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Autor: Dr. Stephen E. Jones
https://godskingdom.org/blog/2024/09/the-meat-of-the-word-part-10/
Entre los tipos y sombras del Antiguo Testamento destaca en particular uno de ellos, que se refiere a los hijos de Abraham. Dios le prometió a Abraham una abundancia de hijos, comparándolos con las estrellas del cielo y las arenas del mar.
Pablo interpreta esto en Gálatas 3, no en términos biológicos, sino en términos espirituales. Los hijos de Abraham son aquellos que siguen su ejemplo de fe en Cristo. Pero hay más que eso. En Gálatas 4 el apóstol continúa mostrando que uno también debe nacer a través de “Sara”, quien representa el Nuevo Pacto.
Sara, la madre del hijo prometido
Génesis 17: 18-21 nos dice:
18 Abraham le respondió a Dios: «¡Ojalá que Ismael [el hijo de Agar] viva delante de ti!». 19 Pero Dios le respondió: «No, sino que Sara, tu mujer, te dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Isaac. Yo estableceré mi pacto con él como pacto perpetuo para su descendencia después de él. 20 En cuanto a Ismael, también te he oído. He aquí que Yo lo bendeciré, y lo haré fructífero, y lo multiplicaré en gran manera. Engendrará doce príncipes y haré de él una gran nación. 21 Pero mi pacto lo estableceré con Isaac, el que Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene».
Vemos que Agar y su hijo recibieron una bendición de Dios similar a la que Dios le dio a Abraham. Ismael sería fructífero y se multiplicaría “sobremanera”. Pero el pacto en sí mismo se estableció con Isaac, el hijo de Sara.
Así nos dice Pablo en Gálatas 4: 22-23,
22 Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos: uno de la esclava, y otro de la libre. 23 Pero el hijo de la esclava nació según la carne, pero el hijo de la libre, mediante la promesa.
Pablo luego explica el tipo y su antitipo:
24 Esto es una alegoría, pues estas mujeres son dos pactos: uno procede del monte Sinaí, que engendra hijos para ser esclavos; ella es Agar. 25 Ahora bien, esta Agar es el monte Sinaí en Arabia y corresponde a la Jerusalén actual, porque ella está en esclavitud con sus hijos. 26 Pero la Jerusalén de arriba es libre; ella es nuestra madre.
Pablo aprendió esto por revelación divina mientras estaba en Arabia poco después de su conversión en el camino a Damasco. Él escribió antes en Gálatas 1: 11-17:
11 Porque quiero que sepáis, hermanos, que el evangelio que me fue anunciado, no es según hombre, 12 pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino que lo recibí por revelación de Jesucristo… 17 ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo, sino que fui a Arabia, y regresé de nuevo a Damasco.
En mi opinión, Pablo fue al monte Sinaí en Arabia para orar y recibir revelación divina. Tomó nota de que el monte Sinaí también era conocido como Agar y que Arabia era la herencia dada a Ismael.
La revelación de Pablo fue que el Monte Sinaí, o Agar, era el lugar donde se dio el Antiguo Pacto a los israelitas (Éxodo 19: 8). La conexión con “la Jerusalén actual” radica en el hecho de que el sistema religioso de adoración en Jerusalén era el centro de la religión judía del Antiguo Pacto. Cuando los líderes religiosos rechazaron al Mediador del Nuevo Pacto, Jesucristo, declararon que Jerusalén estaba bajo la autoridad legal de Agar e Ismael.
El Antiguo Pacto exigía al pueblo, pero no le daba la capacidad de ser perfectamente obediente, porque no podía cambiar el corazón. Por eso, los judíos seguían siendo esclavos del pecado, porque sus sacrificios de animales ya no eran eficaces.
Dios le había dicho a Abraham que Sara sería la madre del hijo prometido. Por lo tanto, ella era el tipo profético del Nuevo Pacto y la madre de los creyentes del Nuevo Pacto. Todo hijo tiene dos padres, cada uno de los cuales desempeña un papel importante. El padre Abraham engendró a Isaac, pero la madre Sara lo dio a luz. En otras palabras, debemos tener la fe de Abraham, pero también debe ser la fe del Nuevo Pacto.
¿Quién es su madre?
La perspectiva de Agar sobre la profecía
Los que consideran que la Jerusalén terrenal es la capital de la Tierra Prometida (y del Reino de Dios mismo) declaran ciegamente e inadvertidamente que son hijos de Agar. Los creyentes del Nuevo Pacto declaran que la capital del Reino es la Jerusalén celestial, no la ciudad terrenal. Como en el caso de Abraham, buscamos “la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11: 10).
Mientras que el sionismo y el sionismo cristiano buscan una patria terrenal, los creyentes del Nuevo Pacto “anhelan una patria mejor, es decir, celestial” (Hebreos 11: 16). La contienda entre Agar y Sara y entre sus hijos se ha transformado en la contienda moderna entre zionismo (Sion) y sionismo (Sión). El zionismo busca heredar la antigua tierra de Canaán, que a primera vista parecía ser la herencia de Abraham, pero era sólo un tipo y una sombra de la verdadera herencia.
La perspectiva de Sara sobre la profecía
El sionismo es el punto de encuentro de los creyentes del Nuevo Pacto. El monte Sión es el monte Hermón (Deuteronomio 4: 48) y está situado cerca de Cesarea de Filipo. Aquí es donde Pedro hizo su famosa declaración de fe. Mateo 16: 13-16 dice:
13 Cuando Jesús llegó a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?» 14 Ellos respondieron: «Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas.» 15 Él les dijo: «Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?» 16 Simón Pedro le respondió: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios viviente».
Desde allí, seis días después, Jesús tomó a tres de sus discípulos y subió al monte, donde se transfiguró delante de ellos (Mateo 17: 1-2). Allí oyeron la voz de Dios que hablaba desde el cielo, confirmando la confesión de Pedro: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; ¡escuchadlo!” (Mateo 17: 5).
Jesús no se transfiguró en el monte Sion de Jerusalén, sino en el monte Sión (Hermón), muy al norte. No le correspondía transfigurarse bajo la autoridad de Agar, sino bajo la de Sara. Por eso, el monte Sión se ha convertido en el lugar donde nos reunimos en torno a Cristo. Representa a la Nueva Jerusalén, que es nuestra madre (Gál. 4: 26).
Esto debería advertir a los sionistas cristianos que necesitan una madre diferente. Darle un apoyo verbal a Sara mientras se promueven los intereses de Agar no agrada a Dios, ni puede jamás hacer realidad la promesa de Dios. Gálatas 4: 30-31 concluye:
30 Pero ¿qué dice la Escritura?: «Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque el hijo de la esclava no heredará con el hijo de la libre». 31 Así que, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre.
La renuencia de Abraham a expulsar a Agar e Ismael también nos ha llegado a nosotros, y ésta es la razón por la que a los sionistas cristianos les resulta difícil trabajar por el establecimiento de Sara y el “mejor país” que Abraham iba a heredar. Sin embargo, las Escrituras son claras: se trata de un alimento fuerte y, al parecer, hoy en día son pocos los que pueden comerlo sin atragantarse.
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