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CRISIS DE CRECIMIENTO, Adriana Patricia Lelìon Lozano

 



Si eres de Jesús, las crisis en tu vida, tarde o temprano, harán su aparición. Crisis en tu matrimonio, crisis financieras, laborales, en tu salud, familiares, con tus hijos, crisis emocionales, mentales. Si hoy disfrutas de una vida tranquila y sin muchos inconvenientes, en algún momento, tendrás diversas crisis y quizás, una tras otra (perdón por darte tan malas noticias). E, inevitablemente, cada crisis te llevará a una crisis espiritual. ¿Por qué? Porque el objetivo de Dios es llevarte a la estatura de la plenitud de su Hijo, formar la imagen de Jesús en ti y que su carácter se forje en tu vida. Dios te está haciendo un ser humano menos horrible, está transformándote. Y sé que muchas personas todavía no están preparadas para escuchar esto. Pero esa es la realidad de los caminos de Dios.

Y fue lo que Pablo y Bernabé les dijeron a los creyentes de Iconio, Listra y Antioquía: «Es necesario pasar por muchas dificultades para entrar en el reino de Dios». Hechos 14: 22

El Señor habita en vidas quebrantadas. Y, me lo digo a mí misma, en medio de esta crisis que estoy viviendo ahora, porque no sólo es lo de mi tía, hay otras dificultades en mi camino, fuertes luchas emocionales y, sobre todo, una crisis espiritual.

Soy como los osos en invierno. Cuando llega el invierno a mi vida, entro en hibernación; es decir, me escondo, me retiro, para ver qué me quiere enseñar el Señor. Es un momento de silencio profundo dentro de mi alma y aún me alejo un poco de los demás. Escucho con atención. Le permito entrar en las profundidades de mi ser, para que haga lo que tenga que hacer.

Aprende de la naturaleza. El invierno es esencial, es la antesala a la primavera. No puedes disfrutar de una primavera sin el invierno.

Como escribió Wayne Jacobsen:

"Las uvas no madurarán en los desafíos del invierno, pero sin el invierno no habrá uvas en otoño. No te preocupes cuando la temporada cambie, sólo busca lo que Jesús quiere hacer después”.

Escucha lo que Dios quiere decirte, escucha el eco de su voz, aléjate del ruido externo, de las voces lejanas y escucha la voz quieta y apacible de su Espíritu que te habla en el interior de tu espíritu. La voz del Espíritu Santo no es ruidosa y para escucharla necesitas el sonido del silencio. Necesitas tomarte el tiempo de masticar las hierbas amargas que Dios te está dando a comer, porque el Señor nos está transformando a su imagen.

Recordé algo que escribí en el libro “Como el Lirio entre los Espinos”:

"Toda prueba o crisis por muy dura que sea, durará el tiempo necesario y establecido por el Señor, hasta que cumpla el objetivo de Dios en nuestra vida. Muchos cristianos han pasado por diferentes pruebas y disciplinas a lo largo de su vida cristiana, pero lamentablemente no se han dejado quebrantar por el Señor, no han desistido de sus propios caminos y de su propia voluntad”.

Así que, se requieren tribulaciones, pruebas, dificultades y mucha resistencia, para entrar en el glorioso Reino de Dios, que ya está aquí, dentro de nosotros, pero no en su plenitud.

Y muchas de estas crisis se saldrán de nuestras manos y no tendremos el control de ellas, entonces, es ahí cuando Dios y nadie más que Él actuará. Son situaciones que pondrán nuestra vida en un paréntesis y quedaremos perplejos, en un mutismo total.

El Señor está esperando que quedes sin fuerzas, porque cuando tus fuerzas se acaban, comienzan las fuerzas de Él. Dios quiere que te sueltes, que dejes ir la angustia que te embarga y descanses en su perfecto amor que se lleva todo temor. Quiere que te rindas, que desistas, que llores tu impotencia y tu necesidad, tu perplejidad, tu dolor y reconozcas que sólo en Él está la solución y el control de la situación. El Padre está esperando que te sueltes en sus brazos, que te aferres a Jesús y dejes el resultado en sus manos. Eso es lo que le da a Él la oportunidad de actuar a tu favor y de hacer lo que solo Él sabe hacer. Dios está detrás del telón en los momentos de mayor dolor, está trabajando en la oscuridad, para que su luz brille con mayor intensidad. No estamos solos, Cristo está con nosotros en el atolladero.

Estas son las batallas de Dios, no las nuestras. ¡Qué gran consuelo en medio de tanta incertidumbre! Descansar en su amor. Atrevernos a creerle, es la mejor defensa para nuestro corazón atribulado. Al final, nuestras tribulaciones llevarán mayor peso de gloria, Dios convertirá nuestro lamento en baile, nuestras pruebas en grandes tesoros, nuestros dolores y lágrimas en perlas, nuestro sufrimiento en servicio y en consuelo para los demás, nuestras cicatrices y pesadas cargas se convertirán en belleza.  

Abraham tuvo una crisis muy profunda en su vida cuando Dios le pidió sacrificar a su hijo. Pero él aprendió a confiar tanto en Dios que se soltó. El dilema de Abraham fue la oportunidad de Dios. Nuestras batallas son la oportunidad de Dios. Abraham obedeció y dejó ir su regalo más preciado. Y, al mismo tiempo, no abandonó al Señor, se aferró a Él y a su promesa.

"Por la fe Abraham, quien había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: «Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac». Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos; en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos”. Hebreos 11: 17-19

Abraham soltó a Isaac, pero se aferró al Señor. Creyendo que, si Dios se lo había dado, entonces lo podría resucitar de los muertos. Y fue la prueba de fe más grande en la vida de Abraham. Entonces, en nuestras luchas y crisis, debemos aferrarnos a Dios y soltar todo lo demás, creyendo que Dios hará lo que tenga que hacer. Sus promesas siguen en pie, aunque no debemos utilizarlas para manipularlo, ni para torcerle el brazo; con Dios no regateamos. Abraham no regateó, simplemente dejó ir y descansó en Dios.

Después de esta crisis, no seré la misma y quizás nazca un nuevo libro, no lo sé. Aunque ahora siento impotencia, tristeza, enfado, estoy rota, cojeando, estoy hastiada de muchas cosas y he perdido la confianza en muchas personas. Pero no es el final de la historia. Dios está escribiendo un nuevo capítulo en mi vida que traerá gloria a su nombre. Estoy cubierta por el amor del Padre y eso es suficiente para mí.

Que el Señor nos enseñe a descansar en su amor infinito en las crisis de nuestra vida. Las crisis llegarán a tu vida cuando menos lo pienses y comenzarán a sonar las sirenas, así que lo único que puedes hacer es aferrarte a Él con todo tu corazón, mientras pasa el huracán, mientras se calma la tormenta, mientras la inundación termina. Dios sabe cómo hace las cosas, aunque no lo entendamos. Dios tiene un propósito en todo, aunque estas palabras exploten en nuestra cabeza.


Por gentileza de Piedad H. Navarro López


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