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SOMETIDOS A SEGUIR AL ESPÍRITU SANTO (LA NUBE), David Wilkerson

David Wilkerson
March 01, 2016

Debemos caminar en sumisión total al Espíritu Santo, tal como Cristo caminó, en absoluta sumisión al Padre. Jesús testificó: 

“No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente” (Juan 5:19).

“No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre” (5:30).

¿Cómo podemos pensar que no tenemos que depender del Padre para todas las cosas, cuando Cristo mismo dijo que Él lo hacía? Como amantes y seguidores de Jesús, ¿nos atrevemos a pensar que podemos hacer lo que nuestro Salvador y Señor no pudo? Jesús esperó en el Padre, siempre buscando tener la mente de Dios.

Si somos honestos, admitiremos que el cielo es a menudo el último lugar al que nos volteamos cuando necesitamos dirección. Casi siempre, corremos a los consejeros o pasamos horas en el teléfono con nuestras amistades, buscando consejo: ¿Qué piensas? ¿Es una buena idea que yo vaya en esta dirección? ¿Crees que lo deba hacer? Tristemente, vamos al Espíritu Santo como nuestra última opción, si es que vamos a Él alguna vez.

En Números 9, leemos sobre una nube que descendía y cubría el tabernáculo en el desierto. Esta nube representaba la constante presencia de Dios con Su pueblo. Y para nosotros, hoy, la nube representa la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas.

Por la noche, la nube sobre el tabernáculo en el desierto se convertía en una columna de fuego, un resplandor cálido en un lugar oscuro: “Así era continuamente: la nube lo cubría de día, y de noche la apariencia de fuego. (Números 9:16)

Los hijos de Israel siempre seguían esta nube sobrenatural, como quiera que los dirigiera. Cuando ésta se elevaba sobre el tabernáculo, el pueblo sacaba las estacas de sus tiendas y la seguía. Y dondequiera que la nube se detuviera, el pueblo también se detenía y levantaba sus tiendas. Se movían o se quedaban de acuerdo a su clara dirección.

Los israelitas eran cuidadosos de moverse solamente según la nube se moviera, porque sabían que era la guía provista por Dios. Podría moverse cada día o cada semana, como también podría no moverse por meses. Sin embargo, de día o de noche, el pueblo siempre se movía según la nube los dirigiera (ver Números 9:18-19).


UNA NUBE A SEGUIR

David Wilkerson
March 02, 2016


O si dos días, o un mes, o un año, mientras la nube se detenía sobre el tabernáculo permaneciendo sobre él, los hijos de Israel seguían acampados, y no se movían; mas cuando ella se alzaba, ellos partían. Al mandato de Jehová acampaban, y al mandato de Jehová partían, guardando la ordenanza de Jehová como Jehová lo había dicho…” (Números 9:22-23).

La nube que condujo a los hijos de Israel a través del desierto, eventualmente ascendió al cielo. Pero otra nube descendió del cielo siglos después, en el Aposento Alto en Jerusalén. El Espíritu Santo, el mismo Espíritu que se posaba sobre el tabernáculo en el desierto, descendió y se asentó sobre 120 adoradores que se habían reunido en el Aposento Alto después de la muerte de Jesús. Esta nube descendió aún más, hasta la misma habitación donde la gente estaba sentada; y permaneció sobre las cabezas de las personas como lenguas de fuego.
La palabra griega usada para “lenguas” significa “enteramente distribuida”. En pocas palabras, esta nube de fuego se dividió y se asentó sobre cada persona en el Aposento Alto. Luego las llamas poseyeron los cuerpos de las personas.
En ese punto, los seguidores de Jesús estaban “en el Espíritu”, el Espíritu Santo vivía dentro de ellos. Sin embargo, una cosa es que el Espíritu habite dentro de ti y otra cosa completamente distinta es vivir en total sumisión al Espíritu. Puedes estar lleno del Espíritu Santo, pero eso no significa que estés caminando en obediencia a Su guía y permitiendo que seas gobernado por Él.

Nosotros, los que amamos a Jesús hoy, también tenemos una nube que seguir. Podremos estar llenos del Espíritu Santo, orando y cantando en el Espíritu, o experimentando manifestaciones del Espíritu, pero todavía nos tenemos que comprometer a recibir órdenes de Él. Si no esperamos Su dirección en todas las cosas, simplemente no estamos caminando en el Espíritu. La instrucción de Pablo hace esta clara distinción: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas 5:25).


¡SÓLO DI QUE SÍ!

David Wilkerson
March 03, 2016

Le pedí al Señor que me revele el significado de la frase de Pablo: “Andemos también por el Espíritu”. Al acercarme a este tema, oré: “Señor, haz que todo esto sea claro y entendible para mí”. Así es cómo creo que el Espíritu me contestó: “La llave de oro para entender nuestro caminar en el Espíritu no es complicada. No requiere ningún entrenamiento teológico. De hecho, es tan simple que la mayoría de nosotros no puede verlo. Sin embargo, si somos capaces de captar esta sola verdad, podremos entrar en una vida libre de angustias, llena de dirección asegurada y marcada por un reposo perfecto. El Espíritu recalcó en mí estas cuatro simples palabras: “¡Sólo di que sí!”

¡SÓLO DI QUE SÍ!
Tan pronto como esta frase destelló en mi conciencia, respondí: “Señor, eso es verdaderamente simple. Pero, ¿qué significa?”
Todo vuelve a un versículo que Pablo escribió a los Gálatas. El apóstol, declaró osadamente: “Todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios” (2 Corintios 1:20). Según Pablo, caminar en el Espíritu comienza cuando damos un “sí divino” confiado e insoluble a todas las promesas de Dios. Quiere decir tener la confianza inamovible de que el Señor guardará cada promesa en Su libro. Es decir: “Padre, he leído tus promesas, y le digo que sí a todas ellas. Creo en Tu Palabra para mí”.
Considera la advertencia de Santiago: “Pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor” (Santiago 1:6-7).

Ahora sabemos lo que es un “sí divino”. Así que, ¿qué quiere decir Pablo con: “Amén”, en el mismo versículo? La palabra en sí, significa literalmente: “Que así sea. Puedes confiar en ella”. En el contexto del pasaje, “Amén” quiere decir, “Yo creo en Tu Palabra para mí, Señor. Que así sea en mi vida”.


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