ISRAEL Y JUDÁ - Parte 1, Dr. Stephen Jones

 


Fecha de publicación: 17/02/2025
Tiempo estimado de lectura: 7 - 10 minutos
Autor: Dr. Stephen E. Jones
https://godskingdom.org/blog/2025/02/israel-and-judah-part-1/

De vez en cuando es necesario —sobre todo para el bien de los nuevos lectores— volver a los fundamentos de la enseñanza bíblica para no perder de vista las verdades fundamentales en las que se basan las cosas profundas de Dios.

En 1971, Dios comenzó a mostrarme cosas que me llevaron más allá de las enseñanzas de la iglesia (y de la escuela bíblica) en las que había creído toda mi vida. Todo comenzó cuando me di cuenta de que Israel y Judá eran dos naciones distintas. Este conocimiento también me preparó para el ataque contra el cristianismo que enfrenté en la Universidad de Minnesota entre 1971 y 1972.

En la universidad, hice un curso de historia bíblica, impartido por un profesor judío. Citaba a los profetas que afirmaban que Israel iba a ser restaurada, pero nos decía que nunca lo fue. Sabía, por supuesto, que la Casa de Israel era el reino del norte que había sido exiliado en Asiria. Los israelitas nunca regresaron a su antigua tierra, ni siquiera hoy. Al socavar así a los profetas, sacudió la fe de algunos estudiantes cristianos que habían asumido que los judíos eran de Israel y que el Estado Israelí era la restauración de la Casa de Israel.

El profesor, por supuesto, entendía muy bien la diferencia entre Israel y Judá, y utilizó ese conocimiento contra aquellos cristianos que no entendían las Escrituras lo suficiente como para resistir el ataque. Se deleitaba mucho en destruir su confianza en los profetas bíblicos, poniendo así en duda la Biblia en su conjunto y, por extensión, la fe en Cristo.

Afortunadamente, yo acababa de aprender la verdad al respecto, y por eso pude compartirla con varios de mis compañeros de estudios. En lugar de que el profesor destrozara mi fe, sólo reforzó lo que ya había aprendido. En ese momento, esta verdad básica se convirtió en una verdad extremadamente importante para mantenerme firme en la Palabra. Y así, en los años siguientes, cuando los cristianos me reprendieron por enseñar esta verdad con el argumento de que no tenía nada que ver con la salvación, vi que hay verdades más importantes en las Escrituras que van más allá de la enseñanza de la salvación.

Nunca olvidaré el día en que mis padres vinieron a visitarme. Tuve la oportunidad de sentarme con mi padre, abrir mi Biblia y mostrarle cómo los profetas, a partir de Isaías y Jeremías, hablaban de Israel y Judá como naciones distintas, cada una con su propio conjunto de profecías. Al mostrarle la diferencia básica entre Israel y Judá, a mi padre se le abrieron los ojos y dijo: “Yo lo sabía, ¡pero no lo sabía!”.

Durante todos los años que mi padre fue pastor y misionero en Filipinas, había sabido intelectualmente acerca del Reino Dividido, pero aun así había permanecido ciego a las implicaciones proféticas de esta verdad histórica básica. Su ceguera me abrió los ojos en cuanto a la ceguera general en la Iglesia, especialmente entre los sionistas cristianos, que piensan que las profecías de Israel se aplican a los descendientes de Judá (es decir, los judíos).

Esta verdad básica inició mi viaje que se apartó de las enseñanzas tradicionales de la Iglesia que había aprendido en mis primeros años.

El reino dividido

Israel originalmente estaba formada por 12 tribus terratenientes en una confederación. Durante los reinados de Saúl, David y Salomón, todas estas tribus estaban unidas en la nación de Israel. Pero después de la muerte de Salomón, el reino se dividió en dos naciones, principalmente por el tema de los altos impuestos. Dios mismo se atribuyó el mérito de esta división, pues Él trajo juicio contra Salomón por su apostasía. Así leemos en 1º Reyes 11: 9-11:

9 El Señor se enojó con Salomón, porque su corazón se había apartado del Señor, Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces, 10 y le había ordenado que no siguiera a otros dioses. Pero él no hizo lo que el Señor le había ordenado. 11 Entonces el Señor dijo a Salomón: «Por cuanto has hecho esto y no has guardado mi pacto y mis estatutos que te ordené, ciertamente romperé de ti el reino y lo entregaré a tu siervo».

El versículo 13 dice entonces:

13 Pero no destruiré todo el reino, sino que daré una tribu a tu hijo, por amor a David, mi siervo, y por amor a Jerusalén, que Yo he elegido.

Nótese que fue el reino lo que se le quitó a Salomón y a Judá. En esta división, el reino residía en Israel, no en Judá. En un sentido general, ambas naciones eran reinos, cada uno con su propia línea de reyes. Pero en este caso Dios estaba hablando del Reino de Dios, un concepto que aún no había sido aclarado en el Nuevo Testamento. El Reino de Dios no reside en Judá, sino en Israel, aunque el Rey mismo debía provenir de la tribu de Judá.

Los cristianos de hoy que piensan que el Estado de Israel es el comienzo del Reino de Dios, con la Jerusalén terrenal como su capital, desde la cual Cristo gobernará en la Edad venidera, están buscando el Reino en el lugar equivocado. No se dan cuenta de que el Reino fue quitado de la Casa de Judá y entregado a la Casa de Israel. Los sionistas cristianos, entonces, están en un error, porque no hay ningún lugar en las Escrituras que nos diga que el Reino sería restaurado a Judá. Cristo debía gobernar sobre la Casa de Israel.

El Testimonio Profético

1º Reyes 11: 28-31 dice:

28 Jeroboam era un hombre valiente y guerrero, y al ver Salomón que el joven era trabajador, lo puso a cargo de todos los trabajos forzados de la casa de José29 Aconteció un día, cuando Jeroboam salía de Jerusalén, que el profeta Ahías silonita lo encontró en el camino. Ahías se había puesto un manto nuevo, y ambos estaban solos en el campo. 30 Entonces Ahías tomó el manto nuevo que llevaba sobre sí, lo rompió en doce pedazosdijo a Jeroboam: "Toma para ti los diez pedazos", porque así dice el Señor, Dios de Israel: "He aquí, romperé el reino de la mano de Salomón y a ti te daré diez tribus".

Esto establece dos hechos. En primer lugar, el reino le fue quitado a Salomón y se le dio a Jeroboam, que era de la tribu de Efraín, de la casa de José. En segundo lugar, Jeroboam debía gobernar diez tribus. Dos siglos después, estas diez tribus fueron llevadas a Asiria, y los historiadores llegaron a referirse a ellas como las “diez tribus perdidas de Israel”.

Judá continuó bajo el gobierno de Roboam, hijo de Salomón; Israel, el reino, comenzó a ser gobernado por Jeroboam, quien era el siervo” de Salomón (como se profetizó en 1º Reyes 11: 11). Las diez tribus de Jeroboam llegaron a ser conocidas también como la Casa de José (1º Reyes 11: 28). Este término se había usado muchas veces anteriormente. Véase, por ejemplo, Josué 18: 5: la casa de José permanecerá en su territorio al norte.

Dividir y reunir el Derecho de Nacimiento (Primogenitura)

Cuando Jacob-Israel bendijo a sus doce hijos, dividió su Primogenitura entre ellos. Esta división incluyó tres subdivisiones principales. A Judá le dio el derecho de dar a luz a los reyes de Israel (Génesis 49: 101º Crónicas 5: 2); a Leví le dio el derecho al sacerdocio (1º Crónicas 6: 4849); a José (Efraín) le dio el resto de la Primogenitura (1º Crónicas 5: 2), que era dar a luz a los hijos de Dios. Así dijo Jacob en Génesis 49: 22, José es una rama fructífera (es decir, un hijo, ben, fructífero), una referencia al Mandato de Fructificación o Fecundidad de Génesis 1: 28).

De acuerdo con estas bendiciones, el rey David procedía de la tribu de Judá, los sacerdotes procedían de la tribu de Leví hasta que fueron reemplazados por el Orden de Melquisedec en el Nuevo Testamento, y la Casa de José retuvo el Derecho de Nacimiento para dar a luz a los hijos de Dios. Cada uno de estos derechos, bajo el Antiguo Pacto, se basaba en la genealogía. Sin embargo, esto fue alterado cuando vino Jesucristo.

Hebreos 7: 12 habla de un cambio de ley en el sentido de que el Rey Jesús no sólo era hijo de David (de Judá), sino que también era el sumo sacerdote del orden de Melquisedec. Siendo de la tribu de Judá, una tribu de la cual nada habló Moisés tocante a los sacerdotes (Hebreos 7: 14), Jesús no podía ser un sumo sacerdote sobre un orden levítico. De hecho, tampoco podía serlo el Rey David, y, sin embargo, Dios le dijo en el Salmo 110: 4: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec. Por esta razón, David pudo ministrar en el Tabernáculo de David, donde había colocado el Arca del Pacto.

Jesús comenzó a reunir los llamamientos de la Primogenitura que Jacob había dividido entre sus hijos. La línea real y el sacerdocio se reunieron en la Primera Venida de Cristo; la Primogenitura de José se reunirá en su Segunda Venida, cuando se manifiesten los Hijos de Dios. En la Segunda Venida, el tema dominante se desplaza hacia la Casa de José, y por esta razón Apocalipsis 19: 13 dice: Está vestido de una túnica teñida en sangre. Esto lo identifica con José, cuya túnica fue teñida en sangre (Génesis 37: 31).

David fue un tipo de Cristo en su Primera Venida; José fue un tipo de Cristo en su Segunda Venida. David era de la tribu de Judá, cuyos derechos al trono eran temporales, hasta que venga Silo, y a Él le rindan culto los pueblos” (Génesis 49: 10). Al final, los sueños reveladores de José dejaron en claro que todos sus hermanos se inclinarían ante Él (Génesis 37: 10). En otras palabras, el gobierno de Judá sería absorbido por el Reino de José.

Este es el punto donde todos los elementos del Derecho de Nacimiento original se reunirán en Cristo.


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