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UVAS Y OLIVAS MACHACADAS (E.V. Éxodo, Witness Lee)

¡Qué pena que en la cristiandad de hoy la mayoría son "uvas" y "olivas", que no han pasado por la "prensa" de la cruz, para ser exprimidas y así poder fluir en olor grato para Dios y alimento vivificante para los demás!

​LAS TRES FIESTAS ANUALES TIPIFICAN EL DISFRUTE DEL HIJO, DEL ESPÍRITU Y DEL PADRE: SIEMBRA, PRIMICIAS Y PLENITUD.​


ESTUDIO-VIDA DE EXODO

MENSAJE SETENTA Y UNO

LAS IMPLICACIONES, INDICACIONES Y EL SIGNIFICADO DE LAS ORDENANZAS DE LA LEY
(2)

Lectura bíblica: Ex. 22:29-31; 23:12, 14-19

Es fácil leer y entender las ordenanzas que aparecen en Éxodo 21 al 23 simplemente según las letras impresas. No obstante, es difícil indagar en esta porción de la Palabra y sacar las riquezas de las implicaciones, indicaciones y el significado de las ordenanzas de la ley. Si queremos sacar las riquezas que están escondidas debajo de la superficie en estos capítulos, debemos prestar atención a ciertas palabras cruciales y fijarnos en sus implicaciones. Por ejemplo, en 22:18 dice: “a la hechicera no dejarás que viva”. En este versículo, la palabra crucial es hechicera. Si buscamos el significado de esta palabra y consideramos sus implicaciones, veremos que se trata de la hechicería y que la hechicería está relacionada con los demonios. Por tanto, la simple palabra “bruja” implica la existencia de la hechicería y también de los demonios. Al buscar lo que implica una palabra de esta manera, podemos estudiar profundamente la Biblia y encontrar los valores que se esconden en ella.
En estos capítulos, vemos otras palabras importantes como homicidio y codicia. Vemos que el origen del homicidio es el diablo, el instaurador, la fuente del homicidio, aquel que era “homicida desde el principio” (Jn. 8:44). En el mismo principio, la palabra codicia nos lleva al asunto del pecado que mora en nosotros tal como lo describe Pablo en Romanos 7. En Romanos 7, vemos que el pecado que mora en nosotros se refiere principalmente al deseo de codicia. Además, si consideramos detenidamente la palabra en Éxodo 23:1 acerca de dar un falso testimonio, veremos que esto involucra la mentira y que ésta puede remontarse a Satanás, el padre de la mentira.
Por el lado positivo, debemos considerar las implicaciones, indicaciones, y significados de las palabras altar y sacrificio en 20:24-25. El altar denota la cruz, y los sacrificios representan a Cristo. Del mismo modo, el pan sin levadura y las fiestas también tipifican las riquezas de Cristo. En realidad, buscar las implicaciones, indicaciones y significados de las palabras cruciales en Éxodo 21 al 23 no es un asunto de alegorizar la Biblia. Por el contrario, se trata de abrir un camino para que excavemos en la Palabra y veamos las riquezas que se encuentran debajo de la superficie.
Muchos instructores bíblicos han señalado que el altar tipifica la cruz y que los sacrificios tipifican a Cristo. No obstante, pocos han descubierto la manera en que es tipificado Cristo por los otros puntos de los capítulos veintiuno al veintitrés de Éxodo. Si el altar tipifica la cruz y los sacrificios tipifican a Cristo, es lógico esperar que el sábado, el año sabático y las fiestas del pan sin levadura, de la cosecha, y de la siega también tipifiquen a Cristo. Ciertamente es necesario considerar las demás implicaciones, indicaciones y significados de las ordenanzas de la ley, especialmente porque se refieren a Cristo y a nuestra experiencia de Él.
En principio, cada clase de ley tiene cierto espíritu y presenta también un cuadro de algo, generalmente de aquel que promulgó la ley. Por ejemplo, la constitución de los Estados Unidos tiene un espíritu de democracia y de libertad. Es también un cuadro de los estadounidenses y demuestra que ellos se preocupan por la libertad y la igualdad. Por consiguiente, la ley de Estados Unidos es un cuadro de los ciudadanos de ese país. La ley de Dios tiene también un espíritu y presenta un cuadro. Es muy importante que sepamos cual es el espíritu de la ley de Dios y cual es el cuadro que nos describe en sus numerosas ordenanzas. Ya hemos dicho que la ley de Dios lo tiene a Él mismo como su espíritu. Una ley siempre corporifica el espíritu del dador de la ley. Puesto que Dios dio Su ley, ésta tiene un espíritu divino. Indudablemente, Dios el Espíritu es el espíritu de la ley promulgada por Él.
Los estudiantes e instructores bíblicos prestan muchísima atención a los Diez Mandamientos. Algunos cristianos pueden recitar estos mandamientos tan fácilmente como recitan el padrenuestro. Quiero recalcar que de ninguna manera menosprecio ni desacredito los Diez Mandamientos. No obstante, en estos mandamientos es muy difícil ver a Cristo o la cruz. Además, en los Diez Mandamientos, no podemos ver la redención de Cristo, ni lo que El realizó, ni algo relacionado con el disfrute de Cristo. El primer mandamiento prohibe tener otro Dios que no sea Jehová Dios (20:3). Jehová es nuestro único marido, y no debemos tener otro que no sea Él. El segundo mandamiento prohibe hacer imágenes talladas o de algo e inclinarse delante de ellas (20:4-5). El tercer mandamiento declara: “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare Su nombre en vano” (20:7). El cuarto y quinto mandamientos hablan respectivamente de recordar el día del sábado y de honrar al padre y a la madre (20:8-12). Los otros cinco mandamientos prohiben matar, adulterar, robar, dar falso testimonio y codiciar (20:13-17). ¿Ve algo de Cristo aquí? ¿Ve algo de la cruz o de la redención de Cristo? ¿Puede encontrar algo de la experiencia de Cristo o del disfrute de Cristo? La respuesta es que no podemos ver a Cristo en los Diez Mandamientos. Esta es la razón por la cual vemos que muchas de las ordenanzas presentadas en Éxodo 21 al 28 describen a Cristo. Él está tipificado de una manera bastante directa o Él queda implícito, indicado, o representado indirectamente.
En realidad, las ordenanzas en Éxodo no empiezan en el capítulo veintiuno, sino en 20:22-26. Estos versículos pueden ser considerados como un prefacio acerca de las ordenanzas. Son la puerta, o la entrada a las ordenanzas que se presentan en los capítulos siguientes. Esta puerta provee al hombre caído la manera para que tenga contacto con Dios y le adore. La única manera en la cual el hombre caído puede tener contacto con Dios en la adoración es por medio del altar y los sacrificios. Esto indica que el hombre puede adorar a Dios solamente por medio de la cruz y por Cristo. Es muy significativo que antes de darnos las ordenanzas, Dios presenta una ordenanza preliminar que abre el camino para las demás ordenanzas. En esta ordenanza preliminar, vemos un cuadro claro de Cristo y de Su redención según la economía de Dios. En las ordenanzas, podemos ver a Cristo y también la redención que Él efectuó en completa conformidad con la economía de Dios. Como lo veremos, en los capítulos veintiuno al veintitrés, tenemos a Cristo, la redención, y la economía de Dios. Si deseamos entrar en la economía de Dios, necesitamos una puerta, un camino, para que nosotros los pecadores tengamos contacto con Él. Deseamos recalcar continuamente que el único camino es el altar y los sacrificios, la cruz y Cristo. Si entendemos claramente esto, nos inclinaremos ante el Señor y lo adoraremos.
Tanto en el lado positivo como en el lado negativo, las ordenanzas de la ley abundan en implicaciones, indicaciones y significados. En el mensaje anterior, mencionamos que las ordenanzas describen un cuadro oscuro y desolado del hombre caído: El hombre cayó y sigue viviendo en la caída. Está lleno de pecados: idolatría, fornicación, homicidio, robo, mentira, codicia y hechicería. Además, el hombre caído no solamente tiene pecados exteriormente, sino que el pecado, la naturaleza maligna de Satanás, mora dentro de él. En realidad, el pecado de codicia que mora en nosotros es la naturaleza satánica. Además, la mentira y el homicidio nos llevan al diablo, la fuente del homicidio y el padre de las mentiras que obra en el hombre caído. Tanto en los pecados exteriores como en el pecado que mora en nosotros, el hombre está relacionado con Satanás, y aún con los demonios. La hechicería conlleva el contacto con los demonios. ¡Cuán terrible es la situación del hombre caído! El no solamente peca contra Dios, sino que está unido a Satanás, se relaciona con los demonios, y es esclavo de los pecados.
Por el lado positivo, las ordenanzas presentan un cuadro maravilloso de Cristo. Cristo mismo se hizo esclavo, entró en la condición de hombre caído en la esclavitud. Además, Él fue entregado por Dios para morir en manos de los hombres caídos. De esta manera, Él se convirtió en el sacrificio. Cristo no es solamente el sacrificio ofrecido a Dios, sino también la ciudad de refugio a la cual podemos huir. Las ordenanzas acerca del ganado que pertenece a un enemigo o a aquel que nos aborrece muestran que Cristo nos ha devuelto todas las cosas de la vida que como pecadores, nosotros sus enemigos, habíamos perdido y también nos ayudó, a nosotros que lo aborrecíamos, a ser liberados de nuestras cargas pesadas. Los pecadores caídos que huyen a Cristo pueden tomarlo como su sábado, su descanso. En Cristo disfrutamos de descanso y libertad. ¡Qué evangelio extraordinario!
En esta porción de Éxodo, las ordenanzas nos abren primeramente la puerta para que tengamos contacto con Dios y entremos en Su economía. Además, presentan un cuadro claro del hombre caído que vive en una condición caída, que está lleno de pecados, involucrado con Satanás, relacionado con los demonios, y plenamente esclavizado. No obstante, hubo uno que vino al hombre en su condición caída y esclavizada, haciéndose esclavo. Después de ser entregado por Dios para ser sacrificado por el hombre caído, El restauró los asuntos de vida, nos liberó de nuestras cargas, y se hizo nuestro refugio. Ahora nosotros, los pecadores caídos, podemos refugiarnos en Él y tomarlo como nuestro descanso y libertad. Esto es un resumen de lo que hemos cubierto hasta ahora acerca de las implicaciones, indicaciones, y significados de las ordenanzas de la ley. En este mensaje y en el siguiente, consideraremos lo que implican, indican y representan estas ordenanzas, acerca de la manera de vivir en Cristo y de disfrutarlo.
En 22:29-31, vemos cuatro ordenanzas relacionadas con la manera en que debemos vivir en Cristo. La primera de estas ordenanzas dice: “No demorarás la primicia de tu cosecha ni de tu lagar” (v. 29). Esto significa ofrecer la plenitud de la cosecha del vino y del aceite, de las uvas y los olivos que han sido exprimidos. Esta plenitud se refiere a la plenitud de la cosecha del producto de la buena tierra, y el lagar se refiere al reboso del vino y del aceite. Esta es la manera de vivir en Cristo. Al huir a Cristo y al disfrutarlo a Él como nuestro descanso y libertad, debemos vivir en Él como la cosecha y el jugo. Además, debemos ofrecerle el primogénito del hombre y del ganado. También debemos ser hombres santos y no comer la carne de los animales muertos por bestias salvajes. Necesitamos la interpretación correcta de estas ordenanzas para conocer sus indicaciones, implicaciones y significados. Hemos visto que el altar representa la cruz, y que los sacrificios representan a Cristo. Ahora debemos preguntar lo que significa la plenitud de la cosecha y el fluir del vino y del aceite. No debemos pensar que no necesitamos entender estas cosas. ¿Qué significa ofrecer al Señor el primogénito del hombre y de los animales? ¿Qué significa ser un hombre santo, y cuál es el significado de comer carne desgarrada por animales salvajes? Todos estos asuntos están relacionados con el vivir en Cristo, al cual hemos huido para encontrar descanso y libertad.

XII. NO DEMORARSE PARA OFRECER LA PLENITUD
Y EL LAGAR, LA PLENITUD DE LA COSECHA Y EL REBOSO DEL VINO Y DEL ACEITE, LO CUAL SIGNIFICA QUE LA PLENITUD DE NUESTRA COSECHA Y EL REBOSO DE NUESTRA EXPERIENCIA DE LA CRUZ SON CRISTO Y
DEBEN SER OFRECIDOS A DIOS SIN DEMORA

Nosotros los creyentes en Cristo y que lo disfrutamos a Él como nuestro descanso y libertad somos comparados en la Biblia con una cosecha. Pablo dice en 1 Corintios 3:9: “Vosotros sois la labranza de Dios”. Para Dios, somos un cultivo. La cosecha de la buena tierra debía ser ofrecida a Dios sin demora. Si vivimos en Cristo y lo disfrutamos como nuestro descanso y libertad, creceremos en vida. En otras palabras, cuando vivimos en Cristo, lo cultivamos al laborar en Él como la buena tierra y producimos una cosecha en plenitud. Esta plenitud debe ser ofrecida a Dios sin demora.
Esta mención de la plenitud implica que vivimos en la buena tierra. Fuera de Cristo como la buena tierra, ¿cómo podemos tener una cosecha con Su plenitud, y cómo podemos tener uvas y aceitunas que son prensadas para producir vino y aceite? El hecho de que se mencione la plenitud de los jugos implica que el pueblo escogido de Dios está en la buena tierra. Según la tipología, la buena tierra es el Cristo todo-inclusivo. Debemos huir hacia Él, disfrutarlo como nuestro descanso y libertad, y luego vivir en Él, quien es todo-inclusivo, como la buena tierra. Mientras vivimos en la tierra, estamos labrando, laborando y cultivando. Tanto la buena tierra como la cosecha producida en la tierra son Cristo. Por lo tanto, la plenitud de la cosecha se refiere a la cosecha de la rica experiencia de Cristo.
En nuestra experiencia de Cristo, no sólo debemos tener la plenitud, sino también el lagar, el fluir del vino y del aceite. El lagar en 22:29 representa el reboso de nuestra experiencia de la cruz. Cuando algunos santos comparten en las reuniones de la iglesia, parte de su testimonio puede ser la plenitud de la cosecha, y otra parte el lagar, el reboso de la experiencia de Cristo por medio de la cruz. Las prensas usadas para hacer vino y aceite representan la cruz. El vino fluye por la prensa, la cruz, para alegrar a Dios y al hombre, aún para ser usado como libación, y el aceite fluye para complacer a Dios. La plenitud y el lagar representan la rica experiencia de Cristo y el reboso de los sufrimientos de la cruz. Esta plenitud y lagar deben ser ofrecidos a Dios sin demora. ¿Ha experimentado a Cristo hoy? Si tal es el caso, usted debe venir a la reunión y ofrecerle a Dios la plenitud de su cosecha. Esto es ofrecer la cosecha con su plenitud.
Una experiencia de Cristo es la plenitud de la cosecha. Otra es el lagar, el reboso de las prensas, la experiencia de Cristo por medio de la cruz. Fuera de las prensas podemos tener uvas o aceitunas, pero no tenemos el vino ni el aceite que fluyen como lagar. Por una parte, Cristo es tipificado por la vid; por otra, es tipificado por el olivo. Por tanto, Cristo no es solamente el trigo y la cebada, sino también la uva que produce el vino y la aceituna que produce el aceite. Cuando fluye el vino, éste alegra a Dios y al hombre, y cuando el aceite de oliva fluye, éste complace a Dios. Tanto el vino como el aceite requieren la prensa. Esto indica que Cristo, como la uva y la aceituna, necesitan la cruz. En nuestra experiencia, nosotros también debemos ser prensados por la cruz. En un sentido muy real y positivo, la vida de la iglesia es una prensa de vino y de aceite. Debemos ser prensados para que el vino y el aceite fluyan como lagar. Si no experimentamos la presión en la vida de iglesia, la uva y la aceituna permanecerán enteras. La vida cristiana es una vida que continuamente está bajo la presión de la cruz para que las riquezas de Cristo puedan fluir.
Si deseamos vivir en Cristo, necesitamos la plenitud de la cosecha y el lagar, el fluir del vino y del aceite. En este asunto, no nos dejemos engañar por la superficialidad que existe entre los cristianos contemporáneos. Debemos seguir la manera de cultivar y de cosechar a Cristo para tener una plena cosecha de Él. También debemos experimentar la cruz para tener el lagar, el fluir del vino y del aceite. Entonces, sin demora, llevamos la plenitud y el lagar a las reuniones de la iglesia para ofrecerlos a Dios. La razón por la cual no debe haber demora es que el producto de la plenitud y el lagar no son para nosotros, sino para el disfrute y satisfacción de Dios.

XIII. EL PRIMOGENITO DE LOS HIJOS Y DEL GANADO
DEBE SER OFRECIDO A DIOS, LO CUAL SIGNIFICA
QUE EL PUEBLO REDIMIDO POR CRISTO
COMO SU SUSTITUTO DEBE SER SEPARADO,
SANTIFICADO, PARA DIOS

Éxodo 22:29b y 30 dice: “Me darás el primogénito de tus hijos. Lo mismo harás con el de tu buey y de tu oveja; siete días estará con su madre, y al octavo día me lo darás”. Aquí vemos que el primogénito de los hombres y también del ganado debía ser ofrecido a Dios. Según Éxodo 13, la razón era sencilla: los primogénitos entre los hijos de Israel fueron redimidos en la Pascua. Éxodo 13:2 dice: “Conságrame todo primogénito. Cualquiera que abre matriz entre los hijos de Israel, así de los hombres como de los animales, mío es”. El versículo 15 nos indica que el israelita debía explicar a su hijo: “y endureciéndose Faraón para no dejarnos ir, Jehová hizo morir en la tierra de Egipto a todo primogénito, desde el primogénito humano hasta el primogénito de la bestia; y por esta causa yo sacrifico para Jehová todo primogénito macho, y redimo al primogénito de mis hijos”. Por tanto, ofrecer los primogénitos a Dios se relaciona con la redención de los primogénitos durante la Pascua.
Todos los descendientes de Adán, son considerados primogénitos. En Adán, todos somos primogénitos. Aunque su destino era ser muerto por Dios, el primogénito de los hijos de Israel fue redimido por el cordero pascual. Por ser comprados por precio, no se pertenecían a sí mismos. Por tanto, debían separarse y santificarse para Dios.
Al ofrecer los primogénitos a Dios, los hijos de Israel se acordaban de lo que Él hizo en la Pascua. En nuestra experiencia con el Señor, nosotros también debemos conservar esta clase de recuerdo. Debemos recordar que como primogénitos en Adán, deberíamos haber sido destruidos por Dios, pero en lugar de esto, fuimos redimidos por Cristo, quien fue nuestro sustituto. Ahora no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino a Dios. En 1 Corintios 6:19, Pablo afirma: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?”. Si deseamos vivir en Cristo, siempre debemos recordar que por Su redención, no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino a Dios. Cuando vamos a las reuniones de la iglesia, podemos pensar “Antes estaba en Adán, un pecador caído, conforme al justo juicio de Dios, debía haber sido muerto. Pero fui redimido por medio de Cristo como mi cordero pascual. Ahora no me pertenezco a mí mismo. Le pertenezco a Él, y debo ser separado para Él”. Debemos recordar esto día tras día.

XIV. SER HOMBRES SANTOS PARA DIOS
INDICA QUE NOSOTROS, EL PUEBLO ESCOGIDO
DE DIOS, DEBEMOS ESTAR SATURADOS CON CRISTO
COMO NUESTRA SANTIDAD ANTE DIOS

Éxodo 22:31 dice: “Y me seréis varones santos. No comeréis carne destrozada por las fieras en el campo; a los perros la echaréis”. Según la Biblia en su conjunto, y particularmente el Nuevo Testamento, ser santo significa ser saturado por Cristo y con Él como nuestra santidad delante de Dios. En 1 Corintios 1:30 afirma que Cristo nos fue hecho santificación. El hecho de que Cristo es nuestra santificación significa que somos saturados con Él como santidad. Para vivir en Cristo, como pueblo escogido de Dios, debemos llevar una vida santa, una vida saturada con Cristo como santidad.

XV. NO COMER NINGUNA CARNE DESGARRADA
DE BESTIAS, SINO ECHARLA A LOS PERROS SIGNIFICA
QUE CRISTO DEBE SER NUESTRO UNICO SUMINISTRO
DE VIDA, Y NADA DE MUERTE, LA CUAL ES EL
ALIMENTO PARA LOS HOMBRES INMUNDOS

Éxodo 22:31 declara: “No comeréis carne destrozada por las fieras en el campo; a los perros la echaréis”. El hecho de no comer ninguna carne desgarrada por las bestias, y echarla a los perros significa que debemos tomar solamente a Cristo como el suministro de vida, y nada de muerte. Las cosas relacionadas con la muerte deben ser comida para los hombres inmundos. Los perros en 22:31 representan a la gente inmunda (Fil. 3:2). Esto significa que sólo debemos comer a Cristo. Debemos comer a Cristo como los sacrificios y las ofrendas. No debemos comer ninguna carne que haya sido desgarrada por las bestias, sino echarla a los perros. Si deseamos vivir en Cristo, debemos comerlo a Él, y no comer nada que provenga de la muerte, lo cual se debe considerar como basura.

XVI. GUARDAR EL SABADO PARA EL DESCANSO
DEL GANADO, Y PARA QUE EL HIJO DE LA SIERVA
Y EL EXTRANJERO, SEAN REFRESCADOS, TIPIFICA
EL TOMAR A CRISTO COMO NUESTRO REPOSO PARA QUE OTROS SE PUEDAN BENEFICIAR

Éxodo 23:12 dice: “Seis días trabajarás, y al séptimo día reposarás, para que descanse tu buey y tu asno, y tome refrigerio el hijo de tu sierva, y el extranjero”. Cristo es el verdadero sábado (Col. 2:16-17). Guardar el sábado para que el ganado descanse y para que el hijo de la sierva y el extranjero sean refrescados tipifica tomar a Cristo como nuestro descanso para que otros se beneficien.

XVII. GUARDAR EL AÑO SABATICO
PARA QUE LOS POBRES Y LAS BESTIAS COMAN
TIPIFICA TOMAR A CRISTO AL MAXIMO COMO NUESTRO
REPOSO PARA QUE OTROS SEAN NUTRIDOS

El principio es el mismo en la ordenanza relacionada con un año sabático para la tierra: “Seis años sembrarás tu tierra, y recogerás su cosecha; mas el séptimo año la dejarás libre, para que coman los pobres de tu pueblo” (23:10-11). Sin embargo, el resultado de guardar el sábado no es tan significativo como guardar el año sabático. Guardar el día del sábado permitía que otros descansaran y se refrescaran, mientras que guardar el año sabático suministraba alimentos a los demás. Algunos cristianos pueden hacer descansar a los demás y aún refrescarlos. No obstante, son pocos los que pueden suministrar a los demás el alimento espiritual. Al guardar el día del sábado, tomamos a Cristo como nuestro descanso hasta cierto grado, pero al guardar el año sabático, tomamos a Cristo como nuestro descanso en un mayor grado. No obstante, sólo en el futuro Cristo se convertirá en nuestro descanso al máximo.
Por una parte, debemos aprender por medio de las ordenanzas de Éxodo cómo vivir en Cristo; por otra, debemos aprender cómo beneficiar a otros en Cristo. No debemos buscar únicamente vivir en Cristo nosotros mismos, sino también proporcionar este disfrute a los demás. Primero debemos suministrar a los demás el descanso y refrigerio, y luego la comida espiritual, el producto del campo, la vid, y el huerto. Suministrar a otros con este producto es suministrarles con rica comida.

XVIII. CELEBRAR LAS FIESTAS PARA DIOS
TRES VECES AL AÑO TIPIFICA
EL PLENO DISFRUTE DEL DIOS TRIUNO EN CRISTO

Éxodo 23:14 dice: “Tres veces en el año me celebraréis fiesta”. Estas tres fiestas anuales eran las fiestas de los panes sin levadura, la fiesta de la cosecha, y la fiesta de la siega (vs. 15-16). Celebrar las fiestas para Dios tres veces al año tipifica el pleno disfrute del Dios Triuno en Cristo.

A. La fiesta de los panes sin levadura

En las Escrituras, tenemos una base firme para decir que estas tres fiestas tipifican el disfrute del Dios Triuno. Guardar la fiesta de los panes sin levadura tipifica disfrutar a Cristo como el suministro de vida sin pecado (1 Co. 5:7-8). Esta fiesta era la continuación de la fiesta de la Pascua. En realidad, la fiesta de la Pascua y la fiesta de los panes sin levadura son una. En 1 Corintios 5:7 y 8, vemos claramente que la fiesta de los panes sin levadura señala a Cristo.

B. La fiesta de la cosecha

La segunda fiesta era la fiesta de la cosecha. Celebrar esta segunda fiesta, tipifica el disfrute de las primicias del Espíritu del Cristo resucitado (Hch. 2:1-4,17; 1 Co. 15:45; Ro. 8:23). La fiesta de la cosecha se conoce también como Pentecostés. En el día de Pentecostés, el Espíritu fue derramado sobre la iglesia. No obstante, en el Antiguo Testamento, la fiesta de la cosecha no está relacionada con el aceite, que tipifica al Espíritu, sino con las primicias, que tipifican a Cristo. El Cristo resucitado es las primicias (1 Co. 15:20). En realidad, según 1 Corintios 15:45, el Cristo resucitado es el Espíritu vivificante. En la tipología del Antiguo Testamento, vemos a Cristo como las primicias, pero en el cumplimiento de esta tipología en el día de Pentecostés en el Nuevo Testamento, tenemos el Espíritu. ¿Cómo podemos reconciliar la tipología y su cumplimiento? Encontramos la manera en las palabras de Pablo: “el postrer Adán (fue hecho el) Espíritu vivificante”. Cristo, el último Adán, resucitado como las primicias, se hizo el Espíritu vivificante. Por tanto, en su cumplimiento, la segunda fiesta es una fiesta con el Espíritu.
Hoy en día casi todos los creyentes, aun los que no tienen un corazón por el Señor, saben que Pentecostés está relacionado con el Espíritu. En el día de Pentecostés, el cumplimiento neotestamentario de la fiesta de la cosecha, se derramó el Espíritu Santo. No obstante, con la fiesta de la cosecha del Antiguo Testamento, la cual está relacionada con las primicias de la cosecha, no parece haber nada que represente al Espíritu. Pentecostés significa cincuenta días. Después de que las primicias eran ofrecidas a Dios en el octavo día, la gente contaba siete semanas. Entonces en el día cincuenta, se celebraba la fiesta de la cosecha. Según la tipología, Pentecostés involucraba la ofrenda de las primicias a Dios. Pero conforme al cumplimiento, Pentecostés está relacionado con la venida del Espíritu. Aparentemente, las primicias no tienen nada que ver con el Espíritu. No obstante, si comparamos la tipología del Antiguo Testamento con su cumplimiento en el Nuevo Testamento, veremos una señal convincente de que Cristo, como resucitado, las primicias, es el Espíritu. Las primicias en tipología llegan a ser el cumplimiento del Espíritu.
Romanos 8:23 habla de las primicias del Espíritu. Estas primicias deben referirse al Espíritu mismo como las primicias para nuestro disfrute y satisfacción. No obstante, sabemos de 1 Corintios 15:23 que Cristo es las primicias. Más adelante en el versículo 45, vemos que este Cristo se hizo el Espíritu vivificante en resurrección. Por consiguiente, las primicias del Espíritu en realidad son Cristo. La tipología del Antiguo Testamento de la fiesta de la cosecha indica que el Cristo resucitado es el Espíritu en el cumplimiento de esta fiesta. El Espíritu que descendió en el día de Pentecostés era el Cristo mismo como las primicias ofrecidas a Dios. Sin las primicias del Antiguo Testamento, no habría ninguna fiesta de la cosecha. Sin el Espíritu en el Nuevo Testamento, no habría Pentecostés. El Espíritu que vino el día de Pentecostés es el cumplimiento de las primicias ofrecidas a Dios en el Antiguo Testamento. Las primicias tipifican a Cristo en resurrección, y este Cristo resucitado es el Espíritu.

C. La fiesta de la siega

La tercera fiesta es la fiesta de la siega. Celebrar la fiesta de la siega tipifica el disfrute de la plenitud del Padre en Cristo (Col. 2:9; Ef. 3:19). El resultado final o la consumación, del disfrute del Dios Triuno en Cristo es el disfrute de la plenitud del Padre, la plenitud de la Deidad, por la eternidad. La fiesta de la siega se llama también la Fiesta de los Tabernáculos. Esta fiesta representa el disfrute de la plenitud del Dios Triuno por la eternidad en los cielos nuevos y la tierra nueva. Por la eternidad, nosotros los creyentes en Cristo disfrutaremos de la plenitud de la Deidad.
Debemos quedar profundamente impresionados con el hecho de que estas tres fiestas representan el pleno disfrute del Dios Triuno en Cristo. Podemos decir que con la primera fiesta, Cristo es sembrado como una semilla. Con la segunda fiesta, tenemos una cosecha, en la cual Cristo es segado como el Espíritu vivificante. El disfrute de esta fiesta empezó el día de Pentecostés y continuará hasta la tercera fiesta, la fiesta de la siega, con la cual se consumará. Como consumación de la cosecha, la siega es el disfrute de la plenitud de la Deidad, la plenitud del Padre en Cristo, por la eternidad.
Hemos visto con las ordenanzas en Éxodo 21 al 23 que primero debemos vivir en Cristo y luego introducir a los demás en este disfrute que es un descanso, refrigerio, y comida. Finalmente, entraremos en el pleno disfrute del Dios Triuno en Cristo. Primero, tendremos el disfrute de Cristo el Hijo; segundo, el disfrute de Dios el Espíritu; y finalmente, el disfrute de Dios el Padre. ¡Alabado sea el Señor porque hoy en día estamos disfrutando al Dios Triuno tipificado por las tres fiestas!

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