Cap.
VII: El mensaje del maná
El apóstol Pablo
habla mucho acerca de los israelitas que anduvieron por el desierto
cuarenta años. Ellos se dan como un ejemplo para la Iglesia, y sus
fallos son también mencionados como peligros potenciales para los
santos de hoy. Aquellos que Moisés sacó de Egipto lucharon con los
mismos problemas que la Iglesia tiene que afrontar y superar si va a
introducirse en el reposo prometido de Dios.
A menudo se aprecia
poco que aquellos que nos han precedido sirvan como ejemplos, buenos
y malos, para los santos de hoy en día. Al pueblo de Israel que
siguió la columna de fuego y la nube a lo largo de su peregrinación
por el desierto, se hace referencia en la Escritura como "la
iglesia en el desierto" (Hechos 7:38). Pablo afirma
claramente que la iglesia debe prestar especial atención a sus
errores, porque sus mismos errores no se deben repetir.
I Corintios 10: 1-11
Porque no quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres
todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en
Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar; y todos comieron el
mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida
espiritual, porque bebían de la roca espiritual que los seguía; y
la roca era Cristo. Sin embargo, de la mayoría de ellos Dios no
estaba complacido; pues quedaron tendidos en el desierto. Mas estas
cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos
cosas malas, como ellos codiciaron. Y para que no seamos idólatras,
como algunos de ellos fueron; como está escrito, "Se sentó el
pueblo a comer y a beber, y se levantó para jugar". Tampoco
forniquemos, como algunos de ellos lo hicieron, y veintitrés mil
cayeron en un día. Ni provoquemos al Señor, como algunos de ellos
lo hicieron, y fueron destruidos por las serpientes. Ni murmuréis,
como algunos de ellos lo hicieron, y fueron destruidos por el
destructor. Ahora bien, estas cosas les acontecieron como ejemplo, y
están escritas para nuestra instrucción, a quienes han alcanzado
los fines de los siglos.
Pablo afirma
repetidamente que las cosas que se leen sobre los hijos de Israel en
el Antiguo Testamento fueron escritas para aquellos que son parte de
la edad actual, quienes han llegado a los fines de las edades. ¿Cuál
fue la gran lucha de los israelitas? Fue este mismo asunto que
estamos estudiando. Yahwéh desea que ellos se vean libres de las
ataduras de la carne, una servidumbre simbolizada por los crueles
capataces de Egipto. Él desea que vivan para seguirlo dócilmente,
poniendo la carne y sus deseos a muerte.
Pablo afirma que los
israelitas no tuvieron éxito en vencer la carne, muriendo a toda
iniciativa personal y viviendo sólo para cumplir la voluntad de
Yahwéh, y por esta razón Dios no estuvo bien satisfecho con la
mayoría de ellos. ¿Podría Pablo pretender cualquier otro
significado que la existencia del mismo peligro para la Iglesia de
hoy? ¿Es posible que Dios pudiera
no estar complacido con la mayoría de la iglesia, también?
Pablo menciona casos
específicos de fallas entre estos hijos de Israel. Eran un pueblo
que refunfuñaba y que murmuraba. El Señor habló a Moisés de ellos
de la siguiente manera.
Números
14: 22-30: 22
todos
los que vieron mi gloria y mis señales que he hecho en Egipto y en
el desierto, y me han tentado ya diez veces, y no han oído mi voz,
23 no verán la tierra de la cual juré a sus padres; no, ninguno de
los que me han irritado la verá. 24 Pero a mi siervo Caleb, por
cuanto hubo en él otro espíritu, y decidió ir en pos de mí, yo le
meteré en la tierra donde entró, y su descendencia la tendrá en
posesión. 25 Ahora bien, el amalecita y el cananeo habitan en el
valle; volveos mañana y salid al desierto, camino del Mar Rojo. 26 Y
Jehová habló a Moisés y a Aarón, diciendo: 27 ¿Hasta cuándo
oiré esta depravada multitud que murmura contra mí, las querellas
de los hijos de Israel, que de mí se quejan? 28 Diles: Vivo yo, dice
Jehová, que según habéis hablado a mis oídos, así haré yo con
vosotros. 29 En este desierto caerán vuestros cuerpos; todo el
número de los que fueron contados de entre vosotros, de veinte años
arriba, los cuales han murmurado contra mí. 30 Vosotros a la verdad
no entraréis en la tierra, por la cual alcé mi mano y juré que os
haría habitar en ella; exceptuando a Caleb hijo de Jefone, y a Josué
hijo de Nun.
Fueron
tres los pecados de los hijos de Israel: no
pudieron confiar en el Señor;
hicieron ídolos
declarándolos ser Dios; y no
estaban satisfechos con Su provisión y voluntad para ellos.
Me gustaría
estudiar específicamente este último delito y cómo puede
descalificar a los santos para entrar en el descanso del sábado de
Dios.
Hemos definido
previamente el descanso del sábado como estar en un estado de
armonía con la voluntad manifiesta de Yahwéh. Es evidente que
los israelitas no estaban en un estado de dicha armonía. De hecho,
estaban muy insatisfechos con la voluntad y la provisión de Jehová
para ellos. Incluso cuando la provisión de Yahwéh vino en una forma
milagrosa y sin precedentes, no satisfizo los deseos carnales de un
pueblo carnal.
Éxodo
16: 2-31: 2
Y
toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés
y Aarón en el desierto; 3 y les decían los hijos de Israel: Ojalá
hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando
nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta
saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de
hambre a toda esta multitud. 4 Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo
os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá
diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en
mi ley, o no. 5 Mas en el sexto día prepararán para guardar el
doble de lo que suelen recoger cada día. 6 Entonces dijeron Moisés
y Aarón a todos los hijos de Israel: En la tarde sabréis que Jehová
os ha sacado de la tierra de Egipto, 7 y a la mañana veréis la
gloria de Jehová; porque él ha oído vuestras murmuraciones contra
Jehová; porque nosotros, ¿qué somos, para que vosotros murmuréis
contra nosotros? 8 Dijo también Moisés: Jehová os dará en la
tarde carne para comer, y en la mañana pan hasta saciaros; porque
Jehová ha oído vuestras murmuraciones con que habéis murmurado
contra él; porque nosotros, ¿qué somos? Vuestras murmuraciones no
son contra nosotros, sino contra Jehová. 9 Y dijo Moisés a Aarón:
Di a toda la congregación de los hijos de Israel: Acercaos a la
presencia de Jehová, porque él ha oído vuestras murmuraciones. 10
Y hablando Aarón a toda la congregación de los hijos de Israel,
miraron hacia el desierto, y he aquí la gloria de Jehová apareció
en la nube. 11 Y Jehová habló a Moisés, diciendo: 12 Yo he oído
las murmuraciones de los hijos de Israel; háblales, diciendo: Al
caer la tarde comeréis carne, y por la mañana os saciaréis de pan,
y sabréis que yo soy Jehová vuestro Dios. 13 Y venida la tarde,
subieron codornices que cubrieron el campamento; y por la mañana
descendió rocío en derredor del campamento. 14 Y cuando el rocío
cesó de descender, he aquí sobre el haz del desierto una cosa
menuda, redonda, menuda como una escarcha sobre la tierra. 15 Y
viéndolo los hijos de Israel, se dijeron unos a otros: ¿Qué es
esto?, porque no sabían qué era. Entonces Moisés les dijo: Es el
pan que Jehová os da para comer. 16 Esto es lo que Jehová ha
mandado: Recoged de él cada uno según lo que pueda comer; un omer
por cabeza, conforme al número de vuestras personas, tomaréis
cada uno para los que están en su tienda.
17 Y los hijos de Israel lo hicieron así; y recogieron unos más,
otros menos; 18 y lo medían por gomer, y no sobró al que había
recogido mucho, ni faltó al que había recogido poco; cada uno
recogió conforme a lo que había de comer. 19 Y les dijo Moisés:
Ninguno deje nada de ello para mañana. 20 Mas ellos no obedecieron a
Moisés, sino que algunos dejaron de ello para otro día, y crió
gusanos, y hedió; y se enojó contra ellos Moisés. 21 Y lo recogían
cada mañana, cada uno según lo que había de comer; y luego que el
sol calentaba, se derretía. :22 En el sexto día recogieron doble
porción de comida, dos gomeres para cada uno; y todos los príncipes
de la congregación vinieron y se lo hicieron saber a Moisés. 23 Y
él les dijo: Esto es lo que ha dicho Jehová: Mañana es el santo
día de reposo, el sábado consagrado a Jehová; lo que habéis de
cocer, cocedlo hoy, y lo que habéis de cocinar, cocinadlo; y todo lo
que os sobre, guardadlo para mañana. 24 Y ellos lo guardaron hasta
el día siguiente, según lo que Moisés había mandado, y no se
agusanó, ni hedió. 25 Y dijo Moisés: Comedlo hoy, porque hoy es
día de sábado para Jehová; hoy no hallaréis en el campo. 26 Seis
días lo recogeréis; mas el séptimo día es sábado; en él no se
hallará. 27 Y aconteció que algunos del pueblo salieron en el
séptimo día a recoger, y no hallaron. 28 Y Jehová dijo a Moisés:
¿Hasta cuándo no querréis guardar mis mandamientos y mis leyes? 29
Mirad que Jehová os dio el día de sábado, y por eso en el sexto
día os da pan para dos días. Estése, pues, cada uno en su lugar, y
nadie salga de él en el séptimo día. 30 Así el pueblo reposó el
séptimo día. 31 Y la casa de Israel lo llamó Maná; y era como
semilla de culantro, blanco, y su sabor como de hojuelas con miel.
Parece la cosa más
notable que un pueblo que habían pasado 430 años en una tierra
extranjera, la mayor parte del tiempo sirviendo como esclavos, se
encontrara de repente liberado de la manera más espectacular, y sin
embargo, se quejaran continuamente en contra de quien los liberó.
Los israelitas no sólo presenciaron las milagrosas y terroríficas
plagas que vinieron contra Egipto, sino que fueron protegidos de las
mismas plagas. No sólo fueron liberados de su cautiverio, sino que
despojaron a los egipcios cuando se fueron, obteniendo gran riqueza
de ellos. No sólo fueron liberados de sus crueles capataces, sino
que vieron al poderoso Ejército egipcio sepultado en el Mar Rojo
cuando el Señor envió la confusión sobre ellos y luego los cubrió
con las olas del mar.
A pesar de todos
estos eventos milagrosos y un tremendo cambio en su fortuna,
murmuraban por cada inconveniente y murmuraban contra la buena
intención de Yahwéh, acusándolo de no preocuparse por ellos.
Apenas salidos de Egipto, comenzaron a quejarse de que que no tenían
todas las cosas atractivas para comer que tenían mientras eran
esclavos en Egipto.
Es evidente que,
conocer la voluntad del Señor para su nación y el cumplimiento de
Su voluntad no era la mayor de las preocupaciones para ellos. Su gran
preocupación era satisfacer su propia carne y antojos. Al
igual que la mayoría de los cristianos, que están preocupados por
lo que ellos pueden sacar de su relación con Dios.
De
la manera más espectacular, el Señor proporcionó Pan del Cielo
para cumplir con las necesidades físicas de los hijos de Israel. El
pan es incluso descrito teniendo un sabor agradable como de obleas
con miel. El maná del Padre siempre tenía todo lo necesario para
mantener la vida y hacer que los cuerpos de los hijos de Israel
fueran fuertes y sanos, pero la carne no es tan fácilmente
satisfecha. La carne desea además muchas cosas para satisfacer sus
deseos. Se quiere una rica variedad de carnes y productos
gastronómicos. No sólo quiere vivir, sino que quiere vivir en un
gran placer. No pasó mucho tiempo antes de que el maná ya no fuera
agradable a los hijos de Israel.
Números
11: 1-10.
1
Aconteció que el pueblo se quejó a oídos de Jehová; y lo oyó
Jehová, y ardió su ira, y se encendió en ellos fuego de Jehová, y
consumió uno de los extremos del campamento. 2 Entonces el pueblo
clamó a Moisés, y Moisés oró a Jehová, y el fuego se extinguió.
3 Y llamó a aquel lugar Tabera, porque el fuego de Jehová se
encendió en ellos. 4 Y la gente extranjera que se mezcló con ellos
se dejó llevar de su apetito, y los hijos de Israel también
volvieron a sus llantos y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne!
5 Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los
pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; 6 y ahora
nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos. 7
Y era el maná como semilla de culantro, y su color como color de
bedelio. 8 El pueblo se esparcía y lo recogía, y lo molía en
molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en caldera o hacía de
él tortas; su sabor era como sabor de aceite nuevo. 9 Y cuando
descendía el rocío sobre el campamento de noche, el maná descendía
sobre él. 10 Y oyó Moisés al pueblo, que lloraba por sus familias,
cada uno a la puerta de su tienda; y la ira de Jehová se encendió
en gran manera; también le pareció mal a Moisés.
Cuán lejos estaban
estas personas de la actitud demostrada en la vida de Yahshua. Cuando
Yahshua estuvo en el desierto durante cuarenta días sin comida se
nos dice que Él tuvo hambre. Sin embargo, incluso en su hambre
estaba dispuesto a esperar que la provisión del Padre se
manifestase. La tentación de Satanás de convertir las piedras en
pan era similar a la del pecado de los Israelitas. Satanás estaba en
efecto diciéndole, "Tú no has comido durante cuarenta días.
No es razonable que debas ser privado de alimentos. Es algo fácil
que tú hables con esas piedras y las conviertas en pan. ¿Por qué
no lo haces?" Yahshua, sin
embargo, vio el corazón de la cuestión. Porque dejar de esperar en
la prestación del Padre no era diferente de las murmuraciones y
quejas de Israel diciendo que no estaban siendo atendidos por el
Señor. Era una cuestión
de confianza, así como una cuestión de ser sujetados a la voluntad
del Padre. Si Yahshua
hubiera convertido las piedras en pan Él habría demostrado que no
estaba sujetado a la espera de la provisión de Jehová. Él estaría
declarando que la voluntad de Jehová para Él en este asunto no era
aceptable.
Sin embargo Yahshua
no respondió como lo hicieron los hijos de Israel. En vez reprendió
a Satanás con las palabras: "Está escrito: 'El hombre no debe
vivir sólo de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de
Dios'" (Mateo 4: 4). Yahshua
entendía que la
verdadera vida se encuentra en estar en armonía con la voluntad de
Jehová. Sin embargo, si
era la voluntad de Yahwéh para Yahshua que esperara un poco más
para ser alimentado, entonces esta era la esencia de la verdadera
vida. La vida no sería mejorada por la alimentación de los deseos
de la carne. La vida no sería ni un poco más plena, más rica, o
vibrante satisfaciendo los deseos de la carne. La única vida
verdadera se encuentra en estar en completamente de acuerdo con la
voluntad de Dios.
Cuando los
israelitas llegaron a esta misma prueba fracasaron. El Padre también
los condujo al desierto y permitió que tuvieran hambre. ¿Iban a
mirar todas las señales y maravillas de que habían sido testigos y
proclamar: "Sé que el padre debe tener una perfecta provisión
para nosotros en este asunto; Él ha mostrado su preocupación por
nosotros una y otra vez; cómo podremos dudar de él ahora?
Esperaremos por Su provisión con paciencia y acción de gracias".
Esta habría sido
una respuesta adecuada, y que habría encontrado el favor de Yahwéh.
¿Por qué no respondieron de esta manera? Fue porque no querían
tener que sufrir las molestias de la carne. Se
les había sacado de la esclavitud en Egipto, pero aún estaban en
esclavitud a las ollas de Egipto. Todavía vivían para satisfacer la
deseos carnales de su naturaleza carnal. La búsqueda de la voluntad
de Yahwéh no era su objetivo y deseo, sino satisfacer su carne.
Moisés reveló a
los israelitas que fueron llevaron a estas pruebas para exponer lo
que había en sus corazones.
Deuteronomio
8: 2-3. "2
Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu
Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para
probarte, para
saber lo que había en tu corazón,
si habías de guardar o no sus mandamientos. 3 Y
te afligió, y te hizo tener hambre, y te alimentó con el maná que no
conocías, ni tus padres habían conocido, para
poder hacerte entender que el hombre no vive sólo de pan, sino que
vive de todo lo que sale de la la boca de Jehová".
Moisés estaba
declarando que la verdadera esencia
de la vida es conocer la voluntad del Señor (que procede de su
boca) y cumplir Su deseo y Su voluntad. Fue este pasaje el que
Yahshua citó cuando fue tentado. Yahshua sabía que el propósito
del desierto, de las pruebas, tanto para los israelitas como para Sí.
Donde fallaron, Él tuvo éxito. No
se permitió a Sí mismo entretener cualquier pensamiento de
insatisfacción con la voluntad de Yahwéh para Su vida.
Este
es el mensaje del maná. Yahwéh tiene un plan y deseo para cada uno
de Sus hijos. ¿Estaremos satisfechos con Su voluntad para nosotros?
¿Nos complacerá conocer Su voluntad y obedecerla
tanto si nuestra carne tiene que sufrir como si no? ¿Recurriremos a
la murmuración y a la queja como lo hicieron los israelitas?
¿Caeremos en la tentación de alterar el suministro y el plan de
Yahwéh actuando de nuestra propia iniciativa, como Satanás tentó a
Yahshua a hacer?
Esto
no es una cuestión fácil de juzgar. Hubiera sido una simple
cuestión para Yahshua convertir las piedras en pan. En nuestra vida
también es un asunto sencillo para nosotros buscar nuestra propia
voluntad sobre la voluntad de Dios. Hay muchas cosas que podemos
hacer para satisfacer los deseos de nuestra carne. Todo lo que
necesitamos hacer es tender las manos en un acto de nuestra propia
iniciativa y podemos tener lo que desea nuestra carne. Las
multitudes lo hacen todos los días, y las multitudes no pueden
entrar en el Sábado de Reposo de Dios.
Si
hemos de caminar perfectamente delante de Jehová debemos buscar Su
voluntad en cada giro y tenemos que estar dispuestos a aceptar lo que
es Su voluntad. No hay que quejarse o murmurar. Debemos decir por
ejemplo, "Mi alimento es hacer la voluntad del Padre. Su
voluntad es para lo que vivo. El cumplimiento de Su voluntad es mi
único deseo. No tengo ninguna voluntad propia. No voy a permitir que
mi carne dicte el curso que voy a seguir. Voy a poner la carne a
muerte y seguiré la dirección del Espíritu de Dios".
La Iglesia sabe muy
poco de tal curso en la actualidad. La iglesia está llena de su
propia iniciativa. Incluso pocos pretenden conocer la voluntad
del Padre en cuestión, y si el Espíritu les hace conocer Su
voluntad, hay incluso menos que seguirán de buen grado donde el
Espíritu conduce. La Iglesia hoy se ha conformado a la descripción
de la iglesia de Laodicea. La iglesia no tiene crucificada la carne,
sino que ha perseguido el cumplimiento de los deseos de la carne
hasta que lo siguiente es cierto de ella.
Apocalipsis
3: 14-21. 14
Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: Esto dice el Amén, el
testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios: 15 Yo
sé tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o
caliente! 16 Así, por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, voy
a vomitarte de mi boca. 17 Porque dices: Yo soy rico, y me he
enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú
eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. 18 Te
aconsejo que de mí compres oro refinado por fuego, para que seas
rico, y vestiduras blancas para que te cubras, y no quede al
descubierto la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con
colirio, para que veas. 19 Yo reprendo y corrijo a todos los que amo;
sé, pues, celoso, y arrepiéntete. 20 He aquí, yo estoy a la puerta
y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y
cenaré con él, y él conmigo. 21 Al que venza, le daré que se
siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado
con mi Padre en su trono.
Una iglesia que
estima la satisfacción del deseo de la carne ha tratado de llenarse
de muchas cosas para satisfacer sus deseos. Al satisfacerlas esta
iglesia siente que ha ganado todo lo que se necesita. Se declara que
no carece de nada, sin embargo, Yahshua dice que esta iglesia es una
desventurada, miserable, pobre, ciega y desnuda. Vasta es la
disparidad entre la opinión de la iglesia y la opinión de Cristo
sobre el estado de la iglesia.
Yahshua se sobrepuso
a los deseos de la carne. No le gustaba su vida del alma, ni siquiera
ante el costo de la muerte en la cruz. En el momento de Su mayor
lucha entre la voluntad del Padre y el deseo de Su carne de
preservarse a sí misma, declaró, "Sin embargo, no se haga mi
voluntad, sino hágase tu voluntad". Afirma que los que vencen
como Él lo hizo serán dignos de sentarse al final con Él en Su
trono.
Al entrar en el
séptimo día de la Creación, Dios está buscando encontrar a los
que en la iglesia volverán a considerar el costo de seguirlo. No hay
ninguna provisión prometida para la carne. Como Winston Churchill
proclamó a los residentes del Imperio Inglés cuando la amenaza de
la Alemania nazi se cernía sobre Europa y todo el mundo libre, "Todo
lo que puedo prometerles es sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas".
El Padre llama a Sus
hijos a calcular el costo y a seguir el ejemplo de Su hijo. Los que
pierdan sus vidas encontrarán la verdadera vida, pero los que buscan
mantener y proteger su vida del alma y la vida carnal van a acabar
perdiendo la obtención de la vida real.
Una vez más el
Señor ha traído a Su pueblo a un desierto donde decisiones deben
ser hechas. Una vez más se les está dando maná para comer. ¿La
iglesia se contentará con Su provisión, o anhelarán las ollas de
Egipto?
Juan
6: 32-35. 32
Jesús, entonces, les dijo: De cierto, de cierto os digo: No fue
Moisés quien os dio el pan del cielo, sino que es mi Padre quien os
da el verdadero pan del cielo. 33 Porque el pan de Dios es aquel que
descendió del cielo y da vida al mundo. 34 Le dijeron, pues: Señor,
danos siempre este pan. 35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de la vida;
el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no
tendrá sed jamás.
El dicho "eres
lo que comes" nunca ha sido más cierto. Cuando comemos el pan
de la vida llegamos a ser como Él. Como Él no trató de salvar Su
vida, nosotros tampoco. Como buscó sobre todo hacer la voluntad del
Padre, también nosotros. Como nunca hizo nada de Su propia
iniciativa, nosotros tampoco. Como Él no extendió Su mano para
hacer ninguna cosa que no fuera la voluntad del Padre, nosotros
tampoco. Sólo de esta manera entraremos en el descanso sabático que
tenemos por delante.
Recibamos
el maná que Dios nos da desde el Cielo con acción de gracias.
No entremos en el error de los hijos de Israel. Este es el mensaje de
Pablo a nosotros y este es el mensaje del maná.
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