CONSAGRACIÓN: SOLO EL QUE HA EXPERIMENTADO LA CRUZ Y EL ALTAR PUEDE ADORAR, Watchman Nee





Dios ha de conducir nuestro corazón al punto en que nos postremos en su presencia y le digamos: “Ahora veo que no solo te debo adorar, sino que también debo honrar lo que haces y lo que te agrada. Además, debo aceptar lo que escoges. Debo adorarte por lo que has establecido para mí y por lo que te ha placido traer sobre mí y por lo que no quieres que busque”

Hermanos y hermanas, es fácil adorar a Dios mientras estamos reunidos, ya que no tenemos ningún precio que pagar. Pero permítanme decirles que la verdadera adoración proviene de conocer a Dios, y de recibir una revelación suya. Doy gracias a Dios porque lo conozco; por lo tanto, me postro ante Él, y le digo: “Todo lo que has hecho está bien. Tú nunca te equivocas”. Es así como aceptamos los caminos de Dios.



Aprendemos a caminar paso a paso. Asimismo, si deseamos caminar delante de Dios, tendremos que aprender a aceptar sus caminos y adorarle por ellos, no solo porque Él es Dios. Nuestro futuro espiritual depende de nuestra capacidad de adorar a Dios por sus caminos

Así que, todos los que conocen a Dios deben ser llevados al punto en que puedan decir: “Adoro a Dios por sus caminos. Acepto lo que Él ha designado para mí. Honro todo lo que ha hecho en mí. Adoro a Dios por lo que a Él le place hacer en mí. Adoro a Dios por aquello de lo que me despoja”.



En 1º Samuel 1 tocamos verdaderamente el espíritu de la adoración. Recordemos que Ana no tenía hijos. Su esposo tenía dos esposas. La otra esposa tenía hijos, pero ella era estéril y sufría mucho a causa de esto. Por tanto, le pedía al Señor que le diera un hijo, y su petición le fue concedida. 

Tan pronto fue destetado el niño, ella lo llevó al templo en Silo y dijo: “Por este niño oraba, y el Señor me dio lo que pedí. Yo, pues, lo dedico también al Señor; todos los días que viva, será del Señor. Y adoró allí al Señor” (1º Sam. 1: 27-28). 

¿Podemos ver estas dos frases? A mí me parecen valiosísimas. Leámoslas juntas. “El Señor me dio... Yo, pues, lo dedico también al Señor”.

El Señor le dio el hijo, y ella se lo devolvió. Ninguna respuesta es mejor que ésta. La suma de todas sus peticiones a Dios era este niño. Ella había sufrido toda su vida. La esperanza que ella abrigaba era tener este hijo, pero ¿qué dijo al final? “Lo que me has dado, te lo devolveré; te devolveré la porción que me des”.

Hermanos, ciertamente puede ser escrito sobre tal persona que ella “adoró al Señor”. En esta ocasión Ana adoró al Señor. Solo la persona que desea a Dios mismo, más que sus dones, puede adorarlo de una manera digna. Ana nos mostró lo que era más precioso para ella. No el don de Dios, ni el hecho de que estuviera dispuesto a oír su oración, ni siquiera Samuel, el hijo que ella ofreció, sino la manera en que Dios le dio a Samuel.

Dios le dio a Samuel, y ella se lo devolvió. Cuando lo hizo, adoró a Dios realmente. Tengan presente que una persona que no haya sido consagrada no puede adorar a Dios. Creo que algunos entre nosotros entienden este asunto. El día en que le entreguemos todo a Dios, incluyendo a nuestro “Samuel”, será el día en que empezaremos a adorar. El día en que veamos el altar, será el día en que aprenderemos a adorar.

No puedo olvidar a Abraham. Aunque nos hemos referido a él con frecuencia, no puedo evitar mencionarlo de nuevo. No puedo dejar de ser impresionado por la hermosura de las palabras que dijo a sus siervos en Génesis 22. Cuando iba a subir al monte con Isaac, les dijo: “Yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos” (v. 5). 

Él no dijo que iba a ofrecer un sacrificio ni a presentar una ofrenda, sino que iba a adorar. No era un sacrificio, sino una adoración. Su adoración era ofrecer a Isaac ante Dios. Dios se complació en actuar así, y Abraham adoró a Dios por ello. 

Hermanos y hermanas, no creo que alguien que no lo haya consagrado todo pueda adorar de esta manera. Si no tenemos esta clase de consagración, no podremos adorar. Pero cuando nos llegue la hora, como le llegó a Ana, de consagrar nuestro Samuel, en quien tenemos cifradas todas las esperanzas, y cuando lo entreguemos a Dios, entonces junto con él brotará la adoración

Ana conocía los caminos de Dios. Puesto que Dios le había dado un hijo, ella se lo devolvió, no por un momento, sino por el resto de su vida. Con este acto ella adoró a Dios.

La adoración viene después que uno experimenta la cruz y el altar. Donde están la cruz, el altar, la consagración y la obediencia a los caminos de Dios, está la adoración. Cuando cesemos de laborar para nosotros mismos y dejemos de aferrarnos a las cosas con miras en nuestro propio beneficio, podremos adorar

Adorar es decir que nosotros ya no somos el centro.

Adorar significa ponernos a un lado y darle todo el espacio a Dios. Es necesario que nuestro Samuel pase de nuestras manos.

Watchman Nee



Gentileza de Esdras Josué ZAMBRANO TAPIAS

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