¡EXCELENTE!
DEL REINO
DEL CANDELERO A LA SALA DEL TRONO
Douglas
Wilson / J. P. Eby
El
llamado de Dios en esta hora es para que un pueblo se mueva del
Reino del Candelero a la Sala del Trono.
¡Este es el gran propósito del Padre para Sus escogidos y elegidos
en este nuevo Día del Señor! Hace años Douglas
Wilson
escribió estas palabras que son tan frescas y significativas para
nosotros hoy. Las siguientes páginas de este mensaje son tomadas de
su
artículo titulado JOSUÉ Y CALEB.
¡Que
Dios lo bendiga en su corazón!
En
todo el tiempo que Josué, Caleb y los hijos de Israel vagaron por el
desierto, su siguiente reino, su próxima era, estaba a poca
distancia de ellos. Si hubieran ido directamente de Egipto a la
Tierra Prometida, realmente no les habría llevado mucho tiempo
llegar allí. Se ha dicho que era un viaje de ocho a diez días. ¡Y,
naturalmente, el desierto estaba aún más cerca de Egipto que la
Tierra Prometida! La era venidera, especialmente para Josué y Caleb,
no era un lugar muy lejano, sino que estaba muy cerca. Era de muy
fácil acceso, pero no podían entrar en ella.
Al
menos algunos de nosotros nos damos cuenta en esta hora que la
próxima era, o el siguiente REINO DE DIOS del que hablamos, no está
en algún lugar lejano, sino que está cerca. Y sin embargo, aquí
estamos, ¡aparentemente incapaces de entrar en él! Nos encontramos
siendo un pueblo desconocido para nosotros mismos. Somos un tipo de
personas que viven en un tipo de edad o reino, preparándonos para
otra edad o reino que está justo al lado de la línea, por así
decirlo, de nosotros. ¡En realidad, no está más lejos de nosotros
ahora de lo que lo estuvo de Israel cuando estaban en el desierto!
Sin embargo, se nos impide entrar. Esto sabemos -Caleb
y Josué tuvieron que vagar en el desierto durante cuarenta años
hasta que todos los incrédulos murieron.
Después pudieron entrar. Siempre
nos habían enseñado que todos los que salieron de Egipto,
excepto Josué y Caleb, tuvieron que morir antes de que el resto
pudiera entrar en la Tierra Prometida. Pero esto no daba testimonio a
nuestro espíritu, así que empezamos a leer y descubrimos que no era
así. No funcionó así en absoluto. Todos
los que no podían entrar eran los soldados (los
hombres de guerra),
los hombres del ejército (los hombres de guerra), que en aquel
entonces tenían más de veinte años de edad, y que no creyeron que
podían Tomar la Tierra.
Todos los que tenían menos de veinte años de edad, y las mujeres,
vivieron de la misma manera que Josué y Caleb. ¡Fueron estos
soldados los que tuvieron que morir en el desierto! Fueron los
incrédulos que estaban
bajo las órdenes de Dios de tomar la Tierra, y se negaron a hacerlo,
diciendo que no podían;
declarando
así que a su juicio, Dios era un mentiroso.
Dios
describió a los hijos de Israel la Tierra a la cual los llevaría.
Era una Tierra que fluía leche y miel, una tierra de colinas y
valles que bebía agua de la lluvia del cielo, una Tierra que el
Señor cuidaba, una Tierra en la cual bendeciría su simiente, y
prolongaría y multiplicaría sus días ¡como en días del Cielo en
la Tierra! Ellos serían colocados en una Tierra, un reino, una
dispensación de la que ellos no sabían nada y que sería totalmente
diferente a todo lo que habían conocido antes. Él les ordenó sobre
cómo debían vivir y caminar en la Tierra, y qué tipo de personas
serían para Él. ¡Multitudes de personas hoy en día no creemos
que podamos tener ahora mismo días que sean como los días del
Cielo en la Tierra! No podemos creerlo porque estamos buscando el
Cielo distante en algún lugar entre el cielo estrellado. Las
personas a las que Dios estaba hablando estas palabras, eran un
pueblo de un tipo y de una dispensación, y Él les estaba diciendo
algo acerca de la clase de personas que iban a ser, y sobre el tipo
de terreno en el que iban a vivir. Era un reino del cual no tenían
conocimiento. Dios les dijo que su futuro hogar no iba a ser nada
parecido a la tierra de Egipto que habían dejado. El valle del Nilo
era el lugar más rico conocido en la Tierra. Es así aún hoy en
día. Pero Dios les dijo que su futuro hogar no sería así, porque
en Egipto sembraban su semilla, entonces, abocaban con el pie el
flujo de agua al surco, con el fin de regar esa semilla; ¡pero que
en la Tierra Prometida tendrían la lluvia del cielo! Iba a ser un
reino completamente nuevo, con completamente nuevas condiciones y
circunstancias. Iba a ser una nueva era, una nueva dispensación, un
nuevo reino en Dios, y Dios estaba en ese momento preparándolos para
entrar y tomarlo y ocuparlo. ¡Iba a ser como el Cielo en la Tierra!
Eso
fue todo en el ámbito natural, terrenal. Dios estaba preparando un
pueblo para otro reino, otra edad, otra dispensación en este reino
de la carne. ¡Esto era un tipo de lo que Dios
está haciendo hoy! La mayoría de nosotros
no tiene idea de lo que Dios está haciendo en nuestras vidas y
cuerpos. El hecho de que no podamos ver o
sentir que algo ha sido hecho, no es una señal de que Dios esté
inactivo y no haga nada dentro de nosotros. A
menudo pensamos que tiene que haber una gran cantidad de
manifestación externa ocurriendo para que Dios esté haciendo algo.
Pero en el plano natural, las termitas pueden invadir un edificio y
trabajar, y salvo que se inspeccione el edificio, nadie sabrá de ese
trabajo hasta que el edificio esté tan debilitado que se caiga. Así
también, tenemos poca idea de lo que Dios está haciendo en las
vidas y los cuerpos de esas personas en las que está trabajando y
que Él está preparando como Sus hijos de esa edad que está por
venir. Hay tanto que no entendemos en este momento, pero sabemos
que Dios está trabajando, preparando una Compañía de elegidos para
traer liberación a la totalidad de la Creación que gime,
en la edad y las edades que nos esperan.
A
medida que nos acercamos a la nueva era del Reino de Dios hay
muchos Josués y Calebs en la Tierra hoy en día, que están
preparados para entrar en el siglo venidero,
a la Tierra Prometida de este día. Aunque entrarán en la misma
Tierra, su formación y su vida actual son completamente diferentes,
porque ellos tienen un destino diferente en la Tierra por venir. ¿Lo
diremos de esta manera? Caleb era del pueblo; estaba entre la
multitud del campamento. Caleb no tenía absolutamente nada que ver
con el Tabernáculo. No tenía nada que ver con el ministerio de los
sacerdotes. No tenía nada que ver con el ministerio de Moisés de
ninguna manera. Pero Josué es conocido como el ministro de Moisés.
Y en el primer capítulo del libro de Josué encontramos a Dios
diciendo a Josué que Moisés ha muerto, que se levante ahora y pase
el Jordán, y que como Dios había prometido la Tierra a Moisés,
sería dada a Josué, y todo lugar donde la planta de su pie pisara,
sería suyo.
Como
hemos dicho, también nosotros estamos en un tiempo de preparación.
A la gente se está preparando para lo por venir, y los
que se están preparando en particular, no son los Calebs.
Hasta cierto
punto, los Calebs se
están preparando, en cuanto a que poseen un espíritu diferente y
que ven y saben que se acerca algo diferente en Dios. Ellos están
dispuestos a esperar, incluso en medio de la incredulidad, el tiempo
de Dios para entrar en la próxima Edad o Reino en Dios.
Pero toda su preparación es para llevarlos a un lugar en el que
puedan esperar
en fe,
porque son
una clase de personas que habitarán la Tierra.
¡Sin
embargo, para los Josués hay algo más!
En Éxodo 33:8 leemos: "Y aconteció que
cuando salía Moisés al tabernáculo, todo el pueblo se levantaba, y
estaba cada cual en la puerta de su tienda, y miraban en pos de
Moisés, hasta que él entraba en el tabernáculo. Y aconteció que
cuando Moisés entraba en el tabernáculo, la columna de nube
descendía y se ponía a la puerta del tabernáculo. Y el Señor
hablaba con Moisés. Y viendo todo el pueblo la columna de nube en la
entrada de la tienda todo el pueblo se levantaba y adoraba, cada uno
en la puerta de su tienda. Y el Señor hablaba a Moisés cara a cara,
como habla un hombre con su amigo. Y él
(Moisés) volvía de nuevo al campamento, pero su ayudante Josué,
hijo de Nun, un hombre joven, nunca se apartaba del tabernáculo".
Moisés
fue absorbido con el trabajo y el cuidado de supervisar una vasta
multitud de personas. Dios le dijo a Moisés
que sacara el Tabernáculo fuera del campamento, por lo que cuando la
gente veía a Moisés salir a adorar, también se ponía de pie y
adoraba, cada uno en la puerta de su tienda. Cuando Moisés entraba a
través de la puerta del tabernáculo, entonces, la columna de nube
descendía con el fin de sellar el tabernáculo para que Dios y
Moisés pudieran comunicarse entre sí. Moisés
era el único hombre solitario que tenía acceso al Lugar Santísimo
cada vez que deseaba entrar él.
Él
estaba por encima del pontífice (sumo sacerdote) en esto,
porque
él era amigo de Dios, y él tenía necesidad de la comunión de Dios
con frecuencia.
Dios no hablaba con Moisés como lo hacía con el sumo sacerdote,
sino como
con un amigo.
Y el pueblo veía la columna de nube descender y que cuando el tiempo
juntos había terminado, la columna de nube se levantaba y Moisés
volvía de nuevo al campamento. Tenía que volver a entrar entre la
multitud en el campamento, para juzgarlos y para velar por ellos,
para ser su líder, en cumplimiento de la obra que Dios le había
dado para hacer.
Pero
Dios tenía Su mano sobre un hombre joven, Josué, y este hombre
joven no se apartaba del Tabernáculo. Llegó
el momento en que Dios ordenó a Moisés que impusiera sus manos
sobre Josué le impartiera el mismo espíritu que él (Moisés)
poseía. Dios le dio a
Josué las mismas promesas y los mismos poderes que le había dado a
Moisés. ¡Ningún
hombre podía oponerse a él! ¡Dondequiera que él ponía su pie,
ese lugar pasaba a ser suyo! Dios dijo que
así como había estado con Moisés, así iba a estar con Josué.
Josué debía ser fuerte y valiente. No debía tener miedo, porque
Dios estaba con él, así como había estado con Moisés.
Era
necesario que Moisés dejara el Tabernáculo y volviera al
campamento, pero era necesario que su ayudante Josué permaneciera en
el Tabernáculo formándose especialmente.
Tal como lo entendemos, Josué estaba constantemente en el lugar del
ministerio para el Señor. Estaba siempre en el lugar donde operaba
el sacerdocio. Se encontraba en ese lugar donde las personas estaban
trayendo sus ofrendas por el pecado y donde eran sacrificadas esas
ofrendas. Permanecía
en este lugar día tras día, y año tras año, absorbiendo todo lo
que sucedía en el Tabernáculo.
Dios
había dado a Josué un privilegio y una obra que se había negado a
Moisés.
¡Entró
en un lugar que Moisés nunca poseyó! (porque
el era un tipo del segundo Josué, Yahshua)
Moisés había conducido al pueblo, pero ahora Dios proporcionaba un
hombre joven, Josué, hijo de Nun, o el hijo
de perpetuidad,
para perpetuar
y llevar adelante todas las nuevas dimensiones que habían sido
iniciadas en Moisés.
¡Este
Josué debía conducir al pueblo a la Tierra prometida! ¡Él iba a
dar a cada uno su heredad! Por esta razón, Josué no podía vivir
una vida como Caleb.
No podía ser solo uno más entre las personas, otra cara en la
multitud, otra piedra en la playa, que vivían de la misma manera,
haciendo las mismas cosas. ¡Debía
conocer la disposición y la voluntad y el propósito y el plan de
Dios!
No podía tener sólo un conocimiento vago del mismo, debía conocer
todo y cada detalle de él. Debía conocer los límites de cada
tribu, lo que iban a conseguir, y lo que debían hacer. ¡Su
llamado era dar a conocer las herencias a todo el pueblo de Israel!
¡En
esto nosotros encontramos un cierto tipo de esos hijos de Dios que
Dios está preparando hoy! Hemos visto esto por algún tiempo, y
sabemos por experiencia personal que es verdad. Esta
clase de personas es muy mal comprendida, criticada y condenada,
porque no están haciendo un gran número de cosas maravillosas.
No suelen ser grandes realizando curaciones asombrosas y señales,
maravillas y milagros. No están llevando a cabo grandes cruzadas, no
hay vastas muchedumbres que estén siguiéndoles a ellos y, de hecho,
la cuestión es que ¡la mayoría de la gente se mantiene alejado de
ellos! Tales personas no son partícipes de las actividades del resto
del pueblo de Dios, incluso de aquellos que se convertirán en
habitantes de la Tierra. No son Calebs, no están en el campamento
con las tribus.
¡Tal vez ni
siquiera van a recoger su suministro de maná para el día!
Dios ha separado esta Compañía de personas de todas esas cosas.
Más
bien, son de la clase de gente que está en el
Tabernáculo, ¡permanecen en presencia de Dios, aprendiendo de la
obra y los poderes de la era por venir! Dios
tenía un Moisés para salir y atender a la multitud en su caminar
por el desierto, a Moisés y los jueces para
atender a las personas y todas sus necesidades carnales.
¡Pero nada de esto fue para Josué! ¡Él nunca tuvo ningún
ministerio como este! Durante cuarenta años
Josué pasó todo su tiempo en el Tabernáculo.
Moisés, que atendía a la gente, a menudo venía para en estar en
comunión con Dios para recibir el mensaje y la Palabra de Dios, para
que pudiera volver a salir y atender a las personas. ¡Pero
Josué se quedaba allí mismo, en la presencia de Dios! Él estaba
absorbiendo la vida misma, el poder, la sabiduría, el conocimiento y
el Espíritu de Dios, de modo que cuando llegara el momento adecuado,
Dios podría decirle: "Mi siervo Moisés ha muerto, ahora es el
momento para tu ministerio". En ese tiempo Josué se levantaría,
porque todo el ministerio de preparación habría terminado.
Todo el trabajo y el ministerio del hombre Moisés ahora se
terminaba, porque el pueblo estaba ahora en las fronteras de la
Tierra Prometida, la Nueva Edad y el Reino de Dios. ¡Era hora de que
los hijos de Israel entraran en la Tierra Prometida! ¡Era hora del
pueblo de Israel para recibir su herencia! ¡Era el momento de que la
plenitud de Dios se revelara! ¡Ahora la obra de Josué sucedería!
Era ponerlos en esa Tierra, una tierra de lluvia que fluía leche y
miel. Una Tierra completamente diferente a la de Egipto de donde
había salido. ¡Ahora todo el entrenamiento
tedioso de Joshua comenzaría a dar sus frutos!
¡Todos los años de soledad y de aplicación en el plan de Dios
conducirían a la vasta multitud hacia una nueva Tierra, en una Nueva
Edad, y a darles su herencia completa!
Sabiendo
que la naturaleza humana en aquel día era igual que la naturaleza
humana de hoy, vemos la posibilidad de algunos dichos: "¿Cómo
es eso? ¿Cómo y por qué Josué es levantado más que todo el resto
de nosotros? ¡Él no ha hecho nada más que sentarse allí en el
Tabernáculo durante cuarenta años! Nunca sanó a nadie. Nunca oró
por nadie para el bautismo en el Espíritu Santo. No estaba fuera
haciendo cruzadas y salvando almas. ¡Ni siquiera era parte de un
ministerio reconocido! Nunca predicó sermones maravillosos. Él solo
pasaba su tiempo en el tabernáculo".
A
lo largo de esos cuarenta años, Dios estaba
entrenando un hombre dispuesto a llevar a la gente mucho más allá
de lo que estaban recibiendo de las manos de Moisés y de los jueces
-¡A SU HERENCIA! Moisés y los jueces se
limitaban a la preservación de la gente en su estado salvaje. Dios
puso a Moisés y a los jueces para cuidar de las cosas naturales para
las personas en su estado carnal de ser, para bendecirlos
continuamente, animarlos y revivirlos para que no desmayasen en el
desierto. Algunos de nosotros somos conscientes de estos hechos. A
pesar de que tuvimos tales ministerios en el pasado, sin embargo, en
este momento, muchos de nosotros no estamos funcionando en el
ministerio de Moisés, ni en el ministerio de cualquiera de los
reinos de dones, donde el hombre ministra mucho a las personas en su
medio natural, en el reino carnal de las curaciones, en las
necesidades materiales, bendiciones, reanimar, aconsejar, etc. Parece
que estamos muy separados de la multitud del pueblo, y del tipo de
ministerio aceptado, ¡y la mayoría de los cristianos no quieren
tener mucho que ver con nosotros! Pero Dios está trabajando con esta
Compañía de Personas y preparándolos para un futuro ministerio y
trabajo.
Como
hemos dicho, Dios tiene pueblo, muchos de ellos, que están
ministrando a la gente: las cosas del reino natural, los panes y los
peces. Pero hay otra clase de personas, y Dios está tratando de una
manera diferente con ellos. Ellos están
siendo preparados para conocer los planes y
propósitos de Dios, no sólo para esta Edad,
sino para los siglos futuros, que podrán conducir a la gente a la
herencia completa que Dios tiene para ellos. Tiene que haber alguien
que sea capaz de conducir al pueblo, y conseguir que se establezcan
en la mayor gloria que Dios ha preparado para Su pueblo. Caleb en sus
días fue puesto con el resto de la gente, Moisés y los jueces
fueron puestos en sus días en el mantenimiento de las personas en su
estado silvestre, ¡pero a Josué lo mantuvo
siempre en el Tabernáculo, absorbiendo la mente y la vida de Dios
para la herencia por venir!
¡Josué
era un hombre completamente diferente! Cuando meditábamos en estas
cosas, vimos claramente estas dos clases
diferentes de personas. Están los Calebs que están entre la
multitud de todo el pueblo de Dios, y sin embargo, Dios ha hecho algo
en ellos para darles un espíritu que es diferente del resto; han
recibido un atisbo, una muestra de las glorias de este reino superior
y saben que hay algo maravilloso más allá de donde están viviendo.
Han probado de los poderes del mundo por venir, y saben que entrarán
en él. Pero siguen siendo como Caleb, dispuestos a permanecer en la
multitud y ponerse al día con todos los informes calumniosos sobre
la Tierra o del siglo venidero, y vadear a través de la incredulidad
a su alrededor y simplemente esperar a que el día de la entrada
llegue.
Al
mismo tiempo, sin embargo, Dios tiene los
Josués, colocados en algún lugar en el Tabernáculo, en la
presencia de Dios. ¡No tienen que estar
entre cuatro paredes, o en ciertos tipos de reuniones, sino sólo en
la presencia del Dios vivo! Parece que no
están haciendo nada, pero están absorbiendo el espíritu y la vida
y el conocimiento y la sabiduría y el propósito y el Plan de Dios.
¡Cuán importante es esto! Cuando el ministerio de Moisés se haya
terminado y cumplido, cuando se termine todo
el ministerio natural de los órdenes de la iglesia y los sistemas
religiosos, ¡entonces Dios manifestará a los Josués, que habiendo
completado su formación, llevarán a la gente al siguiente Reino de
Dios, en la próxima Edad!
Estamos
seguros de que estamos en una posición tal
ahora. Estamos en una Edad, y estamos siendo
preparados para algo, aunque sólo hemos vislumbrado débiles
destellos de la gloria y la maravilla de ello. No
entendemos todas las obras de Dios, porque no sabemos exactamente lo
que vamos a hacer en el futuro, la forma en que se llevará a cabo, o
incluso lo que vamos a ser. "Todavía
no se ha manifestado lo que seremos" (I
Jn. 3: 2). Por lo tanto, a veces es difícil de entender la formación
que recibimos, porque nuestra formación
depende enteramente de dónde vamos a estar en la próxima edad o
Reino de Dios. Así que no podemos cuestionar
a Dios con respecto a los "porqués" de todo los que
estamos experimentando en nuestras vidas en esta hora, y en las vidas
de los demás.
La Nueva Edad no estaba muy lejos para Josué y Caleb.
Estaba
justo sobre la línea, un poco más allá del Jordán, y así es en
este día.
Esta Nueva Era se abre ante nosotros, y su gloria está comenzando a
darse a conocer a nosotros por el Espíritu. Caleb
y Josué conocían el camino a la Tierra Prometida, porque la habían
visitado en un momento fugaz,
sin embargo, se
vieron obligados a esperar el momento adecuado para entrar.
Caleb habría de permanecer con la multitud, y Josué debía estar
preparado para llevar a toda la multitud en la Era venidera. Tenemos
una experiencia maravillosa por delante de nosotros en el Señor, y
estamos agradecidos por ello. No es de nuestra elección, sino Suya,
y sabemos que Él perfeccionará el propósito que nos concierne!
-Final de la cita.
Esa
es una palabra poderosa de la pluma de Douglas Wilson. Él ha pasado,
pero va a estar en pie en el Día de la Manifestación. Mientras leo
esto, me acordé de una historia fuera de la historia. Hace
varios siglos, el emperador de Japón encargó a un artista japonés
pintar un pájaro que sería puesto en exhibición en la galería del
emperador. Pasaron los meses, luego años. Por último, el emperador
fue al estudio del artista para pedir una explicación. El artista
colocó un lienzo en blanco en el caballete y en quince minutos
completó la pintura de un pájaro que se convirtió en una obra
maestra. El emperador preguntó por qué se había producido un
retraso tan largo. El artista le pasó de gabinete en gabinete; él
había realizado montones de dibujos llenos de plumas, tendones,
alas, patas, garras, ojos y picos de las aves; éstos se colocaron
uno por uno ante el emperador.
El emperador asintió y salió del estudio. Él entendió. ¡La
exquisita belleza de la pintura terminada en quince minutos cortos
era simplemente el resultado de largos años de investigación,
preparación y trabajo!
¡Nuestro
Padre tendrá una Compañía de Primicias en la gloria de Sus Hijos a
Su propia imagen, que pondrá sobre una pantalla ante todo el
universo, como la revelación de Su propia gracia abundante y gloria
sin igual! El día de la presentación seguramente vendrá, y no
tardará. Mientras tanto, y con ese fin, el bendito Espíritu Santo
de Dios está operando en las vidas de Sus aprehendidos con paciencia
y sin descanso, de manera que podamos ser conformados a la imagen de
Jesucristo. Esta conformación no puede tener lugar en un instante,
ni por un superficial experimentar a Dios. Esto
no sucede en una sola "experiencia" de una noche en un
altar, ni puede ser impartido por profecía con imposición de las
manos. La
hora de nuestro despertar a Dios y a Su gran Plan no era más que la
declaración del propósito divino; es sólo el comienzo de un largo
trabajo. Todo
el proceso es un avance detallado y minucioso "hasta
que Cristo sea formado en vosotros".
Cuando el trabajo esté totalmente terminado, el día, entonces
deberá venir cuando habrá llegado a nosotros un
nuevo y vivo y eficaz movimiento de Su Espíritu omnipotente y el
trabajo completado parpadeará establecido en un momento, en un abrir
y cerrar de ojos;
¡el retrato grande y glorioso del Cristo de Dios, exquisitamente
labrado sobre el lienzo de nuestras vidas, para
poder mostrar en los siglos venideros las riquezas trascendentes de
su gracia y bondad ... porque somos propia obra suya, creados en
Cristo Jesús!
(Ef.
2: 7,10).
J. P. Eby
(Agradecemos
a Byron
E. Mansilla
por pasarnos el texto en inglés).
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