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EL NUEVO PACTO EN JEREMÍAS - Parte 8 (Final), Dr. Stephen Jones (GKM)



Fecha de publicación: 21/06/2024
Tiempo estimado de lectura: 9 - 11 minutos
Autor: Dr. Stephen E. Jones

https://godskingdom.org/blog/2024/06/jeremiahs-new-covenant-part-8-final/

Jeremías 31: 31 dice:

31 «He aquí que vienen días», declara el Señor, «en que haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá,

Este Nuevo Pacto no se limita a Israel y Judá, como tampoco lo estuvo el Antiguo Pacto. Hubo egipcios y quizás otros que salieron de Egipto con los israelitas, y estos extranjeros se convirtieron en parte de Israel. Éxodo 12: 37-38 dice:

37 Partieron los hijos de Israel de Ramsés a Sucot, unos seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños. 38 Subió también con ellos una multitud de gente de otras procedencias, con ovejas y vacas, y una gran cantidad de ganado.

Dios hizo un Segundo Pacto con ellos 40 años después en las llanuras de Moab (Dt. 29: 1), que prefiguró el Nuevo Pacto porque era el juramento de Dios hacia ellos. Este pacto se aplicó también a los extranjeros (Dt. 29: 11). Además, este pacto se aplicó a todos en el mundo, como vemos en Dt. 29: 14-15.

14 Ahora bien, no sólo con vosotros hago este pacto y este juramento, 15 sino también con los que están hoy aquí con nosotros en la presencia del Señor nuestro Dios, y con los que no están hoy aquí con nosotros.

Había gente presente y no presente cuando se hizo este pacto. La promesa a los padres no era exclusiva para sus hijos biológicos, sino para todos los que se unieran al pacto (Isaías 56: 6-8). El Espíritu Santo fue una de esas promesas (Hechos 2: 33). Pedro aprendió más tarde que esto se aplicaba también a los samaritanos (Hechos 8: 17) y aún más tarde a los romanos (Hechos 10: 44).


La distinción entre los pactos

Jeremías 31: 32 continúa:

32 No será como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; ellos lo invalidaron, aunque Yo fui un marido para ellos, dice Yahweh. 33 … Daré mi ley en su mente, y la escribiré en sus corazones; y Yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán a Mí por pueblo.

El Nuevo Pacto no es como el que Dios hizo con Israel cuando lo sacó de Egipto, es decir, el Antiguo Pacto. El juramento en el Sinaí fue hecho por los israelitas, mientras que el Nuevo Pacto habla solamente de lo que Dios mismo hará. La diferencia es idéntica a la de los dos pactos de Éxodo 19 y Deuteronomio 29.

Dios dijo que el Antiguo Pacto en el Sinaí fue quebrantado, aunque yo fui un marido para ellos. Dios se casó con Israel en el Monte Sinaí, pero Israel demostró ser infiel. Oseas describe a Israel como una ramera. En Oseas 2: 2 Dios dice de Israel: Yo no soy su marido, y luego la despidió. Jeremías 3: 8 nos dice que Dios le dio a Israel una carta de divorcio.

El Nuevo Pacto, entonces, fue un nuevo matrimonio pero basado en mejores promesas para asegurar que no habría más necesidad de divorcio.


Cambiar la conducta vs. cambiar la naturaleza

Jeremías 31: 33 dice:

33 Pero éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Daré mi ley en su mente y la escribiré en su corazón; y Yo seré a ellos por Dios y ellos me serán a Mí por pueblo.

El problema con el Antiguo Pacto es que el pueblo hizo un voto de obediencia, pero no fue capacitado por el Espíritu Santo para cumplir ese voto. Por lo tanto, sólo podían cambiar su comportamiento, lo cual era efectivo hasta cierto punto, pero no podía perfeccionar a nadie. Todos quebrantaron la Ley tanto externa como internamente, y esto significó que nunca podrían ser verdaderamente su pueblo en el sentido que Dios requería.

Pero el Nuevo Pacto, a diferencia del otro, es aquel en el que Dios prometió escribir su Ley en sus corazones. La Ley ya no debía ser un mandato externo que regulara la conducta. Ahora Dios mismo prometió hacerlos su pueblo cambiando sus corazones desde adentro. La promesa del Padre, el Espíritu Santo, es el agente divino por el cual esto se cumplirá.

La Ley, que emana del Padre, revela la naturaleza de Dios. Escribir su Ley en nuestros corazones es reemplazar la naturaleza humana, que es mortal y corruptible, por la naturaleza de Dios, que es inmortal e incorruptible. Esta transformación no ocurre inmediatamente, sino que se produce en un proceso de tres pasos que se establece en las tres fiestas principales del Señor.

La Pascua es nuestra justificación, que viene por la fe abrahámica (Rom. 4:21-22). Pentecostés es nuestra santificación, un proceso que se va formando en nosotros por experiencia a medida que aprendemos a escuchar su voz y Él escribe su Ley en nuestros corazones. Tabernáculos es la redención y glorificación de nuestro cuerpo, el tercer y último paso donde los santos son perfeccionados. Cada una de estas fiestas tiene un cumplimiento tanto personal como histórico.

También debemos notar aquí que la Ley de Dios nunca ha sido dejada de lado. Aquellos que enseñan tal cosa serán los más pequeños en el Reino (Mateo 5: 19). El Plan Divino es tomar la naturaleza de Dios (es decir, su Ley) y trasplantarla dentro de los corazones de los hombres por el poder del Espíritu. Debemos estudiar la Ley para que seamos conscientes de los objetivos del Espíritu Santo mientras Él trabaja dentro de nosotros. Al estudiar la Ley, obtenemos un entendimiento del estándar divino de justicia que debemos alcanzar, no por el poder de la carne, ni simplemente cambiando nuestra conducta, sino observando la forma en que el Espíritu Santo está cambiando gradualmente nuestros corazones para conformarlos a la imagen de Cristo.

La religión obliga a los hombres a modificar su conducta por el poder de su carne. La religión tiene que ver con la superación personal, y la oración religiosa espera que Dios ayude a su carne a perfeccionarnos. El cristianismo verdadero es diferente, porque simplemente cree en la promesa de Dios, teniendo confianza en que Dios es capaz de hacer en nosotros lo que ha prometido (Romanos 4: 22-22).

Por la fe somos engendrados por el Espíritu Santo, lo que da como resultado una nueva Creación (2ª Corintios 5: 17), un embrión, por así decirlo. Esta nueva creación tiene dos padres: Dios y el hombre. Por lo tanto, es a la vez hijo de Dios e hijo del hombre, tal como lo fue Jesús mismo. Estamos llamados a identificarnos con esta nueva creación y dejar de pensar en nosotros mismos como el hombre de carne que fue engendrado por nuestros padres terrenales. Entonces deberemos vivir de acuerdo con ese hombre de la nueva creación y ya no seguir los dictados del hombre carnal.

El hombre carnal, engendrado por padres carnales, no puede evitar el pecado, porque es mortal y corruptible. El hombre espiritual, engendrado por el Espíritu Santo, no puede evitar ser perfecto, como leemos en una traducción apropiada de 1ª Juan 3: 9:

9 Todo lo que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.

Hemos sido engendrados por una simiente santa que es incorruptible. La naturaleza de ese hombre espiritual es la misma que la naturaleza de su Padre celestial. Todos los que tienen fe abrahámica están llamados a hacer lo que el hombre espiritual e incorruptible instruye. A medida que seguimos su ejemplo, el Espíritu Santo escribe las Leyes de Dios, una por una, en nuestros corazones. Al hacerlo, maduramos espiritualmente a través de Pentecostés hasta ese gran día en la Fiesta de los Tabernáculos, cuando seamos plenamente perfeccionados.


La enseñanza será innecesaria

Jeremías 31: 34 concluye:

34 Y no enseñarán más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice el Señor; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.

En la actualidad, hay mucha necesidad de enseñanza, porque muy pocos entienden lo que Dios pretendió al hacer un juramento de hacernos su pueblo y ser nuestro Dios. Sin embargo, llegará el día en que todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande. Esto será el día en que se cumpla Deuteronomio 29: 15, donde el juramento de Dios se cumple en todos los hombres, ya sea que hayan estado o no delante de Dios en las llanuras de Moab.

Todos lo conocerán porque sus corazones serán transformados. Conocer a Dios es tener Su naturaleza, conocerlo por experiencia. Ya no habrá necesidad de corrección.


El orden fijo del cosmos

Jeremías 31: 35-37 dice:

35 Así dice el Señor, el que da el sol para luz del día, las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche, el que agita el mar y hace rugir sus olas; el Señor de los ejércitos es su nombre. 36 «Si faltan estas leyes delante de Mí», dice el Señor, «también la descendencia de Israel dejará de ser nación delante de Mí para siempre». 37 Así dice el Señor: «Si se pueden medir los cielos arriba, y explorarse abajo los cimientos de la tierra, también Yo desecharé a toda la descendencia de Israel por todo lo que hicieron», dice el Señor.

De esta manera, queda asegurado el cumplimiento del juramento del Nuevo Pacto de Dios. Muchos han interpretado que esto significa que la nación judía permanecería como nación. Esa interpretación carnal es contraria al Nuevo Pacto tal como se explica en el Nuevo Testamento. Romanos 9: 6-8 dice:

6 Porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, 7 ni todos son hijos por ser descendientes de Abraham, sino que «en Isaac te será llamada descendencia». 8 Es decir, no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que se consideran como descendientes a los hijos de la promesa.

El hecho de que alguien sea descendiente biológico de israelitas no lo convierte en israelita según la definición de Dios. El hecho de que alguien pueda rastrear su genealogía hasta Abraham no lo convierte en hijo de Abraham. Los hijos de la carne no tienen derecho a reclamar tal condición. Gálatas 3: 7 y 29 dicen:

7 Por tanto, tened por cierto que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham… 29 Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente descendientes de Abraham sois, y herederos según la promesa.

Por lo tanto, la promesa de Dios, verificada por el orden fijo del sol, la luna y las estrellas, no se limita a ninguna etnia en particular. Todos deben asumir una nueva identidad, la de hijos engendrados por el Espíritu. Judíos y gentiles por igual han nacido todos como hijos de la carne. Todos deben ser engendrados por Dios por el mismo Espíritu para poder estar bajo el Nuevo Pacto. Y Dios ha hecho un juramento inmutable de cambiar los corazones de todos los hombres en todas partes para que puedan ser verdaderamente salvos y liberados de este cuerpo de muerte.

Esta es la esperanza de la Creación, pues leemos en Romanos 8: 19-21:

19 Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. 20 Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; 21 porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

Los últimos tres versículos de Jeremías 31 dan inicio a un nuevo tema y deberían ser los primeros versículos de Jeremías 32. Así que aquí terminaremos este estudio.


FIN


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