¿ESTÁS SEGURO DE QUERER LA PLENITUD DEL ESPÍRITU SANTO? (Diferente del Bautismo en el E. Santo), A. W. Tozer





Casi todos los cristianos quieren permanecer llenos del Espíritu Santo. Pero, pocos quieren ser llenados con el Espíritu. ¿Pero, como un cristiano puede conocer la plenitud del Espíritu, si aún no pasó por la experiencia de ser llenado con Él?

Es inútil decir o contar a alguien como llenarse del Espíritu, si ese alguien aún no admitió que eso se puede dar. Nadie espera una cosa o hecho del que no está convencido que sea la voluntad de Dios para su vida, o que no se encuadre en las promesas hechas por las Escrituras. Antes, pues, de dar cualquier valor a esta pregunta: ¿cómo puedo quedar lleno del Espíritu?, aquel que busca a Dios debe estar correcto en que es realmente posible experimentar el quedarse lleno del Espíritu. La persona que no tiene certeza de eso no tiene base alguna para esperar que tal cosa se dé. Donde no hay esperanza, o expectación, o espera, no hay fe ninguna: y, donde no hay fe, la investigación o búsqueda es cosa inútil, sin significado.

La doctrina del Espíritu y de su relación con el creyente, en esta última mitad del siglo, se quedó envuelta o toldada por una nieve semejante a aquella que cubre la montaña en tiempo tempestuoso. En realidad un mundo de confusión cercó y ocultó esta verdad a los hijos de Dios, se enseñaron doctrinas contrarias extraídas de los mismos textos; fueron ellos avisados amenazados e intimidados hasta al punto de que instintivamente se abstuvieran de hacer la menor referencia a la enseñanza bíblica sobre el Espíritu Santo. Y tal confusión no se dio por accidente, no. El enemigo es quien hizo eso. Satanás sabe muy bien que el cristianismo sin el Espíritu Santo es cosa tan mortífera como el modernismo, como la herejía. Y él ha hecho todo, y viene haciendo, para impedir que entremos en la posesión y gozo de nuestra verdadera herencia cristiana.

Cualquier iglesia sin el Espíritu está desamparada y sin ayuda, como Israel se hallaría en el desierto, si de ellos se alejara la nube de fuego. El Espíritu Santo es nuestra nube durante el día, y nuestro fuego durante la noche. Sin Él marcharíamos por el desierto sin blanco, sin meta. Y eso es exactamente lo que estamos haciendo en nuestros días. Nos dividimos en grupos desparramados, cada cual caminando atrás de un débil fuego o de una luciérnaga, pensando estar siguiendo la Shekinah (el arca de la presencia divina). 

Así, no se debe desear solo que de nuevo se haga visible la columna de fuego. Eso es ahora cosa imperativa. La Iglesia sólo tendrá luz cuando esté llena del Espíritu, y estará llena solamente cuando los miembros que la componen sean llenados individualmente. Necesario es aún decir que nadie se llenará mientras no se convenza de que llenarse forma parte del plan total de Dios para la redención; de que nada ahí es añadido o extra, nada es extraño o excéntrico, pues se trata de una apropiada operación espiritual, hecha por Dios, basada en la obra expiatoria de Cristo, y de ella derivada. 

El ansioso inquiridor debe estar bien seguro de eso, al punto de estar engreído de esa verdad. Necesita creer que todo eso es cosa normal y cierta. Necesita creer también que Dios quiere que él sea ungido con una porción de óleo fresco, en adición a todas las diez mil bendiciones que ya haya recibido de las dadivosas manos divinas. Hasta llegar a convencerse bien de eso, recomiendo que separe tiempo para ayunar, orar y meditar en las Escrituras Sagradas. La fe viene de la Palabra de Dios. No basta la sugerencia, la exhortación o el efecto psicológico del testimonio de otros que ya hayan sido llenados. Si la persona quedare persuadida por las Escrituras, no forzará de ahí el asunto ni se dejará arrastrar por la emoción con que los manipuladores suelen representarlo. Dios es maravillosamente paciente y comprensivo, y esperará el movimiento vago del corazón por atrapar toda la verdad. 

En ese ínterin, el inquiridor debe estar tranquilo y confiado. En el tiempo correcto de Dios lo conducirá en la travesía del Jordán. Basta que no afloje en la carrera, ni se angustie, por querer avanzar muy deprisa. Muchos han actuado erradamente, y con eso han arruinado la vida cristiana.

Después de que el individuo se convence de que puede ser llenado con el Espíritu, debe desear esa bendición. Al inquiridor interesado suelo hacer estas preguntas:

¿Usted está seguro de que quiere ser poseído por un Espíritu que, siendo Puro, Gentil, Sabio y Amoroso, insistirá con usted por ser el Señor de su vida? 
¿Está seguro de querer que su personalidad sea tomada por uno que exigirá obediencia a la Palabra escrita
¿Está dispuesto a no tolerar en su vida ninguno de los pecados del ego: egocentrismo, indulgencia propia (la comodidad)? 
¿El cual no le permitirá pavonearse ni exhibirse? 
¿El cual tomará de sus manos su vida y reservará para Sí el soberano derecho de ponerlo a usted a prueba y disciplinarlo? 
¿El cual lo privará de muchas de sus predilecciones que secretamente perjudican su alma?

Si usted no pudiera responder a estas preguntas con un sincero y nítido SÍ, es claro que usted no está queriendo ser llenado. Usted puede estar queriendo la emoción o la victoria, o el poder, pero no estará queriendo realmente ser llenado con el Espíritu. Su deseo es tal vez poco más que una débil voluntad y no es suficientemente puro para agradar a Dios, lo cual exige todo o nada. Y otra vez pregunto: ¿Usted está seguro de que precisa ser llenado con El Espíritu? 

Cristianos, decenas de miles, tanto laicos como predicadores y misioneros, se esfuerzan por avanzar sin tener una clara experiencia de la plenitud del Espíritu. Así, tal obra o esfuerzo sin el Espíritu sólo puede acabar en tragedia el día de Cristo. ¿Y qué cosa puedo decir de los cristianos comunes o mediocres que parecen estar olvidados?

Pero, a su respecto, lector amigo, ¿qué es lo que está aconteciendo? Tal vez su inclinación doctrinaria esté llevándolo a no admitir esta crisis de plenitud del Espíritu. Muy bien; verifique, entonces, lo que esa inclinación le está trayendo. ¿Que es lo que su vida está produciendo? 

Usted continúa realizando la obra religiosa, predicando, viendo, dirigiendo reuniones, pero, ¿cual es la calidad de su trabajo? Es verdad que usted recibió el Espíritu cuando se convirtió. Pero, es verdad que, sin una posterior unción, usted no estará preparado para resistir a la tentación, obedecer a las Escrituras, comprender la verdad, vivir victoriosamente, morir en paz y salir al encuentro de Cristo sin constreñimiento el día de la venida de Él?

Si, por otro lado, su alma suspira por Dios, por el Dios vivo, y su corazón seco y vacío se desespera, y ansía tener una vida cristiana normal sin una posterior unción, yo le pregunto: ¿Ese deseo suyo es enteramente absorbente? ¿Es Él la cosa más importante de su vida? Impera Él en todas las actividades religiosas comunes y tiene usted un vivo anhelo que solo puede ser descrito como la angustia del deseo? Si su corazón dice sí a estas preguntas, usted puede hallarse en el camino correcto que lleva a una revelación que transformará todo su vivir.

Es justamente en esa preparación para recibir la unción del Espíritu donde falla la mayoría de los cristianos. Probablemente nadie jamás fue lleno sin tener primero que haber pasado por un periodo de honda perturbación de alma y de inquietud interior. Y, cuando nos vemos entrar en ese estado, la tentación es de sentirnos atemorizados, en pánico,..., que nos retraigamos. 

Satanás nos exhorta a asustarnos, pues si logra eso, naufragaremos en la fe y deshonraremos al Señor que nos compró. Por eso, Satanás no se interesa por nuestra mejoría espiritual, y mucho menos por promover la causa de nuestro Señor. El propósito de él es debilitarnos y dejarnos desarmados el día de la batalla. Y millones de creyentes aceptan sus mentiras como si fuesen verdades evangélicas, y se vuelven hacia sus cavernas, como los profetas de Obadías, para pasar a vivir a pan y agua.

Antes de tener lugar la plenitud, debe procesarse el vacío. Antes de que Dios nos llene con su Persona urge que nos vaciemos de nosotros mismos. Y es ese vacío lo que trae una penosa desesperación del ego, del que se quejan muchas personas, justamente antes de pasar por esa nueva y radiante experiencia. Debe tener lugar, entonces, una total devaluación del ego, la muerte de todas las cosas de fuera de nosotros y de dentro de nosotros, pues de lo contrario jamás se dará una real llenura del Espíritu Santo.

El ídolo para mí sin par, más querido.
Sea él quien sea, cualquiera que haya sido,
ayúdame a quebrarlo frente al trono Tuyo,
Y adorarte solo a Ti, Señor de la tierra y cielo.

Tranquilamente cantamos algunas estrofas, pero no cantamos en el Espíritu de Oración, por que rechazamos abandonar y quebrar el ídolo del cuál ahí se habla. Echar mano del último ídolo, el quebrarlo, significa que descendemos a un estado de íntima solicitud, que no puede ser satisfecho por ninguna reunión evangélica, ni por ninguna comunión o compañerismo con otros cristianos. 

Por esta razón es que muchos cristianos se juzgan seguros y prefieren una vida de comodidades. Ellos tienen algo de Dios, no se niega, pero no lo tienen todo; y Dios tiene una parte de ellos pero no el todo. Y así van ellos viviendo una vida fácil, intentando esconder atrás de fabricadas sonrisas, y de pequeños y animados coros, la triste escasez espiritual de sus vidas.

Una cosa resalta con claridad cristalina: no es nada loable la caminata del alma por la negra noche interior. El sufrimiento y la soledad no hacen al hombre más querido a los ojos de Dios. Nada podemos comprar de Dios. Todo nos viene por medio de su benignidad, en base a la sangre de Cristo redimido, y es don gratuito sin cualquier condición o restricción. Lo que la agonía del alma hace es arar la tierra sin cultivar, y vaciar el vaso, y apartar el corazón de los intereses mundanos y enfocar la atención en Dios.

Todo cuánto sucede antes es en el sentido de preparar el alma para el divino acto de llenado. Y el llenar no es en sí una cosa complicada. Mientras esquivo las fórmulas que dictan procedimientos en el área espiritual, juzgo que la respuesta a la pregunta: “¿Cómo puedo quedarme lleno del Espíritu?” — debe ser expresa en cuatro palabras, todas ellas verbos en la voz activa. Son: (1) rendir o renunciar; (2) pedir; (3) obedecer; (4) creer... 

RENDIR: “Os ruego, pues, hermanos, por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, que es vuestro culto racional. Y no os conforméis con este siglo, sino transformaos por la renovación de vuestra mente, para que experimentéis cual sea la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios” (Romanos 12: 1-2).

PEDIR: Ore: “Pues, si vosotros, que sois malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, cuánto más el Padre celestial os dará el Espíritu Santo a aquellos que lo pidan?” (Lucas 11: 13).

OBEDECER: Ore: "nosotros somos testigos de estos hechos y bien así el Espíritu Santo, que Dios otorgó a los que le obedecen” (Hechos 5: 32). 

Para recibir la plena unción del Espíritu es absolutamente indispensable una completa obediencia a la voluntad de Dios. Mientras esperamos delante de Dios, debemos reverentemente examinar las Escrituras y atender la voz de la gentil quietud, para realizar aquello que el Padre celestial espera de nosotros. Entonces, confiando en que Él nos capacitará, obedeceremos con lo mejor de nuestra habilidad y comprensión

CREER: “Quiero solo saber esto de vosotros: ¿recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?” (Gálatas 3: 2).

Sabiendo que la llenura del Espíritu se recibe por la fe, y solamente por la fe, conviene que nos defendamos de esa imitación de la fe que no pasa de un asentimiento mental a la verdad. Esa imitación de la fe, o pseudo fe, ha sido la fuente de gran confusión para multitudes de almas inquiridoras. La verdadera fe invariablemente trae el testimonio. ¿Pero, qué testimonio es ese? No es nada físico, vocal ni psíquico. El Espíritu nunca pacta con la carne. El único testimonio que Él da es de naturaleza subjetiva, solo conocido por el propio individuo. El Espíritu se anuncia o se presenta en lo más profundo del espíritu humano. La carne nada aprovecha, pero el corazón creyente conoce y sabe. Santo, Santo, Santo.

Ahora, una última cosa: ni en el Antiguo Testamento ni en el Nuevo, ni en el testimonio cristiano, como lo vemos registrado en los escritos de los santos, que yo sepa, jamás algún creyente quedó lleno del Espíritu Santo sin saber que eso se dio en su vida. Ni quedó alguien lleno del Espíritu que no supiera cuando eso se dio. Y Jamás alguien fue llenado gradualmente. Por detrás de esos tres árboles muchas almas de corazón dividido han decidido esconderse como Adán se ocultó de la presencia del Señor; pero tales cosas no bastan para pasar desapercibidos. El hombre que no sabe cuando fue llenado con el Espíritu realmente nunca lo fue (aunque sea posible olvidar la fecha). Y la persona que espera ser llenada gradualmente nunca se llenará de cualquier manera. 

(Nota del administrador: El genial autor, Tozer, uno de mis más amados, a mi entender, no discernía correctamente la diferencia entre el Bautismo en el E. Santo y la plenitud del Espíritu Santo o doble porción que viene tras el cruce del Jordán y la vida de resurección o vida abundante o victoriosa. Tal vez el no tuvo una esperiencia drámatica ciuando fue bautizado en el Espíritu y sí la tuvo del otro lado del Jordán. El Bautismo en el Espíritu es, efectivamente, instantáneo, no es gradual y cuando viene lo hace precisamente para "llevarnos al hoyo", como a mí me gusta decirlo, enterrando nuestro ego en el Jordán. Saliendo de esa tumba recibimos, ahora sí, la vida abundante).

En mi humilde opinión, creo que la relación del Espíritu para con el creyente es el problema más vital que la Iglesia enfrenta hoy. Las cuestiones suscitadas por el existencialismo cristiano o por la nueva ortodoxia nada representan, cuando son comparadas con este problema más que serio. El ecumenismo, las teorías escatológicas, nada de eso merece consideración, por lo menos en cuánto a que cada creyente no dé respuesta afirmativa a esta pregunta: “¿Recibisteis el Espíritu cuando creísteis?” Puede muy bien acontecer que, una vez llenos con el Espíritu, sentiremos, con sumo regocijo, que esa plenitud del Espíritu resolvió para nosotros todos los demás problemas.


EL CAMINO DEL PODER ESPIRITUAL
Nosotros, los cristianos, hacemos extravagantes discusiones sobre nosotros mismos como creyentes en Cristo, pero nuestras experiencias religiosas son muy diferentes. Es grande la contradicción entre nuestras vidas y nuestras creencias doctrinales. Muchos cristianos se juzgan seguros y prefieren una vida de comodidades. Ellos tienen algo de Dios, no hay que negar, pero no lo tienen todo. Y Dios tiene parte de ellos, pero no todo. Y así van ellos viviendo una vida normal, intentando esconder detrás de sonrisas forzadas la triste escasez espiritual de sus vidas.

En los últimos tiempos viene surgiendo en el corazón de un número cada vez mayor de creyentes, una nueva aspiración. Ellos buscan una experiencia espiritual para que la presencia de Dios se haga más destacada. Desean conocer la verdad sobre el poder del Espíritu Santo en sus vidas, y experimentar lo que Dios ha preparado para ellos dentro del contexto de la saludable fe neotestamentaria. Esta relación del Espíritu con los creyentes es el problema vital que la Iglesia enfrenta hoy.


(Por gentileza de PIEDAD H. NAVARRO LÓPEZ)

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