VICTORIA EN LOS SUFRIMIENTOS DE CRISTO, David Wilkerson

 

25 de septiembre de 2024

Cuando yo era un joven ministro en Pensilvania, leí muchos libros sobre la vida de hombres piadosos que habían llevado estilos de vida muy sencillos. Eso me pareció la respuesta a mi deseo de ser usado por Dios. En ese momento, conocí a un ministro que hablaba con gran autoridad y era un verdadero héroe para mí. Llevaba una vida de total sencillez, vivía en una habitación pequeña y tenía solo un par de vestimentas.

Yo pensaba que negarse a uno mismo significaba vivir un estilo de vida espartano. Oré: “Señor, eso es lo que quiero. Podría ser una persona poderosa para ti si desocupo mis armarios y me quedo solo con un poco de ropa. Venderé mi coche y compraré uno más barato. Compraré una casa vieja y poco atractiva. Dejaré de comer bistec y comeré carne de hamburguesa. Podría dar un gran ejemplo al no desear ninguna cosa material de la tierra”. En realidad, estaba diciendo: “Si pudiera sufrir lo suficiente, controlar mi carne y convertirme en un asceta, podría servir al Señor con verdadero poder”.

Poco después, mi héroe comenzó a enseñar doctrinas falsas y muchas vidas fueron destruidas por ello. Fue entonces cuando el Señor me dijo: “La victoria no se trata de eso, David. La victoria no es tuya, es mía”.

Amados, en este preciso momento, Jesús viene a nosotros y nos dice: “Toma mi mano y sígueme en mi muerte, mi sepultura y mi resurrección. Mira la cruz, abrázala y aférrate a mi victoria. Allí es donde se lleva a cabo la crucifixión de la carne”.

Sí, morir en Cristo es un acto de fe. Tenemos que considerarnos muertos al pecado y vivos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Pablo dijo: “A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte” (Filipenses 3:10).

Cuando Pablo dice que quiere conocer a Cristo en el poder de su resurrección y en la comunión de sus padecimientos, se refiere a la resurrección y a los padecimientos de Cristo, no a los suyos ni a los de nadie más. Morir a uno mismo tiene que ver con el sufrimiento de Cristo. ¡Miren la cruz!


(Por gentileza de Piedad H. Navarro López)

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