ESTUDIO-VIDA DE ÉXODO
MENSAJE CIENTO
SETENTA Y SIETE
COMPAÑERO DE DIOS
(2)
Lectura bíblica:
Ex. 32:30-33:23
En el mensaje anterior, vimos que Moisés era más que
amigo de Dios; era también Su compañero, Su socio. Moisés y Dios
eran socios en una misma empresa. Como compañero de Dios, Moisés conocía el corazón de Dios y podía
conversar íntimamente con Él.
MANIFESTADO ENTRE LOS IDÓLATRAS Y
POR ELLOS
El hecho de que Moisés era compañero de Dios, fue puesto de
manifiesto entre los idólatras y por ellos. Nosotros los que servimos a los
santos en las iglesias, podemos sacar una lección importante con eso. La
lección es ésta: No deberíamos quejarnos jamás de la situación. Los ancianos no
deben decir: “todos los hermanos y hermanas causan problemas. Eso nos impide
seguir adelante. Renunciemos, y Dejemos que otros sean ancianos. Luego se darán
cuenta de cuán amargo resulta ser anciano en esta localidad”. A veces este
pensamiento está en el corazón de los ancianos. A menudo he oído ancianos
hablar de esta manera.
Los ancianos deben entender
eso: los tratos que hemos recibido del
Señor, lo que hemos aprendido de Él, se manifestarán siempre por las
dificultades que enfrentamos con los santos. Los idólatras pusieron de
manifiesto las calificaciones de Moisés como compañero de Dios. Del mismo modo, los santos problemáticos
crearán una oportunidad para que el Señor manifieste lo que Él ha hecho en
nosotros. Si los ancianos se involucran únicamente con hermanos y hermanas
positivos, la verdadera naturaleza de los ancianos no será puesta de
manifiesto.
El becerro de oro fue un golpe muy duro para Moisés. ¿Qué debía
hacer al respecto? Esto fue determinado por la clase de persona que él era. La situación maligna que predominaba
entre los hijos de Israel le proporcionó a Moisés la oportunidad de manifestar
su calidad de compañero de Dios.
HIZO EXPIACIÓN POR EL PUEBLO IDÓLATRA
Y DURO DE CERVIZ
En Éxodo 32:30 Moisés dijo al pueblo: “habéis cometido un gran pecado. Yo voy a subir ahora donde Jehová;
acaso pueda obtener la expiación de vuestro pecado” (hebreo). Aquí vemos
que Moisés estaba dispuesto a conseguir la expiación por el pueblo idólatra y
duro de cerviz. En el sentido humano, eso requería mucha paciencia. En lugar de
Moisés, ¿habría usted estado dispuesto a apaciguar a Dios por el bien de este
pueblo rebelde? Si
hubiéramos estado allí, quizá le hubiéramos pedido a Dios que destruyera este
pueblo. El apaciguamiento y la expiación requieren mucha paciencia.
CONVERSÓ ÍNTIMAMENTE CON DIOS
Moisés buscó la expiación al conversar íntimamente con Dios.
Leamos Éxodo 32:31 “entonces volvió
Moisés a Jehová, y dijo: Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado,
porque se hicieron dioses de oro”. Observe que Moisés usa aquí la expresión neutra “este pueblo”. Él no dice al Señor “Tu
pueblo”, y tampoco se refiere a ellos como “mi pueblo”. Dios dijo que fue
Moisés el que sacó al pueblo fuera de Egipto (32:7). Sin embargo, Moisés dijo
que era Dios El que los rescató (32:11). Moisés, el intermediario, el
mediador, usa aquí una expresión neutral y no habla ni del pueblo de Dios ni de
su pueblo, sino de “este pueblo”.
La Biblia no especifica si Moisés informó a Dios acerca en la
manera en que él trató al pueblo idólatra. Él no le comentó a Dios que hizo
polvo con el becerro, que esparció el polvo en el agua, y obligó al pueblo a
beber del agua. Tampoco le dijo al Señor que llamó algunos a que mataran a los
idólatras. Vemos una conversación amistosa e íntima entre Dios y Moisés. Moisés
le dijo simplemente a Dios que el pueblo había cometido un gran pecado al hacer
dioses de oro.
INTERCEDIÓ ARRIESGANDO SU DESTINO
ETERNO
Moisés buscó la expiación
por el pueblo, arriesgando su propio destino eterno. En el
versículo 32, él dijo al Señor: “que
perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito”.
Observe que Moisés no terminó la primera parte de su declaración. Él dijo
simplemente: “que perdones su pecado”. En lugar de Moisés, nosotros habríamos
dicho algo por el estilo: “Ahora, si Tu no perdonas su pecado, no pasa nada”.
No obstante, Moisés dejó el asunto abierto. Algunas traducciones lo confirman,
pues usan una elipsis: “que perdones su pecado...” A veces nos resulta necesario hablar así a las
personas que están a nuestro derredor. Cuando hablamos con nuestro esposo o
esposa, quizá necesitamos decir: “si haces eso...” No siempre debemos terminar
nuestro pensamiento. Moisés habló de esta manera porque él se dio cuenta que él
no era el Señor. Sólo el Señor es el Señor. Por tanto, Moisés no quería
adelantarse y decir lo que sería el resultado o la consecuencia si el Señor
perdonara el pecado de ellos.
La última parte de la declaración de Moisés en el versículo 32,
muestra claramente que él estaba procurando la expiación por el pueblo,
arriesgando su propio destino espiritual. Él dijo al Señor: “Y si no, ráeme ahora de Tu libro que has
escrito”. Aparentemente Moisés
estaba diciendo: “En
cuanto a mi destino, Señor, Te pido raerme si no vas a perdonar a este
pueblo, pero dejo en Tus
manos el asunto del destino del pueblo. Tú eres el único que puede determinar
el destino de este pueblo”.
¿Cree usted que las palabras de Moisés en los versículos 31 y 32
son una oración sencilla? El no oró de una manera común, para los hijos de
Israel. Por el contrario, él conversó íntimamente con Dios en nombre de ellos.
Moisés encontró una manera sabia para apaciguar a Dios en esta situación.
Conforme al corazón de Dios
Moisés procuró la expiación por el pueblo conforme al corazón de
Dios (32:33-33:3). En el versículo 33, el Señor aparentemente no hizo caso de
lo que le pedía Moisés. Exteriormente parecía que el Señor se resistía a la súplica
de Moisés, pero interiormente ya la había concedido. Dios estaba contento de
tener ese compañero. Quizá Dios haya pensado: “Estoy contento de tener un
compañero como Moisés. Él tiene intimidad conmigo y conoce mi corazón y lo que
Yo deseo. Moisés sabe que Yo deseo perdonar a este pueblo y seguir usándolo. No
obstante, como no deseo iniciar esta conversación por ellos, Moisés, mi
compañero, aquél que conoce mi corazón, la ha empezado".
En el versículo 33, Dios dijo a Moisés: “al que pecare contra mí, a éste raeré Yo de Mi libro”. Se trata de
una expresión exterior que defiende el honor de Dios. Las palabras del Señor en
el versículo 34 indican que Él había perdonado al pueblo: “Ve, pues, ahora, lleva a este pueblo adónde te he dicho; he aquí mi
ángel irá delante de ti; pero en el día del castigo, Yo castigaré en ellos su
pecado”. Moisés, el mediador, se dio cuenta de que esta palabra de Dios
indicaba que Él había perdonado al pueblo. Moisés había dicho: “Que perdones ahora su pecado...”.
Aparentemente él decía al Señor: “Señor, no pronunciaré nada más, Tú hablas.
Ahora me pides que lleve al pueblo adonde me has dicho. Está bien”. La versión
King James y la traducción de Darby ponen la palabra ángel en mayúscula en el
versículo 34. Estoy de acuerdo con eso, porque indica que este ángel es Cristo. El Señor prometió a Moisés que
Su ángel iría delante de él y que en el día del castigo, Él castigará en ellos
su pecado. Por una parte, el pueblo estaba perdonado, por otra el problema
subsistía, y Él dijo que trataría con él. A veces pasa lo mismo en la relación
de un padre con sus hijos. Los hijos a veces cometen errores, y el padre les
perdona y les libera. No obstante, él quizá los discipline de alguna manera más
tarde.
El pueblo vistió luto y se purificó
Leamos Éxodo 33:1-3 “Jehová
dijo a Moisés: anda, sube de aquí, tú y el pueblo que sacaste de la tierra de
Egipto, a la tierra de la cual juré a Abrahán, Isaac, y Jacob, diciendo: a tu
descendencia, la daré; y Yo enviaré delante de ti el ángel, y echaré fuera al
cananeo, y al amorreo, al heteo, al ferezeo, al heveo, y al jebuseo, (a la
tierra que fluye leche y miel); pero Yo no subiré en medio de ti porque eres
pueblo de dura cerviz, no sea que te consuma en el camino”. Esto indica que los dos socios,
el Señor y Moisés, llegaron a un acuerdo en su conversación. La primera
parte, Dios, aceptó dejar ir a los que lo ofendieron, pero dijo que trataría con
el pueblo más adelante. Cuando Moisés y los hijos de Israel oyeron eso, sabían
que no era una palabra agradable. Leamos el versículo 4 “y oyendo el pueblo esta mala noticia, vistieron luto, y ninguno se
puso sus atavíos”.
Leamos los versículos 5 y 6 “Porque
Jehová había dicho a Moisés: di a los hijos de Israel: vosotros sois pueblo de
dura cerviz; en un momento subiré en medio de ti, y te consumiré. Quítate,
pues, ahora tus atavíos, para que Yo sepa lo que te he de hacer. Entonces los
hijos de Israel se despojaron de sus atavíos desde el monte Horeb." Aquí vemos que Moisés incitó al
pueblo a que vistiera luto y se purificara.
Podemos comparar eso con lo que sucedió en Génesis 35:1-4. El
Señor le pidió a Jacob que subiera a Betel e hiciera un altar allí para Dios.
Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que lo acompañaban: “Quitad los dioses ajenos que hay entre
vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos” (Gn. 35:2). Luego leemos: “Así dieron a Jacob todos los dioses ajenos
que había en poder de ellos, y los zarcillos que estaban en sus orejas” (v.
4). Necesitaban despojarse
de sus atavíos para purificarse.
Como lo hemos mencionado en el
mensaje anterior, los hijos de Israel llevaban atavíos para su embellecimiento. Este embellecimiento constituyó la
etapa preliminar al ídolo del becerro de oro. El ídolo vino del
embellecimiento, porque se usó el oro de los atavíos para formar el becerro de
oro. Aún después de destrucción del becerro de oro y de la matanza de tres mil
hijos de Israel, el pueblo todavía llevaba atavíos. Cuando oyeron esta mala noticia, empezaron a entender que ya no podían
llevar estos atavíos. Por consiguiente, vemos que “los hijos de Israel se despojaron de sus atavíos desde el monte Horeb”
(v. 6).
En los capítulos treinta y dos
y treinta y tres, vemos el resultado de la mediación de Moisés entre Dios y los
hijos de Israel. Primero él apaciguó la ira de Dios por el bien del pueblo,
luego incitó al pueblo a arrepentirse y despojarse de sus atavíos en señal de
arrepentimiento. El pueblo tuvo que abandonar su embellecimiento. Esta fue la
consecuencia de la expiación que procuró Moisés por el pueblo idólatra y duro
de cerviz.
ESTABA CON DIOS EN EL TABERNÁCULO
FUERA DEL CAMPAMENTO
Veamos Éxodo 33:7 “Y Moisés
tomó el tabernáculo, y lo levantó lejos, fuera del campamento, y lo llamó el
tabernáculo de reunión. Y cualquiera que buscaba a Dios, salía al tabernáculo
de reunión que estaba fuera del campamento”. Los versículos 9 y 10 nos
enseñan que la gloria del Señor estaba a la puerta del tabernáculo. En el
versículo 11, leemos que “hablaba Dios a
Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero”. Todos los hijos de Israel que
deseaban buscar al Señor salían del campamento e iban ir al tabernáculo de
reunión.
Moisés, como persona experimentada, sabía que Dios en
Su santidad no podía permanecer más entre el pueblo, porque el campamento había
caído en la idolatría. Por lo tanto, Moisés tomó su tabernáculo, que se
encontraba anteriormente en el campamento, y lo levantó fuera del campamento.
Esta acción correspondía al corazón de Dios.
Moisés conocía el corazón de
Dios y se daba cuenta de que Dios no podía permanecer en una situación de
idolatría. Esta fue la razón por la cual él trasladó su tienda fuera del
campamento. Esa tienda se convirtió entonces en el tabernáculo de Dios. El tabernáculo todavía no había sido
erguido. Por consiguiente, la tienda de Moisés se convirtió en el
tabernáculo de reunión entre Dios y Su pueblo. “Cuando Moisés entraba en el tabernáculo, la columna de nube descendía
y se ponía a la puerta del tabernáculo, y Jehová hablaba con Moisés” (v.
9). Si el pueblo buscaba a Dios, tenía que ir al tabernáculo de Moisés. El tabernáculo de Moisés fuera del
campamento constituía una tipología. En Hebreos 13:12 y 13, vemos el
cumplimiento de esta tipología: “Con lo cual
también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció
fuera de la puerta. Salgamos, pues, a Él, fuera del campamento, llevando Su
vituperio”. El Señor Jesús fue crucificado fuera de la ciudad de Jerusalén.
El pueblo de Dios rechazaba al enviado de Dios. Él era el hijo de Dios, pero
los hijos de Israel lo crucificaron fuera de la ciudad. Hebreos 13:13 nos insta
a salir a Cristo fuera del campamento, el cual representa la organización humana.
En el siglo pasado, algunos
instructores escribieron con denuedo sobre este asunto. Señalaron que la cristiandad de hoy es un “campamento”, y
este campamento ha caído en la idolatría. El Señor no podía permanecer en
este campamento de idolatría. Él había salido del campamento, y por lo tanto,
todo aquél que lo buscaba debía salir a Él fuera del campamento. Debemos buscar a Aquel que fue rechazado
por la religión idólatra. Debemos dejar el campamento idólatra e ir al
rechazado. Este es el camino estrecho que debemos seguir. Debemos preguntarnos si todavía
estamos en el “campamento”, o si hemos buscado al Señor fuera del campamento.
Debemos testificar que estamos fuera del campamento y tener cuidado de no
convertirnos nuevamente en un campamento. La
idolatría entre el pueblo de Dios lo convierte en campamento.
Las acciones de Moisés en estos
capítulos correspondían con el corazón de Dios. El procuró la expiación por los
hijos de Israel conforme al corazón de Dios, y él movió su tienda fuera del
campamento, conforme también al corazón de Dios. Por lo tanto, Moisés poseía el terreno para negociar con Dios Su
presencia y gloria (33:12-23).
NEGOCIA LA PRESENCIA Y GLORIA DE
DIOS
Pues deseaba la presencia de Dios
con Su pueblo
En Éxodo 33:12-17, vemos que Moisés
negociaba la presencia de Dios (Su rostro), pues deseaba que Él acompañara
al pueblo que había apartado y fuese el camino que debían emprender. En los
versículos 12 y 13, Moisés dijo al Señor: “Mira:
Tú me dices a mí: saca a este pueblo; y Tú no me has declarado a quién enviarás
conmigo. Sin embargo, Tú dices: Yo te he conocido por tu nombre, y has hallado
también gracia a mis ojos. Ahora, pues, si he hallado gracia en Tus ojos, Te
ruego que me muestres ahora Tu camino, para que Te conozca, y halle gracia en
tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo”. Dios entendió a Moisés, aun
cuando éste no fue muy explícito en su súplica. En el versículo 14, Dios
contestó: “Mi presencia irá contigo, y te
daré descanso”. Entonces Moisés respondió al Señor: “Si Tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí. ¿Y en qué
se conocerá aquí, que he hallado gracia en Tus ojos, yo y Tu pueblo, sino que
Tú andes con nosotros, y que yo y Tu pueblo seamos apartados de todos esos
pueblos que están sobre la faz de la tierra?” (vs. 15-16). Una vez más el Señor accedió a la súplica de
Moisés: “también haré esto que has dicho, por cuanto has hallado gracia en Mis
ojos, y te he conocido por tu nombre” (v. 17)".
Si leemos detenidamente esta porción del capítulo treinta y tres,
vemos que la gloria de Dios es Su presencia, y Su presencia es Su
camino. Si tenemos
la presencia de Dios, tenemos Su camino. La presencia de Dios es el “mapa” que
nos indica el camino que debemos tomar. Por ejemplo, cuando Dios llamó a
Abrahám, Él no le explicó exactamente donde debía ir, porque la presencia de Dios
era en sí la guía de Abrahám.
En Éxodo 33:12-17, vemos
que Moisés deseaba la presencia de Dios y Su gloria. Dios ya había sido
apaciguado por Moisés, pero había dicho que no los acompañaría, pero Moisés no
estaba muy satisfecho con los términos del acuerdo. Por consiguiente, después
de ganar cierto terreno con el Señor, él procuró ganar más terreno. Él lo hizo
preguntando al Señor quién acompañaría al pueblo. Moisés le dijo: “No me dijiste quién me acompañará”.
Finalmente el Señor accedió a la súplica de Moisés y pareció decir: “Moisés, te
daré lo que deseas. Yo sé que tú quieres que Yo te acompañe; está bien, te
acompañaré”.
Deseaba ver la gloria de Dios
Moisés todavía no estaba
del todo satisfecho y le dijo al Señor: “Te
ruego que me muestres Tu gloria” (v. 18). Moisés seguramente tenía
experiencia y sabía cómo negociar con el Señor. Debemos aprender de Moisés la manera adecuada de orar, la cual no tiene
nada que ver el formalismo religioso. Por el contrario, son oraciones en
forma de conversación íntima con Dios.
El Señor respondió a la súplica de Moisés diciendo: “Yo haré pasar todo mi bien delante de tu
rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia
del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente.
Dijo más: no podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre y vivirá” (vs.
19-20). Aquí vemos que el
Señor mostraría y proclamaría directamente a Moisés Su bondad, Su nombre, Su
Amor y compasión, pero no mostraría Su rostro, Su gloria. Aquí el Señor parecía
decir: “Moisés, te puedo mostrar Mi Amor, Mi bondad, Mi favor, Mi compasión.
También puedo proclamarte Mi nombre, pero algo no puedo hacer: mostrarte Mi
rostro. Moisés, si vieras mi rostro, morirías. Por lo tanto, y por tu propio
bien, no permitiré que veas Mi rostro”.
Éxodo 33:21-23 nos indica lo que el Señor le dijo a Moisés: “He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás
sobre la peña; Y cuando pase Mi gloria, Yo te pondré en una hendidura de la
peña; y te cubriré con Mi mano hasta que haya pasado. Después apartaré Mi mano
y verás Mis espaldas, más no se verá mi rostro”. Cristo es la peña
hendida y eterna que nos es destinada. Podemos ver a
Dios solamente en el Cristo crucificado. No puedo explicar plenamente lo
que significa eso. Puedo solamente decir, en términos generales, que podemos
ver a Dios hasta cierto punto en el Cristo hendido. Éxodo 33:23, nos muestra
que podemos ver Sus espaldas, mas no Su rostro.
En estos versículos, la negociación entre Moisés y Dios había
alcanzado su “punto límite”. Moisés no podía proseguir con sus negociaciones
con el Señor. Él había decidido todo lo que podía conceder. Él se dio cuenta, por la palabra
directa del Señor, que él no vería Su rostro; vería solamente sus espaldas.
PREGUNTAS DIFÍCILES
En esta parte de la
palabra, existen algunos problemas
teológicos insolubles. Primero, en Éxodo
33:2, el Señor dijo que mandaría a su ángel delante del pueblo. Sin lugar a
dudas, este ángel se refiere a Cristo, y Cristo es Dios mismo. Cuando Cristo
acompañaba al pueblo, eso significa que Dios lo acompañaba. Entonces ¿Por qué
declara Dios que Su ángel iría, y que Él mismo no iría? Además, después de
tanta negociación por parte de Moisés, ¿por qué dijo Dios que Su presencia los
acompañaría? Dios afirmó que tanto el ángel como Su propia presencia
acompañarían al pueblo. El ángel se refiere a Cristo, y la presencia denota en
realidad el rostro de Dios. Por
consiguiente, estamos en frente de un problema: el ángel y la presencia de Dios
acompañarían al pueblo, pero Dios mismo no los acompañaría.
Vemos otro problema relacionado con lo que dijo Dios a Moisés en el
versículo 20, en cuanto a ver Su rostro. El Señor dijo: “no podrás ver Mi rostro;
porque no me verá hombre, y vivirá”. No obstante, el versículo 11 declara: “Y hablaba Dios a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su
compañero”. ¿Cómo explicar esto? Además, en estos versículos
vemos que el rostro de Dios es Su gloria, que Su gloria es Su presencia, y que Su presencia es Su
rostro. ¿Cómo entender todo eso?
Como lo he indicado, no tengo la solución a estos problemas. Sólo
puedo hablar según nuestra comprensión limitada de la naturaleza de Dios. En cierto sentido, podemos hablar a
Dios cara a cara, pero en otro sentido no podemos ver el rostro de Dios. Esto
no es una contradicción, sino un grado o una proporción.
Pasa lo mismo con el ángel de
Dios que acompañaba al pueblo. Eso significa que Dios los acompañaba hasta
cierto punto y el hecho de que Su gloria los acompañaría, significa que Dios
mismo los acompañaba hasta cierto punto. En Éxodo 14, vemos que una cosa es el ángel de Dios, y otra cosa es la columna de nube (v. 19). Tanto el ángel de Dios como la columna
de nube abrían el camino. No obstante, los hijos de Israel podían tener el uno
sin el otro. Por supuesto es mucho mejor tener a los dos.
Moisés levantó su tienda del
campamento. Después de eso, la gloria de Dios estaba a la puerta de la tienda,
y no dentro del campamento. Esto indica que la presencia de Dios estaba a la
puerta de la tienda de Moisés, y no en el campamento, pero no afirmemos que
Dios no estaba del todo en el campamento con los hijos de Israel.
Pasa lo mismo con nosotros hoy en día. Podemos decir que la gloria de Dios no está presente en una situación de idolatría entre los cristianos, pero tampoco podemos declarar que Dios no esté absolutamente en estos cristianos. Como lo hemos señalado, este es un asunto de proporción.
Pasa lo mismo con nosotros hoy en día. Podemos decir que la gloria de Dios no está presente en una situación de idolatría entre los cristianos, pero tampoco podemos declarar que Dios no esté absolutamente en estos cristianos. Como lo hemos señalado, este es un asunto de proporción.
A partir de Éxodo 32:30-33:23,
aprendemos una lección importante: debemos conocer el corazón de Dios y ser
también personas conforme a Su corazón. Entonces tendremos Su presencia como la
tuvo Moisés. Él la tenía a lo sumo,
pero los hijos de Israel tenían la presencia de Dios de una manera limitada,
porque se encontraban lejos del corazón de Dios. Por el contrario, Moisés
estaba cerca del corazón de Dios, y actuaba conforme a Su corazón. Esta fue la
razón por la cual él poseía la presencia de Dios a lo sumo. Todos debemos
aprender que sólo una persona como
Moisés puede ser compañero de Dios. Esa
clase de persona es la única que puede compartir un interés común con Dios y
ser usada por Él a fin de llevar a cabo Su empresa en la tierra.
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