducción por Claudia Juárez Garbalena
No importa cuan independientes los seres humanos podemos tratar de ser, hay momentos que no podemos dejar de anhelar compartir con los demás.
Los momentos especiales son así. Hace unos meses, mientras Sara y yo caminábamos a lo largo de la playa, vimos un grupo de delfines jugando en las olas, incluso a algunos de ellos surfeando en la orilla. No pudimos dejar de señalarlos a personas totalmente desconocidas y estar allí compartiendo el momento con ellos. Fue tan increíble que creo que lo hemos contado a casi cada ser humano que conocemos.
De igual manera, disfrutamos tener a otros a nuestro alrededor cuando nos sentimos amenazados, inseguros o con necesidad de dirección. La primera vez que Sara y yo tratamos de ir de excursión a Walling Lake (“El lago de los muros”) en el desierto de Kaiser, no estábamos seguros del todo si íbamos por el camino correcto. Imagina nuestra alegría al encontrar a otro grupo de excursionistas que bajaba por ese mismo camino. Ellos confirmaron nuestro rumbo y pudieron advertirnos de una zona pantanosa llena de mosquitos que estaba más adelante, así que pudimos prevenirnos con nuestro repelente contra insectos antes de convertirnos en su almuerzo.
Una de las cosas que menos me gusta hacer solo, es mudarme, pintar o verter cemento. No sé cómo habría hecho para llevar nuestro armario triple al segundo piso sin algunos queridos amigos y familiares que nos ayudaron a mudarnos. Por mucho que aborrezca hacer estas cosas, también aborrezco que alguien más las haga solo.
Es maravilloso compartir momentos especiales, compartir información para ayudar a otros en el camino y compartir recursos para ayudar a aliviar la carga sobre los hombros de alguien... No puedo imaginarme una mejor descripción de lo que significa ser parte de la familia de Dios. ¿Por qué no siempre funciona así de sencillo?

El Anhelo De Una Familia

Tal vez has compartido algo especial que Dios te mostró, sólo para encontrarte con alguien que te ha rechazado, mientras tratan de cubrir tus palabras con su propio descubrimiento, o peor aún, tratan de decirte que lo que has aprendido de Dios está equivocado. Tal vez has pedido ayuda, sólo para que la gente ignorara tus peticiones o te enviara por el camino equivocado, prometiéndote una realidad que nunca pudiste encontrar. En nuestros días, la comunión con frecuencia se ha convertido, cada vez menos en aligerar la carga los unos de los otros, y sí en cargar a otros con exigencias y expectativas.
¿Será por eso que vivimos en una época de hastío, en donde muchos creyentes sólo se reúnen constantemente para disfrutar de una actuación brillante, o bien se retraen en sí mismos, haciendo lo mejor que puede por su propia cuenta? Ambas opciones nos salvan de tener que involucrarnos con nadie más allá de un nivel superficial y nos roban de una de las facetas más increíbles de ser hijo de Dios: la vida como parte de su maravillosa y extraordinaria familia.
La razón del porqué las relaciones rotas en nuestras propias familias nos hieren tan profundamente, y el porqué, aun enfrentando tal dolor, la gente todavía tiene un insaciable anhelo de estar vinculado como familia, es porque Dios nos ha creado para ello. Desafortunadamente, el Cuerpo de Cristo en nuestros días no ha tenido mucho éxito en la búsqueda de una vida familiar saludable. Muchos huyen de las experiencias en el Cuerpo de Cristo aplastados por la desilusión, deseando encontrar una comunidad real, afecto e involucrarse en un lugar donde cada miembro tenga un lugar significativo y cada persona sea valorada.
Desafortunadamente hoy en día, las prioridades de las Instituciones suelen ser la fuerza motriz de la vida en común de los creyentes. Hemos aceptado ciegamente sus demandas, mientras que fallamos en darnos cuenta de que esas prioridades son el opuesto de una familia. En lugar de celebrar la diversidad y la autenticidad, o hacer espacio para las personas que tienen diferentes lugares en este viaje [que tienen diferentes funciones en el Cuerpo], ellos son presionados para amoldarse. Se ponen en marcha programas que son colocados por encima de la edificación de relaciones saludables, y los dones de unos pocos son exaltados en lugar de alentar e impulsar los dones de todos. Las instituciones subsisten para asegurar su propia preservación, en lugar de abrazar el trabajo más amplio de Dios en el mundo y realmente servir a aquellos que no lo conocen. No es de extrañar que estas dinámicas hayan demostrado ser más exitosas entreteniendo multitudes, que nutriendo a la familia del Padre.

Olvidando Ciertamente Lo Que Queda Atrás

Cualquiera que haya estado involucrado en el cristianismo institucionalizado, sabe lo rápido que las relaciones, aun con las mejores intenciones, llegan a fallar con algunas de las obras de la carne que Pablo describe en Gálatas 5: ... "Enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias…" Podemos quedar atrapados en las mismas acciones, incluso pensando que estamos haciendo la voluntad de Dios.
Cuando el dolor es demasiado intenso, una parte del grupo se desprende para iniciar uno nuevo y mejor. Pero en cuestión de años se ve rebasado por las mismas cosas de las que huyeron. Después de algunas experiencias como esta, no es de extrañar que muchos creyentes dejen la esperanza de encontrar algún día la vida vibrante del Cuerpo.
Pero el Padre nos llama y atrae más allá de nuestros dolores y decepciones. He oído historia de horror, tras historia de horror, de personas que fueron explotados y manipulados por aquellos que decían tener los intereses de Dios en el corazón. A estos hermanos se les pidió desafiar sus convicciones más profundas en el nombre del "amor" y la "unidad", y cuando ellos no se amoldaron a lo que se les exigía, fueron vilipendiados y excluidos. Tan terribles como estas experiencias pueden ser, todavía los he escuchado hambrientos de conexiones reales con otros creyentes.
Sin embargo, para aquellos que experimentan la vida real del Cuerpo, tendrán que seguir su hambre incluso más allá de sus heridas y reacciones a los fracasos del pasado. Tal vez eso nos ayudará a darnos cuenta de que a pesar de que como creyentes estábamos tratando de seguir a Dios, esas relaciones no se habían construido en el verdadero espíritu de la familia del Padre. A menudo esas relaciones se centran más en lo que sentimos que teníamos que obtener de los demás, y no en lo que nos Él nos ha liberado para dar a otros.
Es fácil vernos a nosotros mismos como las víctimas y a otros como los villanos, cuando la verdad es que rara vez es así de simple. Sí, probablemente fuimos manipulados por otros, pero, ¿no es cierto también que nosotros manipulamos a otros en cierta forma? Esperábamos que la gente actuara de cierta forma y fuimos decepcionados cuando no lo hacían. Cuando intentamos conseguir que los demás hagan ciertas cosas a nuestra manera, hemos recurrido con frecuencia a las tácticas que Jesús nunca nos pidió que usáramos.
¿Por qué? Porque está en nuestra naturaleza caída el usar a las organizaciones cuando satisfacen nuestras necesidades y abusar de ellas cuando no lo hacen. En otras palabras, la razón por la cual el espíritu de la familia de Dios a menudo disminuye mientras que la institución crece y trata de contenerlo, se debe a que la gente comienza a ver a esa organización humana como la manera de satisfacer sus propias necesidades y satisfacer sus propias preferencias.
Un ex-pastor que conozco, define a la religión institucionalizada como la adaptación mutua de la auto-necesidad. Alguien tiene la necesidad de enseñar y alguien más tiene la necesidad de ser enseñado. Uno tiene la necesidad de dirigir la adoración, alguien más de tener una experiencia en la adoración. Unos tienen la necesidad de pastorear a otros y otros el deseo de poner sus responsabilidades en alguien más. Cuando nuestras necesidades nos llevan a estar juntos, ambas partes somos explotados, y a la vez se explota también a otros. No es de extrañar que este enfoque no fomente un ambiente donde las personas puedan vivir juntas como familia de Dios.

Los Unos A Los Otros

Entonces, la raíz del problema no son nuestras instituciones, sino nuestras propias necesidades y nuestros intentos de conseguir que otras personas llenen en nosotros lo que nos falta en nuestra propia relación con Dios. Puedes encontrar Escrituras con las que casi puedes subrayar esta idea equivocada, porque Dios trabaja claramente a través de otros como extensión de Su propia mano. Pero eso no quiere decir que Jesús construye su Cuerpo basado en nuestras auto-necesidades. ¡Eso está muy lejos de la verdad!
Él construye la vida familiar sólo por nuestra relación con Él. Como el Señor de Señores, la Cabeza de la iglesia y el Salvador del mundo, todas nuestras necesidades sólo pueden ser resueltas en Él. Si son legítimas, Él las cumplirá. Si, por el contrario, no son más que delirios tiranos de nuestra carne, él va a querer liberarnos de ellas. Sólo cuando seguimos esta línea recta [cuando miramos sólo a Dios para lo que necesitamos], estamos listos para la clase de vida en familia que Jesús ha previsto para nosotros.

El Llamado De Los Unos A Los Otros.

Amaos los unos a los otros – Juan 15:12
En cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. Romanos 12:10
Sigamos lo que contribuye a la mutua edificación. Romanos 14:19
Servíos por amor los unos a los otros. Gálatas 5:13
Sed benignos los unos con los otros. Efesios 4: 32
Exhortaos los unos a los otros CADA DIA. Hebreos 3:13
Soportaos con paciencia los unos a los otros. Efesios 4:2
Confesaos vuestras ofensas los unos a los otros, y orad unos por otros. Santiago 5:16
Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras. Hebreos 10:24
Amonestaros los unos a los otros. Romanos 15:14
Sobrellevad los unos las cargas de los otros. Gálatas 6:2
Perdonándoos unos a otros. Efesios 4:32
Alentaos los unos a los otros. 1ª Tesalonicenses 4:18
Someteos unos a otros. Efesios 5:21
Hospedaos los unos a los otros. 1 Pedro 4:9
Compartir los unos con los otros. Hechos 4:34,35
Enseñándoos y exhortándoos unos a otros. Colosenses 3:16

A medida que aprendemos a confiar en Dios para todo – para nuestra realización, nuestra dirección, nuestra justicia, nuestro ministerio, nuestros recursos- podemos finalmente empezar a compartir relaciones saludables con otros creyentes. Debido a que nuestros ojos están puestos en Jesús para llevar su vida a nosotros, ya no tenemos que manipular a los demás para conseguir lo que queremos. A pesar de que Dios a menudo utilizará a otros creyentes para hacer esto, Él rara vez utilizará a aquellos de quienes esperamos ayuda.
Es por eso que las Escrituras pintan un cuadro muy diferente de la vida del Cuerpo al que vemos hoy. En las Escrituras no se prevén grandes instituciones con personal contratado y gastos engorrosos. En vez de eso, se describe a un grupo de personas que estaban creciendo juntos en escuchar a Jesús, que intencional y libremente aprendieron a compartir sus vidas sin manipularse los unos a los otros. La única vida del Cuerpo en la temprana iglesia fue entendida como el cuidado, la sabiduría, y el aliento que la gente compartían juntos en la realidad de la vida.
Ellos no habrían concebido a la iglesia como gente sentada en sillas alienadas. En vez de eso, la vieron como un Cuerpo entero, dedicados a compartir momentos especiales, ayudándose unos a otros en el camino y encontrando maneras de aligerar la carga de alguien más. Es por eso que la vida de la temprana iglesia se puede resumir en las Escrituras de “los unos a los otros” entretejidas a través del Nuevo Testamento.
Esta es la forma en que ellos vieron su amoroso compromiso con la familia del Padre. Las amistades centradas en Cristo se derramaron en actos de compasión y servicio en el curso diario de la vida. El Cuerpo sólo floreció mientras cada persona fue libre para crecer en Cristo y valorada por los dones e ideas que aportó al Cuerpo. No fueron un grupo de personas que necesitaban ser cuidados o entretenidos, sino una familia que podía compartir mutuamente en la vida de Dios. Nadie necesitó señorear sobre los demás. Como tampoco nadie necesitó sentirse espiritualmente inferior. Por el contrario, veían a Jesús para satisfacer sus necesidades, y vivieron con la voluntad de poner las necesidades de otros a la par que las suyas.

Recibiste De Gracia, Da De Gracia

Quiero destacar que no deberíamos venir al Cuerpo para conseguir lo que no estamos encontrando en Cristo. Es al revés. Nosotros deberíamos llevar al Cuerpo la plenitud de nuestra relación con él. Es por eso que Jesús no nos dijo que "consiguiéramos amor los unos de otros" o que "obtuviéramos beneficio o que fuéramos servidos por los demás", sino dijo "amaos los unos a los otros" y "servíos los unos a los otros". Lo que nos permite experimentar la vida del Cuerpo no es lo que esperamos de los demás, sino lo que intencional y libremente damos. Jesús lo expresó a sus discípulos de la siguiente manera: "De gracia recibisteis, ¡dad de gracia!" ¿De quién hemos recibido? ¿Los unos de los otros? No, ellos compartieron lo que recibieron de Dios. Me gusta la forma en que la versión en inglés “El mensaje” lo traduce: "Ustedes han sido tratados generosamente, entonces vivan generosamente".
Simplemente amo esto porque pone las cosas en su debido orden. No puedo ser generoso hasta que yo mismo he experimentado de una forma cotidiana la generosidad de Dios para mí. Y, cuando he experimentado Su generosidad, no puedo dejar de tratar a todos los que me rodean de la misma manera. Para mí, los creyentes más tristes son aquellos que parece que nunca han descubierto la generosidad. Esto es debido a que viven por sus propios recursos o expectativas en lugar de abrazar la vida de Dios plenamente, y porque ven a Dios como un Dios pobre. Ellos nunca tienen suficiente tiempo y energía para sí mismos, mucho menos son capaces de interesarse por los demás.
Por el contrario, cuando nos llenamos del increíble amor de Dios por nosotros y abrazamos Su propósito en nosotros, no tenemos que hacer de otras personas su sustituto. Mientras a la gente le guste relacionarse de esta forma los unos con los otros a lo largo del camino, algo increíble sucede: ¡Una familia! Suele ocurrirme que he sido recogido en el aeropuerto por personas totalmente desconocidas y al momento de llegar a su casa nos hemos sentido como si nos conociéramos desde hace mucho tiempo.

Amigos En La Aventura

Sinceramente, creo que si nos preocupamos menos por tratar de encontrar "una iglesia" o intentar empezar una nueva, y si simplemente aprendemos a vivir en el amor del Padre, mientras que intencionalmente buscamos oportunidades para dar y compartir con los demás, nos encontraremos en medio de la iglesia todos los días.
El problema de muchos, es que la vida de confianza en Dios es algo secundario en sus vidas, y entonces las relaciones con los creyentes que son mutuamente alentadoras y edificantes, son de la misma forma: secundarias. Creemos que sólo porque nos sentamos con regularidad en la misma habitación con creyentes y llamamos a esto "familia", estamos experimentando la plenitud de la misma. La verdad es que probablemente ni siquiera hemos comenzado a ver lo que en verdad es la familia de Dios.
Deja que Dios llegue a ser la única fuente de recursos de cada deseo y necesidad en tu vida. Camina en la aventura de aprender a confiar en Él, y pronto lo encontrarás conectándote con otros creyentes que están en el mismo viaje. Será como encontrarte con otros excursionistas en el interior del país. Habrá una relación inmediata y la disposición para compartir lo que has experimentado para ayudar a otros, sin el deseo de obligar a otros a hacer lo que tú estás haciendo.

Si Dios les guía a esto, encontrarán maneras de estar juntos y descubrirán cómo tomar cuidado e interés los unos por los otros. No puedo enfatizar lo suficiente que esta es una elección intencionada de involucrar, de unir y engranar a la familia proactivamente, y que juntos llegan a ser un activo participante en ayudar a los demás. Esto no sucede mientras estamos sentados en casa y jugueteamos con los pulgares, o mientras estamos sentados en un servicio y vemos los minutos pasar hasta que el sermón termina. Sucede mientras la gente va adelante en una aventura con Dios, y buscan participar activamente en la vida de otras personas como alguien que les proporciona aliento en el viaje.
Si puedes escuchar de otros creyentes cerca de ti, en donde comparten una pasión similar, ve y echa un vistazo. He estado en un par de reuniones el verano pasado donde la gente eligió venir grandes distancias sólo para conocer a otras personas que se encontraban en este tipo de viaje. Si hay un grupo de ustedes que ya están tratando de hacer eso, y sienten que se están quedando cortos, pídanle a alguien que les ayude a hablar juntos y escuchar lo que Dios les está diciendo.
No hay nada como el tipo de relaciones que nos permiten compartir momentos especiales para ayudar a más personas a ir más lejos a lo largo de la vida de Dios, y que nos permiten aligerar las cargas de esta vida que nos agobian. No es tan difícil como podrías pensar, y las alegrías que conlleva son indescriptibles.
Después de todo, ¡Esta es la familia de la cual Dios te hizo ser parte!
*Wayne Jacobsen se refiere a la iglesia relacional como aquellos que están asidos sólo a la Cabeza del Cuerpo y que se relacionan en amor los unos con los otros fuera de las instituciones u organizaciones religiosas. (Nota de traductor).

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