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(FFI) JOEL, PROFETA DEL DÍA DEL SEÑOR - Parte 4 (Pentecostés fue un cumplimiento parcial del Día del Señor), Dr. Stephen E. Jones

 


https://godskingdom.org/studies/ffi-newsletter/2025/joel-prophet-of-the-day-of-the-lord-part-4/

Número 440                                                                  Marzo de 2025

Parte 4

Pentecostés fue sólo un cumplimiento parcial del Día del Señor


Así como las lluvias tempranas y tardías producían las cosechas de grano y frutos, así también el Maestro de Justicia (Joel 2: 23) produjo el fruto del Espíritu. La naturaleza es una metáfora de los principios espirituales, porque las leyes de la naturaleza se basan en las Leyes del Espíritu.

Las Leyes de Dios tienen dos aplicaciones, física y espiritual, cada una en su propio ámbito. Joel combina las dos, utilizando el doble significado de las palabras hebreas para presentar ambas aplicaciones de la lluvia y la cosecha.


24 Las eras se llenarán de grano, y los lagares rebosarán de vino nuevo y de aceite.

En el plano físico, la bendición de Dios se manifiesta en forma de buenas cosechas de vino y aceite de oliva. En el plano espiritual, nosotros mismos damos fruto, manifestando el fruto del Espíritu (Gálatas 5: 22, 23).

22 Mas el fruto del Espíritu es amor: gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.

Santiago 5: 7 indica que Dios es un agricultor que espera pacientemente que el fruto de la tierra crezca y madure. Nosotros estamos hechos del polvo de la tierra y, en última instancia, somos la “tierra” que da fruto para que Dios pueda disfrutarlo.

Debido al pecado de Adán, esta temporada de crecimiento ha tomado miles de años, pero Él será recompensado cuando seamos transformados a su imagen, se nos dé inmortalidad y seamos hechos incorruptibles.



Restauración

Joel 2: 25 continúa:

25 Y Yo os compensaré por los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y el pulgón, mi gran ejército que envié contra vosotros.

Esto nos remite a Joel 1: 4, donde las langostas son una metáfora del juicio divino, el resultado de la violación por parte de Israel del Pacto por el cual habían jurado obediencia a Dios. Dios se atribuye el mérito de enviar estas “langostas” a su medio, llamándolas “mi gran ejército”. Dios las envió, y también las eliminó.

Su desobediencia fue un problema espiritual que se manifestó en la injusticia contra sus vecinos en la tierra. Por su pecado (violación de la Ley, 1ª Juan 3: 4), incurrieron en el juicio de Dios, que fue el resultado natural de su negativa a dar fruto en su vida personal. Sin embargo, Joel profetiza acerca del día en que esto se revertirá mediante el Nuevo Pacto, porque éste es la promesa de Dios.

La promesa a Abraham fue que él sería una bendición para todas las familias de la Tierra (Gn. 12: 3). En Hechos 3: 25, 26 Pedro interpreta la palabra “bendecir” en términos de hacer que todos se aparten de sus malos caminos. En otras palabras, la promesa de Dios a Abraham fue que todas las naciones, todas las familias de la Tierra, se apartarían de sus malos caminos.

Esta es una promesa, no sólo para los pocos que se conviertan durante su vida, sino también para la gran mayoría de la humanidad cuando sean convocados al Gran Trono Blanco para ser juzgados. Allí “toda rodilla se doblará” y “toda lengua confesará (o profesará) que Jesucristo es el Señor” (Fil. 2: 10, 11).

Sólo cuando todos se hayan sometido al gobierno de Jesucristo se completará la cosecha de Dios. 1ª Cor. 15: 28 dice:

28 Y cuando todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará a Aquel que le sujetó a Él todas las cosas, para que Dios sea el todo en todos.

Esta es la “restauración de todas las cosas” (Hechos 3: 21).


El tiempo de la abundancia


26 Comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre del Señor vuestro Dios, que ha hecho maravillas con vosotros; y mi pueblo nunca será avergonzado.

Cuando se establezca el Reino y las Leyes Justas gobiernen al pueblo, el efecto se verá en ambos niveles. El pueblo se adherirá al Nuevo Pacto y creerá y verá cumplida la promesa de Dios. El pueblo entonces dará el fruto del Espíritu, y la tierra misma producirá fruto también.

Joel 2: 27 concluye:

27 Y sabréis que en medio de Israel estoy Yo, y que Yo soy Yahweh vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca será avergonzado.

La presencia de Dios estuvo con Israel en la forma de la columna de fuego cuando salieron de Egipto bajo el mando de Moisés. Su gloriosa presencia se perdió en los días de Elí y luego regresó para llenar el templo de Salomón. Unos siglos después, la gloria de Dios fue nuevamente removida de Jerusalén (Ezequiel 11: 23).

La gloria de Dios vino nuevamente en la Persona de Cristo, pero Él fue rechazado por los sacerdotes del templo. Así que la gloria fue dada a los discípulos en el día de Pentecostés en Hechos 2: 1, 2. Los Vencedores han llevado esa gloria en cada generación hasta el tiempo presente, pero la gloria mayor de Tabernáculos nos espera al final de los tiempos. El alcance de la gloria se expandirá cada vez más en los días venideros hasta que finalmente todos hayan sido sometidos al gobierno de Cristo y todos manifiesten su gloria en la Tierra.



La promesa del Espíritu

Joel 2: 28, 29 dice:

28 Después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne [humanidad], y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. 29 También sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días.

El sermón de Pedro en el día de Pentecostés cita esta profecía como cumplida en ese momento (Hechos 2: 17, 18). Sin embargo, fue sólo un comienzo, porque obviamente no “toda la humanidad” recibió el Espíritu en ese momento. Fue, sin embargo, un punto de partida hacia una nueva Edad, que yo llamo la Edad Pentecostal.

El Día se refería al Pentecostés original (en aquel entonces llamado la Fiesta de las Semanas), cuando la gloria de Dios descendió sobre el monte Horeb y todo el pueblo oyó la voz de Dios hablando desde el fuego (Deut. 4: 36). Así también, los 120 discípulos vieron la gloria de Dios descender sobre sus frentes en forma de “lenguas como de fuego” (Hechos 2: 3).

Al salir a la calle, los que habían viajado a Jerusalén para asistir a la fiesta oyeron entonces la voz de Dios que hablaba por medio de los discípulos, cada uno en su propia lengua (Hechos 2: 6). No se nos dice el mensaje que oyeron, pero posiblemente se trató de nuevo de los Diez Mandamientos, como sucedió bajo el gobierno de Moisés.

La principal diferencia es que los israelitas bajo el mando de Moisés no pudieron oír sin temor, y por eso se negaron a seguir a Moisés al monte para escuchar el resto de la Ley (Éxodo 20: 21), mientras que los 120 discípulos se reunieron en el Aposento Alto para escuchar su Ley (Hechos 1: 13).

El resultado fue que los israelitas bajo el mando de Moisés tuvieron que recibir la Ley en tablas de piedra (externa), mientras que los discípulos de Jesús recibieron la Ley escrita en sus corazones, como se profetizó en Jeremías 31: 33. Los israelitas, al no poder escuchar a Dios directamente, sólo podían escuchar a Moisés diciéndoles lo que Dios decía. Los discípulos de Jesús recibieron la capacidad de ser enseñados directamente por Dios a través del Espíritu. Esta es una de las principales diferencias entre el Antiguo y el Nuevo Pacto.

Otra comparación se encuentra en la coronación del rey Saúl, quien fue coronado el día de la cosecha del trigo (1º Sam. 12: 17), es decir, la Fiesta de las Semanas (Pentecostés). Saúl también había recibido el Espíritu Santo como señal de que verdaderamente estaba llamado a ser rey de Israel. 1º Sam. 10: 6 dice:

6 Entonces el Espíritu del Señor vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás transformado en otro hombre.

Esto ocurrió poco después, y así Saúl se convirtió en un tipo profético de la Iglesia en la Edad Pentecostal. Más específicamente, Saúl estableció el modelo para el liderazgo de la Iglesia durante la Edad Pentecostal. Tenía un llamado genuino, pero no era de la tribu de Judá. Por lo tanto, más tarde se rebeló contra la Palabra del Señor y fue descalificado.

Esto también estableció el modelo para el liderazgo de la Iglesia. Saúl fue reemplazado por David, el Vencedor, quien fue coronado en el Jubileo número 59 desde Adán. El Jubileo estableció el marco básico del llamado de David, así como Pentecostés había establecido el marco para el llamado de Saúl.

Ahora estamos preparados para ver la Segunda Venida de Cristo y el gobierno de los Vencedores con Él en la Edad de Tabernáculos venidera.

Un último pensamiento sobre la profecía de Joel acerca del Espíritu, es que el Espíritu sería derramado sobre “los siervos y las siervas”. Esta gloria no estaba reservada para unos pocos ni para la clase dirigente. De hecho, los gobernantes del pueblo ni siquiera fueron mencionados aquí.

De la misma manera, Joel declara esencialmente una cierta igualdad entre hombre y mujer, que recuerda a Gálatas 3: 28.

28 ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.

El Espíritu Santo es el denominador común de todo tipo de personas. Él no hace distinciones.



Señales en los Cielos


30 Daré prodigios en el cielo y en la tierra: sangre, fuego y columnas de humo. 31 El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre, antes que venga el día grande y terrible del Señor. 32 Y sucederá que todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo; porque en el monte Sion y en Jerusalén habrá sobrevivientes, como ha dicho el Señor, y entre los sobrevivientes a quienes el Señor llamará.

Pedro citó esto sin explicación ni comentario en su sermón pentecostal en Hechos 2: 19-21. Él entendió que este pasaje estaba relacionado con la profecía pentecostal de Joel 2. La pregunta es ¿CÓMO? Porque no se registraron tales señales en Pentecostés.

Cuando Jesús fue crucificado, más de siete semanas antes, hubo sangre —su sangre— en el lugar, pero ¿dónde estuvo el fuego? ¿Dónde estuvieron las columnas de humo? Tal vez la sangre fuera una referencia a convertir “la luna en sangre”, que en realidad es un eclipse lunar, donde la luna se vuelve roja como la sangre.

Sabemos por la historia y la astronomía que hubo un eclipse lunar visible desde Jerusalén, que comenzó a las 5:10 pm del 3 de abril del año 33 dC. También sabemos que al mediodía del día de su crucifixión el sol se oscureció durante tres horas (Lucas 23: 44). Esto tuvo que ser un evento sobrenatural, porque no es posible desde un punto de vista natural tener un eclipse solar y lunar en el mismo día.

Sin embargo, debido a la ausencia de fuego y humo, parece que no todas las señales profetizadas por Joel se cumplieron en la Pascua anterior al derramamiento del Espíritu de ese año. Esto nos obliga a pensar que las señales restantes ocurrirían en un momento posterior “antes de que venga el día grande y terrible del Señor”.

Algunos han afirmado que el día de Pentecostés fue este “día del Señor” y que las señales ocurrieron siete semanas “antes” del Día del Señor. Si es así, entonces este sería un cumplimiento positivo del día del Señor, en contraste con la llegada más negativa de las langostas. El versículo 32 habla de liberación, o salvación, para todos los que invoquen el nombre del Señor. Los “sobrevivientes” que “escapan” podrían ser vistos como los creyentes que escapan del juicio sobre Jerusalén.

Sin embargo, hay un problema al intentar agrupar todos estos eventos en las Fiestas de la Pascua y Pentecostés en el año 33 dC. Si el “fuego” debía venir antes del Día del Señor, difícilmente podría decirse que se cumplió en Pentecostés en las lenguas de fuego. Si el fuego era en verdad una referencia a las lenguas de fuego, entonces esto era un precursor del día del Señor, y debemos esperar un cumplimiento posterior para el día del Señor, tal vez al final de los tiempos.

Sin embargo, la ausencia total de las “columnas de humo” tanto en Pascua como en Pentecostés parece indicar un cumplimiento posterior al final de la Edad Pentecostal.



Destrucción en el Día del Señor

La mayoría de los profetas del Antiguo Testamento dan un resultado negativo para el Día del Señor. Ya notamos en Joel 1: 15 que “vendrá como destrucción por parte del Todopoderoso”. Isaías 13: 6, 9 concuerda al decir:

6 Esperad, porque está cerca el día del Señor; vendrá como destrucción por parte del Todopoderoso… 9 He aquí, el día del Señor viene, terrible, de indignación y ardor de ira, para convertir la tierra en desolación, y exterminar de ella a sus pecadores.

Esto es parte de una profecía contra Babilonia. Pero cuando Babilonia cayó ante los persas, fue capturada intacta. No hubo señales en los cielos, ni la tierra quedó desolada. De hecho, la mayoría de los babilonios eran “pecadores”, pero no fueron exterminados. Se convirtieron en ciudadanos del imperio persa.

Pero hay dos Babilonias: la ciudad original (imperio) y más tarde el gobierno secreto de Misterio Babilonia que se describe en el libro de Apocalipsis. Misterio Babilonia es principalmente un imperio financiero representado en Apocalipsis 13 como una Bestia que surge de la tierra. La destrucción del sistema financiero y bancario será (creo) similar a la caída de la Babilonia original. Será un cambio de administración.

Esta destrucción parece estar relacionada con la destrucción total de Jerusalén profetizada en Jeremías 19: 10, 11 y en Isaías 29: 1-6. De ser así, esto implicaría que Misterio Babilonia es un gobierno mundial centrado en Jerusalén.



¿Pasado o presente?


1 Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión con Él, os rogamos, hermanos, 2 que no os dejéis mover fácilmente de vuestra serenidad ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. 3 Que nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía y se manifieste [sea expuesto] el hombre de iniquidad, el hijo de destrucción [de perdición].

Pablo comprendió claramente que el Día del Señor todavía estaba en el futuro cuando escribió esta epístola. Esto fue mucho después del día de Pentecostés en Hechos 2. Aquellos que insisten en que el Día del Señor tuvo lugar el día en que Cristo murió en la cruz o siete semanas después de su resurrección en Pentecostés están claramente equivocados.

Debemos concluir, entonces, que las señales que debían preceder al Día del Señor probablemente también sean futuras. Es difícil saber cómo interpretar el oscurecimiento del sol. Vimos una serie de cuatro lunas de sangre en 2014-2015, que pueden calificar como las señales en cuestión. Sin embargo, el fuego y las columnas de humo probablemente sean una descripción de la destrucción de Jerusalén en el futuro cercano.



Invocando el nombre del Señor

Joel nos dice que cuando llegue esta destrucción, la supervivencia será una cuestión de invocar el nombre del Señor. Desde una perspectiva cristiana, por supuesto, esto significa invocar el nombre de Jesucristo.

Esta liberación fue prefigurada en el año 68 o 69 dC, cuando los cristianos vieron el desastre inminente que se avecinaba sobre Jerusalén. Escaparon trasladándose al lado este del río Jordán, a la ciudad de Pella. La guerra ya había comenzado en el año 66 dC, pero el emperador romano Nerón murió en junio del año 68, y la guerra se suspendió hasta abril del año 70 dC.

Fue durante esa pausa que los cristianos, recordando las advertencias de Jesús en Mateo 24 y también escuchando las profecías de los profetas de la Iglesia, empacaron sus pertenencias y se marcharon de Jerusalén. El historiador cristiano del siglo IV, Eusebio, quien más tarde se convirtió en obispo de Cesarea, escribió sobre esto:

“Además, a los miembros de la Iglesia en Jerusalén, por medio de un oráculo dado por revelación a personas aceptables allí, se les ordenó abandonar la ciudad antes de que comenzara la guerra y establecerse en un pueblo de Perea llamado Pella. A Pella emigraron desde Jerusalén los que creían en Cristo”. [Historia Eclesiástica, III, 5]

La destrucción de Jerusalén en el año 70 dC cumplió parcialmente las profecías, pero no todas. Lo sabemos porque la ciudad fue reconstruida posteriormente. Por lo tanto, la profecía de Jeremías 19: 10, 11 sobre la vasija rota todavía tendrá un cumplimiento futuro que satisfará el juicio de Dios:

10 Entonces romperás la vasija a la vista de los hombres que te acompañan, 11 y les dirás: «De la misma manera quebrantaré a este pueblo y a esta ciudad, como se quiebra una vasija de alfarero, que ya no se puede reparar; y los enterrarán en Tofet [“quemadero”] porque no habrá otro lugar para sepultura.

Jerusalén ha sido destruida muchas veces, pero siempre ha sido “reparada” o reconstruida después. Para que esta profecía se cumpla, debe ser destruida tan completamente que sea imposible reconstruirla. La simple demolición normalmente es reversible, pero si hay un evento nuclear, la lluvia radiactiva (“fuego”) haría imposible la reconstrucción. Creo que por eso los muertos serán enterrados en Tofet. Tofet era un lugar donde la gente sacrificaba a sus hijos a Moloc en el valle de Ben-hinnom (griego: Gehenna) cerca de Jerusalén. De ahí que su nombre signifique “quemadero”.

Esta fue la causa principal de la profecía de Jeremías contra Jerusalén (Jer. 19: 5). Esta práctica cesó cuando el pueblo fue exiliado a Babilonia, y así Dios permitió que la ciudad fuera reconstruida y floreciera por otra temporada. Pero al final, el pecado de Jerusalén tendría que alcanzarlos, porque la copa de iniquidad de la ciudad se había llenado y se había dictado el juicio final.

El único factor de misericordia es la liberación de quienes invocan el nombre del Señor. Individuos serán liberados, sin duda, pero no la ciudad ni su población en su conjunto.

Los niños sacrificados, quemados en el fuego, no recibieron un entierro apropiado. Por lo tanto, el juicio se ajustará al crimen y, como nos dice Jeremías, “los enterrarán en Tofet [“quemándolos”] porque no habrá otro lugar para sepultarlos”. Parece que un “fuego” nuclear impedirá los entierros normales, pero los cuerpos serán “enterrados” por el fuego mismo.

En una profecía relacionada, leemos acerca de la destrucción de Jerusalén bajo el nombre poético de “Ariel” (Isaías 29: 1-6). Aquí Dios habla directamente a la ciudad y promete destruirla hasta los cimientos. Ariel tiene un doble significado en hebreo. Se suponía que era el “león de Dios” (de aryah, “león”), pero Dios lo convertiría en una “chimenea” o fogón.

He oído que hoy en día hay grupos de judíos cristianos en Jerusalén que están dispuestos a abandonar la ciudad cuando Dios se lo ordene. Doy gracias a Dios porque al menos unos cuantos serán liberados en el Día del Señor.





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