Descripción:
Si
conoce a algún cristiano, es muy probable que le hayan dicho que
"pasará la eternidad en el Infierno" si no acepta a Jesús
o tal vez si no se une a su iglesia u organización.
La Biblia en realidad no enseña eso. La Biblia enseña que el Infierno es la tumba y que es temporal, porque termina con la resurrección de los muertos. Tampoco es un lugar de tortura consciente en un fuego sobrecalentado ...
La Biblia en realidad no enseña eso. La Biblia enseña que el Infierno es la tumba y que es temporal, porque termina con la resurrección de los muertos. Tampoco es un lugar de tortura consciente en un fuego sobrecalentado ...
El
"fuego" es una metáfora del juicio (sentencia) de la Ley.
La Ley de Dios nunca prescribe la tortura como castigo por el pecado.
Debido a que la sentencia siempre debe administrarse en proporción
directa al delito, siempre debe terminar en algún momento. Ningún
hombre puede cometer tanto pecado en una vida que deba ser castigado
eternamente.
La
Biblia dice que los juicios (sentencias) de Dios son eonian,
no eternos. Eón
es
una palabra que significa "Edad", que dura un período de
tiempo no especificado o desconocido. En realidad, es el equivalente
griego de la palabra hebrea olam,
que también significa un período de tiempo oculto o desconocido. Al
final, la Ley del Jubileo limita el juicio a 49 años.
La
Ley de Dios es una expresión de la naturaleza de Dios. Dios es amor.
Ningún juicio de Dios carece de amor. El castigo interminable no es
una expresión del amor. Si castigáramos a nuestros propios hijos
sin perdón y sin fin, difícilmente podría decirse que los amamos.
Lo
mismo es cierto con Dios mismo. Los juicios de Dios están diseñados
para corregir a Sus hijos, no para destruirlos o perderlos. Siempre
hay un buen propósito en el juicio divino, porque su objetivo es
restaurar la relación con Dios. Los juicios de Dios son
misericordiosos.
La Ley Ardiente o de Fuego
La
Biblia habla de un Juicio Final al término de la Edad actual. Todos
los que hayan muerto desde el inicio de las Edades serán resucitados
de entre los muertos y serán convocados ante el Trono de Dios para
dar cuenta de sí mismos.
Allí
se corregirán todos los errores, y se hará una restitución a todas
las víctimas de la injusticia según lo dispuesto en la Ley de Dios.
La aplicación de la Ley de Dios se representa como un "fuego",
pero esto nunca fue tomado literalmente. Esta metáfora se basa en la
terminología legal empleada en
Deut.
33: 2,
que habla de "la
ley de fuego".
Cuando Dios le dio a Israel los Diez Mandamientos, habló desde en
medio del fuego (Deut.
5: 24).
Debido a que la Ley era una revelación de la naturaleza de Dios,
también se escribió que "Yahweh
tu Dios es un fuego consumidor"
(Deut.
4: 24).
Más
tarde, el profeta Daniel tuvo una visión en la que vio a Dios
sentado en un Trono ardiente. Dan.
7: 9-10
dice:
“Su trono era llama de fuego, sus ruedas un fuego ardiente. Un río de fuego fluía y salía de delante de Él ... El tribunal se sentó y los libros fueron abiertos".
Un
trono es un antiguo símbolo de la Ley. Cuando un rey o un juez se
sentaban en un trono, juzgaban a la gente según la ley de su reino.
Entonces, cuando se representa el Trono de Dios como un fuego, del
cual fluye un Río de Fuego hacia las personas que están
resucitando, representa el juicio de la Ley de Dios.
La
Ley corrige las injusticias y elimina (o "quema") todas las
injusticias, al obligar a los infractores de la Ley a hacer las cosas
bien, generalmente a que paguen la restitución a sus víctimas. El
propósito final de tal juicio no es torturar al pecador sino
rehabilitarlo a través de la disciplina.
Ese
fue siempre el propósito amoroso de la Ley de Dios. De hecho, la Ley
incluso les dio a los pecadores ciertos derechos.
Los pecadores tenían derecho a no ser castigados
desproporcionadamente. El juicio siempre debía ser directamente
proporcional al crimen mismo. Éxodo
22: 1-4
dice:
"Si un hombre roba un buey o una oveja, y lo mata o lo vende, pagará cinco bueyes por el buey y cuatro ovejas por la oveja ... Si lo que robó se encuentra vivo en su poder, ya sea un buey o un asno u oveja, pagará el doble.
Hoy,
el robo de animales representa solo una pequeña porción de los
crímenes. Es más frecuente que las personas roben otras cosas de
valor. La sentencia de la Ley, entonces, generalmente forzaría al
ladrón condenándole a pagar una doble
restitución,
en lugar de cuatro o cinco veces el valor de un animal.
El
punto es que el juicio de la Ley de Dios siempre es en proporción
matemática directa al crimen mismo. La Ley de Dios establece el
estándar del juicio justo y establece la definición de la justicia
verdadera, de acuerdo con la naturaleza de Dios y Su amor. La
tortura en sí misma es un pecado,
y es por eso que es contraria a la naturaleza y la voluntad de Dios.
El pecado es tratado como una deuda
Todo
pecado se considera una deuda en el sistema de justicia de Dios. Es
por eso que la oración del Señor se lee de dos maneras diferentes
en Mateo y Lucas:
Mateo
6: 12
dice,
“Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Lucas
11: 4
dice:
"Y perdónanos nuestros pecados, porque nosotros también perdonamos a todos los que están en deuda con nosotros".
Si
un hombre pecaba contra su prójimo, la sentencia era que el pecador
tenía una
deuda con su
prójimo. El monto de la deuda era determinado según la gravedad del
delito. Si el pecador no podía pagar su deuda no era enviado a
prisión, sino forzado a trabajar hasta pagar su deuda.
La
Ley dice en Éxodo
22: 3,
"si
no posee nada, entonces será vendido por su robo".
En otras palabras, se veía obligado a trabajar para el que estuviera
dispuesto a pagar más por su trabajo. Su sentencia podía ser de un
día, una semana, un mes o incluso muchos años, dependiendo de la
gravedad del delito y del tamaño de la deuda.
Pero
la Ley de Dios no permite las cárceles como tales. Las cárceles
violan los derechos de los pecadores y de sus víctimas. Si se envía
a un ladrón a prisión, se le castiga, pero no se hace justicia. La
víctima rara vez recibe una compensación por su pérdida, y el
pecador no puede pagar su deuda a la víctima. ¿Cómo, entonces,
puede hallar el perdón?
El
propósito de la justicia de Dios es doble. Primero, es para
compensar a la víctima por su pérdida. Segundo, es proporcionar el
camino para que el pecador reciba el perdón y la restauración en su
nación. La verdadera justicia no se hace hasta que estos dos
objetivos se hayan cumplido.
Cuando la restitución no es posible
Hay
algunos delitos que no pueden medirse en términos de pagos en
restitución. El asesinato premeditado, la violación de una mujer
casada, el secuestro, etc. son ejemplos de tales crímenes. Estos
casos requieren la pena de muerte, a menos que la víctima (o un
representante) lo perdone.
La
pena de muerte no es el juicio final. La muerte solo pospone la
sentencia hasta que el Tribunal Superior pueda juzgar el caso más
tarde. No hay restitución por asesinato porque la corte terrenal
carece de la capacidad de restablecer el orden legal. Entonces, la
pena de muerte es como apelar el caso ante un Tribunal Superior.
Cuando
Dios resucite a los muertos al final de los tiempos y juzgue al
mundo, Él si tendrá el poder para abordar este problema. En primer
lugar, tiene el poder de resucitar a los muertos. En segundo lugar,
podrá poner al asesino a trabajar durante dos vidas normales o más.
Tales soluciones no son posibles en nuestros tribunales terrenales,
pero Dios no está restringido de ninguna manera.
La
pena de muerte, entonces, debe ser vista como una apelación ante el
Tribunal Superior de Justicia en el futuro. El pecador no es
condenado a pasar la eternidad en el "Infierno", sino que
será sentenciado a trabajar al servicio del Reino.
Ese
es el "Lago de Fuego", o el Juicio de la Ley. Torturar al
pecador en un fuego literal nunca podría restituir a las víctimas
por la injusticia padecida. Tampoco el castigo eterno podría
restaurar a un pecador al lugar del perdón total.
¿Qué hay del Infierno?
La
palabra española "Infierno" es una palabra antigua que
solía significar la tumba
(sepulcro, Hades en griego o
Seol en hebreo),
o cubrir
a alguien
o algo.
Todavía tenemos muchas palabras en castellano que reflejan eso. Un
casco,
por ejemplo, cubre la cabeza. Un ilota
es
un siervo, o alguien que está cubierto bajo la autoridad de un amo.
Solían "infernar" las patatas soterrándolas (en un sótano
o hueco cavado en la tierra).
El
Infierno no es prescrito en la Ley de Dios, a menos que lo definamos
de manera bíblica. El Infierno mismo es simplemente "la tumba",
como leemos en
1
Corintios 15: 55,
donde Pablo pregunta:
"Oh muerte, ¿dónde está tu aguijón? Oh tumba [hades, seol, infierno, sepulcro], ¿dónde está tu victoria?
Esta
es la única vez que Pablo menciona el "Infierno" en todos
sus escritos, y escribió en 1ª Corintios 15: 55 que el Infierno
(Seol,
Hades)
mismo debía ser destruido, citando de
Oseas
13: 14,
“Los rescataré del poder de la tumba [Infierno]; Los redimiré de la muerte; oh muerte, seré tus plagas; oh tumba [Infierno], seré tu destrucción”.
Dios
nos estaba diciendo que tenía
la intención de destruir el Infierno
o tumba. ¿Cómo? Por medio de la resurrección de la muerte. Al
final, la resurrección destruirá el Infierno, así como la vida
destruye la muerte, porque leemos en Apocalipsis
20: 14,
“Y la Muerte y el Infierno (Hades) fueron arrojados al lago de fuego. Esta es la segunda muerte, el lago de fuego".
La
primera muerte (mortalidad) es el juicio por el pecado de Adán.
Morimos a causa de su
pecado.
La segunda muerte es el juicio por nuestros propios pecados. La
segunda muerte es "el Lago de Fuego", que en Daniel
7: 9
está formado por el "Río de Fuego". La única forma en
que uno podría ser juzgado por un fuego literal es si él quemó a
otra persona en esta vida. Una vez más, la sentencia se ajusta al
crimen. Éxodo
21:24,25
dice:
"Ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, hematoma por hematoma".
Entonces,
si un hombre injustamente quemó a alguien vivo, podría ser
responsable por el mismo trato en el juicio final. Pero incluso esto,
aunque doloroso, no duraría para siempre.
El perdón es el objetivo
La
Biblia dice que todos hemos pecado. La pregunta no es cuán grandes
pecadores somos sino cómo encontrar el perdón y la restauración
con nuestro Padre Dios que nos ama.
Es
bueno pagar restitución a aquellos contra quienes hemos pecado, para
que las relaciones terrenales puedan ser restauradas. Sin embargo, el
problema más profundo es cómo obtener el perdón de Dios para que
podamos ser restaurados para Él y poder llegar a ser todo lo que
Dios quiso que Sus hijos fueran.
Una
clave es conocer la Ley de los Derechos de las Víctimas. Las
víctimas de un delito tienen derecho a ser recompensadas, pero
también
tienen derecho a perdonar.
Cuando Jesús fue puesto en la Cruz, asumió la responsabilidad de
cada pecado y, por lo tanto, se convirtió en la
víctima por cada pecado cometido.
La
Ley le daba el derecho de mantener el pecado contra toda la
humanidad, o de perdonarlo. Lucas
23: 34
dice que eligió perdonar. Él oró: "Padre,
perdónalos".
La
Ley de Dios entonces liberó al mundo, porque la Ley no tenía la
potestad de poder negar la petición de Jesús. Jesús
conocía Sus derechos,
y entendía Su propósito de tener que morir. ¡Los juicios de Dios
son verdaderamente misericordiosos!
Nota
del Traductor:
Véase
Tártaro
versus Hades
del mismo autor y ver tabla en TRATADO
VII – Cómo afecta la muerte a su cuerpo, alma y espíritu.
Enlace para descargar en pdf:
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Agradecemos cualquier comentario respetuoso y lo agradecemos aún más si no son anónimos. Los comentarios anónimos no serán respondidos.