02 de marzo de 2018
1
Juan 4:12-14
dice:
12
Nadie ha visto a Dios jamás; si nos amamos unos a otros, Dios
permanece en nosotros, y su amor se perfecciona en nosotros. 13 En
esto sabemos que permanecemos en Él y Él en nosotros, en que Él
nos ha dado de Su Espíritu. 14 Y hemos visto y testificamos que el
Padre ha enviado al Hijo para ser el Salvador del mundo.
Juan
dice que nadie ha visto a Dios. Cuando Moisés pidió ver la gloria
de Dios en Éxodo
33:18,
solo se le mostró el resplandor de Dios, porque Dios le dijo en
Éxodo
33:20:
"No
puedes ver mi rostro, porque ninguno me puede ver y vivir".
Moisés le pidió ver Su “gloria”,
y Dios le mostró Su "bondad"
(Éxodo
33:19).
Su
bondad es la gloria visible de Dios que podemos ver.
Jesús
es la bondad de Dios,
"el
resplandor de su gloria y la representación exacta de su sustancia"
(Hebreos
1:3),
Dios hecho visible en la Tierra. Cuando Dios pasó, dice que proclamó
el nombre de Yahweh. En hebreo, el nombre
de
alguien
significa su propia naturaleza. En este caso, el nombre de Yahweh fue
la revelación de Su naturaleza, es decir, Su bondad.
Juan
lleva esta idea un paso más allá, diciéndonos que "porque
Él nos ha dado de Su Espíritu",
y porque "hemos
contemplado y dado testimonio"
de Cristo, ahora
podemos contemplar la gloria de Dios el uno en el otro, si tenemos
ojos para ver.
La bondad de Dios ahora se manifiesta en nosotros a medida que
vivimos una vida de amor perfeccionado. El amor es la evidencia de
"que
permanecemos en Él y Él en nosotros",
porque es la evidencia de que su Espíritu reside en nosotros.
Por lo
tanto, "damos testimonio" de Cristo, y aunque Jesús ha
ascendido a la diestra del Padre, el mundo puede seguir
contemplándolo mirando a Sus testigos que permanecen en la Tierra.
Esta es la razón por la cual los hijos de Dios deben continuar
viviendo en esta Tierra. Aquellos que permanecen en la oscuridad
necesitan ver la luz y la gloria de Dios viniendo de aquellos que
tienen Su Espíritu y que ejemplifican Su amor.
Hay
ocasiones en que el poder de Dios se manifiesta, a menudo mediante
señales y maravillas, pero el propósito principal de los
testigos de Dios es manifestar el amor de Cristo a todos. Los
hombres siempre están impresionados por el poder de Dios, pero las
vidas son transformadas por la revelación de Su amor.
Permaneciendo
en amor
1
Juan 4:15
continúa diciendo:
15
El que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él,
y él en Dios.
"Confesar
que Jesús es el Hijo de Dios"
es más que verbalizar las palabras. Las palabras deben estar
motivadas por una fe genuina. Esto nos lleva a la parte anterior del
capítulo, donde el apóstol escribe en 1
Juan 4:2:
"Todo
espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de
Dios".
En otras palabras, esta confesión, cuando se verbaliza, debe ser la
expresión del espíritu de uno como respuesta a escuchar la voz de
Dios, la única que puede producir fe (Romanos
10:17).
Esta
genuina confesión, o profesión de fe, es evidencia de que uno ha
recibido la semilla incorruptible de la Palabra y ha sido engendrado
por Dios. Por lo tanto, se puede decir que "Dios
permanece en él y él en Dios".
De esta relación íntima con el Padre, este "nuevo
hombre"
es "Cristo
en ti"
(Colosenses
1:27),
y se nos da una nueva identidad, ya no siendo el viejo hombre del
alma carnal, sino el nuevo hombre del espíritu.
1
Juan 4:16
dice:
16
Y hemos venido a conocer y hemos creído el amor que Dios tiene por
nosotros. Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en
Dios, y Dios permanece en él.
Permanecer
en Dios es permanecer en amor,
porque "Dios
es amor".
Cuando Dios proclamó Su nombre a Moisés, Él reveló Su
gloria, que es bondad, y
Su
bondad es amor.
Cuando hayamos resuelto nuestra crisis
de identidad,
cuando sepamos quiénes somos, cuando nuestro ser consciente sea el
hijo engendrado de nuestro Padre celestial, y cuando vivamos, nos
movamos y tengamos nuestro ser en ese hombre nuevo, entonces
permaneceremos en Dios y nos convertiremos en la expresión de Su
carácter, Su bondad, Su amor.
El
amor perfecto es sin temor
1
Juan 4:17
dice:
17
En esto, el amor se perfecciona en nosotros, en que tenemos confianza
en el día del juicio; porque como Él es, así también somos
nosotros en este mundo. 18 No hay temor en el amor; sino que el amor
perfecto arroja el temor, porque el temor implica el castigo
[kolasis,
"corrección, castigo, tormento"],
y el que teme no ha sido perfeccionado en el amor.
Hay
formas inferiores de amor, como eros
y
phileo,
pero ágape
es
amor perfeccionado.
Así es como Juan define el amor de Dios. Esta es la manera del amor
que también mora en nosotros, "porque
como él es, así también somos nosotros en este mundo".
Esto implica,
por supuesto, que vivimos de acuerdo con el hombre nuevo, en lugar
del viejo. Asume que tenemos una nueva
identidad
y no estamos aferrados a la identidad de nuestros padres terrenales.
Permanecer
en tal amor elimina todo temor, porque "no
hay temor en el amor";
es decir, en ágape.
Aquellos que temen aún no están caminando en este amor perfecto del
hombre nuevo, sino que todavía están apegados de algún modo al
viejo hombre. Dentro del viejo reside el miedo, inculcado en él al
principio a través del juicio divino, cuando Dios juzgó a Adán por
el pecado. El nuevo hombre, sin embargo, no tiene ninguna razón para
temer el juicio, porque el amor perfecto no puede corregirse
(kolasis)
a través del juicio. No hay nada que alterar o corregir.
Los juicios
de Dios están diseñados para corregir al final a los hombres a fin
de conformarlos a la imagen de Dios. Este es el propósito del
Bautismo del Espíritu Santo, que es un fuego sagrado que nos
purifica de todo lo que trae miedo. El Espíritu Santo obra en
nosotros hasta que nuestro amor se haya purificado, eliminando el
temor y sus causas, hasta que lleguemos a la imagen completa de
Cristo.
Amor
y odio
1
Juan 4:19
dice:
19 Amamos, porque Él nos amó primero.
Cualquier
amor que el Espíritu de Dios obre en nosotros no es un crédito para
nuestros propios esfuerzos, sino para el Espíritu Santo que está
obrando en nosotros para eliminar el temor. Jesús estableció el
modelo y el estándar de amor para toda la humanidad con Su
disposición a morir por pecadores y enemigos impíos. Hay algunos
que cuestionarían la validez de "amar al malvado", sin
darse cuenta de que todos hemos sido enemigos de Dios en algún
momento de nuestras vidas. Somos afortunados de que Dios nos amó
mientras aún éramos enemigos, porque Su amor es lo que ha cambiado
nuestros corazones.
20
Si alguien dice: "Amo a Dios" y odia a su hermano, es un
mentiroso; porque el que no ama a su hermano a quien ha visto, no
puede amar a Dios a quien no ha visto. 21 Y este es el mandamiento
que tenemos de él: que el que ama a Dios, ame también a su hermano.
La
implicación es que el
hermano de uno es un incrédulo que no comparte el mismo amor de Dios
que permanece en el creyente.
El primer ejemplo de
Juan
(1
Juan 3:12)
se ve en Caín y Abel. Caín ofreció sacrificio a Dios, pero él no
amaba a su hermano. Por lo tanto, cuando Caín ofreció su sacrificio
en Génesis
4:3,
afirmó amar a Dios, pero como
no amaba a su hermano, se demostró que era un mentiroso en ese
sentido.
Hay muchas
profesiones de fe y muchos actos religiosos que se realizan como
expresiones de amor hacia Dios, pero solo aquellos hechos por amor
son aceptables. Aquellos que matan a otros como una expresión de su,
así llamado, amor por Dios, no están ofreciendo un sacrificio
aceptable. Matar a los que se perciben como enemigos de Dios no
duplica el tipo de amor que Jesús tuvo cuando vino a morir por Sus
enemigos. De hecho, tal matanza es hecha por aquellos que carecen del
amor suficiente para vencer al mundo.
18
No tomarás venganza, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo,
sino amarás
a tu prójimo como a ti mismo;
Yo soy Yahweh.
Muchos
han restringido el requisito del amor a mostrar amor solo a aquellos
que aman a Dios o aquellos que son parte de su propia familia, raza o
religión. Pero Jesús definió quien es el "prójimo" de
uno en su parábola del Buen Samaritano en Lucas
10:29-37
después de que un hombre le preguntara "¿quién
es mi prójimo?"
Jesús muestra en esta parábola cómo el sacerdote y el levita no
cumplieron con el requisito de la Ley, mientras que un despreciado
samaritano si lo hizo.
El amor no
es simplemente una forma de actuar hacia los demás; es una forma de
vida que proviene de la propia naturaleza. Cuando tenemos la misma
naturaleza de amor que Dios mismo, entonces actuaremos de la misma
manera en que Dios actúa. No podremos detener el flujo de amor
que sale de nosotros, porque ese amor perfecto es ilimitado y pleno.
No hay
odio en el amor, al menos no en un nivel emocional. El odio
bíblico es un odio judicial, que realmente trata de odiar el pecado
y corregir al pecador. Cuando nuestro amor no está mezclado con
el miedo o el odio, entonces se puede decir que conocemos el mismo
amor de Dios, que envió a Jesús a morir por el pecado del mundo.
Categoría: Enseñanzas
Dr. Stephen Jones
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