EL SEÑOR MI CUIDADOR, Octavius Winslow


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"Él tiene cuidado de vosotros".
1 Pedro 5:7

Este puede ser para ti, alma mía, un dia de inquieta preocupación. El sol brilla radiantemente, toda la naturaleza está ataviada de belleza, y cada objeto sonríe. Pero para ti es un dia oscuro y nublado, y tu corazón está triste—una preocupación te presiona, una ansiedad te entristece. Y ahora te encuentras en busca de si quizás podrías responder a ello —aún con mucha incredulidad, desánimo, y miedo al resultado. ¡Pero, quédate tranquilo! El Señor, que es tu Porción, es suficiente para cada día nuboso, y es suficiente para esto. Ven, toma asiento y medita un poco sobre esta verdad, y ve si esta presión no puede demostrar un verdadero estímulo, esta ansiedad un dulce reposo, y este halo de tristeza reflejar una luz plateada, para estimularte a la oración, y guiarte a aprender más experimentalmente y benditamente que Jesús es todo-suficiente para todas nuestras necesidades. Así, 
“Del devorador salió comida,
Y del fuerte salió dulzura”.

Jue. 14:14
Si el Señor cuida de nosotros, entonces sin alguna figura retórica, Él es nuestro Cuidador. Si todos los planetas, todos los seres, todos los eventos, todas las criaturas están colgados en Su brazo, y sin embargo, no tengamos un cuidado, aunque sea infinitesimal como un átomo, o delicado como una telaraña, ten por seguro que el Señor se preocupa por ello. ¿Puede alguna otra cosa más ilustrar perfectamente y extraordinariamente la grandeza de Jesús que esto? —que, como grande es Él, nada en la historia de Sus santos es muy pequeño o trivial para Su atención y consideración. ¡Ay! De los pequeños pecados y los actos de desobediencia insignificantes de los deberes del diario vivir que nos ocupamos muy imperfectamente para con Dios. 

Es uno de los más grandes logros del Creyente en gracia vivir para Dios en las cosas pequeñas. Pensamos, por lo general, que, porque Dios es tan grande, Él solo puede inclinar Su mente infinita a los objetos y cosas que son grandes. Pero nos olvidamos de considerar que Él es tan grande que los cielos de los cielos no 
lo pueden contener, se ha dignado a decir: “Yo habito… con el quebrantado y humilde de espíritu” (Isa. 57:15).

Pero Él cuida de nosotros. Alma mía, ¿Jesús no lo ha demostrado? ¿Él no cuidó de ti cuándo Él se embarcó en la obra de tú salvación? ¿Él no cuidó de ti cuando estabas muerto en tus delitos y pecados? ¿Y cuando el Espíritu Santo te convenció de pecado, y quebrantó tú corazón, y te guió en santa contrición a la Cruz? ¿No manifestó Jesús Su cuidado de ti para entonces levantarte de tus pies, envolverte en Sus brazos, y aplicar Su sangre expiatoria a tú conciencia, diciendo a tu espíritu azotado por la tempestad, ‘Calla, enmudece’, para que hubiera paz?

El Señor aún cuida de ti. Él se preocupa por tus necesidades, por tus pruebas, por tus tentaciones, por tus penas. Y aún más, Él se preocupa por tu caminar santo y feliz —por las dudas, temores y estremecimientos que algunas veces te asaltan— por la oscuridad que frecuentemente te envuelve—por la soledad y aislamiento del camino en el que te está guiando a casa hacia Él. Solo echa tus preocupaciones sobre Él, cualquiera que pueda ser, como un simple niño, sumiso, con fe resuelta, y ponte ansioso solo de cuánto puedas amar, confiar y glorificarle a Él más. Haz de Su servicio tu deleite, de Su honor tu estudio, de Su verdad tu cuidado, y la dulce paz brotará rápidamente en tú alma, derramando Su reconfortante influencia a través de todo tu ser. “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios (esto es el verdadero corazón de paz del cristiano), que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”  (Filipenses. 4:6-7).

Pero si tú vas a Él con tu preocupación, y todavía regresas con ella, carcomido, entristecido, y destrozado, no es porque el Señor se rehúsa a tomarla sobre Él, sino porque tú te niegas a transferírsela a Él. Tú vas, y vuelves aún con esta preocupación entrelazada alrededor de tu corazón, y te preguntas porque no puedes encontrar ningún alivio. Pero deja con Él tu preocupación, que sea el cuidado de tu alma o el cuidado del cuerpo, puesto sobre Sus brazos, colocado sobre Su corazón, y dulce será el reposo que tu Padre del Cielo te dará. 

“ÉL TIENE CUIDADO DE VOSOTROS”.

(Por gentileza de E. Josué Zambrano Tapias)

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