THURSDAY, OCTOBER 11, 2012
[May 19, 1931 – April 27, 2011]
Quedarse quieto no significa ser pasivo o descansar en el destino. El destino dice: "Lo que será, será". Pero la fe cambia todo. Quedarse quieto es un acto de fe, un descanso activo en las promesas de Dios, el cese de todas las preguntas, dudas y esfuerzos inútiles.
Desde que he estado en el ministerio, un área importante de lucha para mí ha sido conocer la voz de Dios. Creo que esta lucha es común entre los cristianos. Nos preguntamos: "¿Cómo puedo saber si la voz que escucho es de Dios o es mi carne?"
Cada vez que me enfrento a una necesidad crítica que requiere una respuesta, me dirijo al Señor en oración y clamo: "Padre, tu Palabra dice que tu hablas con tu pueblo. ¡Por favor, Dios, habla conmigo. Dame tu dirección!" Y luego cito promesas bíblicas:
· "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen" (Juan 10:27).
· "Tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él" (Isaías 30:21).
· "[Mi] palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón" (Deuteronomio 30:14).
En efecto, una voz quieta, pequeña a menudo viene a nosotros y Dios comienza a hablar, de pronto tenemos una gran sensación de paz y calma. La voz es reconfortante, relajante, y dejamos nuestro lugar de oración con esa sensación maravillosa. Pero a veces la palabra que escuchamos en oración no ocurre y nos damos cuenta de que hemos escuchado otra voz, no de Cristo. En tal caso, o bien era la voz de nuestros propios deseos y ambiciones o la voz de nuestra carne.
Pablo dice: "Hay, y pueden haber muchos tipos de voces en el mundo, y ninguna de ellas carece de significado" (1 Corintios 14:10). Hay muchas voces, incluyendo la voz de la carne, la voz de la voluntad, la voz de la ambición y todas gritan por nuestra atención.
No importa lo mucho que oremos o cuan cerca estamos del Señor, todos somos falibles y cometemos errores. Nuestra carne todavía tiene una voz y, a veces, se pondrá en el camino.
Déjenme decirles cómo Dios me llevó a través de esta prueba de fe. Estoy convencido de que Dios predispone y establece todas mis circunstancias. Él ha prometido, por su pacto, que me guiará con su Espíritu y me guardará de caer. Así que ahora oro con fe, creyendo su palabra para mí, me quedo quieto y espero a que Él actúe.
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